Las estrellas amenazan




Número 176 de la colección y la última de las novelas independientes reeditadas en los años setenta, concretamente con el número 47. Muy apurado debía de andar entonces Enguídanos con la redacción de nuevos títulos de la saga de los Aznar, puesto que en ninguna de estas novelas se molestó en cambiar una sola coma, lo que en el caso de Las estrellas amenazan chirría ostensiblemente no por el argumento en sí, que seguía siendo perfectamente válido, sino por el prólogo en el cual el autor describe minuciosamente un proyecto lunar norteamericano que en nada se parece al histórico proyecto Apolo. Este gazapo, justificable en 1960 que es cuando fue publicada por vez primera la novela, resultaba inaceptable en 1976 por razones obvias, pero lo cierto es que al meticuloso Enguídanos se le pasó por alto a pesar de que hubiera bastado con modificar tres páginas convirtiendo el proyecto lunar en un satélite con destino a cualquier lugar.

En cualquier caso, vuelvo a repetir, este despiste no afecta en absoluto a la narración, que comienza como ya he comentado con el lanzamiento de un cohete desde la base de Cabo Cañaveral. Poco después del lanzamiento descubren que el cohete se ha desviado de su trayectoria, por lo que deciden destruirlo... Sin lograrlo, puesto que el cohete vuelve sobre sus pasos, sobrevuela la base y desaparece en el horizonte precipitándose sobre la tierra. Rápidamente salen a inspeccionar los responsables descubriendo que el cohete ha trazado una senda de fuego y destrucción antes de precipitarse en las aguas de un lago. Todavía están preguntándose cómo ha podido suceder una cosa así cuando reciben una comunicación: El cohete fue destruido y sus restos cayeron al mar.

¿Qué es, entonces, lo que se encuentra sumergido en el fondo del lago? ¿Un meteorito? ¿Una nave espacial? Es fácil imaginar la respuesta, y todavía queda más clara cuando del lago surgen primero un extraño globo que se queda flotando en su vertical y, más tarde, una legión de abejorros metálicos que son en realidad unos robots en miniatura.

La cosa se complica cuando se descubre que la misión de los abejorros es dispersar esporas que, una vez sembradas, dan origen a unos extraños seres vegetales que se comportan como si de animales se tratara, con una curiosa tendencia carnívora para más inri. Recupera así Enguídanos a unos de sus seres alienígenas más queridos, los hombres planta descritos con asiduidad en la saga de los Aznar y en alguna que otra novela suelta, aunque aquí concretamente el tratamiento que se hace de los mismos recuerda bastante al argumento de la conocida película La cosa (la primitiva, no la secuela moderna), basada a su vez en un relato de John W. Campbell.

Y además son bastante incordiantes, puesto que las pequeñas plantitas comienzan a crear problemas al devorar cuanto bicho viviente cae en sus manos, niños incluidos. Mientras tanto, en el lago se ha sacado a la orilla el platillo volante (pues eso es) y se trabaja para abrir la escotilla, que ha quedado fundida al casco a causa de la fricción de la atmósfera. Al final se consigue pero con resultados dramáticos: Sus dos tripulantes, hombres planta de talla superior a la humana, salen de la nave sembrando el terror hasta que finalmente son exterminados. Acto seguido su astronave se destruye y el globo se pierde en el espacio, con lo cual los terrestres se quedan con las ganas de saber de dónde proceden aunque sus intenciones eran claras: Sembrar de semejantes suyos amplias zonas del planeta como primer paso para una invasión, recurso que volverá a utilizar Enguídanos en su miniserie de Intrusos siderales, solo que aquí serán insectos en lugar de hombres planta.

Así termina la narración, dándose por supuesto que los pequeños hombres planta nacidos de las esporas serán exterminados, concluyendo con una afirmación que el autor pone en boca de los protagonistas acerca de que la Tierra deberá estar vigilante frente a futuros intentos de invasión por parte de seres extraterrestres... Con boda incluida, por supuesto, para rematar esta aventura de pura serie B a la americana.


Publicado el 6-11-1998 en el Sitio de Ciencia Ficción