El Henares, ese río. La riada de 1970





El Henares desbordado en la Virgen del Val. Fotografía de Baldomero Perdigón



Sabido es que los ríos castellanos se caracterizan por lo irregular de sus cursos, que experimentan periódicamente tanto grandes avenidas como notables estiajes. Y si bien no suelen darse en nuestra región inundaciones tan dramáticas como las provocadas por los ríos levantinos (Turia, Júcar y Segura principalmente), no deja de ser menos cierto que nuestros cursos de agua pueden, de vez en cuando, darnos importantes sustos.

Dentro de este marco el Henares no es ninguna excepción, y así se guarda memoria histórica de grandes y graves inundaciones provocadas no sólo por nuestro río, sino también por sus modestos tributarios Camarmilla y el desaparecido Villamalea, tales como las de 1598, 1620, 1624, 1626, 1693, 1936, 1941, 1947 y 1961. De su relevancia da muestra que el barrio Venecia, construido tras la Guerra Civil, adoptó el nombre de esta ciudad italina a causa de la facilidad con la que sus calles se inundaban, obligando a sus vecinos a adoptar medidas como la de poner ladrillos de canto en la parte interior del hueco de las puertas.




Riada en la Isla del Colegio. Aunque no se indica el año de la fotografía, probablemente
corresponde a la de 1970. Colección de Ramón del Olmo, publicada en Alcalá vista por Ramón


A ellas se sumó la de enero de 1970, la última de las ocurridas hasta ahora y asimismo la más grave de todas las registradas desde el establecimiento de la red de estaciones de aforo que en el caso de la de Espinillos, la más cercana a Alcalá, tuvo lugar en 1913. En aquella ocasión las aguas anegaron extensas zonas del barrio de la Virgen del Val, por entonces apenas edificado, destruyendo las incipientes obras del nuevo campo de fútbol y de la ciudad deportiva, llevándose por delante el puente colgante que había instalado la Brigada Paracaidista frente a la ermita del Val, uno de cuyos estribos aún se conserva mientras el de la orilla opuesta fue tragado por el río, y un tramo de ribera a la altura de los Catalanes, aguas arriba de la presa de Cayo.




Estribo del puente colgante de la Virgen del Val


Desde entonces el Henares no ha vuelto a salirse de su cauce, si bien ha habido ocasiones en las que no ha faltado mucho para ello, como ocurrió en los años hidrográficos 77-78, 78-79, 87-88, 89-90 o 97-98. No obstante, la construcción de diques de contención en toda la zona de la Virgen del Val y la regulación de las aguas del Bornova y el Sorbe, los principales afluentes del Henares, con los pantanos de Alcorlo en el primero y el Pozo de los Ramos y Beleña en el segundo, inaugurados respectivamente en 1978, 1972 y 1982, a los que se sumó en 1997 el de El Atance, sobre el Salado, hacen presumir una considerable disminución de los riesgos de inundaciones.




El Henares crecido en la presa de Cayo en 1990


Pese a ello en diversas ocasiones ha sido preciso desembalsar agua en Beleña, lo cual podría haber acabado causando problemas de haberse mantenido durante más tiempo un aporte de agua por parte del Sorbe superior a la que este embalse puede retener. Por consiguiente, cabe suponer que el peligro de un desbordamiento del Henares, aunque mucho menos probable que en 1970, no ha desaparecido del todo, máxime cuando existen tramos de la ribera sin proteger con malecones tales como la isla del Colegio o la zona situada entre la presa de las Armas y el Juncal.

Al comenzar 1970, por el contrario, nada de esto existía aún. El único embalse existente entonces en toda la cuenca del Henares era el de Pálmaces, construido en la década de los años cincuenta sobre el poco caudaloso Cañamares, por lo que la regulación era mínima. Alcalá, por su parte, tampoco se había asomado aún a las márgenes del río, y sólo el antiguo barrio Venecia (los bloques aledaños no habían sido construidos aún) se atrevía a acercarse a las riberas de su respetable vecino. Tanto la zona del Val como la de la Tabla Pintora se encontraban prácticamente libres de edificaciones, y sólo la ermita de la Virgen del Val y la avenida de este mismo nombre, una cinta de asfalto recién construida sobre el antiguo camino, rompían la monotonía de las huertas y los juncales.




