Intrusos siderales
La única novela que Enguídanos escribió para Bruguera, con el número 57 de la colección La conquista del espacio, lleva por título uno que ya utilizara el autor en una de las publicadas en Luchadores del espacio: Intrusos siderales. Y, como si esta coincidencia fuera un simple anuncio de lo que nos íbamos a encontrar, es fácil constatar, para alguien que conozca mínimamente el conjunto de la obra de Enguídanos, cómo esta novela no sólo es muy similar a otras suyas, sino cómo también nada original aporta a su bagaje creativo; de hecho, como analizaremos posteriormente, tiene bastante de autoplagio en relación con algunos antiguos títulos de Luchadores del espacio.
No se crea, no obstante, que la novela en cuestión es mala; muy al contrario el oficio de Enguídanos hace que sea bastante superior al promedio de una colección -la de Bruguera- caracterizada fundamentalmente por su mediocridad. Ignoro si Enguídanos sufrió las cortapisas y las presiones del director de la colección de las que tanto se lamenta Ángel Torres Quesada; en todo caso el estilo de la novela es el característico de las publicadas por este autor en la etapa postrera de Luchadores del espacio, diferenciándose de ellas quizá tan sólo en una ambientación más moderna, cosa completamente lógica por otro lado.
En lo que respecta al argumento, éste es también típico del autor: Comienza la narración cuando los radiotelescopios terrestres recogen una indescifrable emisión, primero de radio y posteriormente de televisión, de un objeto que procedente del espacio se dirige hacia nuestro planeta para establecerse finalmente en órbita en torno a él mientras un par de naves auxiliares se dedican a recorrerlo en viajes exploratorios. Una de ellas aterrizará en un aeródromo de California secuestrando allí a los protagonistas, una pareja de periodistas, a los cuales llevarán a su nave nodriza.
Una vez allí los terrestres serán requeridos para que enseñen su idioma a sus raptores, unos curiosos robots montados sobre una rueda en vez de sobre dos piernas calco absoluto de los seres similares creados por primera vez por Enguídanos en la última de las novelas de la Saga de los Aznar (Lucha a muerte) y posteriormente utilizados en El día que descubrimos la Tierra, una de sus postreras novelas. Cuando poco después consigan comunicarse al fin con sus captores, éstos les comunicarán que vienen en son de paz y que su deseo es estudiar la civilización terrestre, al tiempo que prometen devolverlos al lugar de donde fueron raptados (es decir, California) acompañados, eso sí, por uno de los tripulantes con objeto de que éste pueda continuar con el estudio del idioma.
Aterrizan, pues, a escasos kilómetros del lugar del que partieran, pero se encuentran con un inesperado problema: El ejército norteamericano, imbuido de una paranoia total con respecto a los visitantes extraterrestres, intenta por todos los medios la captura del robot que los acompaña. Momentáneamente escondidos en casa de un amigo del protagonista, el robot podrá continuar con sus estudios gracias a la amplia biblioteca existente en su refugio, al tiempo que explica a sus anfitriones que es en la astronave nodriza donde se encuentra el verdadero y único cerebro de la expedición, totalmente artificial por cierto, mientras que todos los robots que le acompañan son simples artefactos conectados por radio con el ordenador central.
Mientras tanto, los sabuesos militares han seguido el rastro del robot rodeando la casa en la que se refugia y conminándolo a entregarse. Éste, que no desea poner en peligro a sus amigos terrestres, obedece la orden de abandonar la vivienda pero, lejos de entregarse, se autodestruye. Acto seguido todos los que le habían acogido son detenidos y sometidos a cuarentena.
Desde su encierro, que comparten con un militar que les pone al corriente de la situación, descubren que los planes del ejército norteamericano pasan por destruir la gigantesca astronave, que está posada en la Antártida, mediante el empleo de misiles nucleares. Éstos son disparados desde submarinos cercanos, pero los extraterrestres -o, por hablar con más propiedad, el extraterrestre- los destruyen con toda facilidad antes de abandonar su refugio con destino al espacio.
