El cómic de Fredy Barton el audaz




Además de la conocida adaptación de la Saga de los Aznar -o, mejor dicho, de una parte de ella- al cómic, de la cual se llegaron a realizar dos versiones distintas, existe una segunda historieta gráfica basada en la obra de Pascual Enguídanos, si bien en esta ocasión se trata de una versión bastante libre. Su título genérico es Fredy Barton el audaz, y forma parte de los relatos que, bajo la denominación de Hazañas de la juventud audaz, agrupaba la editorial Valenciana allá por los años sesenta.

Publicadas originalmente en 1961 en el formato apaisado habitual de la época, las aventuras de Fredy Barton abarcaron un total de dieciséis entregas. No fue, evidentemente, uno de esos escasos ejemplos de longevidad, sino que se trató más bien de uno de tantos intentos efímeros, muy numerosos en su época, saldados con una fugaz aparición antes de caer en el más absoluto de los olvidos. No obstante esta aventura mereció los honores de una reedición por parte de la editorial JLA, que es precisamente a la que yo he tenido acceso, pero a pesar de ello resulta ser prácticamente una desconocida incluso para los conocedores del género. Esto no impidió que, al igual que ocurriera con las dos versiones del cómic de la Saga de los Aznar, Fredy Barton fuera traducido al francés y publicado por la editorial Antares en 1980, dentro de su colección Aventures et Voyages, en formato vertical y agrupando los dieciséis cuadernillos originales en cinco volúmenes correspondientes a los números 19 a 23 de la citada colección.

Poco es pues lo que puedo decir acerca de ella, ya que tan sólo poseo los datos que he podido obtener de la lectura de la edición facsímil y los publicados en el número 5 de los Tebeos del Bollo editado por José Luis Martínez Rebote y dedicado en exclusiva a los cómics basados en la obra de Pascual Enguídanos, así como la página web francesa de la que he extraído los datos correspondientes a la edición de este país. Por ellos sé que su dibujante fue Fernando Cabedo Torrents (Valencia, 1907-1988), pero ignoro quién pudo ser su guionista aunque cabe sospechar que pudiera tratarse del propio Enguídanos.

En lo que respecta al argumento, éste está basado fundamentalmente, de una manera bastante libre, en el ciclo de cinco novelas de Más allá del Sol, la obra más larga de Pascual Enguídanos después de la propia Saga de los Aznar. Posteriormente tiene un añadido inspirado, también de forma muy libre, en la aventura de los sadritas, sin que por ello recurra a episodios de la Saga, ya que únicamente recupera a estos originales extraterrestres cuya primera aparición en la colección Luchadores del Espacio tiene lugar, curiosamente, no en la Saga sino en la novela independiente titulada “Ellos” están aquí, aunque en la misma no son citados por este nombre. Resulta curioso asimismo descubrir que algunos títulos de los cuadernillos corresponden a los de antiguas novelas de la colección, no sólo de la Saga sino también, incluso, de otros escritores distintos de Pascual Enguídanos: Atención... ¡Platillos volantes!, Rumbo a lo desconocido, Más allá del Sol o Destructores de mundos.

La aventura comienza de la forma frenética a la que nos tiene acostumbrados la literatura de serie B: Un enigmático platillo volante se cierne sobre Nueva York sin que nadie sea capaz de averiguar su procedencia. Pero no es preciso recurrir al concurso de extraterrestres para explicarlo: El tripulante del misterioso aparato no es otro que Fredy Barton, un excéntrico millonario -y apuesto, no faltaría más- que ha construido por su cuenta ese maravilloso artefacto gracias a la ayuda de un científico alemán, tópico consabido de la época en la que Werner von Braun diseñaba los primeros cohetes de la NASA. Pero a pesar de contar con un prototipo, el protagonista precisa de la ayuda de un socio que pueda construir su platillo volante a escala industrial, razón por la que recurre a un amigo suyo propietario de una empresa aeronáutica. Tras convencer a su amigo, Fredy Barton se encuentra con un problema: El científico alemán que colaboraba con él manifesta sus escrúpulos de que su invento pueda ser utilizado con fines perversos.

Pero no es esto lo peor. El gobierno norteamericano, enterado de la existencia del platillo volante, decide tomar cartas en el asunto... Para apoderarse de él. Tras un accidentado episodio muy enguidanosiano, el científico alemán muere accidentalmente mientras Fredy Barton, su amigo empresario, una periodista y la hija del alemán, muy guapas ambas como corresponde, se ven obligados a huir en el platillo volante antes de que el ejército norteamericano se apodere de él.

