Exilados de la Tierra





Lástima. Después de tres novelas (las que relatan la llegada de los sadritas al sistema solar) de tan alto nivel, en ésta el interés de la Saga decae sin remedio... No, no es que esta novela esté mal, pero no está tan bien como las anteriores, y esto se nota.

Comienza la narración con la llegada de los exilados terrestres, comandados por los Aznar, al antiguo sistema solar thorbod, aquél en el que Miguel Ángel Aznar padre fuera abandonado por los valeranos. Al llegar allí descubren que cuatro de los cinco planetas antaño habitables han perdido sus atmósferas convirtiéndose en inhóspitas rocas carentes completamente de vida, mientras el quinto de ellos, Exilo -el mismo en el que habitara Miguel Ángel Aznar durante su forzado destierro-, sostiene una civilización heredera directa del antiguo matriarcado de las amazonas que ya conocieran los valeranos, aunque con el paso del tiempo esta cultura ha alcanzado ya un nivel tecnológico equivalente al de la Tierra de mediados del siglo XX.

Como sabrán más adelante los terrestres, poco después de que Miguel Ángel Aznar abandonara Nahum con destino a la Tierra los nahumitas organizaron una expedición de castigo contra los thorbods, la cual se saldó con la derrota de estos últimos al precio de consumar la destrucción de las atmósferas de cuatro de los cinco planetas del sistema.

Enviado Miguel Ángel Aznar hijo a realizar una exploración a Exilo junto con el capitán Abel Wantrous, éstos se encuentra con una cerrada hostilidad por parte de sus habitantes, que atacan sin contemplaciones y sin provocación previa al caza omega -un nuevo aparato volador diseñado siguiendo la tecnología sadrita- que éstos pilotan. Pese a que la diferencia tecnológica entre ambas culturas es abismal, un golpe de suerte de los nativos hace que el omega resulte seriamente dañado en sus propulsores, razón por la que sus ocupantes se ven obligados a aterrizar para reparar las averías.

Pero su problema sigue siendo la actitud hostil de los nativos, que con una tozudez que no deja de sorprender a los terrestres, están empeñados en exterminarlos. Cuando apenas han acabado de aterrizar en un lugar desierto y empiezan a reparar su vehículo, son atacados de nuevo, esta vez por una escuadrilla de toscos, pero no por ello menos peligrosos, aviones a reacción. Gracias a sus pistolas de luz sólida Miguel Ángel Aznar y su compañero consiguen derribar a varios de estos aparatos, capturando a uno de los pilotos que resulta ser, para sorpresa suya, una agraciada joven.

Puesto que ésta habla un idioma derivado del thorbod los terrestres consiguen comunicarse con ella, aunque de poco sirven sus reiteradas afirmaciones de que han llegado al planeta en son de paz. La muchacha, que experimenta hacia ellos un odio mortal, les tilda de girkas, al parecer unos enigmáticos invasores de raza humana -no se trata, pues, de thorbods- que periódicamente aparecen en Exilo, o Atioquita, como lo denominan los nativos, realizando razias en las cuales, aprovechándose de su superioridad tecnológica, capturan numerosos prisioneros que se llevan con ellos a un paradero desconocido.

De poco sirven las encendidas negativas de Miguel Ángel Aznar de que ellos nada tienen que ver con esos misteriosos invasores, pero lo cierto es que sus involuntarios anfitriones les temen sobremanera ya que, al realizar una exploración por las regiones más pobladas del planeta, comprueban cómo los habitantes de las ciudades las abandonan precipitadamente de forma masiva al descubrir la presencia del omega sobre su cielo.

