Un viaje ciclista a Alcalá en 1895 (I)





Portada del número 3 de El deporte volocipédico



Mi amigo Juan de la Plaza me mandó hace unos días el fichero digitalizado de una revista dedicada al ciclismo de la que no tenía idea de su existencia ni, mucho menos, de que pudiera tener un artículo dedicado a Alcalá... y, sin embargo, lo tenía.

La revista se llamaba El deporte velocipédico -curioso arcaísmo-, y el ejemplar que me mandó Juan correspondía al número 3, fechado en Madrid el 23 de marzo de 1895. Era una revista semanal ilustrada -por lo general con grabados, junto con alguna fotografía- y, según indicaba la marca de agua, procedía de la hemeroteca digital de la Biblioteca Nacional, donde se conservan un total de 103 ejemplares publicados entre el 27 de febrero de 1895 y el 30 de diciembre de 1896, y en los que encontré otro artículo1 también dedicado a Alcalá.




Ilustración de la cabecera del artículo


En esta ocasión voy a centrar mi atención en el primero de ellos, que forma parte de una serie en la cual, bajo el título genérico de Guía del ciclista, se describen minuciosamente las principales carreteras que partían de Madrid, coincidentes por lo general con las actuales autovías radiales. El dedicado a la carretera de Aragón, firmado por A.S. -supongo que las iniciales corresponderán al director literario Antonio Sendras-, fue publicado en dos entregas en los números 2 y 3 de la revista abarcando el recorrido existente entre la capital y el límite provincial en la Venta de Meco. Aunque la reseña correspondiente a Alcalá pertenece a la segunda de ellas, nos encontramos con un breve comentario en la primera que resulta interesante recordar:


Aunque son bastantes los ciclistas madrileños que a la terminación del kilómetro 15 de esta carretera penetran en la vía férrea y hacen por el espacioso andén que a la derecha de la misma existe, el viaje hasta Alcalá, para evitarse el paso entre los toros que se hallan al otro lado del puente de Viveros, puede llegarse, sin más dificultad que ésta, hasta Torrejón de Ardoz por la carretera misma. En cambio conviene abandonarla en este pueblo y seguir por el andén de la vía férrea basta Alcalá de Henares, pues dicho trayecto de la carretera se halla en la actualidad en un estado realmente lamentable y vergonzoso, como podrán juzgar nuestros lectores por la descripción que de él hemos de hacer en el número siguiente de esta Revista.


El puente de Viveros es el que cruza el Jarama, en cuyas riberas, durante siglos, pastaban los famosos toros del Jarama; quién lo diría ahora. Sorprenden, también, las ásperas quejas por el estado de la carretera, pese a ser una de las más importantes, en una época en la que tan sólo discurrían por ella carros, caballerías... y ciclistas, aunque entonces este deporte era practicado tan sólo por una minoría. En esta primera entrega aparece también un plano con el itinerario que, aunque esquemático, nos servirá de ayuda dados los grandes cambios que ha experimentado esta carretera en los ciento veinticuatro años transcurridos desde la publicación de la revista.




Detalle del plano del itinerario correspondiente al término municipal de Alcalá


La segunda entrega inicia su recorrido en el kilómetro 21 de la antigua carretera de Aragón, donde finalizaba el entonces pequeño caserío -en el censo de 1897 contaba con 1.763 habitantes- de Torrejón. No obstante está dedicada en su mayor parte a Alcalá, por lo que comenzaremos la parte que nos interesa en el límite entre los dos términos municipales:


Kilómetro 25.- Al entrarse en él y hasta su terminación, bájase una pendiente de 0m,008 por metro, formando la carretera una curva bastante pronunciada hacia la derecha. En el hectómetro 7, poco más o menos, se encuentra el ventorro de Sebastián Vázquez, donde preguntamos el nombre con que sea conocida aquella cuesta, y habiéndosenos dicho que no tenía ninguno, interrogamos a algunos campesinos de los alrededores, de quienes obtuvimos igual contestación. Pero, como a unos 50 metros del ventorro citado atraviesa la carretera la línea férrea, junto a la casilla de guarda-vías núm. 26 (kilómetro 27,596), bien podría denominarse «cuesta del paso a nivel».


