El enigma de los hombres planta
Comienza la novela original (o termina la segunda edición de la anterior) con la ya comentada fuga de Miguel Ángel Aznar y sus compañeros en el platillo volante capturado a los thorbods, aunque pronto tienen que alterar sus planes al tropezarse con un segundo platillo enemigo. Por fortuna Miguel Ángel Aznar consigue engañar a su tripulación y, haciéndose pasar por el desaparecido oficial thorbod que comandaba la escuadrilla, les ordena a desembarcar en el solar de la destruida colonia en busca de posibles supervivientes, tras lo cual los aniquilan con las armas del vehículo apresado. No obstante, antes ha conseguido arrancarles una importante información: al parecer, una columna de fugitivos ha logrado salvarse de la hecatombe atómica refugiándose en las ruinas de una antigua ciudad thorbod.
Imbuidos por un soplo de esperanza al descubrir la existencia de supervivientes, Miguel Ángel Aznar y sus camaradas, siempre acompañados por la leal Amatifu, se dirigen con los dos platillos volantes a las ruinas de la ciudad muerta. Apenas son un puñado de cinco mil personas comparadas con el millón y medio de víctimas del artero ataque nuclear, pero les reciben con esperanza dado que están siendo hostigados por hordas de hombres vegetales similares a los que surgieran en la Tierra tras la contaminación radiactiva de la atmósfera provocada por los nahumitas. Feroces hasta límites inconcebibles y voraces antropófagos, estos hombres planta a los que hace alusión el título resultan ser unos rivales extremadamente peligrosos, y la incertidumbre de los valeranos se incrementa todavía más cuando descubren que algunos de ellos llevan adosado a su cuerpo algo que parece ser un receptor de radio directamente conectado con sus rudimentarios cerebros. Asimismo, Miguel Ángel Aznar recibe una noticia esperanzadora: al parecer José Luis Balmer y el resto de los miembros de su familia (Estrella, la hermana de Miguel Ángel y esposa de José Luis; la hija de ambos y doña Mercedes Aznar, madre de los dos hermanos), hostigados por los exiliados al considerar a éste culpable de sus desgracias, se habían visto obligados a huir de la colonia poco antes de que ésta fuera arrasada, lo que le hace concebir esperanzas de que pudieran seguir con vida.
Pero las tribulaciones de los supervivientes no han hecho sino comenzar. La sospecha de que, pese a la marcha del autoplaneta thorbod, todavía podrían quedar fuerzas enemigas en el planeta Exilo, se convierte en certeza cuando, examinando un mapa encontrado en uno de los platillos volantes, consiguen descubrir la presumible ubicación de una base thorbod, el cráter de un antiguo volcán apagado que resulta ser el mejor camuflaje posible para que ésta pueda pasar desapercibida ante los ojos ajenos. Esta última pieza permite encajar el rompecabezas de los hasta entonces misteriosos planes de los thorbods: con toda probabilidad tras sojuzgar a la humanidad nahumita primero, y a la terrestre después, contarán con volver a sus planetas nativos, en los cuales han mantenido oculta su presencia durante siglos (de ahí la construcción de un autoplaneta que simulaba ser un satélite natural y el perfecto camuflaje de sus bases situadas en suelo firme) para evitar que nadie pudiera sospechar siquiera su resurgir antes de tiempo.
En cuanto a los hombres planta controlados por radio, está claro que su misión es la de ser utilizados como una infantería ciega y sin el menor temor a la muerte, a la par que fácil de crear (basta con sembrar sus semillas, como con cualquier vegetal normal) y de reponer por muy elevadas que pudieran resultar sus bajas. Asimismo, estos nuevos aliados permitirán a los thorbods soslayar lo que hasta ahora había sido su principal incapacidad frente a los humanos, su bajísimo índice de natalidad que les impedía recuperarse demográficamente después de un conflicto bélico con la misma rapidez que terrestres o nahumitas.
Ante una amenaza de tal magnitud, Miguel Ángel Aznar decide enviar al menos uno de los dos platillos volantes a Nahum para advertir del peligro que representa la rediviva Bestia Gris no sólo para esos mundos, sino también para la desprevenida Tierra; y como el pequeño vehículo carece de autonomía suficiente para realizar un viaje tan prolongado, el joven caudillo confía en que sus amigos de Bagoah puedan suministrarles un navío capaz de realizar tan largo viaje.
