¡Conquistaremos la Tierra!





Número 37 de la colección, ilustrado con la portada de Misterio en la Antártida, de Larry Winters, número 141 de la antigua colección. Comienza aquí un nuevo ciclo de la Saga describiéndose en él otra aventura de la humanidad, la reconquista del Sistema Solar en poder de los sadritas desde muchos milenios atrás. Recordemos que en la primera parte de la Saga de los Aznar los sadritas no sólo habían derrotado a los terrestres con la revolu­ciona­ria luz sólida, sino que también los habían expulsado del Sistema Solar al haber transmutado al Sol en una estrella mortal para la humanidad. No había sido ésta la primera ocasión, sino la tercera, en la que el hombre tenía que evacuar su planeta natal, la primera a causa de su derrota frente a la Bestia Gris y la segunda debido a la contaminación radiactiva provocada por los nahumitas; pero ambas habían tenido como colofón un retorno triunfal de la humanidad a su antigua patria.

Sin embargo, el intento de reconquista del Sistema Solar ocupado por los sadritas se había saldado con un fracaso absoluto sin que ni tan siquiera la poderosa maquinaria de guerra puesta en pie por Valera hubiera conseguido arrancar a la Tierra de las garras de los pequeños pulpos, tal como se describe en Regreso a la patria. Concluida inmediatamente después la Saga de los Aznar, la Tierra había quedado de esta manera fuera del imperio de los humanos; no es de extrañar, pues, que Enguídanos rescatara a los sadritas en la continuación de la Saga con objeto de saldar las viejas cuentas pendientes entre la humanidad y el más peligroso de sus enemigos.

¡Conquistaremos la Tierra! comienza no obstante con una larga introducción en la que el autor aprovecha para describir la colonización conjunta valerano-barpturana del inmenso Atolón, circunstancia que sirve para contrastar ambas culturas con unos resultados no demasiado brillantes para los valeranos, mucho menos civilizados que los evolucionados barpturanos. Han pasado veinticinco años desde que la máquina karendón devolviera a estos últimos a la vida y ambas civilizaciones han creado sus propias ciudades en la superficie del circumplaneta, al tiempo que comienza a producirse un intenso mestizaje entre ellas cuyo símbolo más llamativo es el propio Miguel Ángel Aznar, padre de dos hijos: Miguel Ángel, hijo de su primera esposa valerana, y Fidel, fruto de su posterior unión con la barpturana Yawna y poseedor por ello de las portentosas facultades parapsicológicas de esta raza. Debido a ello ambos hermanos no pueden ser más dispares: Miguel Ángel, heredero de todas las virtudes y todos los defectos de la dinastía de los Aznar, despunta ya como un joven oficial de la Armada valerana. Fidel, su contrapunto, ha profesado como monje en un monasterio bundo, comunidad donde se profesa la religión oficial barpturana, más un movimiento filosófico que una religión propiamente dicha, que recuerda a un budismo impregnado de fuertes dosis de pacifismo.

Mientras tanto, las circunstancias políticas han cambiado también de forma radical. Puesto que la mayor parte de la población valerana se ha asentado en el circumplaneta -tan sólo quedan en Valera algo más de veinte millones de habitantes de los casi doscientos que lo poblaban-, el gobierno de la república ha acabado trasladándose también al mismo, lo que permite la conversión del autoplaneta en lo que siempre fue durante la mayor parte de su historia: una unidad militar adscrita al gobierno de un planeta, la Tierra y Redención primero y Atolón ahora, concluyendo así su breve etapa como nación independiente. El almirante Aznar, convertido en un destacado político -llegó a ser presidente de Nueva Hispania, la nación fundada por los valeranos en el circumplaneta-, intenta convencer ahora a los gobernantes del nuevo estado para que Valera acometa la tarea pendiente de reconquistar la Tierra, lo cual consigue siendo nombrado además Almirante Mayor de Valera en lo que supone un retorno a la tradición secular del planetillo.

La tarea encomendada a Valera es ingente, pero para ello cuenta con dos importantísimas aportaciones: La máquina karendón que, mejorada por los técnicos valeranos, es capaz de reproducir cualquier cosa, desde alimentos hasta cruceros siderales, y las ondas gravitacionales, otro invento barpturano que permite no sólo anular la fuerza de la gravedad, sino también viajar por el hiperespacio acortando las siempre largas duraciones de las travesías interestelares. Además de ello la máquina karendón va a evitar uno de los principales problemas de las citadas travesías, el envejecimiento de los valeranos durante las décadas, e incluso los siglos, que duran las mismas, ya que bastará con desmaterializarlos al inicio del viaje, materializándolos de nuevo al final del mismo, para que la travesía se desarrolle sin que el tiempo haya transcurrido aparentemente para ellos. Y por supuesto Valera cuenta también con una imponente armada sideral capaz de plantar cara a los sadritas. Eso sí, el esfuerzo bélico corre a cargo exclusivamente de los valeranos y de sus hermanos asentados en el circumplaneta, ya que el pacifismo visceral de los barpturanos hace que éstos se desentiendan de una iniciativa que encuentran totalmente ilógica desde su punto de vista; disponiendo de la inmensidad del circumplaneta, ¿para qué embarcarse, se preguntan, en una incierta guerra por la conquista de unos planetas que son inhabitables para la especie humana? Pero los valeranos piensan de una manera muy distinta, y para ellos la reconquista del antiguo solar de la humanidad es una misión prioritaria. Esta diferencia de criterio se da incluso en la propia familia del Superalmirante ya que, mientras éste y su hijo mayor apoyan decididamente la expedición, Yawna y Fidel, como buenos barpturanos, se muestran opuestos a ella, aunque acceden a acompañarlos por amor a su esposo la primera, y a su padre el segundo.