El Henares crecido en la presa de los García en 1996


El año hidrográfico que comenzó en octubre de 1969 y terminó en septiembre de 1970 no se caracterizó en su conjunto por ser especialmente húmedo; sobre un caudal medio anual de 10,36 m3/s calculado a partir de los datos de 107 años de mediciones en la estación de aforo de Espinillos, aguas abajo de Alcalá, ese año dio un valor de 19,06 m3/s, alrededor de un 84 % superior a la media interanual y muy lejos de los 55,49 de 1935-36 o los 48,47 de 1965-66, pero inferior a los 22,91 de 1978-79 o los 19,37 de 1987-88, años en los que no hubo riadas, si bien a partir de entonces no se han vuelto a alcanzar estos niveles.

Sin embargo, en los estudios hidrológicos no sólo se tienen en cuenta las medias anuales, sino también los denominados caudales instantáneos; una media moderada puede enmascarar un invierno muy lluvioso seguido de un estiaje especialmente severo, precisamente lo que ocurrió en ese año, que contó con la mayor avenida de agua conocida desde la construcción en 1913 de la citada estación de aforo de Espinillos.

Así, se contabilizó el 11 de enero un caudal instantáneo (no medio) de nada menos que de 538,40 m3/s, tan sólo superado por los 542 medidos en el año 1940-41 o los 572 alcanzados el 25 de marzo de 1947, años ambos que no fueron en su conjunto demasiado húmedos. Esta cifra de más de 500 m3/s fue notablemente superior a los máximos que a finales de invierno o principio de primavera suelen darse en el Henares, que vienen oscilando (eso sí, con grandes variaciones) en torno a los 200 o 300 m3/s, siendo escasas las ocasiones en las que se rebasan los 400 y, por supuesto, los 500.

Diez de los cincuenta años transcurridos desde el año hidrológico 1969-70 hasta el correspondiente a 2019-20, último publicado por la Confederación Hidrográfica del Tajo, carecen de datos. En los cuarenta restantes el valor más elevado del caudal máximo instantáneo fueron los 352,00 m3/s alcanzados el 4 de noviembre de 1972, una cantidad muy respetable pero dos terceras partes de la de enero de 1970. Tan sólo en tres ocasiones más se superaron los 300 m3/s: 335,40 en 1971-72, 326,60 en 1977-78 y 301,00 en 1978-79.

Únicamente en dos años hidrográficos se rebasaron los 200 m3/s: 254 en 1990-91 y 261 en 1997-98. Por encima de los 100 quedaron otros nueve (1970-71, 1973-74, 1974-75, 1984-85, 1989-90, 2003-04, 2013-14 y 2017-18), siendo 25, la mitad de los registrados, los que no llegaron ni siquiera a los 100, contabilizándose valores tan extremadamente bajos -recordemos que se trata de caudales instantáneos, no medios- como los 12,95 m3/s registrados el 15 de octubre de 1994, los 15,77 del 8 de mayo de 2002, los 17,33 del 3 de mayo de 1999 o los 19,80 del 22 de mayo de 2008. Aunque a partir de entonces no se han vuelto a dar unos valores tan bajos, tan sólo en dos años hidrológicos de un total de doce se llegaron a superar los 100.

Como puede comprobarse el Henares se caracteriza por una gran irregularidad en su caudal, paliada en parte en estos últimos años por la construcción de los citados embalses de Alcorlo, Beleña y El Atance, junto con el pequeño azud de El Pozo de los Ramos, construido en 1972, con posterioridad a la riada, también en el Sorbe. En las cinco décadas transcurridas desde entonces no ha vuelto a haber ninguna riada, aunque al efecto regulador de los embalses se han sumado varios períodos de sequía, en ocasiones bastante severa.

El semanario Puerta de Madrid publicaba, en el número 55 de fecha 18 de enero, un reportaje sobre la riada bajo los titulares de LA MAYOR RIADA REGISTRADA EN ALCALÁ. En su interior un amplio estudio de Fergasa (Fernando Garcés Sarralde) ponderaba las consecuencias de la riada, que si bien no llegó como en otras ocasiones hasta la calle de los Colegios o la puerta del Vado sí se ensañó con el incipiente barrio del Val, al que inundó al tiempo que se llevaba por delante el puente colgante que la Brigada Paracaidista había tendido frente a la ermita y arruinaba las obras recién iniciadas del campo de fútbol y las piscinas.

