El Henares, ese río. La riada de 1961
Portada de Nuevo
Alcalá donde se da noticia de la riada
Entre las importantes riadas ocurridas en 1947 y 1970, y casi equidistante con ambas, el Henares volvió a dar otro disgusto en 1961, concretamente el 14 de octubre al inicio del año hidrológico 1961-62 -éstos empiezan el 1 de octubre, coincidiendo con la llegada del otoño-, a diferencia de las otras dos, ya que la de 1947 tuvo lugar en marzo y la de 1970 en enero.
Este dato, que pudiera parecer trivial, en realidad indica un origen distinto entre ellas; tanto en 1947 como en 1970 cabe asumir que se tratara de lluvias generales en toda la cuenca del Henares y en el caso de 1947 quizás también del deshielo, lo que supuso una acumulación de agua que alcanzaría su máximo en el curso bajo del río donde se asienta Alcalá. Aunque carecemos de datos suficientes de la red de estaciones de aforo del Henares y sus afluentes para la riada de 1947, esta hipótesis se confirma en la de 1970.
Por el contrario, el final del verano y el inicio del otoño, a la salida del estiaje que marca el mínimo de caudal en los ríos de nuestro entorno, suelen caracterizarse por lluvias que pueden llegar a ser torrenciales y causar avenidas severas pero localizadas, dado que están producidas por lo que hace unos años se denominaba gota fría y ahora DANA, acrónimo formado por las iniciales del tecnicismo depresión aislada en niveles altos de la atmósfera. Precisamente esto es lo que ocurrió en Alcalá en el todavía no terminado año hidrológico 2022-23, cuando la severa sequía que afectaba a la práctica totalidad de la península se vio interrumpida por dos fuertes temporales de lluvia que barrieron buena parte del territorio español en los primeros días de septiembre y a mediados de este mes, provocando graves inundaciones en diferentes lugares de España.
Alcalá también se vio afectada por estos dos temporales e incluso llegó a estar en alerta roja durante el primero, aunque finalmente la zona cercana afectada más gravemente fue la comprendida entre el suroeste de la provincia de Madrid y los municipios vecinos de Toledo. En nuestra ciudad los perjuicios se limitaron a bolsas de agua, inundaciones de algunos pasos subterráneos -en especial el de la calle Torrelaguna- y, el incidente más grave, la inundación de la estación de La Garena en el segundo temporal, la cual hubo de ser cerrada aunque no se llegó a interrumpir el tráfico ferroviario.
Las lluvias lógicamente afectaron al Henares, que aunque estuvo muy lejos de desbordarse incrementó notablemente su caudal desde los aproximadamente 3-3,5 metros cúbicos por segundo típicos del estiaje hasta un máximo de 42 en el primer temporal y de 47 en el segundo, recuperando sus valores normales con la misma rapidez con la que los había dejado atrás. Valores, en cualquier caso, muy inferiores a los de las riadas históricas, medidos en centenares de metros cúbicos por segundo.
Por el contrario en la cuenca alta y media del Henares llovió mucho menos, y aunque carezco de datos de las otras estaciones de aforo sí he podido constatar que estas lluvias no sólo no afectaron al volumen de agua embalsado en Beleña sino que éste siguió descendiendo de una manera continua, mientras en Alcorlo se mantuvo prácticamente constante. La conclusión es inmediata: la crecida -en realidad fueron dos- del Henares fue fruto de las lluvias caídas en su curso bajo sin que en el resto de la cuenca, incluyendo sus principales afluentes, hubiera unas aportaciones significativas, lo que explica que los dos picos de caudal se quedaran en apenas la décima parte de los registrados en las riadas históricas y el Henares no se desbordara como tampoco lo hizo el Camarmilla, pese a que éste también experimentó una crecida.
Dado que la riada de 1961 tuvo lugar a mediados de octubre, cabe pensar que su origen fuera similar a las dos crecidas de 2023, unas lluvias torrenciales relativamente breves, aunque como veremos más adelante la causa de la riada se debió a que éstas cayeron en una zona mucho más extensa de la cuenca del río incluyendo los cursos medio y alto, a lo que se sumó la inexistencia de embalses reguladores a excepción del de Pálmaces, de escasa capacidad.