Tras un largo viaje durante el cual, por vez primera, los valeranos permanecen desmaterializados en las máquinas karendón a excepción de un retén de mantenimiento renovado periódicamente, el autoplaneta llega finalmente a la Tierra aprestando su poderosa maquinaria militar al tiempo que todos sus habitantes son recuperados y movilizados. A las ya tradicionales armas ofensivas y defensivas de Valera -cruceros siderales, cazas delta, torpedos y proyectores de luz sólida- se suma ahora una innovación tomada de la tecnología barpturana, las ondas gravitacionales, capaces de convertirse en un muro infranqueable incluso frente a los más poderosos haces de luz sólida. Sobre todo ello está el proyectil solar, un enorme cilindro repleto de hidrógeno que, acelerado a velocidades relativistas, incrementará ingentemente su tamaño chocando contra el Sol, lo que ha de provocar según los cálculos de los científicos valeranos una nueva transmutación del astro a la inversa de la inducida milenios atrás por los sadritas, volviéndose de nuevo benéfico para los humanos a la par que mortal para los hombres de titanio.

Miguel Ángel Aznar Bogani, hijo del Almirante Mayor y protagonista principal de la narración, es materializado en vísperas de la transmutación solar, que tiene lugar con un éxito total. La primera batalla está ya ganada, pero todavía hay que batir a la imponente escuadra sideral sadrita amén de reconquistar la Tierra. El Almirante Mayor pone en alerta a la totalidad de sus fuerzas, pero espera pacientemente a que los sadritas tomen la iniciativa confiando en las defensas de Valera, que se presume invulnerables gracias al concurso de las ondas gravitacionales. Efectivamente sucede así y, cuando el autoplaneta sufre el feroz embate de oleadas de millones y millones de omegas enemigos, la victoria de los valeranos es absoluta. Dueño Valera del espacio y privados los sadritas de su flota, el ataque a las defensas de la Tierra se desarrolla asimismo de forma satisfactoria para los humanos, teniendo el joven Miguel Ángel Aznar una actuación destacada al mando de su crucero sideral. La humanidad está cada vez más cerca de reconquistar su solar patrio, cumpliendo así la firme promesa mantenida durante milenios de exilio.

Aunque esta nueva guerra contra los sadritas es planteada por Enguídanos con el mismo enfoque épico que los antiguos episodios de la Saga, en el trasfondo de la misma se descubren unos planteamientos morales impensables en las novelas de los años cincuenta: a pesar de ser los hombres de titanio los enemigos más irreconciliables de la humanidad y culpables de su exilio a causa de su artera transformación del Sol, Enguídanos pone en boca de los dos bapturanos que viajan en Valera, la esposa del Almirante Mayor y Fidel, el hijo de ambos, su rechazo a una acción de pura venganza que consideran innecesaria y cruel; habiendo en el circumplaneta espacio sobrado para toda la humanidad, ¿qué justificación existía para el aniquilamiento de una raza inteligente cuyo único fruto práctico sería la conquista de un pequeño planeta que tardaría muchos siglos en ser habitable de nuevo? Evidentemente los años no habían pasado en balde y Enguídanos, aun condicionado por la propia dinámica de su narración, comenzaba a evolucionar hacia planteamientos mucho menos belicistas y más acordes con los nuevos tiempos y con sus propios criterios, ya que según él mismo ha confesado jamás sintió demasiado entusiasmo por las facetas bélicas de su obra, que le vinieron impuestas por la editorial.

Cabe reseñar, asimismo, que en esta novela Enguídanos acaba de desarrollar los postulados que ya esbozara en las anteriores, describiendo cómo la máquina karendón se ha convertido ya en una parte fundamental de la sociedad valerana. Puesto que su uso implica también la materialización y desmaterialización de seres humanos, para evitarse problemas con la aparición de sosias múltiples recurre a una solución drástica, la de introducir el concepto del alma individual, lo que impediría que las sucesivas copias de una misma persona pudieran alentar vida; un alma, una persona, mientras el resto de las copias serían simples cadáveres. Paralelamente, y de acuerdo con el espíritu oriental que impregna a esta segunda parte de la Saga, el autor comienza a hablar también de la reencarnación de las almas, lo que andando el tiempo acabaría enredándole bastante.



Publicado el 28-10-1998 en el Sitio de Ciencia Ficción