Este paso a nivel fue reemplazado años más tarde por el puente sobre el que actualmente, tras haber sido ensanchado, discurre la autovía M-300, y es justo aquí donde comienza el término municipal complutense. Sigamos leyendo:


Éste es otro de los sitios más pintorescos de la Carretera de Aragón, al menos dentro de los límites de la provincia de Madrid. A un lado la cañada de Castil de Lobo, entre Cantarranas y el Majuelo del Rey; al frente la vía férrea, tras la cual, y en sitio elevado, vese a la derecha una hermosa posesión de los herederos de la Condesa de Fuentes; la carretera en el centro; y a la izquierda, dirección que toma en seguida aquélla, el hermoso puente de piedra de Torote, y allá en tercer término, como sirviendo de fondo al paisaje, varios cerros entre los que se distingue por su característica meseta plana el de San Juan del Viso, donde pastan los toros de la ganadería de D. Faustino de Aeta.

Pasada la vía férrea, éntrase en término de Alcalá de Henares.




Aspecto actual del puente del Torote donde se aprecia la fábrica del siglo XVIII


El puente del Torote, aunque muy modificado -al construirse la autovía fue ensanchado y se desmontaron los pretiles originales-, sigue siendo el que se construyera en tiempos de Carlos III, y todavía se puede contemplar la fábrica original pasando bajo los arcos por los que no discurre el arroyo. Llama la atención que la cima del cerro del Viso fuera asiento de una ganadería de toros bravos, pero bien pensado sus abruptas laderas serían sin duda una protección más efectiva que una valla convencional.


Kilómetro 26.- Ya en éste, y a la derecha, se ve un camino que conduce al Espinillo, posesión del Sr. Allende Salazar; y pasado un ventorro, que hay a la derecha también, se entra en el citado puente sobre el arroyo de Torote. Tiene diez ojos, y, según se lee en un pilar que junto a él se halla, mandólo edificar Carlos III, a consulta del Consejo, en 1776, a los arquitectos D. Hilario de Jórgenes y D. J. Eusebio de la Biesca, bajo la dirección de D. Marcos de Vierna, y fue costeado del pontazgo de Viveros.

Kilómetro 27.- No ofrece particularidad alguna notable. Descúbrese, y aun antes, al extremo de una línea casi recta de más de cuatro kilómetros de longitud, la ciudad de Alcalá de Henares.

Kilómetro 28.- Al empezarlo se atraviesa por un pontón el arroyo de Bañuelas, y antes de acabar de correrlo, empieza un paseo de árboles que denunciaría la proximidad de un poblado, si no se viesen, como se ven ya distintamente, las calles, torres y paseos de Alcalá.


El nombre correcto del arroyo es Bañuelos, y originalmente cruzaba la carretera a la altura de la fábrica de Metalúrgica Madrileña. La construcción a principios de los años sesenta de la antigua fábrica de Ibelsa ya provocó la desaparición del tramo final de su curso, sustituido por un colector subterráneo, pero lo que le dio la puntilla a este modesto regato fue la construcción, tres décadas más tarde, de la zona industrial y comercial del barrio de la Garena, lo que obligó a desviarlo según un proyecto publicado en el BOE con fecha de 27 de enero de 1999. El nuevo cauce discurre paralelo a la M-100, desembocando en el Torote aguas arriba del puente de la autovía A2.




El cerro del Viso visto desde Alcalá


Es necesario advertir que el autor duplicó equivocadamente los comentarios de los kilómetros 27 y 28 cuando ambos corresponden, en realidad, al 27. No obstante, la señalización de los mojones en el mapa sí es correcta.


