La España Artística y Monumental de Escosura y Villaamil
Vista del patio principal del Palacio del
Arzobispo,
en Alcalá de Henares, tomada desde uno de sus
lados
mayores, frente a la escalera
Tomo III - Cuaderno 3º - Estampa III
La cuarta y última lámina, dedicada al patio de Covarrubias, es desde mi punto de vista la más interesante de todas, al haber desaparecido este patio en el incendio de 1939. A ello se une una meticulosidad de Villaamil mucho mayor que en el resto de las láminas, dado que, tal como se puede comprobar en las numerosas fotografías que se conservan, el patio fue reproducido tal como era en realidad sin ningún tipo de modificación, distorsión o añadido, salvo los inevitables personajes que dan pintoresquismo a la escena y que en este caso más parecen andaluces extraídos de la Carmen de Bizet y Merimée que alcalaínos de la época. En cualquier caso, bien se le puede perdonar al pintor esta pequeña libertad al tiempo que disfrutamos del magnífico grabado.
Curiosamente otros dos pintores contemporáneos suyos, el inglés John Dobbin y Francisco Javier Parcerisa, nos dejaron también otras tantas visiones del patio, ambas asimismo fidedignas.
El texto de Escosura vuelve a recurrir a la narración histórica, martirio de los Santos Niños incluido, limitándose a describir muy brevemente el patio y haciendo alusión al prelado que lo mandó construir, Alfonso de Fonseca, pero no a quien lo labró, el prestigioso arquitecto y escultor Alonso de Covarrubias. Termina éste con la promesa de describir una vista detallada de la escalera que se abría en el patio, también de Covarrubias, la cual no llegó a ser publicada.
Así como el artículo correspondiente a la cuarta estampa del 2º cuaderno de este tercer tomo de la España Artística y Monumental dimos sucinta noticia de la historia arquitectónica del palacio arzobispal de la ciudad de Alcalá de Henares, vamos ahora, y antes de hacer algunas reflexiones sobre la excelencia artística de su grandioso principal patio, a referir con la brevedad conveniente el origen y progresos de la ciudad misma, considerada con relación al cuerpo de la universal Iglesia.
Según nuestro erudito y discretísimo P. Flórez, de cuyos doctos trabajos vamos a extractar estas líneas, la población que hoy llamamos Alcalá de Henares, y en lo antiguo fue conocida con el nombre de Compluto, debe reputarse fundación griega, pues en efecto su apellido, derivado de aquella lengua, significa lugar de riqueza, y se ajusta a la fertilidad de los campos que a la ciudad sirven de asiento. Éste, sin embargo, ha sufrido dos variaciones sucesivas y radicales ambas, pues en el origen Alcalá estuvo a una legua del sitio que hoy ocupa, del otro lado del río, en lo alto de la cuesta de Zulema, posición en aquellos tiempos, militarmente hablando, formidable, y de que los romanos obligaron a salir a los complutenses, calculando que en lo llano tendrían menos deseo y sobre todo menos facilidad para rebelarse contra su dominación. Abandonado en efecto el primer sitio, edificóse la ciudad en la misma orilla del río, en el paraje llamado Huerta de las Fuentes, donde permaneció hasta que, hallados los cuerpos de los mártires Justo y Pastor y fundada la basílica en que se custodian sus cuerpos y honra la Iglesia su memoria, pasaron los complutenses el Henares, y asentaron su pueblo sobre el lugar en que se verificó el martirio.
Justo y Pastor eran dos niños cristianos de siete años de edad el primero y nueve el segundo, que asistían a una escuela de primera enseñanza cuando, en el siglo III de nuestra Era pasó Daciano en persecución de los discípulos del Ungido, desde Zaragoza a Compluto directamente, sin detenerse en parte alguna; lo cual demuestra, así la importancia del pueblo, como el gran número de fieles que en él moraban.
Apenas hubo establecido allí su tribunal sangriento, acudieron los dos hermanos al pretorio, y espontáneamente se declararon cristianos; Daciano, tratándolos como a niños, aunque con harta severidad, mandó azotarlos duramente con varas. Ambos oyeron la sentencia no sólo intrépidos, sino tal vez gozosos; y Justo, el menor de ellos, hizo a su hermano, que por cierto no la había menester, una valerosa exhortación para que despreciase el dolor transitorio del suplicio, comparándolo con la inmensidad de la eterna recompensa que les aguardaba. Sufrieron pues uno y otro heroicamente la ejecución de la dura sentencia, confesando constante y enérgicamente la fe que tan hondas raíces había echado en sus tiernas almas; y exasperado el pretor con su constancia, mandó degollarlos, como se verificó, aunque fuera de la ciudad y ocultándose hasta los verdugos mismos, avergonzados de su bárbaro crimen.
