Embajador en Venus




Número 147 de la colección y cambio de Marte por Venus, aunque aquí sigue abogando Enguídanos por los matrimonios mixtos... Porque si en la novela anterior una terrestre acababa siendo emperatriz consorte de Marte, en esta ocasión es el protagonista masculino quien encontrará pareja en la reina venusiana. Por lo demás, Embajador en Venus tiene un argumento curiosamente parecido al de la conocida película 55 días en Pekín, sólo que trasplantado al planeta vecino, aunque los malos continúan siendo casualmente los chinos.

Comencemos con la narración. Venus ha sido visitado por los terrestres hace unos cuantos años y rápidamente han comenzado a emigrar a él millones de desharrapados hambrientos que se encuentran con un planeta virgen lleno de selvas tropicales y dinosaurios tal como mandan los tópicos de la colección... Y habitado por una raza humana poseedora de una cultura refinada pero carente de la más mínima tecnología. Aún más, los venusianos aborrecen con un fanatismo casi religioso todo cuanto pueda suponer el menor avance técnico.

En estas circunstancias es fácil suponer que los venusianos, que por la misma razón son pacifistas patológicos, se ven prontamente rebasados por las hordas de emigrantes terrestres que planean, tal como explícitamente apunta el autor, exterminarlos de forma similar a como se hizo con los pieles rojas norteamericanos. Para dar un poco más de dramatismo a la historia Enguídanos sitúa a la Tierra en una dura posguerra nuclear y enfrenta a los norteamericanos (los buenos) con los asiáticos en general (los malos), personalizados al principio de la novela como una mezcla de chinos, hindúes y ¡japoneses!, aunque al final tan sólo quedarán los chinos. Los rusos, curiosamente, no aparecen ni para bien ni para mal.

La situación, pues, no puede ser más crítica con los chinos amenazando con proclamar su independencia y los norteamericanos encontrándose con su embajador asesinado. Por petición personal de la reina venusiana es designado embajador un antiguo astronauta que fue el primer terrestre que pisó Venus y llegó a ser amigo de la familia real, y del cual como se sabrá más adelante se llegó a enamorar la reina cuando solamente era una princesa adolescente.

Llegado el protagonista a Venus, promete a la reina toda la ayuda que precise de los Estados Unidos, pero con la condición de que sean los propios venusianos los que empuñen las armas para expulsar a los invasores; vano esfuerzo, puesto que la reina invoca el pacifismo de sus súbditos al tiempo que afirma que su dios protector se encargará personalmente de combatir a los terrestres si no evacuan Venus una vez concluido un plazo de tiempo. Como es natural los norteamericanos no se creen una palabra de lo que interpretan como una muestra del fanatismo religioso, pero en esos momentos tienen algo más importante que hacer como es salvar a la reina del saqueo del palacio real y luego su propia embajada de los embates de los insurrectos. La situación no puede ser más crítica y consideran la posibilidad de una rendición, pero...

En la cúspide de la vacía pirámide del dios aparece su gigantesca figura, que es contemplada por ver primera por los ojos de los terrestres; pero no se trata de un ídolo de treinta metros de altura, sino de un sofisticadísimo robot que después de ciertas peripecias que contribuyen a dar acción a la novela (el protagonista salva in extremis a la reina de ser ahorcada) pondrá en fuga a los chinos permitiendo a los buenos (es decir, la reina y sus aliados norteamericanos) hacerse con el control de la situación en la capital del reino.

Al final se desvela el enigma: Los venusianos son los descendientes de una avanzadísima civilización que se acabó autodestruyendo a causa de sus rencillas internas agravadas por el empleo de su sofisticada tecnología. Un reducido grupo de supervivientes había llegado a Venus dos mil años atrás y había puesto los cimientos de una nueva sociedad de la cual intentaron suprimir los gérmenes que habían acabado provocando la catástrofe; fruto de ello eran su pacifismo visceral y su aversión hacia cualquier tipo de tecnología. Pero temerosos de que pese a todo pudiera surgir una crisis, los fundadores de la nueva sociedad venusiana construyeron doce robots que repartieron por las principales ciudades camuflándolos como efigies de su dios protector. Los reyes del planeta, constituidos en guardianes de la tecnología prohibida, tenían la potestad de recurrir a su ayuda cuando fuera necesario, como había ocurrido por vez primera desde la llegada de los terrestres.

La novela acaba presuponiendo que los venusianos conseguirán expulsar a los invasores restableciendo su idílica sociedad y manteniendo relaciones de igual a igual con las potencias terrestres; el secreto ya no es tal, pero servirá de aviso para evitar futuros errores. Y como ya quedó dicho, el protagonista se casará con la reina y colorín colorado...

Resulta curioso comprobar cómo Enguídanos utiliza en esta novela tópicos o elementos comunes extraídos de otras novelas suyas; además de la descripción del Venus tropical típico de toda la colección (y de muchos escritores de la época, incluido el mismísimo Asimov), la historia de los venusianos descendientes de una civilización extinta que renuncia a la tecnología está calcada de la de los saissais, los hombres azules de Venus que aparecen en las primeras novelas de la Saga de los Aznar, mientras la sociedad venusiana que encuentran los terrestres recuerda también bastante a la descrita en la trilogía de Heredó un mundo... de hecho, hasta nos encontramos con las aves prehistóricas que son utilizadas como monturas aladas. Por último, la idea del robot que es resucitado de su letargo, original al ser descrita en esta novela, sería retomada por Enguídanos en La momia de acero, última de sus novelas y última también de la colección. Por lo que se ve, a Enguídanos no le importaba autoplagiarse de vez en cuando.

Un último comentario me queda por hacer sobre esta entretenida novela: Embajador en Venus es una de las cinco novelas no relacionadas con la Saga de los Aznar (aquí incluyo también Robinsones cósmicos) que fueron reeditadas (sin tocar una coma) con ocasión de la continuación de la Saga, correspondiéndole el número 39.


Publicado el 6-11-1998 en el Sitio de Ciencia Ficción