La Magistral pintada por Manuel Laredo



No es éste el lugar más indicado, ni yo el experto, para glosar la biografía y la obra de Manuel Laredo, uno de tantos alcalaínos de vocación, que no de nacimiento, que contribuyeron a hacer mejor nuestra ciudad; pero sí deseo recoger aquí dos obras suyas de temática alcalaína de las cuales no tenía la menor noticia hasta que mi amigo Tomás Polo me llamó la atención sobre ellas.

Se trata de dos acuarelas de 25 × 35,5 cm., fechadas en 1875, que reproducen vistas parciales de la Magistral, ambas poco habituales, representando sendos elementos arquitectónicos y artísticos de los cuales uno ha desaparecido y el otro se conserva muy transformado, por lo que a su valor artístico, que lo tienen y no poco, se suma su interés documental, ya que Laredo los representó con total fidelidad salvo en algunos detalles muy concretos.

Todo empezó con una subasta realizada, el 3 de julio de 2018, por la madrileña Subastas Segre. Tal como suele ser habitual esta empresa editó un catálogo con las obras puestas a la venta, en el cual aparecían las dos acuarelas con un precio de salida -supongo que por el lote- de 600 euros. No tengo la menor noticia de cual fue el precio de compra final y mucho menos de quien fue su comprador, aunque considero que ha sido una lástima que éstas no pasaran a formar parte del patrimonio de la ciudad, pues ciertamente lo merecían.

Por fortuna contamos con sus fotografías, lo que nos permite al menos disfrutar del pincel de Laredo así como incrementar, siquiera levemente, el conocimiento gráfico de la Alcalá de la segunda mitad del siglo XIX, no por reciente relativamente poco conocida. Así pues, comencemos por la primera de ellas.


El callejón del Cristo de la Cadena




El ábside de la Magistral y el desaparecido callejón del Cristo de la Cadena


La primera es sin duda la más interesante desde el punto de vista urbanístico. La vista está tomada desde la esquina de la calle Escritorios, y refleja parcialmente el ábside de la Magistral junto con el desaparecido callejón del Cristo de la Cadena, por lo que antes de seguir adelante conviene hacer una pequeña descripción histórica. La plaza de los Santos Niños, tal como la conocemos, cuenta con poco más de cien años, ya que hasta finales del siglo XIX buena parte de su actual superficie estaba ocupada por edificios que fueron comprados uno a uno por el Ayuntamiento y derribados hasta dejar a la plaza tal como está ahora. También fueron demolidas, en todo o en parte, las viviendas que se encontraban en la acera opuesta de la calzada en un intento de alinear la actual calle del Cardenal Cisneros con la calle Mayor; aunque el proyecto no llegó a ser completado, razón por la que sobrevivió la Casa Tapón haciendo honor a su nombre, quedó como resto de la iniciativa el solar en el que hasta hace poco se ubicó la oficina de turismo, hoy ocupado por las dependencias del tren turístico.

Puesto que describo en un artículo esta actuación urbanística que supuso la desaparición de dos plazoletas -la de Abajo, en la confluencia de las calles Mayor, Escritorios, San Felipe y Empecinado, y la de los Santos Niños entre San Juan, Cardenal Cisneros y Tercia-, de la calle de los Bodegones -en los planos de la segunda mitad del siglo XIX aparece dedicada a Cisneros, nombre que se trasladó a la vecina de los Coches cuando fue incorporada a la nueva plaza- y del citado callejón del Cristo de la Cadena, no voy a extenderme más aquí describiendo el callejón y su entorno, aunque sí conviene hacerlo con el cuadro.

