Falleció José García Saldaña
Fotografía de
Luis Alberto Cabrera
Éste es un artículo que hubiera querido no tener que escribir jamás, pero el destino ha querido que José García Saldaña se nos haya ido para siempre dejándonos un vacío que va a ser imposible cubrir. Así pues, con el dolor en el corazón me veo en el triste deber de expresar en unos breves renglones lo mucho que Pepe García -yo no puedo llamarle de otra manera- ha significado para mí.
A pesar de nuestra diferencia de edad -él podría haber sido holgadamente mi padre-, o quizá precisamente a causa de ello, nos unía desde hacía muchos años una profunda y sincera amistad a prueba de todos los vaivenes de la inconstante naturaleza humana. Yo veía en él no solamente un amigo, sino también un maestro, un ejemplo al que imitar; porque si bien ambos compartíamos una pasión en común por Alcalá, él era el espejo que marcaba el camino a seguir no sólo a mí, sino también a muchos otros de mi generación que pudimos avanzar en nuestra tarea gracias a los surcos que él había trazado en un terreno que hasta entonces había permanecido inculto.
Pero Pepe García no era sólo un gran alcalaíno; también era una gran persona, con un enorme corazón oculto tras una capa de aparente -sólo aparente- frialdad. Yo únicamente puedo mostrar agradecimiento hacia él, puesto que siempre que necesité algo me bastó con pedírselo -y en muchas ocasiones sin necesidad siquiera de ello- para que me proporcionara su ayuda. Y yo siempre le estaré agradecido y honraré públicamente su memoria.
Se nos ha ido de puntillas, calladamente, sin tiempo siquiera para despedirse. Yo había hablado con él la víspera, y habíamos quedado citados para el día siguiente en el bar de costumbre donde acostumbraba a tomar sus tres vinos -siempre tres y ni uno más- mientras charlábamos sobre cualquier tema objeto de nuestra conversación. Le había prometido enseñarle un trabajo publicado en las actas del V Encuentro de historiadores del valle del Henares que sabía sería de su interés, puesto que trataba de la parroquia de Santiago; pero no pudo ser. Fue ese aciago día, un sábado 7 de diciembre, cuando apenas una hora antes de la fijada para nuestra reunión me golpeó la aciaga noticia de que un traicionero infarto nos lo había arrebatado para siempre.
Descanse en paz José García Saldaña, en el convencimiento de que su vida no ha sido inútil; su familia, sus amigos y su Alcalá guardaremos siempre su recuerdo. Y si él se nos ha ido, al menos nadie nos podrá arrebatar jamás el fruto de tantos años de fecundo trabajo en pro de nuestra ciudad.
Ver también:
José García Saldaña
Cronista
García Saldaña
Documentos
olvidados II, de José García Saldaña
Publicado el 14-12-1996, en el nº 1.505 de
Puerta de Madrid
Actualizado el 11-3-2007