El coloso en rebeldía





Después de un largo viaje de cuarenta años en un autoplaneta cedido por sus amigos nahumitas, bautizado con el nombre de Rayo en homenaje al mítico navío que construyera su glorioso antepasado, Miguel Ángel Aznar y sus compañeros llegan por fin al Reino del Sol, comunicando confiadamente por radio su identidad. La emisión es recogida por una base avanzada radicada en el helado Plutón, pero la guarnición que la custodia dista mucho de mostrar alegría por la sorprendente noticia; muy al contrario, les ordenan detenerse para proceder a su identificación, algo que desconcierta a los ufanos exiliados. Por fortuna para ellos, consiguen interceptar un mensaje enviado por la base de Plutón a las guarniciones acantonadas en las regiones que deben atravesar para llegar hasta la Tierra, en el que se ordena destruir el autoplaneta y asesinar a todos sus tripulantes.

Esta noticia les sume en la perplejidad al tiempo que les hace pensar que los Balmer pudieran estar detrás de todo ello, sospechas que se acrecientan tras descubrir que Valera, lejos de haber partido rumbo a alguna misión tal como es habitual, permanece en órbita en torno a la Tierra convertido en su segunda Luna. Para colmo de desdichas tampoco resulta posible dejar atrás el Sistema Solar y seguir adelante camino de Redención, puesto que después de tan largo viaje y del incremento de la población del Rayo hasta las veinte mil personas, varias veces más de los que partieran de Nahum, las reservas de alimentos del autoplaneta están prácticamente agotadas.

La inquietud prende en los ánimos de los fugitivos, máxime cuando los detectores del autoplaneta avisan de la presencia de una poderosa flota estelar de cinco mil buques decidida a interceptarlo. Poco después el almirante de la flota enemiga -no puede ser considerada de otra manera- se pone en contacto con Miguel Ángel Aznar, confirmando sus peores temores: A la llegada de Valera al Sistema Solar, doscientos años atrás, los insurrectos Balmer, temiendo el castigo de las autoridades terrestres, habían dado un golpe de estado derrocando el gobierno legítimo y constituyendo una férrea dictadura convertida en el imperio Balmer. En tales circunstancias, la captura del joven Aznar equivaldría a una sentencia de muerte.

Ante esta comprometida situación las opiniones se dividen. Algunos, como el propio José Luis Balmer, estiman que lo más sensato es la rendición, sacrificando a su cuñado a cambio de salvar las vidas del resto. Miguel Ángel Aznar, por el contrario, es partidario de plantar cara, confiando en que el revolucionario invento del profesor Valdivia, las armas miniaturizadas, sea desconocido por sus enemigos. Finalmente es el criterio de este último el que se impone y, tras una breve batalla sideral, la flota Balmer es barrida del mapa por la exigua dotación -tan sólo un par de centenares de destructores- del Rayo, dotados no obstante de una potencia de fuego muy superior a la de sus enemigos gracias a su arma secreta.

Sin embargo, pese a esta rotunda victoria la situación de los protagonistas sigue siendo sumamente comprometida. Los Balmer cuentan con unas fuerzas armadas infinitamente superiores a la pequeña guarnición del autoplaneta, con lo cual un enfrentamiento cuerpo a cuerpo acabaría saldándose tarde o temprano con la derrota de este último. Por esta razón, Miguel Ángel Aznar decide evacuar el Rayo embarcando a sus ocupantes en los doscientos destructores, los cuales se escabullen entre los anillos de Saturno en busca de refugio. Más adelante ya se verá la forma de infiltrarse subrepticiamente en la Tierra, algo impensable con un navío de veinte kilómetros de diámetro. Esta evacuación general tan sólo cuenta con una excepción: José Luis Balmer, acompañado de su esposa, su hija y su suegra, es decir, la hermana, la sobrina y la madre de Miguel Ángel Aznar, seguirán viaje en el autoplaneta hasta las cercanías de la Tierra, donde se entregarán a los Balmer en la confianza de que, dado su apellido, respetarán sus vidas, salvándose así del azaroso futuro que les esperaría al lado del ex-superalmirante valerano.

Así ocurre, siendo recibido José Luis Balmer por el lejano pariente suyo que ahora se proclama emperador, hecho que aprovecha Enguídanos para pintar el anacrónico imperio Balmer con unos tintes que tienen más de estrafalario que de sombrío, y que en todo caso sirven para contrastar su torvo régimen con la benévola autocracia aznarista. Interrogado por sus captores, el cuñado de Miguel Ángel Aznar no sólo salva la vida, sino que incluso es encumbrado, sin pedirlo siquiera, a la nobleza de nuevo cuño que ahora rige los destinos del Sistema Solar, algo que le desagrada profundamente y le hace lamentar su decisión una vez que ésta no tiene ya remedio.

