Los hombres de Venus





Ésta es la primera novela de la Saga y, como tal, le corresponde el número 1 en ambas ediciones. Como todo inicio de una serie resulta ser interesante su comparación con el conjunto de la obra, y aquí Pascual Enguídanos comienza sorprendiéndonos agradablemente al enlazar de forma elegante un comienzo verosímil de lo que se puede denominar una novela de aventuras, con lo que en los siguientes números derivaría hacia una verdadera epopeya galáctica. Al inicio de la novela nos encontramos con Miguel Ángel Aznar de Soto, un teniente de las Fuerzas Aéreas norteamericanas, veterano de la II Guerra Mundial, que es destinado a pilotar el avión que transporta a los miembros de una inexistente agencia de la ONU -la Astral Information Office- encargada de investigar la aparición de unos extraños aparatos voladores en una remota región del Himalaya. Para salvar el evidente obstáculo que suponía contar con un protagonista español dentro de un entorno que sólo podía darse en Norteamérica -imperativos de la época, no más absurdos que la ridícula americanización de años posteriores-, el autor hace a Miguel Ángel norteamericano de nacionalidad pero español de origen, con lo cual todo queda arreglado.

El detonante de la misión, que los envía en primer lugar a la India, es la misteriosa desaparición de John Mitchel, un millonario norteamericano, y su hija Carol cuando volaban camino de Teherán, existiendo por medio una jugosa recompensa ofrecida por el hijo y hermano de ambos a quien sea capaz de dar noticias de los mismos. Finalmente varios meses después aparece el millonario completamente demente en mitad de la selva india mascullando de forma inarticulada la frase “Los hombres grises de Venus”. La hija sigue sin aparecer, y la recompensa continúa en pie.

Espoleados por el misterio y por rumores de la existencia de avistamientos de platillos volantes en las recónditas regiones del Himalaya, los expedicionarios viajan a Calcuta. Allí, mientras el profesor Louis Frederick Stefansson, jefe de la misión, procede a recabar información sobre el misterioso asunto, Miguel Ángel Aznar entra en contacto con Arthur Winfield, un ex-piloto de guerra antiguo compañero suyo que arrastra una vida de alcoholismo y mendicidad en Calcuta tras haber sido rechazado tiempo atrás por Carol Mitchel, hasta entonces prometida suya. Ambos amigos se trasladan al cuartucho donde reside Winfield con objeto de poder hablar con tranquilidad, encontrándose con la sorpresa de la visita de una anciana tibetana que jura ser Carol Mitchel. Ante las muestras de incredulidad de los dos pilotos, la mujer insiste en que fue secuestrada, junto con su padre, por órdenes de un tal doctor Mattox, siendo trasladados ambos a una remota región del Tíbet donde una reyezuela local (Sakya Kuku Nor) protegía al científico, el cual había procedido a un doble trasplante de cerebros entre ambas de forma que el cerebro de la joven millonaria se encontraba ahora recluido en el decrépito cuerpo de la anciana.

Todavía estaba intentando la mujer convencer a sus dos incrédulos interlocutores, cuando la brusca irrupción de un grupo de desconocidos provoca una batalla campal que se salda con el secuestro de la misma por parte de los intrusos, que dejan atrás, abandonados y doloridos, a los dos amigos. Éstos empiezan a sospechar la existencia de algo raro en todo este asunto, por lo que Miguel Ángel decide comunicarle la peripecia al profesor Stefansson. Éste muestra interés por el asunto y comienza a investigar por su cuenta, descubriendo que el misterioso profesor Mattox es un fugitivo de la justicia, que le persigue por realizar operaciones prohibidas tales como los trasplantes de cerebro. Asimismo este científico había pretendido tiempo atrás a la rica heredera, asumiendo con despecho el rechazo airado de la misma. Las piezas del rompecabezas comienzan a encajar entre sí, pero pese a los denodados esfuerzos del profesor Stefansson nadie parece conocer a la tal Sakya ni en Calcuta ni en Lhasa, la capital del Tíbet, a donde se desplazan los expedicionarios, acompañados por Arthur Winfield que se ha unido a ellos y por un guía local, siguiendo la nebulosa pista.

Finalmente, y a fuerza de preguntar, el profesor Stefansson consigue saber que, al parecer, en una remota aldea perdida en la inmensidad del Tíbet los lugareños habrían dado muerte a dos hombres grises tras abandonar, posiblemente a causa de una avería, el platillo volante que tripulaban. Inmediatamente los miembros de la Astral Information Office se dirigen hacia allí en su avión adaptado como hidroavión, aterrizando en el pequeño lago en cuyas orillas se asienta la aldea. Una vez desembarcados descubren con asombro que todos los habitantes de la misma, incluidos niños, mujeres y ancianos, han sido asesinados a tiros. La oportuna llegada de los únicos tres supervivientes, ausentes de la aldea durante la matanza, les permite saber que, efectivamente, dos extraños seres de color gris habían sido muertos por los lugareños y arrojados a un barranco cercano... Huelga decir que los norteamericanos se apresuran a buscarlos, descubriendo con asombro que se trata de dos humanoides extraterrestres procedentes de algún remoto lugar allende la atmósfera de nuestro planeta.

Cuando regresan a la aldea descubren con estupor la presencia de varios platillos volantes que, tras destruir su avión, les conminan a la rendición, a lo cual acceden ante la evidencia de la inutilidad de resistirse. Los pilotos de los platillos volantes son gigantes de piel gris y rasgos extraños similares a los de los dos muertos, pero vienen acompañados por un occidental que resulta ser el piloto del avión en el que viajaban John y Carol Mitchel al ser secuestrados. Los alienígenas, responsables de la matanza de la aldea tal como sabrán más tarde los protagonistas, asesinan a sangre fría a los tres tibetanos supervivientes, pero se llevan con ellos a todos los expedicionarios. Al parecer muestran un especial cuidado en mantener oculta su presencia en la Tierra, lo que augura un porvenir poco halagüeño a los prisioneros.