Tal como acabo de comentar Laredo reflejó este rincón con una precisión casi fotográfica, añadiendo como complemento, tal como solían hacer los pintores y los dibujantes de su época, varias figuras humanas para dar un aspecto costumbrista al cuadro. En este caso, nos encontramos con dos señoras saludadas por un militar junto a uno de los contrafuertes de la girola y con dos mendigos apoyados en los pilares que delimitaban la entrada al callejón, probablemente donde se colocaba la cadena que le daba nombre -había una segunda cadena en el otro extremo- impidiendo el tránsito por éste salvo para acceder a la Magistral, algo que creó roces entre el Cabildo y el Ayuntamiento al considerarlo este último una vía pública y no una propiedad privada.

Resulta sumamente interesante, puesto que no conozco ninguna otra representación gráfica suya, la vista del atrio que daba acceso a la puerta del crucero, la que ahora se abre a la plaza de los Santos Niños, que se apoyaba en la fachada de la Magistral y en la pared trasera del edificio situado enfrente, mientras en los laterales se abrían unos sencillos arcos de medio punto por los que se accedía a la Magistral. El atrio, con toda probabilidad un añadido a la Magistral en época indeterminada, estaba rematado por un sencillo tejado presumiblemente a tres aguas, con el vértice apoyado en la fachada de la Magistral.

No sin polémicas el atrio fue demolido a la par que los edificios en los que se apoyaba, quedando la fachada lateral de la Magistral exenta por vez primera en su historia frente a la amplia plaza que se abrió frente a ella. Pero para estos detalles les remito al artículo anteriormente citado.


La girola de la Magistral




La girola de la Magistal vista desde el lado del Evangelio


La segunda acuarela reproduce un motivo muy próximo al anterior pero en el interior de la Magistral, ya que corresponde a una vista parcial de la girola por el lado del Evangelio. Aunque la curva de la girola nos impide ver la parte opuesta, el cuadro aporta bastantes elementos de interés hoy desaparecidos y conocidos tan sólo -y no siempre- por antiguas fotografías en blanco y negro, ya que tanto la discutible restauración ejecutada por Luis María Cabello Lapiedra entre 1904 y 1931, como el incendio y saqueo que sufrió en julio de 1936, al que se sumó un abandono total durante la Guerra Civil, acabaron con la mayor parte de sus tesoros artísticos y arquitectónicos, que no eran pocos. Así, Cabello Lapiedra arrasó la práctica de las capillas que se abrían en la girola y en la nave del Evangelio respetando tan sólo las del lado de la Epístola, mientras los graves daños de 1936 afectaron a la práctica totalidad del templo.




Relieve de la puerta de entrada a la cripta por el lado del Evangelio


Veamos en detalle lo que quedó reflejado por el pincel de Laredo comparándolo con la situación actual, comenzando con la puerta de acceso a la cripta. Ésta no sufrió demasiados destrozos, e incluso el relieve que la corona, que representa a los Santos Niños frente al pretor Daciano, se conserva en bastante buen estado a diferencia de su compañero, el de la degollación, situado en la puerta opuesta.




Tapiz de Salomón y la Reina de Saba (desaparecido)


No ocurre lo mismo, por desgracia, otros muchos elementos del cuadro. De izquierda a derecha aparece en primer término un tapiz -aparentemente el de Salomón y la Reina de Saba- y más allá, intercalados entre las capillas, otros dos más de difícil identificación. El más cercano parece ser la Aparición de Dios a Salomón, mientras el tercero pertenecía probablemente a una serie de paisajes que, junto con la de la vida de Salomón y otra de temática mitológica e histórica, constituían la veintena -según algunos autores podrían haber sido más- de tapices con que contaba la Magistral hasta 1936, de los cuales no se conserva ni uno solo. Tan sólo disponemos de la fotografía de uno de los tapices paisajísticos, que no parece corresponderse con el pintado por Laredo.