En su precipitada fuga los protagonistas llegan nada menos que a Marte, lo cual no está nada mal teniendo en cuenta las dificultades actuales de la NASA para hacer lo propio. Y, puesto que una inoportuna avería detiene los motores, no tienen más opción que la de aterrizar en el planeta rojo. Una vez allí descubren unas enigmáticas ruinas -otro tema enguidanosiano- y poco después, mientras intentaban reparar la avería del platillo volante, reciben la visita de un enigmático robot de varios metros de alzada.

Para su sorpresa el robot no manifiesta la menor agresividad, pero inmediatamente después -¡viva la serie B!- aparecen tres enigmáticas astronaves que provocan la inmediata reacción de su visitante, que intenta destruirlas con unos enigmáticos rayos antes de caer fulminado por sus atacantes. Finalmente ambos contendientes resultan destruidos, descubriendo los terrestres, con gran sorpresa por su parte, que en el interior del robot marciano se encontraba un humanoide de cuatro metros de altura, el cual ha resultado muerto a causa del ataque enemigo. Tras comprobar que nada pueden hacer ya por él, los protagonistas deciden embarcar en el robot -en realidad un vehículo automóvil de peculiar diseño- que los conduce hasta una maravillosa ciudad subterránea arrastrando tras si al averiado platillo.

Una vez allí son recibidos por los habitantes de la ciudad, varios gigantes humanoides que los reciben con recelo sospechando que pudieran tener algo que ver con la muerte de su compañero. Por fortuna para ellos, la aplicación de una especie de lector mental a Fredy Barton convence a sus anfitriones de lo verídico de su historia y de lo pacífico de sus intenciones. Así, los protagonistas saben que los gigantes son los últimos supervivientes de la otrora poderosa civilización marciana, y que sus enigmáticos atacantes proceden de un planeta desconocido -para los terrestres, claro- situado en la misma órbita que nuestro planeta, pero justo en el extremo opuesto de ésta, con lo cual el Sol se interpone siempre entre ambos ocultando el uno al otro. Eso sí, el nombre del planeta enemigo -Arkrós- es diferente por completo al dado por Pascual Enguídanos a este astro en la serie de Más allá del Sol.

A estas alturas los protagonistas son poco menos que amigos íntimos de los marcianos, pero sus tribulaciones no han hecho más que empezar: Poco después -insisto en que estamos en serie B- la ciudad marciana es atacada con bombas atómicas por sus acérrimos enemigos. Huelga decir que los protagonistas, que para eso lo son, resultan indemnes, pero los marcianos no corren igual suerte; todos ellos, excepto uno, mueren instantáneamente, y el último superviviente, moribundo, advierte a los terrestres de la necesidad de huir, puesto que cuando él expire la ciudad saltará por los aires, exactamente igual por cierto que lo que ocurre en la novela de Enguídanos Marte, el enigmático.

Así lo hacen los protagonistas, poniendo pies en polvorosa con el robot que les transportara hasta allí que de nuevo remolca al averiado platillo volante, ahora denominado omega en otra clara copia de las novelas de la Saga. Tras reparar su aparato sufren un ataque enemigo, de resultas del cual las dos muchachas son capturadas por ellos. Mientras tanto, Fredy Barton y su compañero derrotan a sus atacantes gracias a un fusil ¡de luz sólida! procedente de la destruida ciudad marciana, haciendo un prisionero. Tras ello abandonan Marte, llegando al planeta enemigo Arkros en persecución de los captores de las chicas.

Gracias al fusil de luz sólida, desconocido para los arkrinos -de hecho su frustrado ataque a Marte había estado motivado por sus deseos de copiar esta tecnología-, los dos terrestres consiguen desbaratar todos los intentos enemigos por cerrarles el camino, descubriendo con sorpresa que el planeta está poblado por dos razas completamente hostiles entre sí, argumento copiado en esta ocasión, aunque de forma muy libre, de la novela Raza diabólica. Paradójicamente -¿tengo que volver a repetir lo de la serie B?- un submarino de la raza rival de los arkrinos, armado con toscos misiles, consigue lo que no han logrado las astronaves de sus enemigos, derribar a las primeras de cambio primero la astronave que transportaba a las prisioneras, e inmediatamente después al platillo volante de los terrestres, aunque antes de precipitarse en el mar éstos hunden a su vez al sumergible con un disparo de luz sólida. La situación no puede ser más crítica, pero -¿lo digo?- gracias a la oportuna llegada de un segundo submarino son rescatados sanos y salvos todos ellos, junto con los tripulantes supervivientes del buque hundido.