Pasemos sin más preámbulos a ver qué ocurrió según la prensa de la época, en esta ocasión el semanario Nuevo Alcalá que en 1958 había tomado el relevo del desaparecido Alcalá, siendo entonces el único periódico que se imprimía en nuestra ciudad. La portada del número 78, de fecha 17 de octubre de 1961, se abría con el siguiente titular:
IMPRESIONANTE INUNDACIÓN EN LA NOCHE DEL SÁBADO
La lluvia
torrencial caída en los cursos medio y alto del Henares, causa de la
riada
El 17 de octubre de 1961 fue martes, por lo que el sábado anterior correspondió al 14 de este mes. Debajo del titular un recuadro indicaba que no había habido víctimas pero sí cuantiosos daños materiales, y que las autoridades civiles, militares y religiosas acudieron a los lugares de peligro. La presencia de las autoridades civiles era lógica y la de las militares también, puesto que el Ejército siempre ayuda en casos de emergencia; pero lo que no se acaba de entender es qué podían pintar allí los sacerdotes, sobre todo teniendo en cuenta que por fortuna no hubo ni muertos ni heridos. Cosas de la época. Leamos la crónica, que no está firmada:
En las últimas horas del sábado, el río Henares, tan pacífico y alabado en la Edad de Oro por los poetas, sufrió un incremento de nivel tan grande que inundó varios barrios de la Ciudad. Tan imprevista fue la crecida que muchas familias estaban en el cine o en los bares y los más entregados al descanso,
Hacia las once de la noche quedó cortada la carretera general Madrid-Barcelona en los kilómetros, 38 y 41. Muchos viajeros tuvieron que regresar y, no pocos, han pasado la noche en esta Ciudad.
Teniendo en cuenta los lugares a que han llegado las aguas, puede compararse esta riada a la del año 1947, si bien en esta ocasión no ha tenido las características de violencia de aquélla.
El barrio más afectado ha sido, sin duda, el popularmente llamado «Venecia» en sus calles Henares, Júcar, Segura, Guadalquivir, y algo menos en Guadiana y Tajo. Las calles de Pescadería, Matadero, plaza de Portilla y Puerta del Vado han tenido hasta cerca del metro de agua.
LAS AUTORIDADES EN LOS PUNTOS DE PELIGRO
En los primeros momentos comenzaron a actuar los héroes anónimos: legión formada por todos y cualquiera de los ciudadanos, siempre dispuestos a ejercer la caridad, tanto más hermosa cuanto que los riesgos en estas ocasiones no son pocos.
Rápidamente acudieron las primeras autoridades civiles y militares. Éstas pusieron en marcha una eficientísima organización de salvamento con grandes camiones y escuadras de soldados y coches de enlace por radio, situados en los puntos de peligro. El señor Alcalde y varios Concejales, Gobernador Militar con varios Jefes y Oficiales, Capitán de la Guardia Civil, visitaron ininterrumpidamente las calles afectadas.
En lo que fue Cárcel de Partido y en el edificio municipal de Santa María la Rica quedaron rápidamente habilitadas varias naves para acoger a aquellas familias que lo necesitasen. Conviene señalar que muy pocos utilizaron estos alojamientos, porque de nuevo la caridad hizo su labor de recoger a los siniestrados en las viviendas particulares. Debido a la interrupción del tráfico ferroviario, varios trenes quedaron retenidos en la estación de Alcalá y otro en Meco.
COMIENZA A DESBORDARSE EL CAMARMILLA
Poco después de las tres de la madrugada las aguas comenzaron a remitir en todos los lugares mencionados. Pero empezó otra alarma, no menor, de la que la población se dio menos cuenta: a esa hora empezó a subir el Camarmilla y penetró por el Paseo del Chorrillo hasta la vía, que no llegó a saltar, desbordándose paralelamente al ferrocarril hacia el cementerio. Acudió una sección de soldados, que ayudaron al río a buscar su cauce, evitando que cortara de nuevo la carretera y pudiera llegar a la Ciudad por el Arco de San Bernardo.
