Llegó de lejos




Número 69 de la colección y, sin ningún género de dudas, una de las mejores novelas escritas no ya por Enguídanos, sino incluso por todos los escritores españoles de ciencia ficción. Magnífica en su contenido dentro de los relativamente tópicos esquemas en los que se mueve, Llegó de lejos es decididamente una pequeña obra maestra que además recuerda enormemente a los argumentos de las películas norteamericanas de ciencia ficción de su época, de una de las cuales podría haber sido perfectamente el guión. Ya he comentado en diversas ocasiones que Enguídanos debía de conocer razonablemente bien la ciencia ficción norteamericana (en literatura y en cine) que entonces llegaba todavía con cuentagotas a España, ya que la influencia de la misma en su obra resulta ser en ocasiones innegable; esta circunstancia, unida a la cuidadosa coherencia científica que Enguídanos acostumbraba a dar a su obra, es lo que le diferencia de la mayor parte de sus compañeros de colección, todos los cuales parecían rivalizar en la escritura de burradas lo más delirantes posibles.

En concreto existe una película de 1951, titulada en español como Ultimátum a la Tierra, que presenta una innegable similitud, al menos en ciertos aspectos, con nuestra novelita... Aunque no se puede hablar en modo alguno de plagio ya que Llegó de lejos presenta los suficientes rasgos propios como para ser tachada de original y no de una simple copia. Otra anécdota relativa a esta novela es el hecho de que, cuando en los años setenta Enguídanos reemprendió la tarea de continuar la interrumpida Saga de los Aznar, aprovechó la trama de la misma para, modificándola, convertirla en una entrega más de la ya renqueante serie, concretamente la que hace el número 49 y lleva por título La otra Tierra. Probablemente todo se debió a que el infernal ritmo de publicación de las novelas debió de agotar la inventiva de este fecundo escritor, razón por la que llegó a autoplagiarse de una manera descarada. La novela, en concreto, perdió mucho con la manipulación, con lo que no se puede decir que la iniciativa fuera en modo alguno afortunada... Recuerdo, además, que yo monté en cólera (debía de tener entonces diecisiete o dieciocho años) ya que de esta forma se esfumaba la posibilidad de reedición de la novela original tal como se había hecho con algunas otras, y que ni corto ni perezoso envié una indignadísima carta a la editorial protestando airadamente por lo que yo consideraba un atropello. La respuesta fue simple: La iniciativa había sido responsabilidad exclusiva del autor y la editorial la respetaba sin entrar a juzgarla, con lo que me quedé compuesto y sin novela. De todas formas, puesto que la colección tan sólo duró diez números más y no se reeditó ninguna otra novela, en la práctica hubiera dado exactamente lo mismo.

Pasemos al argumento. Una joven periodista que está intentando hacer méritos en su profesión visita de madrugada una comisaría de Nueva York en busca de posibles noticias, encontrándose con un presunto loco que dice proceder del espacio al tiempo que pide ayuda para dirigirse al edificio de las Naciones Unidas. Su misión, como confiesa ingenuamente a los policías, es la de solicitar asilo para su pueblo, errante por el universo desde que un cataclismo cósmico acabara con su planeta. A cambio de un pequeño territorio en el que poder residir prometen compartir sus elevados conocimientos técnicos con los terrestres, razón por la cual todos saldrían beneficiados con el acuerdo.

Los policías, claro está, no se creen ni una sola palabra de las dichas por el presunto loco, y la periodista tampoco... Pero rápidamente urde un plan que, piensa, puede resultarle beneficioso para su propia carrera: Ayudará al loco a escapar y, encerrándose ambos en un lugar secreto sólo conocido por el director del periódico, escribirá una serie en la que relatará las peripecias del presunto hombre espacial. Que todo sea una patraña no es algo que le importe en absoluto; la gente se matará por comprar los periódicos y su prestigio profesional subirá como la espuma. Puro periodismo amarillo, añado yo, pero el propio Hearts empezó así y no se puede decir que le fuera mal en absoluto.

La serie periodística será un éxito, pero las relaciones entre la protagonista y el presunto extraterrestre irán de mal en peor debido a que ésta no acaba de creerse la historia que ella misma ha ayudado a divulgar. De esta manera, y después de una agria discusión, la periodista retará a su huésped a que realice algo que pruebe la veracidad de sus afirmaciones; éste acepta prometiendo congelar la bahía de Nueva York en pleno verano, tras lo cual ambos se dirigirán a la redacción del periódico a comunicarlo. Allí, sin embargo, pasan varias cosas desagradables: En primer lugar el director del periódico se negará a continuar adelante con lo que él considera una farsa, pero para rematar la faena aparecerá la policía llevándose detenidos a ambos.

Tras un interrogatorio en el que el extraterrestre (a partir de ahora le llamaré así, puesto que lo era de verdad) sigue insistiendo en la veracidad de su historia, éste se entera de que nadie ha advertido a los neoyorquinos de la súbita ola de frío provocada por su astronave, por lo que es de suponer que muchas personas vayan a caer víctimas de la misma; atribulado por su error y por sus posiblemente funestas consecuencias escapará de la comisaría junto con su ya incondicional compañera en un intento desesperado de impedirlo. Lamentablemente llegará tarde y la gran helada se producirá al fin con todas las secuelas temidas.

Establecida ya sin ningún tipo de dudas la verdadera naturaleza del protagonista, éste pedirá ayuda a los suyos para salvar la vida a todas las personas afectadas por la ola de frío. Por supuesto que de paso se hará sumamente famoso, lo que le permitirá dirigirse finalmente a las Naciones Unidas solicitando asilo para su pueblo. Al llegar a este punto Enguídanos podría haber optado por lo fácil rematando su historia con un final feliz que contemplara la instalación de los extraterrestres en nuestro planeta así como el inicio de una edad de oro. Afortunadamente, su buen oficio le condujo por unos derroteros mucho menos novelescos pero infinitamente más realistas: asustados por el peligro potencial que pudiera suponer la vecindad de un pueblo tan avanzado tecnológicamente, los gobiernos terrestres negarán el asilo pedido prohibiendo a los visitantes entrar en nuestro planeta. Despechado a la par que sorprendido por la estupidez de los terrestres, el protagonista proclamará públicamente la renuncia explícita de su pueblo a la conquista violenta de la Tierra, optando por el contrario por la mucho más difícil alternativa de colonizar el moribundo Marte adaptándolo para la vida (terraformándolo, que hubiera dicho Asimov) tras una larga etapa de duro trabajo. De esta forma tan agridulce termina la novela, distanciándose así de los tópicos tan al uso en estas colecciones.

Un comentario me queda por hacer acerca de esta excelente novela: El uso que hace Enguídanos de alguno de los elementos habituales en la Saga de los Aznar, sin citar por supuesto a la misma pero aprovechándolos para describir la futurista tecnología del pueblo errante: Es el caso, por ejemplo, de la reducción de objetos y armas recién introducida en las entregas inmediatamente anteriores de la Saga, así como de los autoplanetas, aunque curiosamente no se describe nada parecido a la luz sólida dado que ésta aparecería con posterioridad. Asimismo se ve claramente que las descripciones que Enguídanos hace de la sociedad extraterrestre parecen calcadas de la valerana, hecho éste que quizá influyera en el posterior y torpe desmantelamiento de la novela para su inclusión en la Saga. De todos modos Enguídanos volvió a recurrir a este autoplagio en varias de sus novelas posteriores, lo que bien considerado no tiene por qué ser objeto de censura.


Publicado el 1-11-1998 en el Sitio de Ciencia Ficción