Un holandés en la España de Felipe
IV
Diario del viaje de Lodewijck Huygens (1660-1661)
Lodewijck Huygens, nacido en 1631 y fallecido en 1699, fue un escritor y diplomático holandés hijo del poeta y músico Constantijn Huygens, y hermano menor del poeta, dibujante y estadista Constantijn Huygens y del célebre astrónomo y matemático Christiaan Huygens. Menos conocido que sus dos hermanos ya desde muy joven, con apenas 20 años de edad, empezó a ejercer misiones diplomáticas en nombre de su país, cuya independencia no fue reconocida por España hasta 1648, tras una larga y cruenta guerra que se extendió a lo largo de 80 años culminada con la Paz de Westfalia, que también puso fin al conflicto europeo conocido bajo el nombre de Guerra de los Treinta Años.
Tras varias décadas de conflictos generalizados la Paz de Westfalia trajo un período de relativa calma a nivel europeo, aunque las hostilidades entre España y Francia no cesarían definitivamente hasta el Tratado de los Pirineos de 1659. Esta nueva situación internacional permitió un acercamiento diplomático entre España y Holanda, acérrimas enemigas hasta entonces, lo que hizo posible que una embajada holandesa visitara por vez primera nuestro país durante los años 1660 y 1661.
Huygens, que en 1660 ya rozaba la treintena, formó parte de la misión en condición de miembro del séquito de Godard Adriaan van Reede van Amerongen, uno de los tres embajadores enviados a España por el gobierno holandés, oficialmente para felicitar a Felipe IV por el matrimonio de su hija María Teresa con el rey francés Luis XIV tal como había sido estipulado en el Tratado de los Pirineos, aunque cabe suponer que detrás del mismo estaría la voluntad de restablecer las maltrechas relaciones entre los dos países.
Según se explica en el prólogo del libro de Maurits Ebben estos acompañantes de los embajadores, por lo general hijos de miembros de la nobleza, viajaban a sus expensas y sin ningún tipo de remuneración, ya que se entendía su participación -hoy probablemente los consideraríamos becarios- a modo de un aprendizaje. En el caso de Huygens su misión oficial fue la de intérprete, no sólo de francés -la lengua franca de los embajadores holandeses- sino también de español. Esto explica que tuviera ocasión de visitar los alrededores de la corte madrileña, describiendo en su diario su paso por El Pardo, El Escorial, Toledo, Aranjuez, Pinto -donde su mentor se entrevistó con don Juan José de Austria- y Alcalá.
Pero lo que a nosotros nos interesa especialmente es el relato del viaje que Huygens escribió a instancias de su padre, curiosamente en francés y español en lugar de en su lengua materna, el cual permaneció inédito durante más de trescientos años hasta que, tras ser traducido al holandés por Maurits Ebben en 2003, aparecería publicado en este idioma en 2005. La versión española1, que obviamente es la que yo he seguido, tendría que esperar hasta 2010.
Sin embargo la espera ha merecido la pena, no sólo por el interés que reviste el libro en sí sino también, en lo que a nosotros respecta, por la descripción que hace Huygens de Alcalá en una época en la que ya comenzaba a hacerse patente la decadencia de la Universidad, y con ella la de la todavía villa complutense. La visita a nuestra ciudad, acompañando al embajador van Amerongen, tuvo lugar entre los días 10 y 12 de marzo de 1661, y su motivación no fue otra que la de conocer la Universidad. El texto es breve y se concentra principalmente en el primero de estos tres días, ya que la jornada del día 11 queda zanjada con una breve, casi telegráfica, mención a las murallas y el día 12 por la mañana regresaron a Madrid. Esta visita tuvo lugar casi al final de la misión diplomática, ya que los embajadores recibieron la orden de volver a su país el 12 de abril, emprendiendo la marcha el 19 de mayo. Aunque parte de la expedición, incluyendo a Huygens, volvió a pasar por Alcalá, continuando luego por Guadalajara y Atienza hasta reunirse con el resto de sus compañeros, que habían seguido la ruta de Somosierra, en la localidad burgalesa de Aranda de Duero, carecemos de noticias de este itinerario puesto que Huygens interrumpió el diario al terminar su estancia en Madrid.
La descripción que Huygens hace de Alcalá, tal como he comentado anteriormente, es breve y está centrada principalmente en la Universidad, y en ella se aprecia cierta desgana o desdén, fruto quizá del complejo de superioridad protestante frente a lo que ellos concebían como el oscurantismo católico. Basta con fijarse, por ejemplo, en el displicente comentario Para criterios españoles, la ciudad es en general muy hermosa; ¿y para los holandeses no?
Lo cierto es que Huygens no se molestó demasiado en contrastar sus fuentes, llamando Fulano al rector al tiempo que confunde el nombre de la Magistral atribuyéndole la titularidad de la misma a San Marcos. Tampoco acierta con el nombre del Colegio Mayor de San Ildefonso cambiándoselo por el del vecino convento de San Diego, de cuya capilla consagrada a este santo se limita a afirmar dicen que es hermosa. Tampoco mostró aparentemente interés por el resto de los edificios alcalaínos, desde el Palacio Arzobispal hasta las numerosas iglesias existentes entonces, algunas tan suntuosas como la de Jesuitas o la de Caracciolos, cabe suponer que porque quizá su credo protestante le pudiera suponer un freno ante la exuberancia barroca del catolicismo de su época.