En su artículo Fernando Garcés calculaba una cifra de unos 650 m3/s (que una vez realizados los estudios correspondientes se rebajó hasta los ya citados 538) y se servía de un estudio matemático para llegar a la conclusión de que habrían de pasar 500 años antes de que, hacia el 2470, tuviera lugar otra riada de mayor magnitud. Cierto es que desde entonces no ha tenido lugar ninguna otra avenida, pero estos fenómenos son estadísticos y por lo tanto tan sólo parcialmente predecibles, por lo que siempre puede surgir la sorpresa. En total, desde el 1 al 17 de enero, ambos inclusive, se calculó que pasaron por el cauce del Henares un total de 222 hectómetros cúbicos, lo que supuso que en algo más de dos semanas el Henares evacuó más de la tercera parte (casi el 37%) de los 601 que recogió en todo el año y el 65% de la media histórica.

Conviene estudiar con más detalle los datos de la riada registrados en las estaciones de aforo del Henares y sus principales afluentes comenzando por la más cercana a Alcalá, la de Espinillos, situada aguas abajo de la ciudad en las cercanías de la desembocadura del Torote. Antes de ello, es necesario puntualizar los diferentes parámetros que vamos a manejar. Existen varios modos de medir los caudales máximos, más interesantes para nuestro estudio que los medios ya que las riadas suelen presentar unos picos relativamente breves por lo que es su intensidad la que causa los daños, y no tanto su duración. En las tablas aparecen varios tipos de caudales máximos: diarios, mensuales, anuales, instantáneos mensuales e instantáneos anuales, pero faltan los máximos instantáneos diarios que nos habrían resultado los más interesantes.




Variación del caudal medio diario del Henares en el mes de enero de 1970
en la estación de Espinillos. La línea roja indica la media de los valores


A falta de éstos, la primera gráfica representa los caudales máximos diarios a lo largo del mes de enero de 1970. Existe cierta diferencia respecto a los instantáneos ya que se trata de los promedios diarios; si comparamos los dos valores correspondientes al día 11, único en el que puedo hacerlo, veremos que el caudal máximo instantáneo fue el ya citado de 538,40 m3/s, mientras el caudal medio de ese mismo día se quedó en los 434,80 m3/s. Esta diferencia de aproximadamente un 20% se debe a que, aunque durante ese día el Henares acarreó mucha agua, no siempre llevó la cantidad máxima. En cualquier caso, la gráfica nos permite apreciar con detalle el comportamiento de la riada.

Lo primero que se aprecia es que la riada fueron en realidad dos avenidas, la primera el día 5 de enero con unos nada desdeñables 184 m3/s y la principal seis días más tarde, el 11. El grueso de esta última duró aproximadamente cuatro días, del 9 al 13, y hubo todavía una tercera, menos importante, entre los días 26 y 27 con un máximo de 161,5 m3/s el primero de ellos. El mes, que había empezado con unos modestos 10-11 m3/s, se despidió con 75 m3/s, una cantidad todavía respetable. A lo largo de febrero el caudal fue remitiendo poco a poco, pero se mantuvo en valores superiores a los normales hasta el final de la primavera. Paradójicamente el verano fue muy seco, por lo cual el valor medio anual resultó relativamente bajo.




Variación del caudal máximo mensual del Henares en el año hidrológico 1969-70
en la estación de Espinillos. La línea roja indica la media de los valores


Esta circunstancia, que confirma lo ya comentado de que una riada no tiene por qué ocurrir necesariamente en un año húmedo, se aprecia en la gráfica que refleja la media de los caudales máximos mensuales a lo largo del año hidrológico 1969-70. Aunque la media de los doce meses alcanza una magnitud relativamente elevada de 53,88 m3/s, ésta está distorsionada por el gran pico que abarca entre diciembre y febrero, mientras el resto del año hidrológico, tanto los últimos meses de 1969 como a partir de marzo están muy por debajo de estos valores. Se trató, pues, de un año extremadamente irregular.

El siguiente paso consiste en averiguar como se gestó la riada a lo largo de la cuenca del Henares. Nuestro río cuenta con cinco afluentes que se pueden considerar principales, dos en el curso alto (Salado y Dulce), dos en el curso medio (Cañamares y Bornova) y el Sorbe, el principal de todos, que confluye con él en el límite entre el curso medio y el bajo. Existen otros tres de menor importancia, el Aliendre, el Badiel y el Torote y un conjunto de arroyos de los cuales el Camarmilla, por atravesar Alcalá, a veces ha dado más de un disgusto.

Lamentablemente no todos ellos contaban con estación de aforo cuando ocurrió la riada, por lo que tan sólo disponemos de datos del Cañamares en Pálmaces, el Bornova en Alcorlo y el Sorbe en Beleña, faltando los del Salado y el Dulce junto con los afluentes menores. Éstos se complementan con los de las estaciones de aforo existentes entonces en el propio Henares, las de Bujalaro y Humanes. Puesto que la primera de ellas se encuentra aguas abajo de la desembocadura del Salado y el Dulce suple la carencia de los datos de estos dos últimos, aunque lo que no podemos saber es cual fue la aportación de cada uno de los tres ríos, el Salado, el Dulce y el alto Henares, al caudal total.