En las primeras horas, durante la noche y aun después, se propaló el rumor de rotura de un pantano. No han faltado ingenuos que hayan hablado de Entrepeñas y Buendía, sin tener en cuenta la geografía ni la lógica. No es fácil que se rompa un pantano en el Henares, puesto que no existe ninguno. La presilla de la Comunidad de Regantes no puede suponer peligro alguno para Alcalá, por su poca capacidad.
NO HAY QUE LAMENTAR VÍCTIMAS
Afortunadamente no hay que lamentar víctimas. En cambio, los daños materiales son cuantiosos, sobre todo en granjas agrícolas y rediles. Las reses mayores, por su mayor volumen y la diligencia de los propietarios, han sido salvadas.
Hacer un balance de pérdidas es muy arriesgado, y no hay, por otra parte, datos que permitan hacer cálculos.
Salta de nuevo al tapete la necesidad de proteger las márgenes del río, para evitar que una tormenta, por muy de 80 litros por metro cuadrado que sea, en tres horas ponga en peligro la Ciudad.
EN LOS PUEBLOS LIMÍTROFES
En las primeras horas de la noche se recibieron noticias de Azuqueca, donde se inundaron varias casas.
En Torrejón de Ardoz, la violencia y altura de las aguas fue mucho mayor, quedando cortada la carretera y alcanzando las aguas en algunos lugares un metro y medio de altura. Una familia de aquella localidad llegó a Alcalá precipitadamente, porque al querer hacer uso del teléfono, oyeron por respuesta los gritos de auxilio de la telefonista, a la que el agua llegaba a impedir su labor totalmente.
En todos los lugares la mañana del domingo ha estado dedicada a desalojar las viviendas del fango que las aguas han dejado en su retirada.
NOTAS BREVES DE LA INUNDACIÓN
Las aguas alcanzaron, en el sector de la Puerta del Vado, hasta la esquina del Cuartel de Sementales, y por la calle de las Vaqueras se adentraron unos veinticinco metros.
En la fábrica de ladrillos del señor Pinilla, la altura de las aguas fue treinta centímetros menor que la máxima alcanzada en las demás inundaciones.
La rapidez, inusitada, con que subieron las aguas, sorprendió al vecindario de los barrios bajos, quienes no pudieron tabicar los huecos de sus viviendas. Y a quienes les dio tiempo les sirvió de muy poco, pues no hubo lugar a que fraguara el yeso.
El canal construido por O.P. es muy eficaz y lo sería totalmente si llegara a la rotonda de la ermita de San Sebastián, cuando menos. Gracias a él descendieron mucho antes las aguas en la Puerta del Vado y «Barrio de Venecia».
Los auxilios del Ejército, eficacísimos. He aquí un botón de muestra: un solo camión rescató a una treintena de personas. Llevó sus auxilios, con el agua hasta más arriba del parachoques, hasta las fincas de la Rinconada. Al regreso de este servicio, la fuerza del agua le desvió del camino, motivo por el que una de sus ruedas quedó empotrada en una estanquilla, siendo precisa la ayuda de una grúa, también del Ejército, para poner a salvo a los damnificados, a la tropa y al material. Eran las cinco de la mañana. Todos ellos sin novedad.
Lo anecdótico: Al llegar dicho camión a la finca del señor García Cueva para auxiliar al guarda de la misma, tardaron en responder a las llamadas que se hicieron en la puerta de la vivienda. Cuando abrieron quedaron espantados los moradores de lo que estaban viendo. ¡No se habían enterado de nada!, pese a que sólo faltaban unos pocos centímetros para inundarse la casa.
Los voluntarios civiles, disciplinados y muy eficaces.
Los daños en las vegas son cuantiosos. En la del Camarmilla sólo podrán se reparadas, en parte, cuando hayan pasado unos años, ya que algunas fincas han quedado desnudas de tierra de labor, que ha sido arrastrada por las aguas del traicionero arroyito.
Había que asociarse con los alcalaínos, ¿no? Quiero decir con su dolor, claro.