Mientras tanto, pese a haberse considerado el laberinto de los anillos saturnianos como un escondite razonablemente seguro, el destructor que comanda Miguel Ángel Aznar se da de bruces con otro, presumiblemente enemigo. Ambas naves traban combate y, gracias de nuevo a la superioridad que le otorgan los torpedos miniaturizados, es el buque enemigo el que sale peor parado al quedar completamente destrozado. El caudillo valerano da órdenes de rescatar a media docena de náufragos supervivientes y, cuando éstos son llevados a presencia suya, descubre con sorpresa que no se trata de miembros de la Armada Balmer, sino de fugitivos leales al legítimo y derrocado gobierno terrestre, perseguidos como alimañas por sus tenaces enemigos.

Este descubrimiento sorprende a Miguel Ángel Aznar, el cual no duda un solo segundo en pensar en ellos como en unos aliados potenciales. Lamentablemente sus prisioneros no piensan lo mismo ya que, como ellos mismos manifiestan, han sido varias las veces que los Balmer han pretendido engañarlos con falsos señuelos con objeto de exterminarlos de forma definitiva, sin lograrlo hasta el momento pese a lo cual su situación actual no puede ser más desesperada. ¿Quién les garantiza que ese que afirma ser el mismísimo Miguel Ángel Aznar en persona no es sino un impostor producto de una nueva treta de sus enemigos?

Por fortuna Miguel Ángel Aznar cuenta con argumentos sobrados para convencerlos, siendo el principal de ellos su arma secreta, es decir, la técnica de miniaturización de objetos. Vencidas las reticencias de sus interlocutores, el caudillo valerano se encuentra con el auxilio de unos aliados entusiastas cuyas magras fuerzas, no obstante, resultan insuficientes para sus deseos de derrocar a los Balmer, ya que en conjunto las fuerzas rebeldes no pasan de contar con un puñado de unos miles de viejos buques de guerra, apenas nada frente al abrumador número de navíos de la Armada Imperial, estimado en unos diez millones de unidades. Por si fuera poco los rebeldes no están unidos, sino que cada cual sobrevive como buenamente puede saqueando de vez en cuando las bases y las líneas de comunicaciones imperiales con objeto de proveerse de las mínimas provisiones para subsistir. De hecho, si no fuera por la incuria de sus enemigos, más interesados en sus luchas intestinas que en acabar con estos molestos, aunque insignificantes, rivales, haría ya mucho que hubieran desaparecido.

Miguel Ángel Aznar, por su parte, cuenta con una poderosa herramienta en su poder que sin embargo no puede aprovechar en todas sus posibilidades, ya que de poco le sirve poder miniaturizar las armas si no dispone de un suministro de las mismas, ya que tienen que haber sido construidas por métodos convencionales previamente a ser reducidas de tamaño... y ni él ni sus recientes aliados cuentan con un número suficiente de torpedos robot como para poder hacer frente al enemigo común con unas mínimas garantías de éxito.

Pero el joven Aznar no es alguien que se arredre ante las dificultades. Y, puesto que no les queda otra opción que la de intentar saquear algún arsenal enemigo, decide hacerlo a lo grande proponiendo nada menos que asaltar el propio Valera, sede del poder Balmer y donde hasta el propio emperador tiene asentada su estrambótica corte.

Dicho y hecho. Rápidamente organizan un grupo de comandos que, encabezados por Miguel Ángel Aznar, embarcan en una flotilla de destructores que los acercan lo máximo posible a la órbita terrestre sin ser interceptados por las naves enemigas, para desde allí volar por sus propios medios -con los backs adosados a sus trajes espaciales- hasta la superficie de Valera, confiando en que por su pequeño tamaño no sean descubiertos antes de tiempo. Estos comandos serán la avanzadilla encargada de abrir paso a un grupo más numeroso cuya misión será la de apoderarse de la sala de control del autoplaneta.

Se trata sin duda de una misión tremendamente arriesgada, pero Miguel Ángel Aznar cuenta con la baza de la sorpresa. Por fortuna su pequeña tropa puede transportar consigo todo un arsenal miniaturizado con armas de todo tipo, las cuales les proporcionarán una potencia de fuego, si es que consiguen alcanzar su objetivo, insospechada hasta entonces.

Por suerte consiguen aterrizar sin percances en la cara oscura de Valera y, amparados por las sombras, logran forzar la trampilla que protege uno de los numerosos silos lanzatorpedos que erizan la superficie del planetillo, lo cual les abre camino hasta su protegido interior. Cuando sus compañeros llegan el paso está ya expedito, y aunque se ven obligados a librar una batalla contra sus defensores, tardíamente enterados de la sigilosa invasión, gracias a su superioridad armamentística consiguen rechazar a sus enemigos penetrando como una tromba en el corazón del territorio enemigo.

