Hombres en Marte
Número 232 de una colección que ya estaba agonizante, puesto que concluiría tan sólo dos ejemplares después. En esta novela Enguídanos vuelve a retomar buena parte de sus tópicos combinándolos de manera que el argumento puede parecer original: De Cita en la Luna copia el encuentro (accidentado, como cabe suponer) de astronautas rusos y norteamericanos llegados al mismo lugar con escasa diferencia de tiempo, y de Venus llama a la Tierra el invento del teletransportador a lo Star Trek, curioso precedente de la máquina karendón, todo ello sin contar la descripción que hace de un Marte inhabitable en la actualidad pero habitado por unos extintos marcianos que han dejado como testimonio de su paso por el planeta una grandiosas ruinas; planteamiento este último habitual en la mayor parte de sus novelas ambientadas en el vecino planeta a excepción, claro está, de aquéllas que, como Nosotros, los marcianos o El extraño viaje del doctor Main cuentan con marcianos vivitos y coleando.
La novela comienza describiendo el aterrizaje en Marte de la primera expedición norteamericana, compuesta por una astronave tripulada y un tren de tres astronaves de transporte que quedan ancladas en órbita de satélite mientras la primera desciende en el mismo lugar que varios meses antes lo han hecho los rusos. Aquí Enguídanos resuelve airosamente la incongruencia que se le coló en Cita en la Luna al hacer aterrizar a rusos y norteamericanos en el mismo punto de nuestro satélite; en realidad los protagonistas buscan expresamente descender a Marte justo donde lo hicieron los rusos puesto que éstos sufrieron una avería en sus astronaves y no pudieron retornar a la Tierra, por lo que pretenden rescatarlos si todavía continúan con vida. De paso los rusos aterrizaron junto a las ruinas de una gran ciudad marciana, lo que hace doblemente importante la elección del lugar.
Sin embargo, las cosas se complican cuando los astronautas rusos supervivientes secuestran a punta de pistola a parte de los norteamericanos exigiendo al jefe de la expedición, que es el protagonista, la entrega de la astronave a cambio de la vida de los rehenes; absurdo comportamiento de los náufragos frente a quienes en realidad vienen a rescatarlos, pero de no ser así seguramente no habría habido novela.
La mayor parte de la novela se consume en describir las escaramuzas que sostienen los rusos por un lado y los norteamericanos por otro, adobado todo ello con los ataques de la fauna marciana en los subterráneos inundados de la antigua ciudad. Finalmente el cabecilla de los rusos se hace con el control de la situación capturando a todos excepto a un norteamericano que custodia el cohete, volviendo a insistir en su petición bajo amenaza de asesinarlos a todos. Finalmente el protagonista logra escapar de su encierro y alcanza la astronave volviendo a insistir en sus términos: Entregará la astronave si se le permite hacer aterrizar las tres naves auxiliares que todavía continúan en órbita. El ruso se niega pues teme que esas naves estén repletas de soldados, pero finalmente el norteamericano se sale con la suya y las tres naves que constituyen la flotilla aterrizan junto a la principal. Acto seguido el protagonista entrega la astronave al ruso cumpliendo la promesa dada.
El acuerdo es aparentemente satisfactorio: Los rusos, o al menos sus cabecillas, desean huir a la Tierra (aunque no a la Unión Soviética) tras llenar las bodegas de la astronave con una gran cantidad de oro que han descubierto en la antigua ciudad marciana, oro que les servirá para llevar una existencia regalada en cualquier rincón del planeta. Los norteamericanos, por su parte, cuentan con realizar un experimento de teletransportación entre la Tierra y Marte aprovechando el equipo de los cohetes auxiliares, con lo que si da resultado no necesitarán ya ninguna astronave para volver a la Tierra... Pero el cabecilla ruso, siempre vengativo, descerraja un tiro al protagonista antes de huir en la astronave robada.
La situación es crítica, pues el protagonista ha sido alcanzado en un pulmón y morirá en un breve lapso de tiempo si no es atendido, lo cual no es posible en Marte. La única solución es enviarle por teletransportación a la Tierra saltándose los ensayos previos ya que no hay ningún tiempo que perder; nadie sabe si el experimento se saldará con éxito o si por el contrario fallecerá en el tránsito, pero no queda otra solución y se hace.
El viaje, huelga decirlo, se saldará con un éxito absoluto... Tan absoluto que el protagonista llegará a la Tierra no sólo entero sino también sano y salvo, puesto que al reordenarse sus dispersos átomos éstos se han olvidado de la herida que desgarraba su cuerpo. Se trata sin duda de una solución forzada y relativamente inverosímil (¿qué le pasaría en el tránsito a alguien operado de apendicitis?, por ejemplo), pero redondea la novela de una forma bastante efectiva. El protagonista se casa con la chica como está mandado y, como no podía ser de otra forma, los piratas rusos son capturados nada más poner pie en la Tierra, con lo que todo queda resuelto satisfactoriamente dejándonos Enguídanos con la miel en los labios de saber cómo se transforma la sociedad gracias al revolucionario invento de las cabinas teletransportadoras.
Publicado el 6-11-1998 en el Sitio de Ciencia Ficción