El Viage de España, de Antonio Ponz





Antonio Ponz Piquer fue un sacerdote ilustrado, nacido en 1725 y fallecido en 1792, famoso por haber escrito su conocido Viage de España, un extenso libro de viajes -cuenta con 17 volúmenes, más uno póstumo- en el que describe con un lenguaje ágil y ameno su percepción de la España de su época, la cual recorrió por encargo de Campomanes a siguiendo un amplio periplo que, dado el deplorable estado de las vías de comunicación de entonces, no deja de tener un gran mérito.

El libro fue comenzado a publicarse por tomos a partir de 1772, y pronto alcanzó un gran éxito hasta el punto de verse reeditado en numerosas ocasiones, siendo además traducido al francés en 1774 y al alemán un año más tarde. Está escrito siguiendo el género epistolar, y en él muestra Ponz su talante ilustrado defensor del progreso y la industria, al tiempo que no oculta sus fobias a temas tales como el barroco, un estilo artístico que aborrecía. No obstante, su formación erudita hace que sus juicios sobre los objetos artísticos que describe de primera mano sean precisos y ajustados, lo que convierte a su libro en un documento fundamental para conocer no sólo la España de Carlos III, sino también para disponer de descripciones de edificios, esculturas o cuadros hoy desaparecidos.

Ponz dedicó a Alcalá un amplio espacio dentro del tomo primero, abarcando un total de 40 páginas repartidas entre la carta sexta y la séptima del citado tomo, e incluso llegó a revisar el texto a raíz de una segunda visita realizada años más tarde, publicándose la segunda edición corregida y aumentada en 1787, Por la viuda de Ibarra, Hijos y Compañía. Llegó a Alcalá no desde Madrid siguiendo el camino real, sino desde Loeches, pueblo hasta el que se desvió para contemplar el convento de las dominicas fundado por el conde-duque de Olivares; y fue una suerte, puesto que la visión que tuvo de la ciudad desde el alto del Zulema le inspiró una de las más bellas descripciones de nuestra ciudad existentes en la literatura española:


Al pie de la cuesta se pasa un puente bravamente construido sobre el río Henares, y fundado por no sé qué Señor Arzobispo de Toledo, desde el cual a Alcalá hay la distancia de un cuarto de legua; y cierto que por aquel paraje representa la Ciudad su mejor vista; pues conteniendo en su recinto treinta y ocho Iglesias, y diez y nueve Colegios, sobresale un número de cúpulas, y torres que forman un razonable espectáculo.


Conviene recordar el momento clave en el que Ponz llegó a Alcalá, allá por 1769 en su primera visita; expulsados los jesuitas algunos años antes, tanto la ciudad como la universidad estaban en un estado de franca decadencia. Sin embargo, su ingente patrimonio artístico se conservaba todavía intacto, lo que permitió a nuestro viajero contemplar edificios y objetos de arte hoy en día desaparecidos, razón por la que su minuciosa descripción cobra un interés extraordinario.




Autorretrato de Antonio Ponz conservado en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando


Comienza Ponz describiendo el colegio de San Ildefonso, donde le mostraron, amén de la fachada, los patios, la capilla y el paraninfo, que él denomina teatro. De allí pasa al palacio arzobispal, entonces prácticamente abandonado, la iglesia de las Bernardas, la Magistral, el colegio de Jesuitas, el colegio del Rey, el convento de San Nicolás de Tolentino -actualmente las Juanas-, el desaparecido convento de San Diego, el de las Agustinas, el de los Capuchinos -actualmente un restaurante en la calle de Santiago-, el de las Carmelitas Descalzas -no indica cual de los dos, aunque cabe presumir que fuera el de la Imagen-, el de los Trinitarios Descalzos -en la calle de la Trinidad, actualmente sede de dependencias universitarias-, el colegio de Málaga, el de los Bernardos -desaparecido- y el de los Irlandeses, pasando a continuación a hablar de varios lugares situados en las afueras de la ciudad como la fuente del Juncal, el Paredón del Milagro, los cerros y el antiguo castillo árabe, antes de partir en dirección a Guadalajara.

Como se ve Ponz describe bastante a fondo los principales monumentos de Alcalá, aunque se deja en el tintero bastantes iglesias y edificios universitarios no sabemos si por falta de tiempo para visitarlos o por desinterés hacia ellos; recordemos su profunda aversión a todo lo que oliera a barroco o rococó. Pero como nada hay mejor que ir a las fuentes originales, les remito a la transcripción de su viaje a Alcalá, el cual transcribo en su totalidad sin más modificaciones que unas leves correcciones ortográficas y de puntuación para modernizar el texto. Las notas a pie de página son todas originales de Ponz.




CARTA SEXTA


Aquel mismo día que salí de Madrid para Loeches, continué después de ver las pinturas, desde Loeches hasta Alcalá por un camino razonable, y llano, hasta descubrir aquella ciudad desde el principio de una cuesta, que es menester bajar hasta el río Henares. La bajada viene a estar entre dos altos cerros, llamado el de la mano derecha de la Vera Cruz, y el de la izquierda de Zulema. Sobre aquel hay una Ermita, y es el paraje donde se dice que se apareció una cruz en el cielo al arzobispo D. Bernardo, en señal de la próxima destrucción de los moros, y restauración de Alcalá. Al pie de la cuesta se pasa un puente bravamente construido sobre el río Henares, y fundado por no sé qué señor arzobispo de Toledo, desde el cual a Alcalá hay la distancia de un cuarto de legua; y cierto que por aquel paraje representa la ciudad su mejor vista; pues conteniendo en su recinto treinta y ocho iglesias, y diez y nueve colegios, sobresale un número de cúpulas, y torres que forman un razonable espectáculo.

Entré, pues, en la ciudad; y habiéndome alojado lo mejor que pude, procuré amistad con quien me pudiese dar noticia de lo particular que en ella hubiese.

Ante todas cosas me fui al colegio mayor de S. Ildefonso, fundación, como V. sabe, del insigne cardenal Cisneros, y comencé a averiguar cosas, de que yo creo que nadie se ha cuidado mucho hasta ahora, que son las que principalmente me he propuesto en este viaje pertenecientes a las artes. Hubo varios arquitectos que fueron empleados en esta fábrica. El principal parece que fue Pedro Gumiel, de quien hay una lápida en la iglesia, y también hay otra de Josef Sopeña en la misma iglesia, en la cual pude leer lo siguiente.


SO AQUESTA PIEDRA IACE
IOSEF SOPEÑA. LA PIEDRA
LE DIO EL SER, I LO ACABÓ
LA PIEDRA EN LIEZO,
EN XVI DE ENERO AÑO DE
1676. FUE ARCHITEC
TO MAIOR DE... S F N
SIGN......DO. ET FUE NA
TURAL DE LA FALLE DE
LIENDO DIÓCESIS DE BURGOS
R. I. P.