Tapiz de la Aparición de Dios a Salomón (desaparecido)


Entre los dos primeros tapices, amontonados más que colocados por encima de las columnas, se encuentra el altar de San Juan Evangelista, situado en el eje de la girola frente al transparente del presbiterio. Este altar se conserva hoy en día prácticamente completo salvo escultura de su titular, pero es preferible comparar la representación de Laredo con una fotografía del Archivo Moreno (nº catálogo 36.202_B) por ser ésta anterior a la Guerra Civil y más cercana, por lo tanto, cronológicamente. Puede apreciarse la minuciosidad de Laredo pese a encontrarse este altar en un segundo plano del cuadro, cabiendo atribuir la ausencia del arco superior en la fotografía a las ya comentadas arbitrariedades de Cabello Lapiedra.


Altar de San Juan Evangelista. Izquierda, ampliación del cuadro de Laredo. Derecha, fotografía del Archivo Moreno

Más allá del altar de San Juan Evangelista, entre el segundo y el tercer tapiz, vemos una capilla cerrada con una hermosa reja, ambas arrasadas inmisericordemente por Cabello Lapiedra. Se trataba de la capilla de San Ildefonso, reemplazada por un retablo tras la intervención de este arquitecto y por un simple muro tras el incendio de 1936. En la última restauración se recuperó el arco original, pintándose en su interior un trampantojo representando la imposición de la casulla a San Ildefonso.

A la derecha del tapiz paisajístico, ya en el lado de la Epístola, se aprecia la mitad del arco de entrada de otra capilla, la de la Asunción, de mayor tamaño que la anterior. Tal como se aprecia en el parcelario de 1870, contaba incluso con sacristía propia. Puesto que corrió la misma suerte que su vecina tan sólo contamos con unas fotografías reproducidas por Pablo Cano en su completo ensayo1 publicado en el catálogo de la exposición conmemorativa del quinto centenario de la Magistral, aunque al tratarse de vistas generales de la nave de la Epístola no es posible apreciar demasiados detalles. Al igual que en el caso anterior en la última restauración se recuperó el arco y se decoró con un trampantojo de la Virgen de la Asunción. El muro del presbiterio oculta la otra mitad del arco de la capilla de la Asunción y el de la siguiente capilla, la de la Piedad, situada entre ésta y la sacristía y también desaparecida.


Vista lateral del presbiterio. Izquierda, ampliación del cuadro de Laredo con la reja desaparecida. Derecha, aspecto real

Donde el cuadro de Laredo no encaja con la realidad es en la representación parcial del muro del presbiterio entre la puerta de la cripta y la reja del crucero, ya que entre ambos elementos existe un amplio tramo ocupado en su mayor parte por otra reja lateral que, evidentemente, ha existido siempre. Aquí está claro que el artista se tomó la libertad de suprimir este tramo intermedio, comprimiendo el presbiterio, para poder representar la reja principal o, mejor dicho, una pequeña parte de ésta, que pintó con total minuciosidad.

Otro detalle discordante es el estrecho muro que aparece entre la columna y la reja, donde Laredo colocó un cuadro representando a la Virgen con el Niño. En realidad la reja se extiende hasta la columna, por lo que este muro no existe, y tampoco aparece en las fotografías antiguas anteriores a la restauración de Cabello Lapiedra, donde la única diferencia con su estado actual es que delante de ésta se alzaba un púlpito exento. Puesto que entre la fecha en la que fue pintado el cuadro y las fotografías no medió intervención alguna, y de haber tenido lugar ésta hubiera implicado una compleja reproducción de los barrotes del siglo XVI para completar el hueco, cabe deducir que se trató de otra licencia artística difícilmente explicable, ya que este añadido fruto exclusivo de su imaginación nada aporta al cuadro, que habría quedado mejor reproduciendo la columna, la reja y el púlpito tal como eran en realidad.

En cualquier caso, estos detalles no afectan en absoluto al interés documental de la acuarela ni, mucho menos, a su valor artístico.




1 Pablo Cano Sanz. Patrimonio perdido: bienes muebles en la Catedral Magistral de Alcalá de Henares hasta 1936. Catálogo de la exposición 500 años de la Magistral de Cisneros. Diócesis de Alcalá de Henares, 2015.


Publicado el 5-5-2021