Los tripulantes del submarino se presentan a los terrestres como soldados del reino de Attika, un pequeño y pacífico estado invadido años atrás por los zendas, que éste es el nombre concreto de la raza arkrina causante de todos los males, y ahora luchan desesperadamente intentando evitar que los restos de su ejército sean definitivamente aplastados. Los protagonistas son acogidos como aliados por sus salvadores, pero éstos les manifiestan su deseo de poder contar con el fusil de luz sólida que tan excelentes resultados les había dado en su lucha contra el enemigo común. Por desgracia el fusil, junto con los restos del platillo volante, se ha hundido en las profundidades del océano de Arkrón.

Finalmente el submarino recala en una base secreta excavada en el corazón de una montaña, siendo recibidos los terrestres por Hamón, rey de lo poco que resta de Attika. Por supuesto, huelga decirlo, los protagonistas no tienen el menor problema para entenderse con sus anfitriones, ya que éstos conocen a la perfección -¡faltaría más!- los principales idiomas terrestres. El rey Hamón les explica también que los zendas tienen previsto invadir la Tierra, pero que temiendo que la empresa pudiera resultar costosa, habían decidido atacar antes a los últimos supervivientes marcianos con objeto de apoderarse de sus fusiles de luz sólida, lo cual los haría invencibles. La expedición a Marte se saldó finalmente, tal como ha sido comentado, con un completo fracaso, ya que si bien los zendas habían conseguido aniquilar a los marcianos, no les había sido posible apoderarse de ninguna de las ansiadas armas. El único fusil de luz sólida superviviente de la catástrofe había sido el encontrado por los terrestres, pero ahora yacía en el fondo del mar.

El rey Hamón y los terrestres hacen, como cabía esperar, buenas migas, pero cuando se encuentran dialogando apaciblemente sobre el peligro común una flota de submarinos zendas atacan -¡oh, casualidad!- la base que creían segura. Los protagonistas tienen que salir por pies -cosa a la que ya empiezan a estar acostumbrados- acompañados en esta ocasión por el mismísimo monarca. Tras huir de la base atacada en unos robots andantes -o sillas andadoras, tal como son denominados los artilugios- que se enfrentan victoriosamente a unos artefactos similares pilotados por los enemigos, y embarcarse en una improvisada almadía, con tempestad -¡faltaría más!- incluida, los esforzados terrestres llegan finalmente a un continente misterioso e inexplorado -¡refaltaría más!- en el que son atacados por unas hordas salvajes. Desde luego, resulta imposible encontrar más tópicos de la serie B en menos espacio de tiempo.

Capturados por sus bestiales enemigos, que por supuesto son caníbales, los protagonistas son salvados del puchero por la oportuna llegada -¡no, no lo digo, aunque lo piense!- de unas amazonas, que por supuesto también hablan su idioma a pesar de las sospechas del lector de que la audición de las emisoras terrestres no debía de figurar entre sus aficiones favoritas. La marcha hasta la capital de las amazonas está salpicada de incidentes -léase ataques de dinosaurios para que no falte nada en el cóctel- pero, no faltaría más, cuando están a punto de llegar a ella los esforzados viajeros se encuentran con la ¿sorpresa? de que ésta ha sido atacada por unos diabólicos artefactos voladores, léase platillos volantes zendas.

Como era de esperar los buenos llevan las de perder, pero gracias a que los terrestres se afilian al Frente de Liberación Masculino de Amazonia -es decir, convencen a los calzonazos de los maridos de las amazonas de que hay que mover el culo-, consiguen finalmente lo que no han podido lograr sus belicosas aliadas: derrotar al invasor. Al final todos ellos -amazonas, amazonos liberados, terrestres y el incombustible rey Hamon- sellan una alianza que se presupone invencible tras la cual, conjurado el peligro invasor, todos se las prometen muy felices. Pero como la serie no podía acabar tan pronto, es normal que surgieran nuevos contratiempos.