Kilómetro 29.- A la derecha de la carretera el ventorro denominado del antiguo Cómpluto, de Roque Sanz; y a la mediación próximamente de este kilómetro, el puente de Camarnilla sobre el arroyo de este nombre.


También aquí se arrastra el error, puesto que el kilómetro correcto es el 28. El ventorro, cuya existencia desconocía, debió de encontrarse en las proximidades de la Casa de Hippolytus. Acto seguido se salta el kilómetro 29, situado a la altura de la antigua fábrica de Gal, volviendo a recuperar el kilometrado correcto en el 30.


Kilómetro 30.- En él está asentada Alcalá de Henares; nombre que, al ser pronunciado, evoca el recuerdo de pasadas glorias y de venerandas tradiciones. Es la patria de los santos niños Justo y Pastor, del Fuero Viejo, monumento importantísimo en la historia de las libertades municipales; del Ordenamiento votado en las Cortes de 1348; de la célebre Universidad fundada por el Cardenal Cisneros; y, como si todo esto no fuese suficiente para inmortalizarla, en ella nació Miguel de Cervantes Saavedra.


Hay que tener en cuenta que el trazado de la carretera de Barcelona ha variado en diversas ocasiones desde que fuera escrito el artículo, por lo cual las antiguas referencias kilométricas sólo pueden tomarse de forma aproximada al haberse modificado la longitud de su recorrido. En 1895 la carretera discurría en su tramo inicial por la calle de Alcalá y la antigua carretera de Aragón, hoy englobada en ésta, pero en 1952 se desvió por la recién construida Avenida de América hasta su confluencia en Canillejas, recién anexionada por el término municipal madrileño. En 1968 se construyó la variante de Torrejón y en 1986 la de Alcalá formando parte de la nueva autovía.

El desvío de 1986 no fue la única modificación que experimentó la carretera general a su paso por Alcalá durante el siglo transcurrido desde 1895. En el párrafo anterior no se especifica si el itinerario descrito bordeaba Alcalá por la ronda de Santiago -la actual Vía Complutense- o si, por el contrario, entraba directamente por la Puerta de Madrid, pero más adelante se indicará que la carretera general la atravesaba todavía de parte a parte discurriendo por la calle de los Coches -Cardenal Cisneros-, la plaza de los Santos Niños, la calle Mayor, la plaza de Cervantes, la calle Libreros y la avenida de Guadalajara, aunque no menciona explícitamente a esta última por encontrarse ya fuera de la ciudad. Quién lo diría ahora...

En la primera mitad del siglo XX la carretera fue desviada por la antigua ronda de la muralla -el paseo de la Manigua, hoy Andrés Saborit, y la ronda de Santiago- hasta el cruce con el paseo de la Estación o, para ser más precisos, con la calle Sebastián de la Plaza, punto en el que recuperaba su antiguo trazado sobre la avenida de Guadalajara describiendo una curva cerrada en lo que hoy es la calle Antonio Machado. Dos rectificaciones posteriores suprimirían las curvas existentes en sus extremos, la de la Manigua cortando desde la actual plaza de las Veinticinco Villas hasta el cruce con el camino del Cementerio, y la de la calle Antonio Machado atravesando por las Eras de San Isidro hasta más allá de la avenida de la Caballería Española, entonces carretera de Meco.

Con anterioridad a la variante de la autovía el mojón que señalaba el kilómetro 30 de la Nacional II estaba situado entre el Arco de San Bernardo y la calle Diego de Torres, encontrándose ahora en las cercanías del puente de la carretera de Camarma. No resulta fácil determinar su ubicación exacta en 1895, aunque conforme a las posiciones calculadas para los antiguos kilómetros 29 y 31 debió de caer aproximadamente hacia la mitad de la calle Mayor.