La astronave se marcha a las profundidades del cosmos de donde procediera, pero antes de hacerlo emite un postrer mensaje con destino a la Tierra: Su misión era pacífica y tenía por único objeto la exploración del universo, e incluso podría haber proporcionado una importante ayuda tecnológica a nuestro planeta: Pero el estudio de nuestra historia a través de los libros leídos, junto con la irracional reacción de los terrestres al intentar destruirla, le había hecho concluir que nuestro planeta no estaba todavía lo suficientemente desarrollado como para que fuera positivo el contacto entre ambas civilizaciones. Nos abandona, pues, a nuestro propio destino ya que deberemos ser los terrestres quienes evolucionemos por nuestros propios medios.
Y eso es todo. Como ya comenté con anterioridad, esta novela es en su mayor parte una combinación de temas ya abordados por Enguídanos con anterioridad, y debe mucho en particular a un par de antiguas novelas: Un mensaje en el espacio (número 182 de Luchadores del espacio) y, fundamentalmente, El día que descubrimos la Tierra (número 221).
En la primera de ellas los responsables del antiguo proyecto Ozma entran en contacto radiofónico con una nave extraterrestre situada en órbita alrededor de nuestro planeta; la nave aterriza y de ella desciende un extraño ser que es recibido literalmente a cañonazos, por lo que éste decide volverse a su vehículo para marcharse rumbo a lugares más hospitalarios. Huelga decir que todo contacto ha sido imposible.
El día que descubrimos la Tierra aborda un tema similar pero con un par de curiosas variantes: En primer lugar los visitantes son un grupo de robots y no un ser vivo pero además, y aquí radica la originalidad de la novela, ésta está narrada no desde el punto de vista de los protagonistas terrestres, que también aquí son secuestrados para que les puedan enseñar el idioma, sino por los propios robots. Y, aunque en esta ocasión el encuentro no sea tan traumático, también son los extraterrestres tan mal y tan injustamente recibidos, que acaban viéndose obligados a marcharse por donde habían venido sin poder cumplir, salvo en parte, sus objetivos iniciales. Que Enguídanos se inspiró en esta novela para escribir Intrusos siderales es completamente evidente ya que, como quedó dicho, los robots de ambas obras son virtualmente idénticos, diferenciándose tan sólo en que en la antigua todos ellos son entidades individuales e inteligentes (aunque también aquí existe un ordenador central) mientras que en la segunda este ordenador central es la única inteligencia existente mientras los robots individuales son controlados por radio por ésta. Pero tanto los finales de ambas (y de Un mensaje en el espacio) como las correspondientes moralejas son, en la práctica, los mismos.
No quedan aquí las concomitancias con otras antiguas novelas, aunque conviene recordar que Enguídanos repetía frecuentemente argumentos parecidos a lo largo de toda su obra: Así, en títulos tales como Llegó de lejos (número 69 y una de sus mejores novelas) o Extraños en la Tierra (número 163) se vuelve a repetir el tema de los extraterrestres llegados a nuestro planeta con intenciones pacíficas que se ven obligados a partir por la hostilidad con la que son recibidos, aunque en estos dos casos se trata de seres humanos con los que la comunicación debería haber sido mucho mejor... Y lo es, aunque sólo para los protagonistas, que se acaban enamorando del o de la extraterrestre de turno. Por último, en Ellos están aquí (número 81 y novela curiosamente parecida al argumento de la primera versión de la película La cosa), el vehículo extraterrestre es derribado cuando sobrevuela las tierras polares y sus tripulantes acosados hasta morir sin que en ningún momento se intente siquiera el diálogo con ellos.
En resumen: Temas típicos de Enguídanos en esta su única novela publicada fuera de la colección Luchadores del espacio y última escrita fuera de la Saga de los Aznar, la cual no aporta nada nuevo al conjunto de su producción aunque, eso sí, tiene la calidad suficiente como para que pueda ser leída sin ningún tipo de problemas. Es una verdadera lástima que no continuara con esta iniciativa ni en la editorial Bruguera ni en la rediviva colección Luchadores del espacio en su segunda etapa; de haberlo hecho así, es muy probable que nos hubiera deleitado con algunos otros buenos relatos
Publicado el 6-11-1998 en el Sitio de Ciencia Ficción