Una vez llegados al refugio de los hombres grises, comienza a desvelarse el misterio. Éstos, procedentes de Venus, son aliados de Sakya, la reyezuela local, la cual los protege y mantiene su presencia en secreto a cambio de una serie de beneficios proporcionados por sus huéspedes. Sakya acoge asimismo al doctor Mattox, y allí se encuentra prisionera Carol Mitchel... Resurgiendo de nuevo la rocambolesca historia de los trasplantes -presuntos o reales- de cerebro. La joven, que se apresura a entrar en contacto con su antiguo novio, asegura que el científico fingió realizar los trasplantes, pero sin llegarlos a hacer en realidad; no obstante, Carol Mitchel -o, por hablar con mayor propiedad, su cuerpo- finge ser la reina ante sus súbditos, los cuales la obedecen a pies juntillas, siendo ella a su vez prisionera de Mattox y los hombres grises. La verdadera Sakya -la anciana-, pasando por Carol Mitchel, habría huido del remoto valle llegando hasta Calcuta para intentar convencer, de forma infructuosa, a Arthur Winfield, siendo capturada por sus perseguidores y traída de nuevo allí.

Convencidos aparentemente por la elocuencia de la joven, a la par que aliviados, los protagonistas aceptan el ofrecimiento de ésta de huir todos ellos de allí, para lo cual cuentan con la ascendencia que Carol tiene sobre sus súbditos. La primera parte de la fuga se realiza con éxito, pero inesperadamente tropiezan con la anciana que, auxiliada por el piloto de los Mitchel, intenta convencerlos de nuevo de que los trasplantes de cerebro se llevaron realmente a cabo, proponiendo como prueba el examen de los cráneos de las dos mujeres que, de ser así, contarían con sendas cicatrices. La reacción de la joven resulta ser inusitadamente violenta y, tras rechazar de plano ser examinada, intenta asesinar a la anciana, provocando con su actitud que sea dada la alarma. Tras una refriega acabarán siendo todos ellos capturados por los hombres grises y embarcados en su astronave, siendo llevados prisioneros a Venus. Así termina el episodio original de esta novela, que será continuada en el siguiente ejemplar.

La segunda versión de Los hombres de Venus, ambientada veinte o veintitantos años más tarde que la original -justo la diferencia de tiempo existente entre ambas ediciones-, no presenta en su desarrollo demasiadas variaciones en relación con la anterior salvo en lo relativo al cambio drástico del final. Sí existe una minuciosa actualización de la narración, de forma que Miguel Ángel Aznar pasa de ser ex-combatiente de la II Guerra Mundial a serlo de la de Vietnam; el avión que utilizan para viajar al Himalaya es un modelo más moderno; el mechero de gasolina pasa a ser de gas... Lo que demuestra la meticulosidad de Pascual Enguídanos que, lejos de limitarse a una mera reedición de sus antiguas novelas, abordó el esfuerzo de modernizarlas y, desde su punto de vista, mejorarlas.

El episodio final de la novela, por el contrario, fue completamente modificado por el autor debido a que, como se verá más adelante, decidió suprimir por completo el primer viaje de los protagonistas a Venus en calidad de prisioneros de los hombres grises, o thorbods, aunque mantiene la intención de éstos de hacerlo acompañada por la explicación, inexistente en la primera edición, de que los thorbods llevaban años secuestrando humanos para emplearlos con fines desconocidos en su refugio venusiano. Así, la aparición de Carol Mitchel y el plan de fuga de los protagonistas resulta ser similar, pero aquí ya no aparece la anciana Sakya -Enguídanos pone en boca de uno de los protagonistas que fue asesinada en Calcuta el mismo día de su captura- y la fuga de todos ellos, incluyendo a Carol Mitchel y al propio piloto traidor, acaba saldándose con éxito; mientras parte de ellos, encabezados por Miguel Ángel Aznar, consiguen sabotear las instalaciones que los thorbods mantenían en el valle tibetano, el resto huye en la avioneta de los Mitchel. Finalmente unos y otros, tras una penosa marcha por el Himalaya, acaban reuniéndose en una población china, tras lo cual consiguen ser repatriados a los Estados Unidos. Evidentemente, en esta ocasión el ambiguo cambio de cerebros no resulta ser tal, sino una simple añagaza del renegado médico, conservando Carol Mitchel el cerebro en su verdadero cuerpo.

Una última diferencia es necesario reseñar entre ambas ediciones: El cambio de la portada original, obra de Lozano -curiosamente la única que este autor dibujó para la colección Luchadores del Espacio- por otra, tomada poco menos que al azar, del acervo de la extinta colección, concretamente la correspondiente al número 50, Avanzadilla a la Tierra, firmada por Larry Winters. Este fenómeno de fagocitación fue bastante frecuente en la reedición de las novelas de la Saga de los Aznar, convirtiéndose en habitual al iniciarse la edición de títulos inéditos una vez acabados los iniciales; por si fuera poco, a la pérdida de las portadas originales, muchas veces -aunque no siempre- representando escenas pertenecientes al argumento de las respectivas novelas, se sumó la mutilación inmisericorde de las mismas para adaptarlas al nuevo formato, con los resultados poco deseables que resulta fácil imaginar.



Publicado el 6-10-1998 en el Sitio de Ciencia Ficción
Actualizado el 29-9-2002