El Imperio Milenario
Quizá uno de los aspectos más flojos de la Saga de los Aznar sea el hecho de que Enguídanos acostumbraba a dejar cabos sueltos que el lector se veía obligado a dar por supuestos. Esto ocurrió, por ejemplo, con los primitivos hombres azules de Venus, borrados de un plumazo sin la menor explicación, con los desterrados del motín valerano en la mayor parte de los planetas thorbods, o con la forma en la que dio por sobreentendido que la Tierra fue repoblada una vez desaparecida la radiactividad producida por el bombardeo de los nahumitas... Y en esta ocasión se olvida igualmente de la colonización del antiguo planeta thorbod por parte de los exiliados terrestres, la cual tendremos que dar por supuesta, comenzando la nueva novela con la llegada de los Aznar al sistema estelar nahumita... Donde las cosas no van precisamente bien.
Casi cincuenta años atrás, cuando Valera llegó al sistema nahumita, el poderoso autoplaneta había sufrido una humillante derrota a manos de la armada imperial. Consecuencia del desastre fue la caída de todo el Estado Mayor valerano y la subsiguiente implantación de un matriarcado en el planetillo por la nueva Almirante Mayor, Irene Dumont. Este medio siglo de frenético rearme no serviría de mucho en un segundo enfrentamiento, saldado asimismo con una derrota aún más severa que sólo la intervención a última hora de un puñado de omegas terrestres había evitado que se convirtiera en catástrofe.
Como era de suponer la llegada de los Aznar no se produce precisamente en el mejor momento; el matriarcado dominante, ahora bajo el mando de Irene Polaris, hija de Irene Dumont, se tambalea tras la derrota sufrida, víctima de las luchas intestinas y de la presión de la población masculina de Valera. Por si fuera poco la llegada al autoplaneta de una leyenda viva, el ex-superalmirante Aznar, no contribuye tampoco a apaciguar los ánimos sino más bien todo lo contrario, a pesar de los proclamados deseos del viejo caudillo de no intervenir en política, ya que tanto éste como su hijo son contactados por los cabecillas de la resistencia antifeminista ofreciéndoles encabezar la rebelión, a lo que ambos se niegan.
A lo que sí se ofrecen los Aznar es a poner a disposición de Irene Polaris las revolucionarias armas de las que son portadores, desconocidas para los nahumitas y por lo tanto susceptibles de dar la victoria a los valeranos. Así lo hacen, iniciándose un frenético rearme del planetillo con los nuevos proyectores de luz sólida y con los revolucionarios omega copiados a los sadritas. Poco después el joven Miguel Ángel Aznar parte de Valera al mando de una pequeña flota, la cual comenzará a traer en jaque a la poderosa armada sideral nahumita, completamente inerme ante las nuevas armas tal como lo estuvieran los terrestres en sus primeros enfrentamientos con los hombres de titanio.
Mientras tanto, en Valera se desatan los acontecimientos. Las luchas intestinas dentro de la cúpula gobernante, que fuerzan en un principio la destitución de Irene Polaris y su sustitución por una representante del ala dura, se saldan finalmente con la derrota de la oligarquía feminista y el nombramiento como Superalmirante del joven Aznar.
Pero cuando todo parece estar encarrilado, con las disensiones internas zanjadas en Valera y los nahumitas al borde de la derrota, el viejo Superalmirante Miguel Ángel Aznar Aznar marcha en secreto hacia Nahum en un intento desesperado por convencer a su hija de lo disparatado de su actitud, para desesperación de su hijo que teme, con razón, no volver a verle con vida.
El drama se saldará de forma semejante a los desenlaces de las tragedias griegas, con un final muy por encima de lo habitual en este tipo de novelas: Con el imperio nahumita al borde mismo del colapso, la cruel emperatriz manda trasplantar el cerebro de su padre al cuerpo de un gorila, lo cual acarrea la muerte del viejo caudillo apenas devuelto a Valera. Tan indigno crimen tendrá un justiciero castigo, siendo fusilada la emperatriz, una vez derrotado el imperio, por orden de su hermanastro.
También aquí incurre Enguídanos en una flagrante ambigüedad que no se molesta siquiera en explicar. En la novela El azote de la humanidad deja a Noreh, el planeta capital de los nahumitas, destruido y sin atmósfera; puesto que los otros planetas del antiguo imperio eran en realidad antiguas colonias que se habían liberado del yugo nahumita gracias a la ayuda de los valeranos, es de suponer que fueran muy escasos los nahumitas verdaderos que escaparan de la catástrofe, y desde luego completamente insuficientes para recomponer su sociedad. Por tal razón resulta difícil de explicar que el imperio nahumita haya podido resurgir de nuevo, ahora más fuerte que nunca, sin que en esta ocasión Enguídanos se moleste siquiera en distinguir entre los distintos planetas, que no se sabrá si vuelven a ser colonias de los nahumitas o incluso asiento de éstos, ya que tampoco existe la menor indicación acerca de si Noreh vuelve o no a ser habitable... Por lo demás, y haciendo estas salvedades, la novela es bastante buena.
Publicado el 28-10-1998 en el Sitio de Ciencia
Ficción
Actualizado el 5-2-2014