Independientemente de estas disquisiciones topográficas, es ahora cuando llegamos a la parte más interesante del artículo:


Deseando facilitar a los ciclistas la contemplación y el estudio de los más importantes monumentos de esta histórica villa, hubimos de recurrir a la bondad de nuestro distinguido amigo el Director del Museo Pedagógico de Madrid y Profesor de la Institución libre de Enseñanza, D. Manuel B. Cossío, para que nos formulase en una cuartilla un sencillo programa de visita a dichos monumentos. Pero nuestro amigo, llevando su galantería a un extremo que nunca le agradeceremos bastante, se ha excedido en complacernos, remitiéndonos las siguientes notas que reproducimos íntegramente, y en las cuales están resumidas, de una manera magistral, cuantas noticias interesantes importa conocer respecto a Alcalá de Henares:


Manuel Bartolomé Cossío (Haro, 1857 - Collado Mediano, 1935) fue un prestigioso pedagogo e historiador vinculado a la Institución Libre de Enseñanza y tío abuelo de José María de Cossío, autor del monumental tratado taurino que lleva su nombre. Leamos su descripción de Alcalá:


«Los monumentos que deben visitarse en Alcalá, aparte de otros menos importantes, son: el Archivo, la Magistral, la Universidad y la iglesia de Santa María. Bastan cuatro o cinco horas para ello. Si se llega temprano, conviene ver primero las iglesias, antes de misa mayor, que el domingo suele celebrarse a las diez. Esa hora puede aprovecharse para visitar el Archivo, volviendo de once a doce, acabada la misa, a la Magistral, si no se ha podido ver antes, y por último, la Universidad.


La iglesia de Santa María a la que hace alusión Cossío no es evidentemente la actual, la antigua capilla del Colegio Máximo de los Jesuitas, sino la que se alzaba en el extremo sur de la plaza de Cervantes y de la cual, destruida en la Guerra Civil, tan sólo quedan en pie la Capilla del Oidor, el ábside y la torre. De escaso valor artístico -el templo había quedado inacabado y con unas dimensiones muy inferiores a las proyectadas originalmente-, su principal y prácticamente único reclamo era la pila bautismal de Cervantes, que en la época de la visita -fue trasladada en 1905 a la recién restaurada Capilla del Oidor- se encontraba arrinconada bajo la torre.




La iglesia de Santa María en una postal de la plaza de Cervantes de 1910


Puesto que la Casa de Cervantes no se había descubierto aún y la iglesia de Jesuitas estaba cerrada al culto es lógico que Cossío no las mencionara, pero sí sorprende la ausencia de referencias la iglesia de las Bernardas y a otros templos conventuales que, como el de las Agustinas, atesoraban unas notables colecciones de arte religioso. Continuemos con la descripción.


Alcalá de Henares es nombre árabe que quiere decir «El Castillo de los Ríos». Alcalá la Vieja estuvo edificada en el cerro de San Julián del Viso y se llamó Complutum, de confluvium o unión de dos ríos. El Arzobispo Tenorio edificó las murallas y el puente en 1389; pero el gran bienhechor de Alcalá fue Cisneros, que había pasado allí su juventud.


Cossío confunde Alcalá la Vieja, es decir el castillo árabe situado frente a la ermita del Val, con la Complutum republicana y altoimperial, situada en la meseta del cerro del Viso. Además denomina erróneamente al cerro como San Julián cuando su nombre correcto es San Juan.


Al volver de la conquista de Orán fundó la Universidad, rival de la de Salamanca y en la cual había ya 11.000 estudiantes, que festejaron a Francisco I al pasar por allí prisionero, después de Pavía.


También aquí se equivoca. Cisneros fundó la Universidad en 1499 aunque las clases no se comenzaron a impartir hasta 1508, mientras la conquista de Orán tuvo lugar en 1509. Y por supuesto la cifra de 11.000 estudiantes es desmesurada, ya que el máximo de matrículas alcanzado a finales del siglo XVI no llegó a alcanzar los 4.000.