V. interpretará mejor que yo aquello de la piedra le dio el ser, y lo acabó la piedra: a mí me parece si querrá decir, que se hizo rico en obras de cantería, y si alguna piedra le hubo de caer encima que le matase en Liezo; o si acaso tendrá alusión al sepulcro, que todo lo consume, y acaba, aun cuando no sea formado de aquellas piedras que brevemente se comían los cuerpos depositados dentro de ellas, y se llamaban sarcófagos.

La lápida de Pedro Gumiel tiene delineada una figura, y alrededor de ella, dice:


PETRUS GOMELIUS COMPLUTENSIS ACA
DEMIAE ARCHITECTUS. CARD. HISP.
FVNDATORIS PERMISV. SIBI ET SVIS. V.F.


En los libros del Archivo esta nombrado varias veces el honrado Pedro Gumiel, natural de Alcalá.

Concurrieron otros buenos Arquitectos en la fábrica de este colegio; y la fachada principal de él, que es la de la plaza, fue trabajada por Rodrigo Gil de Ontañón, maestro de cantería1, y vecino del lugar de Rascafría, cerca del Paular, en el valle de Lozoya, y se concluyó en mayo de 1553. Antes hubo de ser de tierra, según este letrero que hay encima:


NUNC LUTEA, OLIM MARMÓREA


Que dicen mandó poner el cardenal, como un precepto de que así quería que después se ejecutase. Efectivamente hoy es de piedra; y aunque su arquitectura no es hija legítima de los cinco órdenes conocidos, con todo eso tiene caprichoso artificio en sus ornatos, muy bien trabajados, que todavía tienen algún resabio de la manera llamada por mal nombre gótica.

El primer patio en donde se entra después del vestíbulo de la puerta principal, es de buena arquitectura, cerrada de claustros, cuyo primero, y segundo plano lo forman arcos, y columnas dóricas, y el tercero es en la misma forma de columnas de orden jónico. En dos lados de este tercer alto hay en cada uno una medalla, que representan a santo Tomás de Villanueva, y al cardenal fundador, y fueron hechas por Francisco de la Dehesa, así como la arquitectura de todo él es de Josef Sopeña, y esto consta por una inscripción que hay alrededor del último friso. El número de columnas que se ve en este patio, es de unas noventa y seis.

El segundo patio es de columnas de orden compuesto, y entre los arranques de los arcos están colocadas algunas cabezas de mayor tamaño que el natural, trabajadas en mármol de un carácter grandioso2. El tercer patio llamado de Trilingüe, donde se halla el teatro, está también cerrado de treinta y seis columnas de orden jónico, y lo hizo Pedro de la Cotera en 1557.

Los referidos tres patios tienen una arquitectura arreglada, y de muy buen gusto; pero el del medio, que era más rico, o no se concluyó, o se ha destruido después gran parte de él; sin embargo quedan treinta y dos columnas. La primera planta de este colegio es de Pedro Gumiel, y juzgo que será suya la iglesia, siendo del mismo gusto la fachada principal, aunque la ejecutó Ontañón. Se han tenido ideas en este siglo de engrandecer el colegio, y fabricar nueva iglesia: se hicieron para esto diseños de poco gusto por un tal Miguel López, y después se le encargaron a D. Ventura Rodríguez, que los ejecutó excelentemente, según su grande y notoria habilidad; pero nada se ha puesto en ejecución, y los diseños se conservan en el archivo. Esto es lo que pude averiguar perteneciente a los arquitectos de la gran fábrica del colegio; y conseguí que me diesen noticia de lo más que a V. he contado, y le iré contando de esta casa.

La iglesia del colegio con buena portada de dos columnas jónicas, y un bajorrelieve de S. Ildefonso encima, es de más que mediana magnitud, y se divide su nave por medio de una reja de la capilla mayor. En medio de esta capilla está el depósito, y sepulcro del cardenal D. Francisco Ximénez de Cisneros fundador, el cual es uno de los monumentos mas magníficos que hay en España; aunque no todas las partes de la máquina son de igual gusto y elegancia; porque en esta línea excede el balaustre, o como llaman reja de bronce, que tiene alrededor para su custodia; lo que provino de haberse hecho en mejor tiempo, y después de la restauración de las artes.

La cama sepulcral, sus adornos, y figura del cardenal echado encima, vestido de pontifical, es obra ejecutada en bellísimo mármol por meser Domenico Florentino. Es verosímil que se echase mano del hombre que más acreditado se creyese entonces en la escultura; y no se puede desear ni más diligencia, ni más trabajo en ella; y si se echa de menos cierta composición, dibujo y bizarría, notándose en otras cosas alguna impropiedad, es porque todavía el mejor gusto no había echado raíces en España, o porque meser Domenico se había criado en el de la primera escuela florentina, que tanto engrandecieron luego Miguel Ángel y otros insignes varones de su edad. No sabemos si este profesor vino a España, o si hizo la obra en Florencia.

Levanta del suelo esta cama como dos varas. En la basa hay adornos, grutescos y follajes de bellísimo gusto; porque para estas cosas lo hubo antes que para las figuras, de que se pueden dar muchos ejemplos en España. La urna tiene en sus cuatro fachadas doce nichos: cuatro en cada una de los lados; dos en la de los pies, y los mismos en la opuesta. En medio de cada lado hay una medalla; y así en éstas, como en los nichos, se ven figuras de ángeles, de santos, etc. Es sensible el ver algunas partes de estas figuras gastadas, principalmente en las cabezas, lo que atribuyen a la humedad del sitio; pero yo pienso de otra manera, que este mal lo harían los muchachos, y los ignorantes antes que la reja se pusiese (como que aun de rodillas las podían manosear; pues no se ve que haya nada gastado en las partes adonde no se podía llegar sin trabajo. En cada ángulo de la urna hay un grifo, o quimera, con las alas extendidas, y encima en el plano del colchón, en que está echado el cardenal, se ven sentados, los cuatro doctores de la Iglesia representados en figuras pequeñas. Toda la urna alrededor está adornada de niños, festones, y otras cosas ejecutadas con prolijidad, y atención. Costó esta obra de mármol 2.100 ducados de oro; y aunque es gran suma para entonces, no parece excesiva si se considera bien el tiempo que costaría tanta, y tan menuda obra como es la de la urna, y cama referidas.

A los pies de la cama hay una tabla de mármol, que tienen levantada dos angelitos, con la inscripción siguiente, que dicen fue hecha por el doctor Juan de Vergara e su mocedad:


CODIDERA MVSIS FRANCISCVS. GRADE LICEVM
CODOR IN EXIGVO NVC EGO SARCÓFAGO
PRAETEXTAM IVNXI SACCO GALEAMQVE GALERO
FRATER DVX PRAESVL CARDINEVSQVE PATER.
QUIN VIRTVTE MEA IVCTV EST DIADEMA CVCVLLO
QVM MIHI REGNANTI PARVIT HESPERIA
OBIIT ROAE. VI. ID. NOVEM
M. D. XVII.


