Sadritas
Desde mi punto de vista los sadritas, también llamados hombres de titanio por el autor debido a que este metal es el constituyente básico de su estructura molecular, son los seres extraterrestres más originales de toda la obra de Enguídanos. Descritos inicialmente en Ellos están aquí, una novela sin relación con la Saga, aunque en ella no llegan a ser citados por ningún nombre, los sadritas aparecen por vez primera en ésta en la novela ¡Luz sólida!, ya en las postrimerías de la primera parte de la Saga. Los sadritas son unos pequeños pulpos que compensan su debilidad física con una poderosa tecnología que les hace invencibles frente a los sorprendidos terrestres: Instalados en la cabeza de unos robots humanoides que les permiten realizar todas las operaciones que les estaban vedadas por su anatomía, pilotan unas endiabladas astronaves -los omegas- que son la desesperación de los astronautas terrestres y, sobre todo, poseen un arma que les hace invencibles: La luz sólida, una especie de rayos láser -aunque Enguídanos no le da este nombre principalmente porque cuando escribió estas novelas los láseres todavía no habían sido inventados- capaces de perforar la invulnerable dedona.
Dadas estas circunstancias no es de extrañar que el primer encuentro -hostil, por supuesto- entre terrestres y sadritas se salde con la victoria de estos últimos. ¡Luz sólida! describe como unos grandes autoplanetas tripulados por una raza desconocida aparecen repentinamente en el Sistema Solar dirigiéndose a Urano, planeta que conquistan con toda facilidad tras derrotar en toda regla a los sorprendidos terrestres. Poco después los autodenominados sadritas envían una embajada de paz afirmando que desean colonizar Urano, planeta inhabitable para los humanos, por lo que ambas razas pueden coexistir en paz.
Los terrestres, privados del auxilio de Valera, no tienen otro remedio que aceptar las condiciones que les han impuesto los invasores, pero saben que sus intenciones no son sinceras por un motivo: La bioquímica de los sadritas no se basa en el carbono ni en el silicio sino en el titanio, y la radiación solar resulta mortal para ellos. Al llegar aquí no puedo evitar la tentación de hacer un pequeño inciso: Mientras la existencia de seres vivos cuyo metabolismo está basado en el silicio es relativamente habitual en la ciencia ficción, idear una humanidad de titanio es por lo que yo sé una originalidad exclusiva de Enguídanos; claro está que se trata de algo totalmente imposible desde el punto de vista científico dado que el titanio es un metal que no forma cadenas moleculares, por lo que ignoro la razón por la que fue elegido por el autor de la Saga, aunque quizás pudiera deberse a que en las tablas periódicas antiguas, a diferencia de las actuales, el titanio aparece en la misma columna del carbono y el silicio justo debajo de ellos.
En cualquier caso, y prescindiendo de innecesarios escrúpulos científicos, lo cierto es que la aventura iniciada en ¡Luz sólida! y continuada en Hombres de titanio y ¡Ha muerto el Sol! es una de las partes más interesantes de la Saga. Mientras los científicos se reafirman en su opinión de que los sadritas sólo podrían vivir en el Sistema Solar transmutando el Sol en una estrella de helio mortal para los humanos, un comando dirigido por el hijo de Miguel Ángel Aznar, llamado también Miguel Ángel, consigue viajar a Urano y robar un proyector de luz sólida, lo que permite a los terrestres salvar la inferioridad militar en la que se encontraban. Tras otras peripecias similares finalmente, cuando los terrestres todavía no estaban preparados para expulsar a los sadritas del Sistema Solar, éstos consiguen transmutar el Sol haciendo chocar contra él un enorme astro artificial repleto de helio que, al pasar por las cercanías de la Tierra, provoca además la detención de su movimiento de rotación que hace que a partir de entonces el planeta muestre permanentemente un hemisferio al Sol mientras el opuesto se sume en una noche eterna.
La suerte está echada. Aunque consiguiera derrotar a los sadritas la humanidad ya no puede vivir en unos mundos que se han vuelto hostiles, por lo que los tres planetas que ésta habita -la Tierra, Marte y Venus- son evacuados en la tercera emigración masiva de la Saga. Antes de partir rumbo al exilio, bien a Redención bien a los planetas thorbods, la poderosa armada sideral terrestre se bate con la flota sadrita en un vano intento de venganza, aunque al quedar la batalla en tablas los humanos se ven obligados a abandonar su solar ancestral en manos de los sadritas.