Tal como esperara Miguel Ángel Aznar la sorpresa juega a favor suyo, lo que les permite hacerse fuertes en el mismo corazón de Nuevo Madrid, rebautizada por los usurpadores como Nuevo Washington; capturan el ostentoso palacio imperial, hacen prisionero al emperador Jorge VIII Balmer y abordan el asalto de la protegida sala de control, la cual consiguen expugnar tras unos feroces combates.

El primer asalto ha terminado con la victoria de Miguel Ángel Aznar y sus aliados, pero la suerte de la guerra dista mucho de estar resuelta. Para empezar, aunque ha conquistado el autoplaneta, el antiguo superalmirante se encuentra con que la sala de control, que es lo mismo que decir el corazón de Valera, ha resultado destrozada, y no dispone ni de medios ni de hombres suficientes para repararla. Asimismo su control del planetillo no deja de ser precario, primero porque setenta de sus ochenta millones de habitantes son Balmer de las capas más altas de la jerarquía imperial, lo que les convierte en una quinta columna en potencia, y segundo porque la poderosa flota estelar enemiga merodea por los alrededores sometiéndoles a un estrecho cerco que impide que la flota leal, mucho más menguada que la de los sitiadores, pueda refugiarse en el interior de Valera. Y puesto que el profesor Valdivia, el único capaz de poner en funcionamiento las máquinas reductoras, se encuentra precisamente en esa flota, de poco le sirve a Miguel Ángel Aznar disponer de los ingentes arsenales del autoplaneta si no le resulta posible reducir los torpedos, algo imprescindible para deshacerse de la Armada Imperial.

La situación es, pues, de tablas con los dos enemigos acechándose mutuamente sin decidirse a tomar la iniciativa, aunque el tiempo juega en contra de las fuerzas leales al antiguo superalmirante valerano, el cual finalmente decide expulsar del autoplaneta a todos los potenciales enemigos Balmer mientras en la Tierra y el resto de los planetas habitados del Sistema Solar comienzan a estallar rebeliones contra su tiránico régimen. En medio de tantas tribulaciones al menos encuentra Miguel Ángel Aznar una satisfacción, la reconciliación con su cuñado José Luis Balmer, el cual a esas alturas está ya completamente asqueado del disparate -en palabras suyas- de la dictadura puesta en pie por los miembros de su tribu, reuniéndose también con el resto de sus familiares que le acompañaran.

Dos meses más tarde la tensa tregua es rota por la flota aliada, formada por los destructores del Rayo y los buques de los rebeldes al régimen imperial, la cual ataca a la desesperada a las muy superiores fuerzas enemigas para desesperación de Miguel Ángel Aznar, que desde su refugio de Valera ve con desesperación, a la par que con impotencia al no poder auxiliarlos salvo con un pequeño grupo de astronaves apresuradamente artilladas, como sus fuerzas leales están siendo barridas por los buques enemigos. Finalmente, y tras cruentos combates, los diezmados supervivientes consiguen refugiarse en Valera; entre ellos está su suegro el profesor Valdivia, el cual ha logrado llegar hasta allí sano y salvo gracias al sacrificio de un gran número de camaradas suyos.

Por fortuna el profesor ha traído con él los planos de sus maravillosas máquinas, las cuales comienzan a ser construidas de inmediato aprovechando el poderoso equipamiento industrial del autoplaneta, y tan sólo dos semanas más tarde comienzan a ser reducidos los torpedos conservados en los arsenales, al tiempo que otros equipos se dedican a reparar los destrozos causados durante el asalto y a recuperar cuantas astronaves de la guarnición sea posible. Mientras tanto los Balmer, que han nombrado un nuevo emperador, sofocan a sangre y fuego las múltiples insurrecciones que estallan por doquier, para desesperación de Miguel Ángel Aznar que no puede hacer nada por impedirlo.

Finalmente, con los buques de su exigua flota provistos de un número suficiente de torpedos miniaturizados para hacer frente a su poderoso enemigo, Miguel Ángel Aznar ordena que salga al espacio lanzando un ultimátum a sus enemigos. Éstos no se arredran y, pese a las advertencias del joven Aznar que intenta evitar un holocausto, entran en combate prefiriendo morir antes que caer derrotados por el último vástago de la tribu rival. La batalla, por llamarla de alguna manera, se salda con la derrota total y absoluta de un imperio que ya es historia.

En esta ocasión las diferencias existentes entre las dos versiones se limitan, al igual que en las anteriores novelas, a algunos ligeros retoques en las distintas cifras que da el autor, aunque la revisión de las mismas no debió de ser demasiado estricta ya que en la nueva versión aparece alguna que otra incongruencia inexistente en la antigua.



Publicado el 28-10-1998 en el Sitio de Ciencia Ficción
Actualizado el 4-2-2007