Lamentablemente, el periódico no publicó fotografías ni, a diferencia de la riada de 1947, tampoco he podido encontrarlas en otros medios en lo que se refiere al desbordamiento del Henares, aunque sí existen un par de ellas correspondientes presumiblemente a la riada del Camarmilla, aunque el hecho de que su máximo tuviera lugar entre las últimas horas del sábado y la madrugada del domingo no acaba de encajar del todo, ya que ambas fueron tomadas de día. Es posible que lo que reflejan no fuera la riada en sí, sino las balsas de agua que presumiblemente dejara ésta detrás.
Conviene puntualizar y, en su caso corregir, algunos detalles de la crónica.
La zona urbana afectada por el desbordamiento del Henares fue la parte antigua del barrio Venecia -la zona de las casas bajas situada entre Santo Tomás de Aquino y San Marcos, más concretamente las calles más cercanas al caz, junto con la ronda de la Pescadería, la calle Portilla -en el periódico la llaman por su nombre antiguo del Matadero-, la Puerta del Vado y parte de las calles Empecinado y Vaqueras, es decir, la zona que solía padecer las inundaciones junto con el paseo del Val, la Puerta de Aguadores y en ocasiones la calle de los Colegios, como ocurrió en 1947. Sin embargo estas últimas al parecer se debieron de librar en esta ocasión, puesto que no son citadas en ningún momento. Conviene recordar que los barrios del Val, la parte nueva del Venecia, Nueva Alcalá, la Rinconada y Reyes Católicos no existían entonces o estaban en estado embrionario, lo que evitó que los daños fueran mayores aunque, tal como relata el anónimo cronista, sí lo sufrieron las fincas situadas en estas zonas, donde además de los cultivos existían algunas viviendas.
El Camarmilla
desbordado en el Chorrillo, fotografía de Baldomero
Perdigón
El Camarmilla también hizo de las suyas desbordándose por su camino tradicional, la glorieta del Chorrillo y el paseo de los Pinos. Aunque la crónica no es muy explícita, parece ser que llegó a afectar a la carretera general, actual avenida de Madrid, y quizás también a la vía del tren. Tal como ocurría al sur de la ciudad el barrio del Chorrillo no existía aún, por lo que los daños se limitaron a las huertas y los terrenos de cultivo gracias a que la cuneta de la vía desvió el desbordamiento conduciéndolo por la cuneta hasta el puente situado más allá del cementerio, donde vertería al cauce del arroyo. De no haber existido esta barrera, tal como apuntaba Nuevo Alcalá el agua habría entrado en el caso antiguo por el arco de San Bernardo, tal como ocurrió en varias ocasiones con anterioridad a la construcción del ferrocarril a mediados del siglo XIX.
El Camarmilla desbordado
en la carretera Nacional II. Fotografía anónima tomada de
Memoria gráfica de Alcalá (1860-1970)1. Colección de José
Félix Huerta.
Tan sólo se cita de pasada la interrupción del tráfico ferroviario con trenes detenidos en las estaciones de Alcalá y Meco, sin especificar el lugar concreto. Sí se precisa que la carretera nacional quedó interrumpida entre los kilómetros 38 y 41, que corresponden al tramo comprendido entre El Encín y el polígono Miralcampo, ya en Azuqueca. Aunque allí el Henares discurre más cercano, la distancia mínima con la actual autovía no baja, a la altura de la carretera de Los Santos, de unos 750 metros, mientras la vía está más alejada. En esta ocasión el principal sospechoso es el arroyo de las Monjas, que tras pasar por Meco cruza la vía y la A-2 precisamente a la altura de El Encín. Sabemos por el periódico que la riada también afectó a Azuqueca, por lo que cabe suponer que en este caso pudo deberse a alguno de los pequeños arroyos que discurren por la zona, aunque por encontrarse Azuqueca más allá del kilómetro 41 no parece que éstos afectaran a la carretera.
Incurre en un error el cronista cuando, al desmentir acertadamente el bulo de que pudiera reventar una presa, afirma: No es fácil que se rompa un pantano en el Henares, puesto que no existe ninguno. En realidad sí existía uno, el de Pálmaces, construido sobre el Cañamares -un afluente de la cuenca alta del Henares- e inaugurado en 1954, aunque tal como he comentado su capacidad es reducida, por lo cual de haber ocurrido su derrumbe, sumado a su lejanía de Alcalá, los daños en nuestra ciudad habrían sido limitados.