En Alcalá se imprimió, por orden de Cisneros, la gran Biblia políglota (en latín, hebreo, griego y caldeo), de 1514 a 17, llamada Complutense. Había en el siglo XVI 38 iglesias y 19 colegios universitarios.

Archivo. Solicítese permiso de los dependientes que acompañan al viajero. Fue palacio fortificado de los Arzobispos de Toledo. Comenzólo, según parece, D. Rodrigo Jiménez de Rada en el siglo XIII. Los puentes, torreones y murallas son del tiempo de Tenorio, siglo XIV. Del siglo XV, la parte alta y baja del salón de Concilios, debido al Arzobispo Martínez Contreras, y hoy entera y desgraciadamente restaurado; y del XVI, obra de Cisneros, y sobre todo, de Fonseca y Tavera, son el patio, la escalera y la soberbia serie de artesonados, todo del más puro estilo del Renacimiento. El edificio fue restaurado hacia 1878 para instalar allí el Archivo histórico, que hoy guarda.


La restauración a la que alude Cossío se realizó siguiendo los criterios historicistas de la escuela de Viollet-le-Duc, en boga durante buena parte del siglo XIX y poco o nada respetuosa con la herencia arquitectónica ya que sus seguidores, más que restaurar, recreaban según sus particulares criterios, lo que conducía inevitablemente a una falsificación histórica. La crítica de Cossío estaba, pues, completamente justificada, aunque la reacción a estos excesos ha perdurado hasta nuestros días incurriendo a menudo en el vicio contrario, dando como resultado restauraciones trufadas de elementos arquitectónicos contemporáneos no menos dañinas que las realizadas por los seguidores de este arquitecto francés.




El Palacio Arzobispal hacia 1870. Fotografía de Laurent


Lamentablemente la práctica totalidad del Palacio Arzobispal, tanto la parte original como la perteneciente a la restauración del siglo XIX, se perdió en el incendio de 1939.


Magistral. Construida en el mismo sitio en que sufrieron el martirio los Santos niños Justo y Pastor, el año 306 de C., mandó reedificarla, tal como hoy se encuentra, Cisneros, en 1488, al célebre arquitecto alcalaíno Pedro Gumiel, dicho el honrado porque nunca costaron sus obras más del presupuesto. Su estilo es gótico, del último tiempo, con mucho influjo mudéjar. Obsérvense las rejas góticas del presbiterio y del coro, obras de «Juan Francés, maestro mayor de las obras de fierro de España»; los púlpitos y la sillería del coro, el sepulcro del Arzobispo Carrillo, y sobre todo el del Cardenal Cisneros, obra del Renacimiento, con una admirable verja de bronce del maestro Vergara. En la sacristía se guardan hermosas vestiduras del siglo XVI y algunos cuadros interesantes. Visítese la cripta, donde pueden verse dos hermosas cajas del Renacimiento, una de plata y otra de hueso, con algunos otros relicarios interesantes.


Aunque la historiografía clásica otorgaba a Gumiel la autoría de la Magistral, investigaciones posteriores demostraron que en realidad ésta fue construida sobre trazas de los hermanos Juan y Antón Egas, aunque Gumiel sí ejerció de supervisor de las obras. La torre, ya renacentista, es obra de Rodrigo Gil de Hontañón. En 1895 todavía no se había iniciado la discutible restauración -por motivos contrarios a los del Palacio Arzobispal- de Cabello Lapiedra que se llevó por delante la mayor parte de las capillas laterales, y tampoco había sufrido la destrucción que la arrasó en 1936.




La portada de la Magistral en una postal de principios del siglo XX


Los dos sepulcros, seriamente dañados en el incendio provocado de julio de 1936, sufrieron diversos avatares. El de Cisneros, sin la verja de Vergara, desaparecida en su mayor parte en los almacenes del Museo Arqueológico durante la posguerra, fue devuelto en 1960 a su ubicación original de la capilla de San Ildefonso, aunque los restos del Cardenal permanecen en la Catedral-Magistral. El de Carrillo, que quedó mucho más destrozado, fue montado en el museo diocesano y ha sido restaurado recientemente reintegrándose en él dos relieves laterales recientemente recuperados.