La obra de la reja, o balaustre que hay alrededor del referido sepulcro, es trabajo excelentemente ejecutado por Nicolás de Vergara escultor, vecino de Toledo, que después de su muerte concluyó su hijo, llamado también Nicolás. Las verjas están adornadas de bellísimos follajes, y mascaroncillos. En los ángulos de la reja hay sobre su cornisa unos pedestalitos, y encima jarrones de hermosa forma, y extremado primor. En ellos se ven trabajadas algunas cabecitas, cisnes, y otros ornatillos, que los enriquecen, maravillosamente. En uno de estos pedestalitos están escritos en letras pequeñas los siguientes versos.


Advena marmoreos mirari desine vultus,
Factaque mirifica ferrea claustra manu
Virtutem mirare viri, quae laude perenni
Duplicis, et regni culmine digna fuit.


Comenzó la reja en Toledo Nicolás de Vergara el padre el año de 1566; y habiendo muerto en el de 1568, hizo su hijo en 1574 escritura con obligación de darla acabada en año y medio por precio de mil ducados: sin embargo duró la obra hasta el año de 1593, y sobre el pago de ella hubo pleito entre el colegio y Vergara, el cual se siguió en el Consejo; de cuya orden se nombró un tercero en discordia de los antes nombrados por las partes, para tasar la obra; el cual tercero de manos, materiales, y asiento la tasó en 10.455 ducados. No obstante la tasación, en 5 de junio de 1593 hicieron las partes escritura de concierto, y se convinieron en que se le pagarían a Vergara 9.100 ducados de los que llamaban del rey, que creo equivalgan a los de ahora, cuya cantidad se le había de entregar en esta forma, nueve mil reales por tres mil libras de bronce, que se pesó a tres reales la libra; y lo restante por las manos, industria, maestría, acarreos, asientos, y suela de mármol.

Todo esto, y en estos términos está registrado en el archivo del colegio; de lo cual, como he dicho, conseguí copia, y se lo he querido referir a V. menudamente, porque conozco su curiosidad, y para que vea lo bien que se pagaban las obras en aquel tiempo; pero las que tienen verdadero mérito como ésta, nunca se pagan bastante, porque siempre le crece honor al que las mandó hacer, y por ella reputan los venideros el juicio de los que las costearon, y promovieron; como al contrario las obras sin artificio, y que se dirigieron sin inteligencia, son suficientes para que se hable mal de los que gastaron en ellas su dinero.

Por otra parte la memoria de tan ilustre varón como fue el cardenal Cisneros3, merece que todo lo que él hizo, o lo que se hizo en su obsequio, sea notorio al mundo.

En la sacristía de la iglesia del colegio hay una medalla ovalada en mármol, poco más de tercia de alto, y algo menos de ancho, y es un bellísimo retrato de perfil del cardenal: el mármol en la parte de la cara tiene un colorcillo de carne, lo cual juntamente con lo bien hecha que está la cabeza, la hace parecer viva. Es alhaja verdaderamente digna de un museo, y de libertarla de la jurisdicción de sacristanes; y es milagro que no haya perecido, pues se le conoce por una pegadura, que ya se hubo de caer, y de romperse4.

Fui buscando por la iglesia ciertas lápidas que se pusieron en los sepulcros de algunos de aquellos famosos literatos que el cardenal trajo de varias partes para la edición de su Biblia, y para el establecimiento de los estudios; los cuales habiendo muerto en Alcalá, fueron enterrados en la iglesia del colegio. No vi más que dos, la una de Juan Valles, médico de Felipe II, que hoy está en un cuarto oscuro, adonde se entra por la iglesia; y la otra de Antonio de Cartagena, también médico, en el cuerpo de la iglesia, No se las envío a V. copiadas; pero se las remitiré si las desea. No encontré !a del insigne Antonio Nebrija, y pudo suceder que cuando se levantó el pavimento por razón de la humedad, se perdieran algunas de estas memorias.

Con la noticia que yo tenía de que el teatro de esta universidad lo pintaron Diego López, Alonso Sánchez y Juan de Borgoña, vecinos de Toledo, fui a verlo, por si acaso encontraba algunas obras de estos sujetos de que no tenemos noticia; y por si el Alonso Sánchez era el celebrado Coello portugués, tan fastamente favorecido del Sr. Felipe II; pero no hallé cosa que merezca escribirse; y si las hubo, ya no las hay al presente.

Por lo tocante a la biblioteca del colegio y universidad, mejores noticias puede darme V. a mí que yo a V. En una pieza interior de la misma se están disponiendo ciertos armarios para colocar en ellos el museo que el deán de Toledo D. Juan Antonio de las Infantas dejó al colegio5.

El Vago Italiano echa su puntadita al paso de Alcalá, y habla con alabanza de la célebre Biblia Políglota que allí hizo imprimir con sumo dispendio el cardenal Ximénez; y añade estas palabras, que yo le pongo a V. en español: También se llaman complutenses ciertas obras filosóficas, divididas en muchos tomos, que ahora sirven de tapar botellas y envolver especias entre los discretos, que aun de cosas de ninguna importancia sacan algún provecho. Y en esto no me parece que va muy fuera de razón: como tampoco en otro paraje, en donde hablando del cardenal fundador dice lo siguiente acerca de la literatura: Si aquel purpurado de tanto discernimiento y autoridad resucitase, acomodándose al tiempo y al mejor gusto, sabría muy bien, según su bravo espíritu, desarraigar sin reparo alguno el genio mezquino que tan profundas raíces ha echado en España y dar así nuevo y mas bello lustre a la literatura, haciendo con toda eficacia que renaciesen ideas más nobles y mas dignas de una nación, que sabe pensar cuanto quiere.