También nos indica la lluvia caída: 80 litros por metro cuadrado en tres horas, lo que si bien es una cantidad -y sobre todo una intensidad- respetable es posible que no justifique por sí sola la magnitud de la riada. Sin duda tuvo mucho que ver que la gota fría afectara a una zona muy extensa, de modo que buena parte de los daños fueron causados no por el Henares, sino por los pequeños afluentes que jalonan su ribera derecha.
A modo de comparación, en el aguacero del 3 de septiembre de 2023 se recogieron en Alcalá 35 litros por metro cuadrado, y 52 en el del 15 del mismo mes. Aunque la suma de ambos, junto con las lluvias menores de otros días, rebasa con creces el registro de 1961, el hecho de estar repartidas, junto con una menor extensión de la zona afectada, explica la diferencia entre ambos fenómenos.
Algunas referencias topográficas puede que sean desconocidas para los más jóvenes. El antiguo cuartel de Sementales es hoy de propiedad municipal y conserva el nombre; resulta no obstante un tanto confusa la alusión a su esquina ya que ocupa buena parte de la manzana comprendida entre las calles Empecinado, Merced y Siete Esquinas, aunque es posible que se refiera a la que forma la pequeña plazoleta donde se alza el busto del Empecinado, a la altura de la calle Infanta Catalina. Desde aquí hasta la Puerta del Vado la distancia es de unos 120 metros.
Por su parte, si medimos 25 metros desde el inicio de la calle de las Vaqueras en su intersección con el paseo de los Curas, llegamos aproximadamente a la mitad del tramo que discurre hasta el cruce con Infanta Catalina. Llama la atención la ausencia de referencias a la calle de las Damas, que por estar situada entre las dos citadas también debería haberse visto afectada en su parte final.
La cárcel de partido ocupaba el edificio del antiguo convento de la Madre de Dios, sede actual del Museo Arqueológico. La cerámica de Pinilla estaba en la Ronda Fiscal y de ella se conserva la chimenea, por lo que resulta fácil ubicarla. De lo que no tenía referencia es del canal construido por el Ministerio de Obras Públicas, que cabe suponer que discurriera por el primer tramo de la carretera -ahora avenida- de Pastrana, entonces bajo la competencia de este Ministerio; probablemente se trataría de una cuneta paralela a la calzada y creo recordar nebulosamente que así era, discurriendo por la margen derecha de la carretera en dirección al Puente Zulema. En cuanto a la rotonda de la desaparecida ermita de San Sebastián, se corresponde aproximadamente con la actual glorieta de la estatua de Azaña.
El periódico da también algunos datos sobre las consecuencias de la riada -en realidad riadas, puesto que como hemos visto a la aportación del Henares se sumaron las de varios arroyos- en las localidades vecinas. En Azuqueca se inundaron varias viviendas, y en Torrejón los daños fueron graves aunque no provocados por el Henares, que discurre alejado del casco urbano, sino por los arroyos Ardoz y Pelayo, o del Valle, en especial el primero de ellos por ser el más próximo y haber sido soterrado a su paso por la base aérea, lo que agravó sus desbordamientos.
Otros testimonios de la riada
Tampoco se libró Guadalajara de la furia desatada por las aguas, que Nueva Alcarria tituló La gran riada del año 1961 en un artículo publicado en octubre de 2020 en el que erróneamente se da como fecha de la riada el 18 de octubre en lugar del 14; evidentemente se trata de un error producido, con toda probabilidad, al confundir la fecha de publicación de la crónica con la del día en que ocurrió la riada.
Fotografía de la riada en
Guadalajara publicada por
Nueva Alcarria
Además de la capital fueron numerosos los pueblos cercanos al Henares que también la sufrieron, y Eduardo Díaz la describe así en el citado artículo2:
Todo comenzó cuando sobre las cinco y media de la tarde empezó una terrible tormenta de agua acompañada de granizo que se prolongó durante más de cuatro horas. El agua caída durante esas horas fue de aproximadamente 90 litros por metro cuadrado y como consecuencia de ello se produjeron numerosos destrozos en distintos puntos de la ciudad. En el lugar denominado como El Ventorro de Tetuán, hoy conocido como la Vaguada, se produjo el total hundimiento de las tapias del Fuerte de San Francisco e igualmente el colector subterráneo de la colonia Sanz Vázquez quedó totalmente destrozado dejando un paisaje dantesco.