Universidad. Hizo Cisneros el Colegio Mayor de San Ildefonso en 1498, de ladrillo, para que sus sucesores lo hicieran de mármol. De aquí la inscripción olim lutea nunc marmorea. Fue el arquitecto Pedro Gumiel; hizo la fachada en 1543, en estilo de Renacimiento, Rodrigo Gil de Ontañón, quien acabó las obras de la Universidad en 1583. Visítese la capilla, con hermosas labores de Renacimiento y un gran artesonado mudéjar. En el presbiterio estuvo el sepulcro de Cisneros hasta 1850 en que se trasladó a la Magistral. El primer patio es greco-romano, de 1662; el segundo, sin acabar, es de Renacimiento, y el tercero, llamado trilingüe, es de 1551. En él se halla el Paraninfo, de 1518, con su bonita cátedra y tribunas del Renacimiento, pero malamente restaurado. Ocupan hoy el edificio los PP. Escolapios, que dan siempre permiso para visitar el monumento.




La fachada de la Universidad en 1888. Fotografía de Constantin Uhde


La descripción no difiere demasiado de la actual salvo que, como acabo de comentar, el sepulcro de Cisneros retornó a la capilla de San Ildefonso y hoy todas las dependencias del antiguo Colegio Mayor están restauradas y ocupadas por el rectorado de la Universidad, a excepción del Colegio Trilingüe sede de la Hostería del Estudiante desde 1929.


Iglesia de Santa María. Data en su estado actual de los siglos XV y XVI, y así, pueden verse en ella trozos del último estilo gótico y del principio del Renacimiento. Pero su importancia histórica consiste en haberse bautizado en ella Cervantes el 9 de Octubre de 1547.»


Tal como he explicado Cossío no se refiere aquí a la sede actual de la parroquia, la iglesia de Jesuitas, sino al templo de la plaza de Cervantes destrozado por el incendio de 1936.

Y así termina la breve descripción de Alcalá dada por Bartolomé Cossío, volviendo la guía a dar información práctica para los ciclistas.


La importancia de Alcalá de Henares nos excusará de entrar detalladamente en las indicaciones que respecto de médicos, cerrajeros y hospederías venimos haciendo en estos estudios cuando de otros pueblos se trata.

Esto no obstante, hemos de decir que nuestros suscritores encontrarán ventaja deteniéndose en la Fonda y Restaurant de González y Cª, sucesores de Hidalgo, establecidos en la calle Mayor, número 47; pues dichos señores nos han concedido el honor de señalar precios especiales para los suscritores de El Deporte Velocipédico.


Esto se llama publicidad encubierta... o más bien, nada disimulada. Aquí nos encontramos con un problema similar al de los mojones kilométricos, ya que la numeración de la calle Mayor también ha variado desde entonces. El número 47 actual se encuentra frente al Hospital de Antezana, pero no puedo asegurar que sea el mismo que el de 1895. A continuación da la guía una relación de ciclistas alcalaínos, cabe suponer que los pioneros de este deporte en nuestra ciudad dado que no fue sino hasta mediados de la década de 1880, apenas diez años antes, cuando surgieron las primeras bicicletas modernas con ruedas gemelas provistas de neumáticos y tracción por cadena... en Gran Bretaña, por lo que en nuestro país todavía resultarían unos vehículos exóticos al alcance tan sólo de unos pocos privilegiados:


En Alcalá hay también afición al ciclismo, y entre otros ciclistas de dicha localidad recordamos a los Sres. Aberturas (D. Benito), Cifuentes (don Joaquín y D. Santiago), Fernández Quintana (don Miguel), Francisco (D. Máximo de), García (don José), Ibarlucea (D. Julián), Peydro (D. Antonio) y Sánchez (D. Miguel).