La de Humanes, por su parte, está aguas abajo de la confluencia del Sorbe, por lo que mide el caudal conjunto de ambos ríos pudiendo corresponderle al Henares, aproximadamente, el resultado de restar al total los valores medidos en la estación de Beleña. Existe una cuarta estación junto al puente de la carretera que enlaza a la vecina localidad de Los Santos de la Humosa con la autovía A-2, pero ésta no fue construida hasta 2010 y por consiguiente no nos es útil para este estudio.

Comencemos por Bujalaro. Esta estación de aforo está situada junto al puente de la carretera CM-101 que enlaza Jadraque con Atienza, a poca distancia de la primera. Puesto que todavía no ha recibido las aportaciones de sus principales afluentes el Henares cuenta allí con un caudal reducido, con un valor medio anual de 2,76 m3/s, un máximo de 10,40 y un mínimo de 0,80.

Sin embargo, el 5 de enero de 1970 se registraron algo más de 100 m3/s, caudal que se elevaría hasta los 135 el día 11. Como contraste, cabe señalar que los días 7 y 8 apenas alcanzó en ese mismo lugar los 10 m3/s. Estos datos se refieren a caudales instantáneos, y si nos ceñimos a los caudales medios diarios obtenemos unas cantidades menores, aunque también respetables, de 74,35 y 111,0 m3/s. Al igual que en el caso anterior, podemos seguir la evolución de la crecida en una gráfica.




Variación del caudal medio diario del Henares en el mes de enero de 1970
en la estación de Bujalaro. La línea roja indica la media de los valores


Como puede apreciarse la curva es muy parecida a la anterior y recoge también la crecida secundaria de finales de mes. Comparando ambos máximos, puede calcularse que el caudal medido en Bujalaro aportó aproximadamente una cuarta parte del agua que llegó a Alcalá, un valor que viene a coincidir con el cociente de los caudales medios en condiciones normales.

No muy lejos de la estación de Bujalaro tiene lugar la desembocadura del Cañamares. Éste es un río de modesto caudal, con un valor medio durante los años en los que la estación de aforo estuvo en funcionamiento (1934-1985) de 1,78 m3/s. Ésta estaba situada junto al embalse de Pálmaces, del que tomaba el nombre, unos doce kilómetros aguas arriba del río, pero al no contar con afluentes significativos se puede considerar que no existieron diferencias apreciables entre ambos puntos. Lamentablemente, las tablas de aforos no registran el caudal máximo instantáneo de la riada, por lo que deberemos conformarnos con los valores medios diarios del mes de enero.




Variación del caudal medio diario del Cañanares en el mes de enero de 1970
en la estación de Pálmaces. La línea roja indica la media de los valores


A diferencia del caso anterior, aquí la forma de la curva cambia de manera significativa. Aparte del menor caudal (el máximo fue de 41,72 3/s, nos encontramos con que, tras registrarse valores nulos en los tres primeros días del año, no existió la crecida del día 5 mientras la principal aparece aplanada y con forma de doble pico entre los días 9 y 16 aproximadamente, no habiendo rastro tampoco de la tardía crecida de finales de mes. Aquí la explicación es sencilla: en ese momento el embalse de Pálmaces era el único que existía en toda la cuenca del Henares, por lo que cabe suponer que se realizara una regulación del vertido de la presa responsable del peculiar comportamiento de la curva. Así, los dos picos principales de los días 10 y 12. junto con el valor intermedio del día 11 y la meseta de los días 13 y 14 corresponderían probablemente a desembalses, algo lógico teniendo en cuenta la escasa capacidad del embalse.

El siguiente afluente del Henares es el Bornova, mucho más caudaloso que el anterior con un caudal medio de 2,63 m3/s. La estación de aforo estaba situada en Alcorlo, a unos 15 kilómetros de su desembocadura a mitad de camino entre Jadraque y Carrascosa de Henares. Fue allí donde se construyó el embalse del mismo nombre en 1978, dándose de baja la estación en 1990. En esta ocasión sí disponemos de datos del caudal máximo instantáneo de la riada, que se elevó a 170 m3/s el día 10 de enero, y gracias a los datos aportados por Fernando Garcés sabemos que en el primer pico alcanzó los 110 m3/s, unos valores elevados ya que la media de los caudales máximos anuales durante los años de funcionamiento de la estación (1957-1990) fue de 6,15 ,3/s.