Pero sin lugar a dudas los daños más importantes se registraron en las proximidades del Puente Árabe sobre el río Henares. El barrio conocido popularmente como el de la Estación quedó totalmente inundado e igualmente el agua anegó la carretera nacional entre Madrid y Francia a su paso por Guadalajara, lo cual produjo que estuviera cortada durante varias horas con numerosos vehículos atrapados. Las personas que viajaban en su interior fueron alojadas en domicilios cercanos a la carretera y en el cuartel de ingenieros militares que se encontraba muy cerca del lugar de los hechos.
Existe otra crónica sobre los estragos que provocó la riada en la vecina localidad de Marchamalo, el artículo del cronista local Juan Enrique Ablanque titulado 50 años desde nuestra última catástrofe natural. Conocida como La Venida entre los que la recuerdan, esta riada asoló toda la comarca. Fue publicado en diciembre de 2011 en el número 22 del boletín municipal La Voz de Marchamalo3.
Artículo de Juan Enrique
Ablanque publicado en
La
Voz de Marchamalo
En ella el cronista relata como este pueblo cercano a Guadalajara, entonces con 1.913 habitantes, fue literalmente arrasado no por la avenida del Henares, situado a unos tres kilómetros y medio de distancia, sino por las aguas arrastradas por varios arroyos que descienden de los altos de la vecina localidad de Usanos para, tras atravesar el pueblo -dos de ellos confluían en las cercanías de la plaza Mayor-, desembocar junto al Puente Árabe de Guadalajara.
Cuenta Juan Enrique Ablanque que a última hora de la tarde se desató una tremenda tormenta provocada por la gota fría, y que en apenas unos minutos el agua y el lodo se acumularon entrando en las viviendas por puertas y ventanas. A algunos les sorprendió en el campo viéndose obligados a buscar improvisados refugios con la inseguridad de que éstos pudieran derrumbarse, por lo que intentaron volver al pueblo en plena noche encontrándose con los caminos intransitables.
La situación en el pueblo no era mejor, con un metro de lodo acumulado en algunos lugares como la propia plaza y otro tanto de agua, con muchas viviendas inundadas. Aunque por fortuna no hubo que lamentar víctimas, los daños fueron cuantiosos y se perdieron numerosas cabezas de ganado. El agua que arrasó Marchamalo acabaría incrementando la del Henares, agravando la riada en Guadalajara y en Alcalá.
Pasamos ahora a estudiar en las estadísticas del INE cuales fueron los valores registrados en la estación de aforo de Espinillos, aguas abajo de la desembocadura del Torote. Para empezar, tropezamos con el inconveniente de que para el año hidrográfico 1961-62 no existen datos de los caudales máximos instantáneos, lo que nos priva de información sobre los picos de caudal que son precisamente los responsables de estas riadas.
Así pues, tendremos que conformarnos, como ocurrió con la riada de 1947, con los caudales medios diarios, más promediados. Y para mi sorpresa, me encontré con que el valor correspondiente al 14 de octubre de 1961 eran unos escuálidos 0,15 metros cúbicos por segundo, lo que equivaldría a decir que el Henares iba prácticamente seco. La situación se repite en los días inmediatamente posteriores a la riada: 0,26 m3/s el 15, 0,28 m3/s el 16, 0,32 m3/s el 17 y un máximo de 5,80 m3/s el 18, para caer de nuevo a los 0,30 m3/s del 19 de octubre. En lo que respecta a la media mensual de ese año, ésta tan sólo alcanzó los 2,10 m3/s.