Más interesante desde el punto de vista histórico es la breve descripción que a continuación se da de la ciudad:


Dentro de Alcalá, y traspasada la puerta llamada de Madrid, corresponden a la carretera general la calle de los Coches, la plaza de los Santos Niños, la calle Mayor, un lado de la plaza Mayor (donde hay otro café, el de Ibarra) y la calle de Libreros, al extremo de la cual está la salida al campo, en el que sigue la carretera una dirección en línea recta hasta el kilómetro 35, donde, después de formar un ángulo casi imperceptible, vuelve a seguir de nuevo la línea recta hasta el límite mismo de la provincia de Madrid.




La calle de los Coches (Cardenal Cisneros) en una fotografía de Ángel María de Barcia (circa 1875)


La plaza de los Santos Niños estaba entonces recién inaugurada tras una larga y laboriosa adquisición, por parte del Ayuntamiento, de las viviendas que ocupaban la mayor parte de su solar, las cuales fueron demolidas para permitir su trazado. El café de Ibarra, si no me equivoco, era el restaurante que yo conocí como Casa Juan; estaba situado justo en la confluencia de la plaza de Cervantes con el arranque de la acera de los pares de la calle Mayor, y desde hace años el edificio es la sede de una entidad bancaria.




La calle Mayor en 1910


Sorprende que el autor del artículo no haga mención alguna a los edificios de la calle Libreros, en esa época la más señorial de Alcalá, ni tan siquiera a la iglesia de Jesuitas que, aunque cerrada al culto, imponía por la grandiosidad de su fachada, o al no menos imponente edificio del Colegio Máximo, entonces convertido en cuartel. Tampoco es cierto que a la salida de la calle Libreros, es decir, en la actual avenida de Guadalajara, se encontrara ya la salida al campo, puesto que si bien en su margen izquierda se encontraban las Eras de San Isidro, a la derecha se extendía el barrio de la Encomienda hasta la antigua Plaza de Toros, en la confluencia con Marqués de Alonso Martínez, existiendo también edificios aislados a uno y otro lado que hacían menos brusca la transición de la ciudad al campo.




La calle Libreros a principios del siglo XX


Kilómetro 31.- El poste que lo señala se encuentra a la salida de Alcalá, entrándose en seguida en el


Tal como ya he explicado, con anterioridad a la construcción de la autovía la carretera confluía con la avenida de Guadalajara, del mismo modo que lo hace actualmente la Vía Complutense, en la gasolinera que la generación de mis padres conocía como la del Manco, al haber existido allí una venta o ventorro con este nombre. Era en este lugar, justo antes de la gasolinera, donde se encontraba el mojón del kilómetro 31, aunque en 1895 se encontraría en la vecina avenida de Guadalajara -cabe suponer que aproximadamente a la misma altura- dado que la carretera discurría entonces por ella.


Kilómetro 32, en el cual, y pasada la Plaza de Toros, que queda a la derecha, se encuentra, atravesando la carretera, la ronda fiscal, que por la citada dirección conduce al puente de Zulema, sobre el Henares, y por la izquierda lleva a un camino que se dirige a Meco. Hállanse después el ventorro de San Isidro; una alcantarilla; y, a la derecha, otro camino que conduce a la fábrica de harinas «La Garavita» y a las posesiones denominadas «La Oruga» y «La Magdalena».


De nuevo se vuelve a liar el autor con los kilómetros, ya que este párrafo sigue correspondiendo al kilómetro 31 cuyo mojón se encontrabaapenas pasado el cruce con la calle Marqués de Alonso Martínez. Por el contrario las referencias a la plaza de toros y a la ronda fiscal, como se conocía entonces a esta última, sí son correctas, al igual que las de las fincas a excepción de la errata en el nombre de la Esgaravita.