A estas palabras, que en alguna manera nos honran, no hallo que oponer, sino que cuando el cardenal fundó esta universidad, no había mejor gusto literario en Italia, ni en otra parte de Europa, que el que plantificó en ella, como lo demostraron con sus respectivas obras, y con la celebrada Políglota el numero de insignes literatos de quienes se valió el cardenal para ella y para su universidad; y que si hoy hubiese en la misma tantos como entonces, y de igual mérito, a buen seguro que no habría que envidiar a nación alguna en esta materia; porque hombres de aquella clase hubieran desarraigado tantos ergos impertinentes y cuestiones inútiles, o no se hubieran introducido muchas de ellas que solamente han servido de atronar los teatros y hacer de los patios de las universidades unos verdaderos recintos de confusión, en donde todos gritan, y nadie se entiende6. Dichos hombres ilustres, que sirvieron en la Biblia, siempre que haya ocasión es muy justo nombrarles. Fueron llamados para el griego, y latín Antonio de Nebrija, Diego López de Zúñiga, Juan de Vergara, Demetrio Ducas, Cretense; para el hebreo y demás lenguas orientales Fernando Pinciano, Alonso de Zamora, Pedro Coronel y Alonso el Médico. También los nombro, porque V. sabe cuantas alabanzas dan algunos de los nuestros a la obra de las Delicias de España, en donde hallará V. equivocados parte de estos sabios en sus profesiones y nombres. Sepa V. de paso que la tal obra impresa, reimpresa y vuelta a imprimir, está llena de relaciones falsas e impropias, y que fuera del aseo con que está trabajada la edición de Leide del año de 1725 y otra posterior, en lo demás no hay sobre qué fiarse mucho. Pero vamos a dar una vuelta por Alcalá y a examinar algunas cosas, que si nuestro Lombardo las hubiera visto, no se hubiera ido tan presto de ella, ni dejado de darles sus alabanzas.

Tiene un palacio el señor arzobispo de Toledo en Alcalá, en el cual se ve haberse ideado obras de rumbo, pero que luego han quedado sin acabar. Si las piezas de buena arquitectura, que dentro de él hay tuvieran concierto, y se hubieran llevado, bajo de una planta establecida, a perfección, podría haber sido ésta una de las obras mejores de España. Con todo eso merece que yo le haga relación a V. de lo bueno que en ella he observado.

El primer patio de este palacio no tiene hecha más de una fachada con tres altos, cuyas ventanas están adornadas con similitud a las del alcázar de Toledo, y hasta en las cabezas de relieve, que cada una de las ventanas bajas tiene en sus frontispicios, se asemejan a aquéllas: de manera que por el carácter grandioso, y por lo bien ejecutadas parecen de un mismo artífice. En el medio de esta fachada se pusieron las armas reales, siendo arzobispo el serenísimo señor infante D. Luis con motivo de algunas obras interiores que en el palacio se hicieron; pero se admiraría V. de ver cuanto dista el adorno de la tarjeta, en donde están esculpidas, de los que acabo de referir de las ventanas, y de otras armas del tiempo de Carlos V que hay hechas pedazos por el suelo.

El segundo patio, que es el de la escalera, está cerrado de claustro inferior y superior, adornados de arcos y columnas, que tienen extraños, pero hermosos capiteles inventados, según el fecundísimo ingenio de Berruguete. Hay cabezas entre los arcos de no menos mérito que el de las referidas del otro patio, y se ven en los frisos de éste las armas del arzobispo D. Alfonso de Fonseca. Las columnas de este patio son unas setenta. La escalera, que empieza al entrar del claustro a mano izquierda, tiene cómodos y largos escalones de una piedra cada uno. En el arco de la misma, sus paredes y balaustres hay prodigiosas labores, grutescos, trofeos, figurillas, animales y otras cosas, que manifiestan el grandísimo ingenio y estudio de su autor, que sin duda fue Berruguete según la manera, y porque la mandó hacer el cardenal y arzobispo Tavera, como lo indican sus armas, puestas entre los adornos de la escalera; el cual cardenal empleó al citado profesor. En la fachada del jardín hay cincuenta y dos columnas. En otra fachada a una huerta hay veinte y cuatro con arcos, que dan luces a un claustro o pasadizo; y éstas tienen en sus pedestales grifos, trofeos, y otros juguetes bravamente hechos, y también se ven en estos trozos de fábricas las armas del arzobispo Fonseca. Las mismas están en otra fachada, compuesta también de arcos y columnas, que son ochenta y dos; de manera que gran parte de la obra se reconoce que la mandó ejecutar el expresado arzobispo empleando en ella a los insignes Covarrubias y Berruguete, que entonces florecían, y se deja ver en la manera del trabajo.

Me dijeron que la habitación interior estaba mudada de lo que fue en la fundación, y que se habían hecho separaciones con tabiques para comodidad del alojamiento de la real familia, con motivo de haber residido algún tiempo en este palacio el señor Felipe V, cuando volvió de Nápoles y en alguna otra ocasión. Así vi muy pocas piezas; pero entre ellas un salón de cincuenta pasos de largo, en donde me dijeron haberse celebrado los últimos concilios complutenses, por señas que se habían perdido, o cubierto ciertas inscripciones que en él había. En otras dos salas vi unos frisos esculpidos en madera de muy buen gusto. Últimamente la fábrica es grande; tiene dos bellos trozos que he contado a V. y mucha capacidad de habitaciones; porque de la escalera arriba me aseguraron que hay 366 piezas, sin contar el gran número de las habitaciones de abajo. Hoy está todo fiado al cuidado de uno que tiene las llaves, y la enseñan, sin tener mas uso que el de pocas piezas que ocupan ciertas oficinas del señor arzobispo en el cuarto bajo.

Inmediata al Palacio está una iglesia, para la cual hay pasadizo, y es de un convento de monjas de S. Bernardo, que fundó D. Bernardo de Sandoval y Rojas, arzobispo de Toledo; y bien se conoce, apenas se entra en ella, la mucha discreción de quien la mandó hacer. En su elogio basta el saberse que ordenó el mismo prelado la fábrica de la capilla del Sagrario de Toledo, de que ya traté con V. en otra carta.

Este templo de monjas Bernardas, fabricado según un letrero de la fachada en 1618, es de mucha amplitud y de figura oval con su cimborio, por donde le entran buenas luces, y muy propias para las bellas pinturas de Angelo Nardi que hay en sus seis altares, y el mayor. Aquellas representan los asuntos siguientes, es a saber: Nacimiento, Circuncisión, Ascensión, Adoración de Reyes, Resurrección de Jesucristo y Asunción de Nuestra Señora. En la capilla mayor, alrededor del altar, están representados en cuadros grandes los martirios de S. Esteban y S. Lorenzo. Hay en él otras pinturas mas pequeñas, y todas están bravamente hechas por el citado Angelo Nardi7, que a más del manejo y buen gusto de tintas, poseyó grandemente el arte de dibujar y componer. Vea V. obras de este autor en la Iglesia de Atocha de esa corte, y en la sala del De profundis en S. Francisco un Nacimiento, si los padres no lo han quitado por motivo de su fábrica nueva. El altar mayor es muy bello, de dos cuerpos ochavados, con columnas pareadas en uno y otro.

Los adornos de las seis capillas referidas, y los de la mayor son sencillos, y sin ninguna hojarasca, y lo mismo es lo restante de la iglesia. Yo hubiera opinado que esta arquitectura fuese de alguno de los Moras, sin embargo de que por haberla mandado edificar el expresado señor D. Bernardo de Sandoval hay algún motivo de sospechar si andaría en la obra Monegro, de quien se sirvió para su gran capilla del Sagrario de Toledo. Es muy bella la estatua de S. Bernardo en la fachada de la iglesia.