Sí fija su atención, curiosamente, en algunos elementos que se podrían considerar secundarios, tales como el Henares o las murallas. En lo que respecta al río cabe suponer que el pontón al que hace referencia se trate de la barca que durante muchos años existió en la Tabla Pintora, algo bastante sorprendente dado que no hace la menor alusión al puente Zulema, que era por donde discurría el camino que unía Alcalá con la Alcarria. En cuanto a las murallas, no es de extrañar que le llamara la atención su aspecto ruinoso viniendo de un país que acababa de salir de una larguísima guerra; en Castilla, por el contrario, éstas hacía ya mucho tiempo que habían perdido su valor militar, conservándose tan sólo por razones fiscales para poder controlar la entrada y salida de mercancías sujetas al pago de impuestos. Por último, la escueta mención a una montaña con forma de mesa nos impide saber si se refiere al cerro del Viso o al del Ecce Homo, dado que ambos comparten este perfil.
Veamos ahora la descripción que hace Huygens de Alcalá:
10 de
marzo de 1661
Viaje a Alcalá de Henares. Visita a la universidad
El día 10 de marzo fuimos con el señor Van Amerongen a Alcalá de Henares. Partimos a las nueve de la mañana y llegamos a las dos. Nos hospedamos en la posada El Sol. Dimos un paseo a pie por la ciudad, que es más o menos del tamaño de Gorinchem. Las calles son rectas y los edificios son buenos. Ahora bien, la mayoría son colegios y conventos. Hay más de treinta colegios. El más importante es el que se conoce con el nombre de Colegio Mayor. Lo fundó el cardenal fray Francisco Jiménez de Cisneros. Cuenta con tres patios. Luce un magnífico frontispicio, de estilo mitad italiano mitad gótico, en cuyo centro aparecen las armas del emperador Carlos V. Por dentro el colegio se halla decorado con multitud de detalles. Está compuesto por tres galerías construidas una encima de otra. Nos mostraron un teatro donde se gradúan los doctores. Presenta una planta cuadrada rodeada de bancos de piedra, con forma de teatro clásico. La cátedra del profesor se encuentra a la mitad de una de las altas paredes. El candidato permanece sentado en un pequeño banco y a su lado hay un reloj de arena. Está obligado a defender su tesis durante 24 horas.
Teníamos mucho interés en ver la biblioteca, pero el rector, que tenía las llaves, estaba durmiendo. La célebre Biblia, conocida como Biblia Complutense, se imprimió allí mismo.
Nos llevaron arriba a una sala con tapices donde colgaba una cortina de terciopelo carmesí con el escudo del fundador. Delante había una mesa. En esa sala se reúne el Senatus Academicus, es decir, el rector con los colegiales, que pertenecen al clero y proceden en su mayoría de las familias más influyentes de España. De ahí provienen muchos obispos y arzobispos. El rector actual es don Fulano de Bárcena. Su calidad es tal que en España ocupa siempre la mano derecha, y del propio rey hasta el punto de que los estudiantes le obligaron a gritos que se pusiese a la derecha del rey, que quiere tratarle de Señoría. El rector tiene jurisdicción propia.
En Alcalá hay unos 2.000 estudiantes, pero en otros momentos llegó a haber 4.000, 7.000 e incluso 10.000. Sólo hay alrededor de 2.000 vecinos. Asistimos a dos lecciones de dos catedráticos, una de medicina, en la que había unos 12 estudiantes, y otra de derecho, que contaba con más de 50 oyentes. Los catedráticos no hacían más que dictar, lo que fue motivo de no poca confusión y burlas entre los estudiantes.
Alcalá se encuentra en una llanura vasta y fecunda a orillas del Henares, que está a un tiro de mosquete. Al otro lado del río hay montañas. Se cruza a la ribera de enfrente en un pontón de esta forma , tirado por una cuerda. Un poco más abajo, frente a la ciudad, se halla un molino hacia el cual se ha desviado casi todo el agua. Cerca de allí hay un soto de álamos blancos. Estos mismos árboles crecen también río arriba. La ciudad tiene una iglesia magnífica pero oscura: la iglesia de San Marcos. Hay otro templo cerca del Colegio Mayor de San Diego. Según dicen, alberga una hermosa capilla. Para criterios españoles, la ciudad es en general muy hermosa. Las murallas, hechas de tapial, se han derruido en varios puntos y las sólidas torres de ladrillo también se han desmoronado en parte.
11 de
marzo de 1661
Un paseo a pie a lo largo de las murallas
Al día siguiente dimos toda la vuelta a las murallas caminando. Cerca de la ciudad, al otro lado del Henares, hay una montaña con forma de mesa, pero aun así la parte superior es fértil.
12 de
marzo de 1661
De regreso a Madrid
Al día siguiente partimos a las nueve y a las dos llegamos a Madrid.
1 HUYGENS, Lodewijck. Un holandés en la España de Felipe IV. Diario del viaje de Lodewijck Huygens 1660-1661. Edición de Maurits Ebben. Fundación Carlos de Amberes y Ediciones Doce Calles. Madrid, 2010. Págs. 227-228.
Publicado el 15-10-2014