Al comienzo del kilómetro 33 está el ventorro de la Esperanza, y más adelante una casa de peones camineros, a la izquierda; otro ventorro; una alcantarilla; y un nuevo camino, a la derecha, que se dirige a las Posesiones citadas en el párrafo anterior.

Kilómetro 34.- En él se encuentra, a la izquierda, una cañada que conduce a la vía férrea, y dos alcantarillas.

Kilómetros 35, 36, 37 y 38.- Nada ofrecen de notable. En el 35 hay también una alcantarilla; dos en el 36; y otra en cada uno de los kilómetros 37 y 38, en el que se halla además otra casa de peones camineros.

Kilómetro 39.- Pertenecen a la provincia de Madrid solamente 600 hectómetros de este kilómetro, y en dicho trozo de terreno son de señalar: a la derecha, un camino que parte hacia la posesión de El Encín; y a la izquierda, otro que conduce a Meco; el ventorro y expendeduría de tabacos llamados de El Encín; y, finalmente, la venta de Meco, que es el último caserío de esta carretera que corresponde a la provincia de Madrid. A un hectómetro escaso de dicha venta se halla el límite, frente por frente a la carretera de Santos de la Humosa.


Como era de esperar, una vez dejada atrás Alcalá el artículo se dedica principalmente a describir el estado de la calzada, una información útil para los ciclistas de entonces pero obsoleta en su mayor parte actualmente, amén de que siguen dándose desfasadas las referencias kilométricas ya que tanto en los mapas actuales como en el plano que acompaña al artículo el límite provincial aparece situado aproximadamente en el kilómetro 38,700, uno antes del 39,600 que se indica erróneamente en el texto.

Cabe reseñar que, a diferencia del resto de las ventas y ventorros que jalonaban entonces la carretera, la Venta de Meco sigue existiendo convertida hoy en un restaurante. Terminada la descripción digamos topográfica, el artículo pasa a realizar un resumen final del itinerario:


La carretera de Aragón, en el trayecto comprendido dentro de la provincia de Madrid, es de las de recorrido más corto y más fácil, siquiera en estos momentos esté poco menos que intransitable el trozo comprendido desde Torrejón a Alcalá (10 kilómetros), y especialmente desde el puente de Torote a esta última villa (5 kilómetros). El abandono en que ha estado esta carretera ha sido grande; y de esos 10 kilómetros que señalamos, los cinco primeros están destrozados por los carros, que han formado en todo el camino profundas y numerosas rodadas, y los otros cinco están totalmente cubiertos de grava. Lo cual quiere decir que durante un año, por lo menos, será conveniente seguir por la vía férrea desde Torrejón de Ardoz hasta Alcalá.


Si el autor pudiera ver la autovía actual, con dos calzadas de tres carriles cada una junto con varias vías de servicio, a buen seguro no reconocería lo que entonces era poco más que un camino ancho sin asfaltar -para ello habría que esperar hasta que en 1926 el gobierno de Primo de Rivera promoviera el Circuito Nacional de Firmes Especiales- y, según afirma, en un pésimo estado de conservación. Tras un párrafo en el que se describe el perfil de la ruta, que en lo que a nosotros interesa se limita a decir que el recorrido era casi completamente llano, vuelve a insistir en el tema del mal estado de la carretera concluyendo con esta advertencia:




La estación en 1910


Si ocurriese al ciclista en esta carretera cualquier accidente que dejase inutilizada la máquina para el regreso, puede tomar el tren en Alcalá (kilómetro 30), Torrejón de Ardoz (kilómetro 20) o San Fernando (kilómetro 15), o esperar en Canillejas el coche que diariamente sale de Ajalvir y pasa por aquel pueblo a las diez de la mañana, o cualquiera de los que vienen desde Barajas a las Ventas del Espíritu Santo y llegan a Canillejas a las ocho y media de la mañana y a las tres y media de la tarde.




1 Un viaje ciclista a Alcalá en 1895 (II)


Publicado el 6-7-2018