Estos valores no resultan congruentes, ya que la media histórica del caudal medio mensual del mes de octubre para los 107 años hidrográficos registrados es de 5,48 m3/s, más de dos veces y media, y hasta la de agosto, la más baja de todo el año, la rebasa con sus 2,95 m3/s. Evidentemente estos valores no encajan no ya con lo que cabría esperar en una riada de esta magnitud sino incluso con un mes de octubre normal, por lo que, cabe la sospecha de que pudiera tratarse de un error sistemático de lectura sin nada que ver con la realidad.
Consultando el resto de los meses del año hidrológico 1961-62 comprobamos que se superaron los 100 m3/s en algunos días de noviembre, diciembre, enero, marzo y abril, con un máximo de 246 m3/s el 29 de noviembre de 1961 y otros tantos el 9 de marzo de 1962, sin que haya encontrado referencias a otras posibles riadas. Para complicarlo todavía más, la estación de aforo de Humanes, situada aguas abajo de la confluencia del Henares con el Sorbe, que podría darnos alguna indicación de lo ocurrido, carece de registros en 1961-62. Así pues, poco más es lo que puedo añadir lamentando, eso sí, la falta de datos estadísticos fiables.
El barrio Venecia
Para finalizar, resulta interesante considerar el curioso caso del barrio Venecia, que no recibió este nombre por casualidad sino a causa de las frecuentes inundaciones que periódicamente lo convertían en un momentáneo remedo de la ciudad adriática. Si nos fijamos en un plano -me refiero a la parte antigua del barrio- en realidad éste no está tan cercano al Henares, ya que ambos están separados la isla del Colegio, sino al caz de la presa de Cayo. Algo más allá vuelve a aparecer el río tras el recodo de la Tabla Pintora, pero aguas abajo y a unos 250 metros de distancia, aunque aquí lo que importa en realidad es la diferencia de nivel, dato del que no dispongo.
Fuera cual fuera el origen del agua que lo anegaba, el caz o el reflujo del agua acumulada en la Tabla Pintora, o quizás ambos, existe un detalle llamativo respecto al nombre con el que fue bautizado. La parte antigua del barrio -los bloques situados entre la calle San Marcos y el parque de Sementales son mucho más recientes- se construyó con posterioridad a la Guerra Civil. De hecho, en un plano de Alcalá publicado en 19484 no aparece ninguna construcción en esta zona salvo una hilera de casas en la acera de los pares de Carmen Descalzo y alguna edificación en su continuación por la ronda de la Pescadería, aproximadamente a la altura de la actual calle del Río Sil. Es posible que el plano sea algo anterior a la fecha de publicación del libro ya que tampoco figura en él el puente sobre la vía de la carretera de Daganzo, empezado a construir en 1946 e inaugurado en 1950; pero en cualquier caso no creo que exista demasiada diferencia.
Vista parcial del plano de
Alcalá de 1948. 1.- Calle de Santo Tomás de Aquino
2.- Calle
del Carmen Descalzo. 3.- Calle de San Julián. 4.- Ronda de la
Pescadería
5.- Callejón de acceso al barrio Venecia. Coincide
aproximadamente con el primer tramo de la calle Gran Canal
6.- Camino que
conducía a la Tabla Pintora, actual calle del Río Tormes
Así pues, cuando ocurrió la riada de 1947 el barrio Venecia estaba todavía incipiente, y de hecho no aparecen referencias al mismo en la crónica de esta riada aunque sí sobre la ronda de la Pescadería y la Puerta del Vado, de las que también existen fotografías en las que aparecen completamente anegadas.
Otro detalle a tener en cuenta es citado brevemente por Nuevo Alcalá: el tapiado de la parte inferior de los quicios de las puertas de entrada con ladrillos puestos en vertical, lo cual me trae a la memoria un recuerdo infantil. Mis padres tenían unos amigos que vivían allí y en ocasiones me llevaban a su casa, llamándome poderosamente la atención ver esos ladrillos. Yo era muy pequeño, por lo que bien podría corresponder a la riada de 1961 -tenía entonces tres años- o quizás a un año algo posterior. En cualquier caso el uso de estas defensas contra el agua, inútiles si ésta rebasaba los veinte o treinta centímetros de altura, parece indicar, al igual que el nombre del barrio, que la amenaza de inundaciones era frecuente.