Pensaba acabar de referir a V. en esta las demás cosas de Alcalá, pero voy viendo que hay materiales para otra carta, y que falta tiempo ahora para continuar. Supuesto que es V. tan diligente investigador de las cosas buenas, procure ejercitar su genio curioso en averiguar, si es posible en medio de tan pocas luces como tenemos, los autores verdaderos de algunas de las bellas obras que le he contado, contribuyendo en esta forma a perpetuar la buena memoria de los mismos, y a que sepan todos los grandes ingenios que España ha producido. No deje V. de contarme las novedades que en esa corte vayan ocurriendo, y esté seguro de mi fina amistad. Alcalá..... 1769.


CARTA SÉPTIMA


Mucho me alegro de los buenos ratos que V. me dice tiene con mis cartas, y más agradando a los amigos, con quienes comunica su contenido. Admito la exhortación, que éstos y V. me hacen para continuar, y estimo de la misma suerte la compasión que les merezco, considerando los indispensables trabajos de los caminos y posadas. Es menester pasar por ellos, so pena de estarse en casa privado del gusto que logra el que camina con algunas luces para conocer las cosas que a cada paso se presentan. Vamos ahora a lo demás que he notado en Alcalá.

La iglesia Magistral es bastante grande, fabricada según la usanza gótica, y con alguna similitud a la catedral de Toledo, cuya idea tendría el cardenal Cisneros en su reedificación. En las rejas de la capilla mayor, que no dejan de tener artificio, hay este letrero: Maestro Juan Francés, Maestro mayor de las armas de fierro en España. El coro es del mismo gusto gótico; es a saber, de un trabajo menudo y trepado con columnitas, torrecillas, doseles y otras cosas, como es natural que fuese el de Toledo antes de poner mano los célebres Berruguete y Borgoña; y por el mismo camino se ve hecho el altar mayor, detrás del cual hay una capillita en donde están parte de los cuerpos de los Santos Niños Justo, y Pastor.

No vi muchas pinturas en la iglesia; pero las hay buenas, y entre ellas un S. Jerónimo en una capilla con esta firma: Vincentius Carducho hic vitam non opus finiit 1638, por donde se viene en conocimiento que haciendo la tal pintura acabó sus días aquel célebre profesor.

Todos los cuadros de la Pasión de Cristo que hay en una capilla hacia la sacristía, son de Eugenio Caxés, y tienen verdad y fuerza de claro y oscuro. Allí cerca se ve en otra capilla un cuadro grande de la Concepción con muchos ángeles, y me pareció de la escuela de Carducho. Otra Concepción pequeña en la sala capitular es de Alonso del Arco. A la entrada de la sacristía se ve un buen cuadro de mucha fuerza y expresión que representa el martirio de los Santos Niños, y está firmado Sevilla, que sin duda es Juan de Sevilla, de quien habla Palomino en el fol. 448 de las Vidas de los Pintores, y de quien ocurrirá hablar en la continuación de mi Viaje.

El mismo asunto se ve representado con bastante gusto y franqueza en la pieza de la tesorería, firmado Juan Vicente de Rivera, que murió en Madrid muy entrado este siglo. Miré en la iglesia, y alrededor de ella, si encontraba la inscripción que trae Morales en el libro de sus Antigüedades fol. 18, y es:


TUTELAE
FLACCILLA
LIBERTA
V. S. L. M.


Pero no la encontré.

El colegio que fue de los Jesuitas en esta ciudad es de excelente arquitectura, particularmente la iglesia y la fachada. Sabía solamente de oídas que fuese de un Mora; pero tuve proporción para averiguar esto radicalmente, habiendo encontrado en el colegio tres dibujos de plantas para esta fábrica con la firma de Juan Gómez de Mora, de quien yo creo se siguió toda, o la mayor parte de la obra; sin embargo de otros dibujos que en el mismo paraje había firmados de Andrés Ramírez, que como en ellos está también escrito, aprobó el general de los Jesuitas Viteleschi, residente en Roma; previniendo que se estuviese a las advertencias del P. tracista Christóforo Clandester; y para la ejecución puso el mismo general su firma en 16208.

Asimismo hay allí otra planta de la iglesia y colegio firmada del hermano Pedro Sánchez en el año 1619, y también se encontraron retazos de dibujos medio podridos del expresado Mora. Entre ellos había uno de la fachada del colegio del Rey, adjunto, cuya arquitectura es muy buena, y yo juzgo que la hizo el mismo artífice.

Vi en aquel paraje una porción de monedas antiguas de metal, pero amontonadas y sin orden, y no hallé gran cosa que poder decir a V. fuera de algunas de colonias de España. Había asimismo otras curiosidades como petrificaciones, minerales, y algunos idolillos chinos, y entre todo esto se guardaba un sombrero blanco redondo con cordoncillo de plata alrededor, cuya principal prerrogativa consistía en haber sido del emperador Carlos V. Se lo pusieron algunos de los circunstantes por si tenía virtud para comunicar algo del gran entendimiento de su amo. En el tránsito llamado del rector había quince cuadros, y en el primero leí: Vida de S. Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús, sacada de la que el P. Rivadeneyra, de la misma Compañía, escribió y después hizo pintar a Juan de Mesa en Madrid, y estampar en Flandes a los Galeos.

La fachada de la iglesia es de bella proporción y mucha majestad, de piedra berroqueña. Se divide en dos cuerpos con pilastras y columnas de orden corintio; el inferior tiene seis columnas, y entre las más inmediatas a la puerta del medio hay estatuas muy buenas de S. Pedro y S. Pablo, con una figura de Nuestra Señora sobre la misma puerta. Ésta, y las dos de los lados, corresponden grandemente al todo de la fachada. Entre las columnas del segundo cuerpo hay también estatuas, y son de S. Ignacio y S. Francisco Javier. Algunos han criticado mucho, como una cosa impropia y poco natural, que las fachadas de los templos tengan estos vanos cuerpos unos sobre otros, como si dentro hubiese otros tantos planos por donde se pudiese caminar; y citan en su favor insignes fábricas de iglesias cuyas fachadas son de un cuerpo solo. En los extremos de ésta hay piramidillas sobre sus pedestales; y aunque no es lo que más me gusta en los edificios, veo que se han usado en varias partes y las hay alrededor del cimborio del hospital de S. Juan Bautista de Toledo, de cuya fábrica envié a V. mi relación desde aquella ciudad; y aun allí pueden tener alguna alusión al sepulcro del Cardenal Tavera, que está debajo, siendo como quieren que sean las pirámides, símbolos y adornos propios de los sepulcros; pero en tal caso parecerían mejor fuera del cuerpo de la obra.