El rey Hamon, que no es demasiado malo pero tampoco bueno del todo, se encargará de complicarles la vida a los protagonistas. Todo su afán es encontrar un dichoso fusil de luz sólida, y sospecha que los terrestres no quieren ayudarlo, por lo cual traza sus propios planes. Tras un accidentado viaje consiguen todos ellos volver a la civilización, es decir, a Attika, donde el monarca recupera su rango y, lejos de agradecer a Fredy Barton y a sus amigos sus desvelos, arresta a todos ellos intentando arrancarles la información necesaria para recuperar un segundo fusil de luz sólida -el primero, recordémoslo, se perdió en las profundidades del océano- en las ruinas de la destruida ciudad marciana. Fredy Barton, como es natural, se enfada bastante por la felonía, sospechando -y es que es muy listo- que su antiguo aliado pueda alentar la tentación de conquistar la Tierra después de derrotar a sus ancestrales enemigos.

Puesto que los terrestres llevaban las de perder, acaban encerrados en un húmedo calabozo y torturados por su antiguo y pérfido amigo, consiguiendo Hamón su propósito al llevarse consigo a los protagonistas. Por supuesto que no se sabe cómo han conseguido la astronave -se supone que los zendas eran los únicos que disponían de ellas, pero mejor no preguntar-, pero la tienen y viajan a Marte con ella como quien coge el autobús. Pero como los protagonistas son muy listos, una vez llegados a este planeta consiguen hacerse con el control de la situación aprisionando a sus captores y dando la vuelta a la tortilla. Y, faltaría más, encuentran al robot y al codiciado fusil.

Pero un temor les atenaza. ¿No será peligroso que alguien -incluidos los terrestres- se apodere de tan mortífera arma? Así pues, tras descartar su destrucción, se juramentan para esconderla y guardar el secreto, en previsión de que los zendas puedan invadir nuestro planeta. Los protagonistas son recibidos en triunfo por sus compatriotas -o complanetarios-, fundamentalmente porque les han proporcionado los planos que permiten construir platillos volantes a destajo. Pero los gobiernos terrestres -y en especial el norteamericano- están preocupados por la evolución de los acontecimientos en el planeta Arkrón, donde los zendas continúan haciendo de las suyas. Comentario al margen: Del rey Hamón, que se supone ha sido traído a la Tierra, no se vuelve a saber nada... Sí, ya lo sé, serie B.

Así pues, el gobierno norteamericano decide intervenir en los asuntos internos del planeta Arkrón -¡qué extraño!- pero no por las bravas, que tendrían las de perder, sino de forma diplomática... Nombrando a Fredy Barton embajador ante el imperio zenda. Y a su destino se dirige, si bien a regañadientes, acompañado por sus tres inseparables amigos. Llegados a Arkron son obligados a aterrizar en una base y ¡oh sorpresa!, se encuentran allí con el inefable rey Hamón, del cual no se sabe cómo ha conseguido retornar a su reino... Bien, el caso es que durante su ausencia han pasado muchas cosas en el planeta... Los súbditos de Hamón han conseguido recuperar el fusil de luz sólida hundido en el océano, lo que les ha permitido dar la vuelta a la tortilla poniendo en jaque a sus eternos -y hasta entonces invencibles- rivales zendas. Y por supuesto, su próxima meta será la Tierra, faltaría más.

Pero las cosas se tenían que complicar todavía más, que si no, no tendría gracia. Los zendas, convertidos ahora en los buenos de la película -o en los menos malos-, invaden la base de Attika haciendo prisioneros a los sufridos terrestres. Y ahora cambian las tornas, puesto que es el Emperador Sol -título del monarca zenda, mucho me temo que copiado también de las novelas de Enguídanos- el que captura tanto al pérfido Hamón como a los esforzados terrestres. Fredy Barton se presenta como embajador, pero el soberbio monarca no se digna a atenderlo, encerrándolos a todos ellos en una mazmorra y torturando a Hamón hasta provocar su muerte. Fredy Barton, por su parte, es interrogado con ayuda de unas drogas hipnóticas, gracias a las cuales le arrancan la ubicación del escondite secreto de la segunda pistola de luz sólida.

La situación no puede ser más desesperada, pero como es sabido, en la serie B los buenos siempre ganan. Haciéndose pasar por el cadáver del infortunado Hamón, que es destinado al horno crematorio, Fredy Barton consigue escaparse de sus captores muy al estilo del conde de Montecristo, que no todo iba a ser copiado de las novelas de Pascual Enguídanos. El protagonista se camufla entre el populacho que abarrota las callejas de la capital imperial, descubriendo con agrado la existencia de un movimiento de oposición -ilegal, por supuesto- al régimen impuesto por el tiránico emperador. Como cabe suponer Fredy Barton se alía rápidamente con ellos, rescatando a sus compañeros gracias a su ayuda en un remedo -de todo tenía que haber- del asalto a la Bastilla, aunque en esta ocasión los insurrectos tienen que salir de allí por pies.