Todavía se les complicarán más las cosas cuando, al decidir que ya cuentan con suficiente información para dar por terminada su exploración, les comunican desde su base de la llegada a ese sistema solar de una misteriosa flota a la cual los tres autoplanetas que componen la pequeña flotilla de los exilados terrestres han decidido evitar por precaución, instándoles a retornar de forma inmediata. Pero esto no es posible dado que el omega sigue teniendo mermada su capacidad de maniobra al no haber podido ser reparadas por completo sus averías, lo que le impide seguir a los autoplanetas en su huida, razón por la que Miguel Ángel Aznar y Abel Wantrous se ven forzados a permanecer en el planeta, a merced de sus propios medios, al menos de forma temporal.

Pero las sorpresas no acabarán ahí. Su prisionera, a la que han fingido permitir que se hiciera con el control de la situación con objeto de arrancarle la mayor cantidad posible de información, resulta ser nada menos que Milvana II, autotitulada reina de las amazonas y autoridad suprema de Nabestán, uno de los reinos en los que está fragmentado políticamente el planeta. Lamentablemente la situación se les escapa de las manos a los terrestres, de manera que Miguel Ángel Aznar acaba siendo capturado por su antigua prisionera y, lo que es todavía peor, su pistola de luz sólida cae en manos de los nativos. Aunque en un desesperado esfuerzo el terrestre intenta convencer a Milvana de la sinceridad de sus palabras, ésta desconfía de él lo suficiente como para mantenerlo cautivo, al tiempo que ordena que el arma sea estudiada por sus científicos.

Finalmente, y gracias a la ayuda de Wantrous, que había conseguido huir con el omega, Miguel Ángel Aznar conseguirá zafarse de sus captores, aunque a costa de dejar en su poder la codiciada pistola... lo cual, por razones de pura lógica, no es admisible para las autoridades de la colonia terrestre, no tanto por lo que pudieran hacer con ella las amazonas, carentes de la suficiente capacidad tecnológica para copiarla, sino por el fundado temor a que pudiera caer en manos de esos misteriosos girkas, nombre bajo el cual sospechan que pueda encontrarse una fuerza expedicionaria nahumita, lo cual si podría acabar resultando extremadamente peligroso. Así pues, Wantrous comunica a Miguel Ángel Aznar que ha recibido órdenes de recuperar la pistola a cualquier precio o, si esto no es posible, de destruirla sin pararse en contemplaciones de ningún tipo. Sin embargo Miguel Ángel Aznar, aun reconociendo el riesgo que supone dejarles en posesión del arma, se niega a arrasar el castillo en el que está refugiada Milvana, ya que la destrucción de la pistola acarrearía la muerte de la reina y de todos sus acompañantes, algo que Miguel Ángel Aznar intenta evitar por todos los medios.

Así pues, y en contra de la opinión de su subordinado, que sigue pensando que sería mejor acabar con el problema mediante el expeditivo método de lanzar una bomba atómica, Miguel Ángel Aznar decide hacer una incursión nocturna con el objetivo de rescatar la pistola. Mientras tanto, tal y como pudieron comprobar los dos terrestres, las amazonas se preparaban para hacer frente a los invasores girkas, aunque en la opinión de éstos nada podrían hacer frente al poderío militar y tecnológico de los nahumitas... suponiendo que se tratara de éstos, algo que todavía no han tenido ocasión de confirmar.

Pero los acontecimientos se precipitan cuando una flota girka, formada por una cincuentena de naves similares a los antiguos destructores terrestres, ataca la capital del reino de Milvana, en cuyas proximidades están apostados los terrestres. Y, aunque en un principio éstos son atacados por las armas convencionales de las amazonas, de pronto éstas comienzan a utilizar la pistola eléctrica arrebatada a Miguel Ángel Aznar, provocando la destrucción de una de las naves enemigas y, de resultas de la explosión de sus motores atómicos, de buena parte de la ciudad atacada.