Tras un par de novelas ambientadas respectivamente en los planetas thorbods y en los nahumitas, volvemos a encontrar a los sadritas en Regreso a la patria. Aniquilado por tercera y definitiva vez el imperio nahumita, Valera vuelve al Sistema Solar dispuesto a ajustar cuentas con aquéllos que habían expulsado a la humanidad del mismo. El poderoso autoplaneta, reforzado con una escuadra enviada desde Redención, batalla en una lucha sin cuartel contra sus feroces enemigos, a los cuales acaba derrotando a pesar de que éstos llegan a invadir el autoplaneta con tropas miniaturizadas, algo imposible para los humanos ya que la miniaturización tan profusamente utilizada para sus armas resulta mortal si es aplicada a los seres vivos. Sin embargo la victoria tiene un sabor amargo: El Sol de helio impide que la Tierra vuelva a ser colonizada de nuevo, por lo que Valera debe abandonar el Sistema Solar sin más satisfacción que la venganza.
Puesto que después de esta novela Enguídanos tan sólo escribió un episodio más de la Saga, ambientado en el retorno de Valera a Redención, los sadritas no volvieron a aparecer en la primera parte de la misma. Sin embargo el hecho de que siguieran siendo dueños y señores del Sistema Solar era una tentación demasiado fuerte, por lo que no es de extrañar que Enguídanos los rescatara en la continuación de la Saga de una forma mucho más natural -digamos que el guión exigía que los humanos los expulsaran de la Tierra- que la forzada manera en la que el autor recupera a los thorbods.
La novela en la que se narra el nuevo episodio bélico entre humanos -valeranos concretamente- y sadritas lleva por título ¡Conquistaremos la Tierra!, del cual podemos deducir las intenciones de los valeranos. Evidentemente esta vez van preparados: Un proyectil de reciente invención consigue transmutar de nuevo al Sol haciendo que éste vuelva a ser apto para la vida humana, mientras la atracción gravitatoria de Valera es aprovechada para hacer que la Tierra vuelva a girar de nuevo sobre su eje haciendo pasar al planetillo por las proximidades del planeta.
En los varios miles de años transcurridos desde la anterior visita de Valera los sadritas se han expandido por todos los planetas del Sistema Solar -Enguídanos cita a la Tierra, Venus, Marte y Ganímedes, pero no curiosamente a Urano- y han olvidado la amenaza de un retorno de los humanos confiados en que la inhabitabilidad de la Tierra haría prevalecer la lógica sobre la venganza... Pero se equivocan completamente, y sus divisiones internas -su sociedad está fragmentada en multitud de estados rivales- dificultan la defensa contra el invasor. Asimismo tampoco muestran, al menos en un principio, la menor innovación técnica, ya que sus ataques contra Valera se desarrollan exactamente igual que en las guerras anteriores, a base de oleadas de omegas armados con proyectores de luz sólida.
A pesar de todo sí guardan ases en la manga, y aunque la Armada valerana se adueña con facilidad del espacio, el ejército de ocupación que desembarca en la Tierra tropieza con muchos más inconvenientes de los esperados. Finalmente los valeranos descubren que los éxitos de sus rivales se deben al uso de unas armas miniatura -que no miniaturizadas, las cuales deben recuperar su tamaño para resultar efectivas- que traen en jaque a sus generales, aunque no son éstas lo más peligroso sino algo tan diabólico como la posesión mental, víctima de la cual es el propio hijo del superalmirante, que a punto está de asesinar a su propio padre.
La aventura, que transcurre en todo o en parte en las novelas ¡Conquistaremos la Tierra!, Puente de mando, Viajeros en el tiempo y Al otro lado del universo, concluye finalmente con la reconquista de la Tierra y el exterminio de los sadritas, al tiempo que el Sol vuelve a ser un astro benéfico para los humanos. Harán falta varios miles de años para que la Tierra pueda volver a ser habitada, pero la venganza ha sido satisfecha y los enemigos más irreconciliables de la humanidad desaparecen para siempre.
Quizá lo más curioso de todos los encuentros entre la humanidad y los sadritas sea el pulso mental que mantienen en Puente de mando Fidel Aznar y un sadrita prisionero. Puesto que los sadritas son telépatas y carecen de lenguaje hablado, la comunicación entre éstos y los terrestres ha sido prácticamente nula -a su llegada al Sistema Solar los hombres de titanio se habían comunicado con los humanos utilizando una máquina de escribir thorbod-, con lo cual su mente sigue siendo un auténtico enigma cuando tiene lugar la segunda llegada de Valera al Sistema Solar. Sin embargo Fidel Aznar es telépata, lo que le permite entrar en la mente de su rival aprovechando Enguídanos para hacer una descripción -la primera- de la mentalidad y la sociedad sadritas, con unas conclusiones totalmente negativas -los hombres de titanio son la maldad personificada- incluso para alguien tan benévolo en sus apreciaciones como el propio Fidel Aznar. Así pues Enguídanos, que en esta segunda parte de la Saga suele tratar con bastante respeto a la mayor parte de las razas rivales de los humanos, aquí no se molesta en revestir a los sadritas con el menor atributo positivo; aunque bien pensado tampoco le hacía falta, puesto que se los quita de encima de forma definitiva.
Publicado el 11-1-1999 en el Sitio de Ciencia Ficción