Lo que viene a continuación no es demasiado difícil de averiguar. Abandonando a sus amigos, que son buenos pero bastante tontos, los terrestres se cuelan en una base aérea y roban un platillo volante, con el cual intentan huir a la Tierra... Infructuosamente, puesto que su nave es atacada por las defensas antiaéreas y, aunque consiguen evitar ser derribados, el platillo volante resulta dañado de forma que no puede abandonar el planeta Arkrón. Tras una batallita con aparatos enemigos, que por supuesto llevan las de perder, los protagonistas descubren con gran sorpresa la aparición de un extraño aparato que destruye a los platillos volantes zendas atravesándolos con unos enigmáticos rayos como si fueran de mantequilla... Porque se trata de luz sólida, como cabía sospechar.

Pero como los terrestres son los más guapos, los más listos, los más hábiles y los más todo, consiguen derribar a su vez al enigmático aparato, que cae en mitad de la selva. Los protagonistas aterrizan inmediatamente después en busca de los tripulantes, encontrándose con unos extraños muñecos metálicos de forma humanoide... Que son atacados por las amazonas -aquí no falta nadie- amigas, no lo olvidemos, de Fredy Barton y sus amigos. Cuando uno de estos extraños robots es finalmente capturado, descubren con sorpresa que en su cabeza se aloja un pequeño pulpo.

No, no es casualidad. Como al parecer no era suficiente con los temas tomados de la serie de Más allá del Sol, el anómimo guionista recurre ahora directamente a la Saga de los Aznar, y más concretamente a los sadritas... Que, recordémoslo, quedaron fuera de todas las ediciones del cómic dedicado a la misma. Así pues, estos curiosos seres son recuperados, si bien en otra aventura distinta, lo que no deja de ser un hecho curioso.

Sigamos adelante. Gracias a la radio los protagonistas se enteran de que las fuerzas imperiales se aprestan a luchar contra los invasores, los cuales han llegado a bordo de una gran flota de autoplanetas -aquí aparece de nuevo el inconfundible toque enguidanosiano- de la que parte una ingente nube de astronaves, que el dibujante recrea en forma de deltas -huecos por cierto- en lugar de los esperados omegas... Pero no todo iba a ser una réplica exacta, por supuesto. Tras un feroz combate sideral las fuerzas invasoras se ciernen sobre Arkrón, masacrando con bombas atómicas las principales ciudades del planeta... Tras lo cual el imperio zenda decide invadir la Tierra creyendo, erróneamente, que sus atacantes proceden de nuestro planeta. Sin comentarios.

Intentando desfacer el entuerto, los protagonistas abandonan su refugio en el reino de las amazonas en un intento de convencer al emperador zenda de que la Tierra no tiene nada que ver en este fregado... Pero las astronaves sadritas -porque de sadritas se trata, en un súbito salto de Más allá del Sol a la Saga de los Aznar- los derriban antes de que puedan llegar a su destino. Sanos y salvos, aunque privados de su platillo volante, los terrestres consiguen llegar a una ciudad justo cuando sus habitantes huyen despavoridos ante el ataque enemigo... En carros tirados por mulas -o equivalente alienígena- y barcos que tienen todo el aspecto de carabelas. Curioso y divertido anacronismo. Eso sí, los soldados imperiales llevan escafandra (?) y uniformes que recuerdan sospechosamente a los nazis, mientras vuelan con artefactos similares a los backs, aquí llamados espaldares voladores. Y, aunque los terrestres carecen de fusiles de luz sólida, se bastan con las armas convencionales para derribar a los deltas enemigos; por chulería, que no quede.

Fredy Barton, faltaría más, consigue llegar hasta el atribulado emperador -que sólo desea poner tierra por medio, dicho sea de paso- jurándole por sus niños que la Tierra no tiene que ver nada en el asunto... Y huye con él, junto con sus amigos, convenciéndole además de la necesidad de una alianza con las potencias terrestres. Finalmente, tras dejarle a salvo en el Continente Misterioso -palabrita del Niño Jesús que el nombre no se lo he puesto yo-, Fredy Barton y sus amigos parten hacia la Tierra prometiendo volver con ayuda... Aunque el emperador no las tiene todas consigo, y si ha aceptado es simplemente porque considera más urgente plantar cara a los sadritas. Luego llegará el momento de entendérselas con los terrestres.