Sin embargo, lo peor de todo es que el inusitado ataque ha despertado el interés de los invasores... nahumitas, tal como sospechaban Miguel Ángel Aznar y su compañero, lo cual tienen ocasión de comprobar al escuchar sus comunicaciones por radio. Éstos, prudentemente, retiran sus naves mientras envían un destacamento de infantería aérea al castillo desde donde dispararon el arma, con objeto de averiguar lo ocurrido. Y, como cabía esperar, Miguel Ángel Aznar y Abel Wantrous deciden intervenir a su vez ante el temor de que la codiciada pistola de luz sólida pueda caer en manos de los nahumitas. Y, no contentos con acabar con las tropas de infantería que asaltaban el castillo, acto seguido aniquilan a la totalidad de los navíos atacantes con los proyectores de luz sólida del pequeño omega.

Acto seguido Miguel Ángel Aznar consigue rescatar con vida a Milvana y a algunas amazonas más de las ruinas del castillo, aunque les comunica que, por haber recibido una dosis mortal de radiactividad, su única posibilidad de salvación pasar por ser tratadas médicamente en los autoplanetas terrestres, a los cuales vuelve a invitar a la abatida reina para demostrarle que ellos nada tienen que ver con los odiados girkas. La reina, finalmente, acepta. Así pues los dos terrestres, acompañados por Milvana y otra amazona y llevando con ellos a un prisionero nahumita, abandonan el planeta y, tras esquivar a la poderosa flota de autoplanetas enemigos, se encaminan hacia donde se han refugiados los propios.

Durante el trayecto hasta sus autoplanetas los terrestres tienen ocasión de conocer, de boca de su prisionero, la espeluznante razón de las periódicas razzias nahumitas al planeta de las amazonas: éstas tienen como objeto de obtener cuerpos jóvenes a los cuales poder trasplantar sus cerebros, alcanzando así si no una inmortalidad, sí una longevidad muy superior a la que podrían disfrutar por causas naturales. Aunque esta inhumana costumbre ya era practicada por los emperadores nahumitas en anteriores períodos históricos, ahora era practicada masivamente.

También descubrirán que el odioso imperio nahumita ha resurgido una vez más de sus cenizas, esta vez bajo el nombre de El Imperio Milenario, y que la emperatriz que lo rige con mano de hierro es nada menos que la hija de don Miguel Ángel Aznar y la princesa Ambar, embarazada de éste cuando le abandonó tras su expulsión de Valera. Aunque Ambar había muerto, tras ser derrotada por su antiguo esposo, al provocar la desintegración de la atmósfera del planeta Noreh, la niña, nacida con posterioridad a su retorno a Nahum y puesta a salvo por unos preceptores leales, había acabado heredando la corona del redivivo imperio, el cual lleva gobernando de forma ininterrumpida durante cuatro mil años gracias al expeditivo método de cambiar periódicamente su cerebro de cuerpo.

Una vez en los autoplanetas terrestres, y convencida la reina Milvana de la sinceridad de sus anfitriones, éstos deciden ayudar a los atioqueños a desembarazarse de los invasores nahumitas, algo que lograrán sin mayores esfuerzos pese a que sus fuerzas son muy inferiores a las de sus enemigos, dado que éstos, desde que han generalizado los trasplantes de cerebros a la totalidad de su población se han vuelto extremadamente cobardes y, amedrentados por el exterminio de su flota de cincuenta destructores por el diminuto omega, huyen despavoridos dejando el campo libre a los exiliados terrestres que, con el beneplácito de Milvana, desembarcan en Nabistán iniciando su deseado asentamiento en tierra firme tras su largo viaje por el espacio y prometiendo que ambas ramas de la humanidad acabarán fundiéndose en una sola, aunque para ello serán necesarias la desaparición del matriarcado secular de las amazonas y la consecuente igualdad entre los dos sexos. Pero esto no es algo que preocupe a la reina Milvana, enamorada como está de Miguel Ángel Aznar siendo correspondida por éste; aunque más adelante se verá que este romance no acabará cristalizando.

Mientras tanto, Miguel Ángel Aznar padre padece en silencio la tragedia de haber sido padre del monstruo que gobierna el tiránico Imperio Milenario.



Publicado el 28-10-1998 en el Sitio de Ciencia Ficción
Actualizado el 2-1-2014