Entre 1947 y 1961 no he encontrado información de ninguna otra riada, lo que induce a pensar que no las hubiera al menos de importancia, aunque lo contrario tampoco puede ser descartado. Anselmo Reymundo, en su historia de Alcalá5 publicada en 1951, tan sólo habla de la de 1947, y tampoco lo hace Fernando Garcés once años más tarde en el documentado estudio que dedicó al Henares en su libro Alcalá de Henares y su partido6, donde cita la de 1941, la de 1947 y la reciente de 1970 -curiosamente no incluye a la de 1961-, aunque afirma que Las restantes [avenidas] se han mantenido siempre, por lo general, por debajo de los 300 metros cúbicos por segundo sin especificar si alguna de estas crecidas implicó el desbordamiento del río e inundaciones en Alcalá, tanto de zonas urbanas como agrícolas. Tan sólo Ramón del Olmo7 hace una breve alusión, en un pie de foto, a una riada en 1951 que, según él, se habría llevado por delante el puente de la Alvega, en la Tabla Pintora; en realidad esto ocurrió en la de 1947, y aunque este error no descarta que en 1951 pudiera haber existido otro desbordamiento del Henares, no he encontrado ninguna otra fuente que lo confirme.
Según la estación de aforo de Espinillos los valores registrados del caudal máximo instantáneo del Henares, el parámetro más fiable para estudiar las avenidas, fueron de 572 m3/s en 1946-47 y 300 en 1961-62, elevados tal como cabía esperar a causa de las riadas aunque conviene no olvidar el fiasco de los registros de esta última, por lo que probablemente esté infravalorado. En los catorce años intermedios aparecen máximos altos, aunque no de esa magnitud, en 1947-48 (200 m3/s), 1950-51 (243 m3/s), 1951-52 (160 m3/s), 1955-56 (338 m3/s), 1958-59 (268 m3/s) y 1959-60 (230 m3/s).
En conjunto fueron unos años lluviosos aunque hubo algunos secos, y también lo siguieron siendo en la década de 1960, donde en el año hidrográfico 1969-70 se alcanzaron, gracias a la riada de enero de 1970, los 538 m3/s. Fue en estos años cuando se construyó el malecón que discurre desde la desembocadura del caz de la Esgaravita hasta la presa de Cayo, precisamente para prevenir las riadas; pero esto tampoco prueba -ni por supuesto descarta- que el Henares se volviera a desbordar salvo en la citada riada de 1970, y conviene no olvidar que para que esto ocurriera tenían que darse simultáneamente varias circunstancias, siendo más determinantes que la cantidad de lluvia caída la intensidad y la extensión de la misma.
Así pues, sin más riadas anteriores que la de 1947 -no considero las más antiguas puesto que no entonces existía el barrio- no se acaba de explicar que su nombre estuviera ya arraigado en 1961, dado que hubieran hecho falta varias inundaciones de forma reiterada y relativamente próximas entre sí para bautizarlo. Evidentemente no tengo seguridad de que no las hubiera, pero ¿por qué no están documentadas si afectaban a un barrio habitado?
1 Luis Alberto Cabrera, José Félix Huerta y
Manuel Vicente SÁNCHEZ MOLTÓ. Memoria gráfica de
Alcalá (1860-1970). Brocar. Alcalá de Henares (1986).
2
https://nuevaalcarria.com/articulos/la-gran-riada-del-ano-1961-en-guadalajara
3
https://issuu.com/aytomarchamalo/docs/lavoz_dic.11
4 Análisis de
Alcalá de Henares. Estudio de las poblaciones españolas de
más de 20.000 habitantes (I). Instituto de Estudios de
Administración Local. Seminario de Urbanismo (1948).
5 Anselmo Reymundo.
Datos históricos de la ciudad de Alcalá de Henares.
Talleres Penitenciarios, 1951.
6 Fernando Garcés. Alcalá de Henares y su
partido. Talleres Penitenciarios, 1972.
7 Ramón del Olmo. Alcalá vista
por Ramón. Ayuntamiento de Alcalá de Henares, 2004.
Ver también:
El
Henares, ese río. La riada de 1947
El
Henares, ese río. La riada de 1970
Publicado el 28-9-2023