Al llegar aquí la narración da un brusco salto, sin que en ningún momento se explique el porqué. El siguiente cuadernillo comienza explicando cómo los sadritas han establecido una cabeza de puente en la Luna, mientras Fredy Barton capitanea una flotilla de platillos volantes que plantan cara al invasor. Y por supuesto, ganan. De paso sabemos que su novia, la hija del famoso científico alemán que inventara el primer platillo volante -aprovecho la ocasión para comentar que durante toda la narración anterior se había explotado a conciencia la rivalidad entre ésta y la periodista, ambas enamoradas de Fredy Barton- ha desaparecido raptada por los sadritas -por fin son llamados con este nombre-, lo cual le ha puesto de muy mala uva... Pero un buen día descubre que su novia, o mejor dicho su voz, es utilizada por los sadritas para labores de propaganda.

Fredy Barton deduce que su novia debe de estar prisionera en la Luna, con lo cual decide rescatarla... Así pues, ni corto ni perezoso, y acompañado por la otra chica, que demuestra así que no es rencorosa, se enfundan ambos en unos robots copiados de los que utilizan los sadritas -nuevo préstamo tomado de la Saga- y desembarcan en la Luna. Aquí si varía la narración, puesto que en la Saga las dos incursiones tienen lugar, respectivamente, en Urano y Oberón; aunque, cosa curiosa, la base enemiga de la serie de Más allá del Sol está, precisamente, en la Luna.

La incursión de Fredy Barton y su compañera en la base sadrita recuerda poderosamente a la realizada por Miguel Ángel Aznar Schmidt en la del satélite Oberón, con la diferencia de que aquí encuentran prisionero a su antiguo camarada de aventuras, el propietario de la empresa aeronáutica... Y es que en la serie B -hacía mucho que no lo decía, que conste- todo está permitido. Rescatan a éste y a la chica, que por supuesto era utilizada por los pérfidos sadritas en contra de su voluntad, y huyen de la Luna como si tal cosa, por supuesto después de destruir ellos solitos la base enemiga. Pero cuando vuelven a la Tierra se encuentran con que ésta está siendo atacada con bombas nucleares por los sadritas, lo cual les complica bastante las cosas.

Finalmente consiguen aterrizar en una base que se ha salvado de los feroces ataques enemigos, poniéndose de nuevo Fredy Barton al frente de una escuadrilla de platillos volantes. Tras una batalla que, por supuesto, se salda con una rotunda victoria para las fuerzas terrestres, éstas aprovechan para atacar a los autoplanetas sadritas, de los cuales no dejan ni los rabos. Y colorín colorado, con Fredy Barton casándose con su novia y la serie terminando con un fin sin que se vuelva a saber nada de lo que ocurre con el planeta Arkrón, lo cual resulta, se mire como se mire, bastante chapuza.

En resumen, se puede decir que la aventura de Fredy Barton deja mucho que desear, no sólo porque todos los tópicos de la serie B aparecen amontonados uno tras otro sin que se encuentre ni una sola de sus virtudes, sino que además -y esto es lo más grave, se desaprovechó de una forma completamente gratuita el gran patrimonio de que se disponía, la obra de Pascual Enguídanos. La aventura es un extraño refrito en el que la parte mayoritaria le corresponde a una versión muy libre -casi libertina- de la serie de Más allá del Sol, con el añadido torpemente soldado de una versión aligerada de la invasión sadrita narrada en la Saga de los Aznar. El guión es sumamente tosco, y poco se puede decir de él salvo que resulta curioso por lo desconocido del mismo... Y nada más, aún con la mejor de las voluntades.


Títulos publicados

1.- Atención... ¡Platillos volantes!    9.- El secreto de los marcianos.
2.- Rumbo a lo desconocido. 10.- Embajador en Arkrón.
3.- La raza que muere. 11.- El imperio Sol.
4.- Más allá del Sol. 12.- Con las horas contadas.
5.- El continente misterioso. 13.- Nueva amenaza.
6.- Tierra de pesadilla. 14.- Destructores de mundos.
7.- ¡Muerte al invasor! 15.- Comandos siderales.
8.- Guerra sin cuartel. 16.- La Tierra bajo el invasor.

Títulos de la edición francesa

19.- L’Omega.
20.- Attaque atomique.
21.- Le robot martien.
22.- La tour de la chauve-souris.
23.- Commando pour la Lune.


Publicado el 17-12-1999 en el Sitio de Ciencia Ficción
Actualizado el 28-3-2014