Dado que no resultaría posible apiñar a los cinco mil supervivientes en el reducido espacio habitable de los dos platillos volantes, urge buscar un refugio más seguro que la ciudad abandonada donde ahora se encuentran, ya que ésta será con toda probabilidad uno de los primeros lugares inspeccionados por la Bestia Gris cuando, tras percatarse de la pérdida de sus dos naves, alcance a sospechar la existencia de supervivientes valeranos. Tras un breve conciliábulo con sus colaboradores y con la leal Amatifu, Miguel Ángel Aznar decide trasladarse junto con toda su gente hasta una remota aldea tributaria de la reina nativa que, por estar situada en un apartado y difícilmente accesible territorio montañoso, parece ser un buen lugar para mantenerse a salvo de la persecución de sus enemigos.
Miguel Ángel Aznar, acompañado por Amatifu y varios de sus más directos colaboradores, se traslada a la aldea aborigen en uno de los platillos volantes, donde se reúne con el otro aparato que, tras explorar la zona donde presuntamente se habían refugiado sus familiares, ha conseguido encontrarlos, rescatándolos a todos ellos sanos y salvos. Unidos por el infortunio común, ambos cuñados sellarán su reconciliación definitiva. En cuanto al resto de los miembros de la pequeña colonia, se verán obligados a desplazarse a pie a través de la selva para alcanzar el refugio, lo que finalmente logran hacer tras un penoso periplo no sin que varios centenares de ellos sean víctimas de los ataques de los feroces hombres planta.
Una vez todos reunidos en su nuevo asentamiento, Miguel Ángel Aznar dispone que uno de los dos platillos volantes, con una mínima tripulación a bordo para poder racionar convenientemente los alimentos, parta hacia los planetas de Nahum tal como había sido previsto, mientras el otro es ocultado para evitar que pueda ser detectado por los radares de los thorbods y parcialmente desmantelado con objeto de poder aprovechar sus componentes para las necesidades más perentorias de la colonia, en especial la pila atómica como fuente energética1; puesto que su estancia en Exilo se prevé prolongada, si no definitiva, será necesario hacer todo lo posible por que ésta pueda resultar lo más llevadera posible.
Por supuesto el joven valerano cuenta con el auxilio de los indígenas para poder salir adelante, no sin algún que otro roce con las amazonas puesto que, dado su rígido matriarcado, éstas no admiten que se les haga trabajar de forma idéntica a como lo hacen los hombres; pero Amatifu, que está enamorada de él, le supone un apoyo fundamental para sus planes.
Éstos no son otros que los de construir armas suficientes para equipar con ella a todos los valeranos supervivientes y asaltar la base thorbod intentando apoderarse de alguna astronave con la suficiente capacidad como para conducirles fuera de esa ratonera. La tarea impuesta resulta ser titánica, primero porque la base enemiga se halla a varios centenares de kilómetros de distancia debiéndose atravesar a pie, hasta llegar allí, varias inmensas cordilleras y selvas tropicales no menos peligrosas al estar infestadas de hombres planta, y segundo porque sus reducidas posibilidades, aun aprovechando varios yacimientos metálicos existentes en las proximidades de su campamento, no les permitirán fabricar más que anticuadas armas explosivas con las que poco podrían hacer frente a los rayos Z, las ametralladoras atómicas y las escafandras de diamantina del enemigo... pero Miguel Ángel Aznar cuenta con que el factor sorpresa juegue a su favor, y sus compatriotas, sin la menor excepción, están dispuesto a apoyarle hasta la muerte.
Con el paso del tiempo los valeranos conseguirán construir un razonable y práctico, aunque primitivo, arsenal con el cual se arman antes de partir camino de la lejana base thorbod que constituye su objetivo. Amatifu y sus amazonas les acompañan hasta el límite de su territorio, pero al llegar allí han de abandonarles so pena de ser atacados por las tribus locales. Cuando Miguel Ángel intenta despedirse de ella, ésta le dice que le ama y le pide que le deje acompañarlo; pese a que el valerano le advierte que nunca podrá corresponderla al estar casado con otra mujer de la que todavía está enamorado -por Ambar-, la amazona persiste en su petición, a lo que finalmente accede el otrora superalmirante.
