“Ellos” están aquí




Número 81 de la colección y de nuevo una novela “moderna” después de la vuelta a sus orígenes que supuso la publicación de la trilogía de Heredó un mundo entre esta última y Llegó de lejos. También esta novela recuerda un tanto a una película contemporánea suya que alcanzó bastante éxito (La cosa, torpemente repetida bastantes años más tarde), la cual está basada a su vez en un relato de John W. Campbell (El enigma de otro mundo, si la memoria no me engaña); aunque, tal como ocurre en el caso de Llegó de lejos, la novela reúne los suficientes elementos originales como para que pueda ser descartada la posibilidad de un plagio, quedando patente eso sí que Enguídanos debía de conocer bastante bien la ciencia ficción norteamericana de su época, hecho éste ciertamente insólito dentro de los escritores de las colecciones populares de entonces.

Otro aspecto curioso de esta novela es que en ella Enguídanos presenta los extraterrestres más originales e interesantes de toda la ciencia ficción española, los cuales aprovecharía poco después para la propia Saga de los Aznar: Se trata de los sadritas, aunque obviamente no les da este nombre -ni ningún otro, por cierto, salvo el de “ellos” al que hace alusión el título. Por si fuera poco también aparecerá aquí por vez primera la famosa luz sólida con la que Enguídanos armaría a los aludidos sadritas y gracias a la cual estos seres pegarían una soberana paliza a los terrestres tan sólo unas cuantas novelas más tarde... De esta manera Enguídanos trasvasaría una vez más distintos elementos de unas novelas a otras, pero la singularidad de este caso consiste en que, al contrario de lo que era habitual, fue la propia Saga la que se benefició de este autoplagio. En cuanto a los extraterrestres, “ellos” o sadritas, son descritos como unos simples pulpos de pequeño tamaño que subsanan su endeblez fisiológica gracias a unos armazones de robots en cuyas cabezas se instalan manejándolos con sus tentáculos como cualquier ciudadano conduce su coche. Se trata, sin duda, de un planteamiento sumamente original al cual Enguídanos sacaría fruto en una de las entregas más entretenidas de la Saga.

En contraposición con la Saga, la narración de esta novela es mucho más modesta. Comienza la misma describiendo cómo una patrulla de aviación, en misión de rutina por los cielos de Alaska, detecta la presencia de un platillo volante que, obviamente, no se identifica. Atacado el platillo por los aviones éste es derribado, saltando sus ocupantes en paracaídas; el protagonista de la novela, que no es sino el jefe de la patrulla, se ve obligado asimismo a saltar en paracaídas consiguiendo apresar a uno de los extraterrestres, un tosco muñeco metálico que recuerda a un robot el cual, probablemente por un problema mecánico, es incapaz de poderse mover.

Ambos, protagonista y extraterrestre, serán rescatados mientras se busca al otro alienígena. Abierta la cabeza del muñeco los militares descubrirán con sorpresa que en su interior se alberga un pequeño pulpo que poco después morirá a consecuencia de la radiactividad emanada por el platillo al ser derribado por los aviones... Radiactividad que también habrá afectado al protagonista provocándole unas secuelas que nada bueno prometen. Mientras tanto el segundo robot es encontrado y trasladado a la base aérea pero, al contrario de lo que ocurre con su compañero, éste no sólo no da señales de haber muerto (el pulpo, se entiende), sino que cuando intentan abrirlo reaccionará violentamente poniendo en fuga a sus captores.

Acto seguido se armará un buen zipizape en la base, con el extraterrestre revolviéndola toda ella y los militares viéndose incapaces de destruirlo incluso con artillería pesada... Y por si fuera poco el robot saca una pistola de luz sólida y comienza a agujerear todo lo que se le pone por delante. A todo esto el protagonista descubre que está envenenado por la radiactividad y que morirá en unos cuantos días sin que nada ni nadie pueda evitarlo.

¿Qué busca el extraterrestre con tanto afán mientras se defiende de los ataques de los militares pero sin pasar realmente a la ofensiva? Los protagonistas deducen que intenta rescatar a su compañero, lo que les sugiere una trampa para intentar detenerlo: Puesto que su armadura ha demostrado ser virtualmente indestructible, tendrán que matarlo precisamente con su propia pistola. Para arrebatársela colocarán en un lugar bien visible el cadáver del segundo extraterrestre esperando que, al menos durante unos momentos, abandone la pistola para auxiliarlo; el protagonista aguardará escondido a que esta circunstancia se produzca para, apoderándose del extraño arma, dispararle con ella. La idea es arriesgada y reviste un gran peligro para su ejecutor, pero al fin y al cabo está desahuciado y nada tiene pues que perder.

La celada se desarrollará tal como había sido planeada y el protagonista matará al enemigo con su propia pistola, encontrándose de paso con algo que no esperaba: Ignorando que su compañero ha fallecido, el extraterrestre sacará de su armadura una especie de jeringuilla con la que pretendía inyectarle un líquido. Suponiendo que pudiera tratarse de una droga contra la radiactividad es utilizada con el protagonista... Curando a éste de su enfermedad. Así pues, la novela termina con un comentario que el autor pone en boca de uno de los personajes acerca del inevitable contacto que tarde o temprano tendrá la humanidad con seres extraterrestres, contacto del que este incidente habrá sido sólo un prólogo.


Publicado el 1-11-1998 en el Sitio de Ciencia Ficción