Parece ser, aunque no consta evidentemente, que así que Daciano se retiró de Compluto, recogieron los cristianos los restos de los inocentes mártires y erigieron en el lugar del suplicio una iglesia con dos altares, uno sobre el cuerpo de Justo y otro sobre el de Pastor. Como quiera que sea, aunque no sólo sea difícil, sino hasta imposible, explicar la causa, el hecho es que a principios del siglo V se había perdido hasta la memoria del lugar en que yacían los santos cadáveres; cuya invención se debe, según el respetabilísimo testimonio de S. Ildefonso, al prelado toledano Asturio, que, en la época arriba mencionada tuvo revelación del caso, y marchó inmediatamente al paraje en que estaban las reliquias.
Atribúyese pues a Asturio la invención de éstas, la fundación del templo en que se veneran y el establecimiento de la silla complutense; porque no regresó ya más aquel prelado a Toledo, renunciando según conjeturas probables a su pontificado en ella, y teniéndosele desde entonces por el primer obispo complutense.
Desde Asturio a Novelo, obispo de Compluto el año 579, hay un vacío en la historia, y de éste sólo se sabe que, a pesar de los esfuerzos del arrano monarca Leovigildo, preservó a su iglesia de los efectos de aquella herejía; y desde éste hasta la invasión de los sarracenos consta la existencia de siete prelados sucesivos en la misma silla.
Compluto capituló con los moros, conservando el ejercicio de su religión y práctica del culto católico, por manera que, en la perdida de España, se salvó con otras aquella sede obispal.
En la época de la dominación de los moros trocó Compluto su nombre con el de Alcalá de Henares que hoy lleva y significa simplemente Castillo de Henares; porque en efecto los mahometanos construyeron una fortaleza en el altozano que hoy llaman de Alcalá la Vieja.
La historia eclesiástica de los mozárabes de Toledo, ni es de nuestra competencia, ni fuera posible hacerla sino fundada en escasos datos y aventuradas conjeturas; por lo cual terminaremos estos apuntes con decir que según los anales de Toledo, su arzobispo don Bernardo, que fue el primero después de la reconquista, sitió y tomó la ciudad Complutense el año 1118, agregándola a su diócesis, como lo está en el día; y privándola de la antigua honra de ser obispado especial.
Hablemos ya de nuestra estampa; el asunto que representa es una de aquellas obras magníficas del siglo XVI que, en los calamitosos tiempos que alcanzamos, van arruinándose en España por falta de cuidado y reparación.
Construido este palacio para habitación de los prelados metropolitanos de Toledo, aún descubre, a pesar de la incuria y del abandono en que yace, restos importantísimos para la historia del arte, y dignos por tanto de un estudio prolijo.
Compónese de cuatro grandes claustros en el primer cuerpo, y de igual número de espaciosas galerías en el segundo, sostenidos uno y otro por graciosas columnas adornadas de variados y elegantes capiteles jónicos y corintios alternados con mil adornos caprichosos, esculpidos en mármol blanco con delicadeza suma. La planta de este patio es la de un paralelogramo regular, que contiene diez espacios de longitud y siete de latitud. Los arcos del primer cuerpo son semicirculares y sumamente adornados, también de mármol blanco; en los lunetos de éstos se perciben escudos de armas que son las del arzobispo don Alfonso de Fonseca a quien por consiguiente debe atribuirse la fundación de esta parte del edificio; una cornisa tan poco saliente que casi pudiera llamarse arquitrabe separa el primero del segundo cuerpo, y sostiene una elegante y graciosa balaustrada de piedra calada con mil labores a manera de canastillos; siguen luego las columnas del segundo cuerpo, que sostienen unas impostas adornadas de ménsulas y medallones, también de mármol blanco, sobre las cuales estriba el cornisamento superior en cuyo friso se ven esparcidas cabecitas de alto relieve, y cuyo entablamento se halla ricamente entallado de obas, estrías y gotas, adornos todos imitados del arte griego.
Más adelante daremos una vista detallada de la hermosa escalera de este palacio (que está mejor conservada) y tiene mucha analogía con la del hospital de Santa Cruz de Toledo.
Publicado el 8-1-2015