Los Santos Niños en España
Su
presencia en Salamanca
Portada de la antigua parroquia de
San Justo (desaparecida)
Fotografía de Laurent tomada de la
Biblioteca Digital Hispánica
Aunque poco conocida, Salamanca ha tenido una vinculación secular con los mártires complutenses. Secular y temprana, puesto que ésta data de su repoblación a principios del siglo XII tal como relata el Fuero de Salamanca, en el que se cita a la iglesia de San Yuste situada en el barrio de los bregancianos, uno de los varios colectivos de colonos llevados a la ciudad en 1102 por Raimundo de Borgoña, yerno de Alfonso VI y consorte de la reina Urraca. En la Edad Media, y más concretamente en las ciudades recién repobladas, los diferentes grupos de población no solían mezclarse entre sí, habitando cada uno de ellos en su barrio o arrabal y contando con su parroquia propia, a la que frecuentemente solían darle una advocación traída de su tierra natal. Así pues, los bregancianos debían proceder, con toda probabilidad, de alguna región del norte peninsular en la que se rendía culto a los Santos Niños desde la época visigoda, dándose la circunstancia de que la fundación de la parroquia es posterior a la abolición de la liturgia mozárabe, que había sido sustituida en 1080 por la romana por orden del rey Alfonso VI.
Este dato es importante dado que, como ya he comentado en otros artículos, la liturgia romana reemplazó el culto a los santos locales, generalmente mártires, por otro común para toda la cristiandad basado principalmente en Jesucristo, la Virgen, los Apóstoles y los Padres de la Iglesia. Teniendo en cuenta que los principales impulsores de la implantación de la liturgia romana en los reinos hispánicos, muy apegados a la tradición, fueron tanto el clero procedente de la actual Francia -los dos primeros arzobispos de Toledo tras la reconquista eran frailes cistercienses- como los miembros de la familia real de este origen: Constanza de Borgoña, esposa de Alfonso VI, y sus yernos Raimundo y Enrique de Borgoña. Así pues, que estos bregancianos lograran preservar su advocación secular en su nuevo asentamiento no deja de resultar sorprendente.
Y, ¿quiénes eran estos bregancianos? Algunas fuentes como la Wikipedia los vinculan a la ciudad portuguesa de Braganza, la antigua Brigantia, situada en la región de Tras-os-Montes fronteriza con Zamora y cuyo gentilicio moderno es brigantino. Pero hay que tener en cuenta que el Fuero de Salamanca diferencia entre portogalenses y bregancianos, y que el Condado Portucalense, que sirvió de embrión al futuro reino de Portugal, ocupaba aproximadamente el tercio norte del país actual, incluyendo Tras-os-Montes y Braganza.
Hornacina con los relieves de los
Santos Niños
Detalle ampliado de la fotografía
anterior
Ciertamente no hay que tomar al pie de la letra estas divisiones territoriales, y dado que Tras-os-Montes es una zona de transición entre Portugal y el antiguo reino de León con estrechos vínculos de todo tipo con sus vecinos zamoranos, es perfectamente probable que el redactor del Fuero distinguiera entre los brigantinos y los oriundos del litoral portugués. Pero, al menos hasta donde mis conocimientos de toponimia alcanzan, existe otra posibilidad: la ciudad de Betanzos, llamada antiguamente Brigantium, de donde deriva el gentilicio brigantino, idéntico al anterior... y como el Fuero cita también a los gallegos, acabamos llegando al mismo callejón sin salida.
Para complicar todavía más las cosas ni en ninguna de las dos ciudades, Braganza y Betanzos, ni tampoco en sus respectivos territorios históricos, existe en la actualidad culto a los Santos Niños ni, hasta donde he podido documentar, lo hubo en el pasado... aunque nueve siglos son tiempo más que suficiente para que se pierda el recuerdo de un culto tan antiguo.
Aspecto actual de la plaza de San
Justo
De lo que no cabe la menor duda es de la existencia, ya en el siglo XII, de una parroquia salmantina consagrada a los mártires complutenses. En su origen fue románica aunque, tal como solía suceder, con el paso del tiempo sufrió modificaciones, en especial la portada renacentista que se le añadió en el siglo XVI y de la cual hablaremos más adelante. Son muy pocos los datos que he podido encontrar sobre ella, salvo que albergó los sepulcros de varias familias nobles y que fue parroquiano suyo, y en ella fue enterrado, el comunero Francisco de Miranda y Paz.
Gracias a su condición parroquial San Justo logró sortear las sucesivas desamortizaciones que, a mediados del siglo XIX, acabaron con tantos templos. Sin embargo, allá por la década de 1880 el edificio se encontraba en un lamentable estado de conservación, lo que motivó que el obispo Tomás Cámara y Castro, muy activo en su gobierno de la diócesis, ejecutara reparaciones en él.