La iglesia es, según mi conjetura, del mismo autor que la fachada; es a saber de Mora, y también el altar mayor. Todos los cuadros que hay en él son, como refiere Palomino, de Angelo Nardi. Yo a la verdad noto alguna diferencia entre estas obras y las de las Bernardas, que he referido a V., hallando en aquellas más fuego de invención y composición, y en éstas más grandiosidad y diligencia en la ejecución; pero es menester pasar por lo que otros dicen mientras no haya cosa cierta que oponer. El crucifijo en el remate del altar mayor es de Domingo Beltrán, que fue lego jesuita y escultor muy diligente. Algunas obras de pintura que había en la iglesia y sacristía, de que se habló en la primera edición, se han quitado.

La capilla de las Santas Formas, que se trasladaron a la Magistral, estaba adornada de ridícula hojarasca y de pésimo gusto, principalmente el altar de las mismas; pero esto es cabalmente lo que, con el oro sobrepuesto, se lleva la atención de los ignorantes, que han tenido en desprecio lo que no veían ejecutado según esta disparatada manera. Lo más gracioso es que ahora sirven dichas tallas y doraduras de afear la iglesia Magistral, donde se han puesto para agradar a quien busca relumbrones y no la razón.

Aunque hay otras cosas medianas en esta casa, e iglesia, vamos a otra; pues todavía nos queda que ver en Alcalá: antes demos una vista al colegio del Rey, inmediato al que fue de Jesuitas. Dicen que lo fundó Felipe II para hijos de criados de la real familia. Tiene buena fachada, a mi entender de Juan Gómez de Mora, y lo mismo el patio, cercado de columnas. Entrando en este patio se ve puesta a mano izquierda la lápida que Ambrosio de Morales dice haber hecho traer él de Alcalá la vieja, y sólo se lee:


llllll C. M. IV. llllll
VRBE ITALICA
DEFVNCTO AN
llllllll SVLPICIA
QVINTA ADSI
DVA EIUS ME
RENTISSIMO
F. C.


En un ángulo de este mismo claustro hay otra inscripción en una gruesa piedra redonda con letras grandes, donde se lee: Imp. Nerva. Caesar. Aug. Trajanus. Ger. Pont, max. y no se lee más en ella: acaso será la que Morales leyó a poco más de una legua de Alcalá, junto a la barca que llaman de los Santos, y la pone al fol. 15. en su Discurso de las Antigüedades; pero aquella tiene la Tribunicia Potestad, y el Consulado, lo que no hay en la referida, que puede también faltar por haberse roto, o borrado.

En el altar de la capilla de este colegio hay un cuadro, que representa a S. Felipe Apóstol puesto en la cruz. Inadvertidamente se equivocó el asunto en la primera edición de este libro, suponiendo fuese de Jesucristo crucificado; pero es el santo referido, y las figuras de los lados representan a Santiago el Mayor y el Menor. Se ha encontrado la firma de su verdadero autor, que fue Bartolomé González, y por consiguiente es insubsistente la opinión de haberlo hecho Juan Fernández el Mudo.

En la iglesia, claustro y sacristía de S. Nicolás de Tolentino, de Agustinos Recoletos, vi muy buenas obras de pintura: la del altar mayor es de D. Francisco Solís, y las dos sobre las puertas del crucero, como también las que hay en el remate de los altares colaterales, en cuyos nichos están puestas las estatuas de Santo Tomás de Villanueva y Santa Mónica, muy bien hechas. De mano del expresado Solís son los cuadros sobre los arcos de las capillas, y cuatro asuntos de la Encarnación, Presentación, Visitación, y Ascensión que se ven en los cuatro ángulos del claustro. Otras pinturas hay en la sacristía del mismo autor, y en todas manifestó gran práctica, y facilidad, siendo su colorido de mucha frescura y grato a toda clase de gentes. En esa corte hay obras suyas en la capilla de Copacavana de Recoletos, en los claustros del mismo convento, en el de Trinitarios Descalzos y en otras muchas partes, que V. conocerá, no solamente por la firma, que solía poner en sus obras, sino también por el estilo9.

Los demás cuadros del claustro de S. Nicolás de Tolentino son muy buenas copias de los originales de Antonio Tempesta y de Nicolás Pomerancio, que hay en Roma en la Iglesia de S. Esteban, llamado Rotundo, y representan varios martirios de santos en las persecuciones de la primitiva Iglesia; objetos verdaderamente espantosos, que conmueven el ánimo de cuantos los miran. En el convento de Dominicos del Rosario de esa Corte hay otras copias de dicha historia de los mártires colocadas en los claustros. Véalas V. y conocerá el gran mérito de sus origínales. En la sacristía también hay algunos cuadros bastante buenos de diferentes autores.

En la sala del De profundis vi una copia muy bien hecha del famoso cuadro de Aníbal Caraci, que está en Roma en un altar de la Iglesia de S. Francisco a Ripa, y representa a Jesucristo difunto en los brazos de nuestra Señora, etc. Admirado de ver en esta casa tan buen número de pinturas, me dio la gana de preguntar al sacristán cómo se había hecho la colección, y me respondió, que se le debia al buen gusto del P. Fr. Bernardo de S. Antonio, el cual había sido tres veces Provincial de Castilla, y que había tenido particular afición a la referida casa, en donde murió. De paso me hizo un elogio de su mérito literario, por haber escrito una historia desde el principio del mundo hasta el año de 1738, cuyo manuscrito estaba en Madrid. Le di la enhorabuena de que hubiesen tenido un hombre de tanto mérito, del cual yo, para hacer conmemoración en este lugar, tenía bastante con saber su buen genio a la pintura.

Pasemos de aquí a S. Diego, iglesia de padres Franciscos en esta ciudad. Tiene bastante majestad, y anchura en aquella manera antigua; pero la portada moderna es de muy poco gusto. La mejor capilla es la primera entrando a mano derecha, dedicada a S. Diego. Tiene buenas pinturas, y la mejor es el cuadro de S. Francisco en su altar, obra de Alonso Cano, que fue acabada por Bartolomé Román, de cuya mano son los cuadros grandes que hay en las paredes colaterales de la capilla10. Fue pintor de mucho mérito, y V. se puede desengañar con ir a ver el cuadro de su mano que hay en la Sacristía de la iglesia de la Encarnación de esa Corte, en donde se expresa la parábola de Jesucristo sobre las nupcias y ornato de los convidados. El retablo de esta capilla no es de mala arquitectura, principalmente la urna y sus adornos, en donde está el cuerpo de S. Diego. Me enseñaron el camarín, y sus curiosidades; vi junto a una ventana cierta tablita en que estaba pintado S. Jerónimo en hábito cardenalicio, con su bonete rojo, que aunque es un disparate la pintura era buena al estilo de Durero.