El último recorrido de su viaje, ya si la escolta nativa a excepción de la reina, se realiza de forma penosa debido al acoso de los hombres planta, pero finalmente unos exhaustos valeranos consiguen llegar hasta la falda del volcán bajo el cual se camuflan los hombres grises y, tras una búsqueda minuciosa, consiguen dar con un túnel que conduce al interior de la guarida enemiga. El túnel da paso a una escalera que, descendiendo por una galería, va a desembocar a una vasta mina subterránea donde legiones de hombres planta esclavos de los thorbods trabajan atareados arrancando y transportando mineral hacia las entrañas de la tierra. En algún lugar tiene que haber un camino que conduzca hacia la base, pero los valeranos no saben donde puede estar y además no podrían recorrer el recinto sin ser descubiertos por sus enemigos.
Pero algo tienen que hacer puesto que los cuatro mil supervivientes se encuentran en una ratonera, y con la audacia que da la desesperación finalmente se lanzan hacia donde suponen que debería estar su ansiado destino... y encuentran un nuevo túnel que desciende todavía más hacia las profundidades del antiguo volcán, pero son descubiertos por los hombres planta y su recorrido por las instalaciones mineras se convierte en una épica lucha contra sus atacantes a los que, pese a todo pronóstico, consiguen mantener a raya hasta que logran escabullirse por su refugio.
El nuevo túnel conduce efectivamente a un amplio hangar donde se alinean no sólo docenas de platillos volantes, sino también varias grandes astronaves idóneas para sus propósitos. Pero el factor sorpresa ha desaparecido ya, y la guarnición thorbod que custodia los buques les recibe con unas armas atómicas frente a las que poco pueden hacer con sus pobres armas de pólvora. Por fortuna los thorbods son pocos y, a costa de grandes sacrificios, consiguen llegar hasta las escotillas de una de las grandes naves, penetrando en su interior mientras Miguel Ángel Aznar y un puñado de valientes cubren la retirada de sus compañeros gracias a la munición atómica hallada en la santabárbara de la nave, compatible con sus armas gracias a la previsión con que éstas fueron fabricadas.
No sin haberse dejado atrás un buen número de víctimas, los desesperados valeranos logran hacer despegar la nave huyendo de la base, y del planeta Exilo, en busca de la libertad.
A diferencia de Motín en Valera, en la segunda edición de El enigma de los hombres planta Enguídanos efectuó bastantes más cambios, aunque éstos no afectan por lo general al fondo del relato. Suprimido el capítulo inicial al ser éste añadido a Motín en Valera, la novela empieza ahora en lo que antes era el capítulo segundo, cuando Miguel Ángel Aznar, a bordo de los dos platillos volantes capturados a los hombres grises, llega hasta la ciudad abandonada en busca de los supervivientes valeranos. Además de este traslado, el autor elimina varios párrafos enteros poco importantes uno por uno, pero que en su conjunto suponen un total de varias páginas, todo ello para hacer sitio presumiblemente a la detallada descripción que se hace ahora de la épica marcha de los supervivientes valeranos a través de la selva huyendo del acoso de los hombres planta, marcha que se resuelve de una manera bastante sucinta en la versión antigua.
Otra modificación relativamente importante, esta vez justificada por la pretensión de evitar una cierta incoherencia del relato original, es que en la nueva versión no es uno, sino los dos platillos volantes, los que parten en dirección a Nahum, lo que evita a Miguel Ángel Aznar el poco edificante ejemplo que da al trasladarse por vía aérea a la aldea de las amazonas mientras sus esforzados compañeros necesitan varias semanas de agotador camino a pie a través de la selva, acosados sin descanso por los hombres planta, para alcanzar idéntica meta; ahora, por el contrario, el joven Aznar comparte las penalidades con sus compañeros. Y, puesto que no disponen de la pila atómica del segundo platillo como fuente energética para construir las armas, la solución que da Enguídanos es la construcción de una presa que les proporciona energía hidroeléctrica. Por el contrario, la parte final de la novela en la que se relata la nueva marcha por la selva camino de la base thorbod y la captura de la astronave con la que huyen de Exilo no presenta diferencias significativas.
1 En la segunda versión ambos platillos volantes son enviados hacia Nahum. En la primera, por el contrario, tan sólo uno realiza el viaje, mientras el segundo se desmantela para aprovechar la fuente energética de sus motores. Por lo demás, este cambio no afecta a la trama.
Publicado el 28-10-1998 en el Sitio de Ciencia
Ficción
Actualizado el 5-11-2006