Aspecto actual de la calle de San
Justo
De poco sirvió, ya que en 1886 el arquitecto municipal la declaró en estado de ruina a raíz del desplome parcial de la torre. Aunque este hecho fuera cierto, en el consistorio salmantino tenían otros planes ya que, imbuidos por las ideas urbanísticas de la época, deseaban demoler San Justo y la vecina Santa Eulalia para convertir sus solares en plazas públicas. Aunque el obispado, propietario de ambos templos, no estaba por la labor, un nuevo dictamen del arquitecto en 1889, criticado por el arzobispado por sus formas, firmó su sentencia. Tras ser cerradas al culto y valladas, ambas iglesias quedaron abandonadas durante algún tiempo, hasta que en marzo de 1890 el obispo Cámara las cedió al Ayuntamiento a cambio de unos solares sobre los que se construyó la nueva iglesia de San Juan de Sahún y se amplió el Seminario de Calatrava. No obstante la demolición se demoró todavía bastante más, ya que el Ayuntamiento no tomó posesión de las antiguas parroquias hasta diciembre de 1897, y los solares no quedaron vacíos y desescombrados hasta 1898, fecha en la que fueron arrancados los cimientos.
Éste fue el triste fin de San Justo, en una época en la que cabría haber esperado una mayor sensibilidad por parte de los gobernantes locales. Del templo, según los historiadores locales, se preservaron algunos elementos para su conservación que acabaron desapareciendo. Lo único que se conserva hoy en día de él son dos fotografías, prácticamente iguales, de su portada renacentista, una de Venancio Gombáu y la otra de Jean Laurent fechada en 1884, poco antes del derribo. Como puede apreciarse la decoración de la portada era plateresca, con dos medallones de san Pedro y San Pablo y los relieves de los Santos Niños coronando el arquitrabe. El conjunto, aunque mucho más sencillo, recuerda un tanto a la fachada de la Universidad de Alcalá.
Fotografía aérea
tomada de Google Maps. En azul la calle (línea) y la plaza
(círculo)
de San Justo. El rectángulo de la parte superior
corresponde a la Plaza Mayor
Tal como he comentado la iglesia se alzaba en la actual plaza de San Justo, a unos 250 metros al sureste de la Plaza Mayor. Puesto que la actual plaza, descontando las calzadas laterales, es un cuadrilátero de unos 25 metros de lado, no resulta demasiado difícil estimar el tamaño de la iglesia, que según los mapas del siglo XIX ocupaba la práctica totalidad de su superficie con sus cuatro fachadas exentas bordeadas por otras tantas calles que la separaban de los edificios vecinos, los cuales seguían la misma línea de fachadas que los actuales. Cabe deducir, pues, que no era un templo de gran tamaño, con unas dimensiones similares a las de muchas iglesias conventuales complutenses, aunque probablemente con unas proporciones distintas.
Existía también, y sigue existiendo, la calle de San Justo, que arranca de la de San Pablo al sur de la Plaza Mayor y discurre, bordeando la plaza homónima, hasta la plaza de Bretón. Con toda probabilidad, la fachada principal de la iglesia se abría a esta calle.
Y eso es todo en lo referente a la iglesia, puesto que no he conseguido encontrar ninguna fotografía del interior ni tampoco de elementos que pudieran haberse salvado de la demolición, en especial aquéllos relacionados con la iconografía de los Santos Niños.
Imágenes de los Santos
Niños en el sitial del coro de la
Catedral Nueva. Fotografía
de Montserrat Rajadell
No acaba aquí el recuerdo de los mártires complutenses, puesto que gracias a una fotografía que me remitió Montserrat Rajadell tuve noticia de la existencia de un sitial de la sillería del coro de la Catedral Nueva en la que están representados. Se da la circunstancia de que el año pasado, dentro de un viaje que realicé a Salamanca, visité la catedral escudriñando con detenimiento -y sin resultados- los retablos y las capillas; lamentablemente el coro estaba cerrado, por lo que no pude verlo.
Montserrat tuvo más suerte que yo y, gracias a su amabilidad, puedo disponer de la fotografía que reproduzco, en la cual se aprecia que los dos mártires han sido representados en un único respaldo de sitial, abrazados y vistiendo, en curioso anacronismo, los hábitos universitarios de la época en la que fue construido el coro, entre 1710 y 1733 según trazas de Joaquín Benito y Alberto de Churriguera. Puesto que fueron varios los escultores que realizaron las tallas no me ha sido posible determinar su autor, aunque de su calidad no cabe la menor duda y de su identidad tampoco, ya que sus nombres aparecen escritos en el medallón situado debajo de las imágenes.
Bibliografía
García Catalán, Enrique. Urbanismo de Salamanca en el siglo XIX. Ediciones de la Universidad de Salamanca. Colección Vítor, nº 366. Salamanca, 2015.
http://salamancaenelayer.blogspot.com.es/2012/11/plaza-de-san-justo.html
http://salamancartvaldia.es/not/128227/plaza-san-justo-templo-destruido
Publicado el 27-6-2017