No pude tragar dos píldoras, que el conductor me quiso embocar, y que él había digerido cándidamente, según la traza: la una, que la tal pintura era retrato del cardenal Bolseo; y la otra, que estaba apreciada en quince mil pesos. Aunque me asustó la especie, no quise contrastar con quien me hacía favor. Me enseñó un báculo del Cardenal Cisneros, con la Pasión de Cristo diseñada en él; una urna con un Crucifijo de marfil, que me dijo haber sido del oratorio de Sixto V; y no sé qué otras cosas. Procuré salir de allí cuanto antes, pues ya no hallaba en que cebar mi curiosidad. Antes que se me olvide, sobre la mesa del altar de S. Francisco en esta capilla hay en una urnita una cabeza del santo, de tierra cocida, y de color de carne, que a la verdad tiene viveza, y expresión; no sé qué me diga del modo en que me aseguraron que fue hecha; y es que un ollero metió sus ollas en el horno para cocerlas, y que una de ellas se convirtió en esta cabeza. V. lo creerá si gusta, como en Alcalá lo creen muchos; pero respecto de no saber yo otras circunstancias del milagro, y de habérmelo contado quien me dio la noticia de los quince mil pesos, estoy algo receloso. Después fui con la compañía a ver el camarín que hay detrás del altar mayor, y fuera de un cuadro de la Concepción, que vi en un rellano de la escalera, no hallé cosa notable que poder contar.

En el presbiterio al lado del Evangelio hay un gran sepulcro con estatua echada sobre la urna, que tiene diferentes ornatos, y el letrero dice lo siguiente:


Ill. et Rev. D. Alfonsus Carrillo de Acuna Archiepis. Toletanus, et hujus observantissimi coenobii fundator inclitus, hoc magnificentissimo tumulatus sepulchro: ab antiquo in quo per multos jacuerat annos translatus est, jussu, et expensis Illmi. Domini Marchionis de Valle ejus Nepotis, Regiique Senatus vigilantissimi. Obiit anno MCCCCLXXXII, Junii die I. Vixit in Archiepiscopatu XXXV annis, et mensibus V.


Este arzobispo es el que fundó la iglesia mayor de Alcalá, y algunas canonjías en ella, cuyo número aumentó el cardenal Cisneros cuando la hizo reedificar. Juntó en esta ciudad la célebre congregación contra Pedro de Osma, profesor de Teología en Salamanca, por un libro que compuso, del cual fueron condenadas varias proposiciones contra la confesión, contrición, indulgencias, autoridad del Papa y de la Iglesia; y todo lo que el arzobispo hizo en esta congregación, compuesta de cincuenta y dos doctores teólogos y canonistas, lo confirmó Sixto IV. Celebró Sínodo diocesana. Siguió el partido del infante D. Alonso, cuando fue alzado por rey contra Enrique IV; pero después que aquel murió se reconcilió con el rey, y tuvo mucha parte en que se efectuase el casamiento de la infanta doña Isabel con D. Fernando el Católico.

Las pinturas del claustro bajo de este convento son de Juan de Miranda, profesor que hemos conocido en Madrid. No me acuerdo de otra cosa considerable en S. Diego que poder decir a V. en nuestro asunto; porque en los demás altares y sus adornos no hay particular mérito para hablar de ellos.

En las Agustinas Descalzas los cuadros colaterales al altar .mayor son de Sebastián Rici, y en los machones hay cuatro estatuas bastante buenas. Los Capuchinos tienen en el suyo uno muy grande de Francisco Camilo; y representa a Santa María Egipcíaca recibiendo la comunión de mano de S. Zósimo con gloria de ángeles, etc. En las Carmelitas Descalzas está pintado el martirio de S. Andrés por Carreño, de quien V. sabe cuantos cuadros y cuan bien pintados hay de su mano en esa corte. El cuadro grande del altar mayor en Trinitarios Descalzos es de Juan de Toledo, representa la Santísima Trinidad, mucha gloria de ángeles y la visión del Papa perteneciente al instituto de esta orden. La arquitectura de la iglesia y la portada son muy parecidas a la de la misma orden en Madrid hasta en el bajorrelieve de la Santísima Trinidad. En el claustro hay cuadros de Juan de Van Derhamen y de un Juan Zorrilla.

Algo puede ser que se me pase en materia de pinturas por lo tocante a Alcalá; pero me parece haber dado cuenta a V. de lo bueno y mejor que se ve en parajes públicos. Tiene esta ciudad muy buenas fachadas en sus iglesias y colegios, y además de las referidas me gustaron la del colegio de Málaga, la de los padres Bernardos y la de los Irlandeses, con algunas otras; pudiéndose decir, como en Toledo, que lo ejecutado en este siglo, y buena parte del pasado, regularmente es del mal gusto; y al contrario lo ejecutado antes desde la edad de Carlos V. En la calle que llaman de Roma, junto a Santa Úrsula, tropecé con la inscripción que pone Ambrosio de Morales en el fol. 12 de las Antigüedades, y colocada ahora junto a una ventanilla, que parece serlo de algún sótano, y se lee:


LICINIVS IVLIA
NVS. VXAMENSIS
AN. XX. H. S. EST.
IVLIA MATER
F. C. S. T. T. L.


A un cuarto de legua distante de Alcalá hay una fuente llamada del juncar, y cerca de ella una ruina que llaman el Paredón del milagro, que algunos creen firmemente serlo de la escuela adonde iban a estudiar los Santos Niños Justo y Pastor; y en este lugar dicen que estuvo el antiguo Compluto, como si se dijese compluvium, por las aguas que en aquellas vecindades concurren a juntarse con el río Henares inmediato, como son el arroyo Camarmilla, el Camarma, y después el de Torote, peligrosos principalmente el uno en las crecientes de invierno por falta de la obra pía de un puente11.

A vista de este paraje en el otro lado del río se levanta un cerro, llamado de S. Juan del Viso, o de Zulema, en el cual he oído que había mina de oro, y que no ha muchos años se habían practicado diligencias por sí se descubría algo, y que se había hallado estaño. El cerro de la Veracruz está situado al oriente del de Zulema, y encima hay una ermita por señal del paraje en donde se apareció la Santa Cruz al arzobispo D. Bernardo12, puesto en oración para la empresa que meditaba de quitar a los moros la ciudad de Alcalá, como lo ejecutó. En la falda de este cerro al lado izquierdo de la corriente del río hay un gran castillo casi arruinado, y cerca de este paraje se ven otras ruinas, que según algunos creen fue la antigua Alcalá, y hoy llaman Alcalá la Vieja., la que conquistó el arzobispo de los moros. Por esta expedición quedó desde entonces el señorío de Alcalá a los Arzobispos de Toledo. La nueva reedificación de esta ciudad en donde hoy está se atribuye al arzobispo D. Ramón, sucesor de D. Bernardo.

Estos cerros que Alcalá tiene a su oriente y mediodía están peladísimos de árboles, de suerte que ninguno se ve en ellos con ser tierra buena y muy propia para ello, si se tomase con empeño. Hablando yo de esto, me dijeron que el cardenal Cisneros los hizo plantar en su tiempo de bellota y de otras simientes, como estaba escrito no sé donde; pero lo cierto es que hoy no hay árbol alguno. Tampoco los hay en toda la vasta llanura de sembrados alrededor de la ciudad, fuera de los pocos que se crían en las márgenes del río, en una posesión que fue de los Jesuitas llamada la Esgaravita, y en otra del colegio de S. Ildefonso, por medio de las cuales pasa el Henares. Sin embargo la campiña de Alcalá es pingüe de trigo y cebada, aunque falta la abundancia de otras cosas, de que es carísima. Si algún día se efectuase el proyecto de regarla por medio de una acequia que se había de sacar del río, como se trató siendo presidente de Castilla el excelentísimo señor conde de Aranda, se podría esperar verla convertida en una huerta maravillosa. La población de Alcalá creo que no llega a ochocientos vecinos, y la mayor parte de su ámbito se puede decir que lo ocupan colegios, conventos e iglesias.

El que quiera saber más por extenso otras particularidades de Alcalá puede ver al doctor Portilla y Esquivel, que escribió su historia en dos tomos; de la cual me dijo cierto clérigo, que no parecía de mal olfato, que estaban bravamente contrapesadas en ella las verdades con las mentiras sacadas de los Falsos Cronicones, y no fue mucho mejor el elogio que me hizo tocante a las vejeces de Alcalá de D. Miguel Moez Cano en su Alegación por la Magistral, donde también puso su trabajo D. Francisco Porres, canónigo de la misma, y lo imprimieron en 1672; pero yo no quiero hacer ahora de censor de libros, y valga por lo que valiese el parecer del clérigo.




NOTAS

1Fue arquitecto, nombre que mereció por esta, y otras obras que hizo en España.

2De este patio no se acabó mas que la una fachada.

3El cardenal D. Francisco Ximénez de Cisneros, arzobispo de Toledo, nació en Torrelaguna. Después de haber obtenido prebendas y dignidades eclesiásticas se entró religioso francisco, y en la orden tuvo varias prelacías, hasta ser provincial. Fue confesor de la reina doña Isabel, y luego cardenal, y arzobispo de Toledo. Celebró sínodo en Alcalá y en Guadalajara, Fue gobernador del reino en la menor edad de Carlos V, y también inquisidor general. Mandó imprimir la famosa Biblia Complutense, y el rezo mozárabe, que hoy está en uso en una capilla de la catedral de Toledo, que él fundó. Tomó a Orán en el año 1509, cuya expedición hizo a su costa. Reparó la iglesia de Alcalá, y aumentó en ella canonicatos, y raciones sobre las que había dejado D. Alonso Carrillo. Fundó varios conventos en Orán y en España. Colmado de glorias, y heroicas acciones, murió en Roa, cerca de Valladolid, año 1517, a los ochenta de su edad.

4Esta medalla ya se ha trasladado de este paraje al gabinete de antigüedades y librería del colegio.

5Se disponían cuando este libro se imprimió la primera vez.

6Por las actuales disposiciones, y providencias del Consejo Supremo de Castilla se debe esperar que florezcan las universidades del reino, desterrando de ellas lo que no es de provecho y estableciendo el mejor método y enseñanza.

7Angelo Nardi fue pintor italiano al servicio de Felipe IV, de quien no sé con cual fundamento dice Palomino que fue discípulo de Pablo Veronés. En una edición del Abecedario Pictórico se halla Naudi. Yo he hecho algunas diligencias para saber de quién fue discípulo, pero inútilmente. Murió en Madrid de cincuenta y nueve años hacia el 1660.

8Buen tracista era menester que fuese el P. Clandester para dar advertencias a Mora, cuya grande habilidad la manifestó en varias obras, y señaladamente en la de los consejos y en otras de Madrid que se tienen por suyas.

9 D. Francisco Solís, pintor erudito, como Palomino refiere en su Vida, tuvo una librería, y estudio de pintura que se estimó en seis mil ducados. Es desgracia, que el libro que escribió de los eminentes españoles en las tres Bellas Artes, y que los retratos que para el mismo hacía grabar, se hayan perdido. En las obras de pintura seguía más su práctica, y genio que el natural; pero esta práctica era graciosa, y fundada en los estudios, que del mismo natural había hecho. Fue de los profesores de quien se ven más obras. Tuvo por maestro a su padre Juan Solís. Nació en Madrid, en donde falleció el año de 1684, y de 55 de edad.

10Bartolomé Román, natural de Madrid, fue discípulo de Vicente Carducho, y después de Velázquez; lo fue suyo Carreño. Murió en Madrid de sesenta años en el de 1659.

11Está dada la providencia, y publicada en 15 de abril de este mismo año de 1776 por mandado del señor D. Andrés Gómez de la Vega, xorregidor de Madrid, para la construcción de un puente sobre el arroyo de Torote, y de un pontón sobre el de Camarmilla, con la cual se quitará para siempre el riesgo en que tantos infelices pasajeros han perecido; providencia aplaudida de cuantos ya la ven ejecutar.

12Este arzobispo de Toledo vino a España, a donde le envió desde Francia Hugo, abad de Cluni, a petición de Alfonso VI. Fue abad del famoso monasterio de Sahagún, de donde le sacó el rey para el arzobispado de Toledo. En su tiempo se introdujo en España el Oficio Romano, o Galicano, y sucedió el milagro que cuentan de las llamas: de todo lo cual quedó resuelto que el Toledano antiguo se usase en las seis iglesias mozárabes de Toledo, y el Romano en todas las demás iglesias del Reino. En este tiempo celebraron concilio en León el Rey y D. Bernardo con varios prelados, y mandaron que no se escribiese más en los caracteres llamados góticos, y desde entonces se introdujo la escritura francesa. Este prelado, después de muy gloriosos hechos, murió en la Era de 1166. En un letrero junto a la portada de Nuestra Señora del Sagrario de Toledo, que traen varios autores pero ya no existe, decía: Obiit Dominus Bernardu primus Archiepiscopus Toletanus, Hispaniarum Primas, postquam Civitas Toletana fuit capta per illustrem Regem Dominum Alfonsum, die 3. Aprilis, Era 1166. Este letrero pudo estar errado, pues tres años antes de dicha Era consta que ya había muerto, esto es en el año del Señor 1125.


Publicado el 17-10-2009