Variación del caudal medio diario del Bornova en el mes de enero de 1970
en la estación de Alcorlo. La línea roja indica la media de los valores


La forma de la gráfica vuelve a ser similar a las anteriores ya que entonces el Bornova no estaba regulado. Se aprecian de nuevo los tres picos, con la salvedad de que los dos principales se produjeron un día antes de Espinillos, lo cual cabe atribuirse al tiempo que tardó el agua en llegar a Alcalá, pero choca con el hecho de que los picos de Bujalaro, más alejado, coincidieron cronológicamente con los de Espinillos. En cualquier caso, se puede calcular que el Bornova contribuyó con casi una tercera parte del agua que acabó pasando por nuestra ciudad.

Siguiendo aguas abajo nos encontramos con el Aliendre, un pequeño riachuelo que desemboca en el Henares, por la margen derecha como los anteriores, entre las localidades de Carrascosa de Henares y Espinosa de Henares. De menguado caudal, no dispongo de datos al carecer de estación de aforo; aunque cabe suponer que su aportación a la riada no fuera significativa, no conviene desdeñar a estos pequeños tributarios dado que también son capaces de dar disgustos, tal como ha ocurrido en más de una ocasión con el Camarmilla a su paso por Alcalá.

En las cercanías de Humanes, al pie de la imponente Muela de Alarilla, tiene lugar la confluencia del Henares con el Sorbe, su principal afluente. Aunque en la actualidad su curso está regulado por dos embalses, el del Pozo de los Ramos y el de Beleña, ninguno de ellos se había construido cuando tuvo lugar la riada. Asimismo, de las tres estaciones de aforo existentes en la actualidad, la de Valverde de los Arroyos, la de Muriel y la de Beleña, tan sólo la última de ellas estaba operativa entonces. Ésta está situada aguas abajo del embalse homónimo, junto al puente de la carretera CM-1001 y a unos 10 kilómetros de la desembocadura. Puesto que en este recorrido el Sorbe no cuenta con ningún afluente de importancia, las medidas de caudal pueden ser consideradas como el aporte al Henares.




Variación del caudal medio diario del Sorbe en el mes de enero de 1970
en la estación de Beleña. La línea roja indica la media de los valores


El 5 y el 10 de enero de 1970, coincidiendo con los dos picos de la riada, el Sorbe arrastraba por Beleña 80 y 169 m3/s respectivamente, aproximadamente una tercera parte del volumen medido en Alcalá, una cantidad similar a la del Bornova. Aunque su caudal medio, de 3,84 m3/s, es superior en casi un 50% al del Bornova, la aportación de ambos a la riada fue mayor en el caso del Bornova (110 m3/s en el primer pico, frente a los 80 del Sorbe) y prácticamente idéntica en el segundo, 170 y 169, lo que indica que, pese a su menor caudal, el Bornova recogió entonces mucha más agua que el Sorbe. En cualquier caso fueron unos valores elevados, ya que la media de los caudales máximos anuales de la estación de Beleña es de 16,92 m3/s.

La estación de aforo de Humanes está instalada junto al puente de la carretera GU-190, que salva el curso del Henares aguas abajo de la confluencia con el Sorbe y también de la presa de derivación del Canal del Henares, que detrae una parte del caudal conjunto de ambos ríos utilizada para riegos. En esta estación el caudal máximo instantáneo medido el 5 de enero fue de casi 200 m3/s, cantidad que ascendió el 10 a 496. Estas cantidades dan idea de la cantidad excepcional de agua acumulada en un tramo del río cuyo caudal medio anual es de 8,20 m3/s y la media del caudal máximo anual asciende a 32,50 m3/s, quince veces menos.




Variación del caudal medio diario del Henares en el mes de enero de 1970
en la estación de Humanes. La línea roja indica la media de los valores


Comparando los 496 m3/s de Humanes con los 538,40 de Espinillos apreciamos un incremento de 42,40 m3/s o, si se prefiere, un 8,5% más, cantidad un tanto sorprendente ya que desde allí hasta Alcalá el Henares no cuenta con afluentes significativos salvo el Badiel, un pequeño riachuelo alcarreño carente de cabecera montañosa y por consiguiente de escaso caudal. Lamentablemente carezco de datos de éste durante la riada ya que la estación de aforo situada en este río, concretamente en la localidad de Torre del Burgo, no entró en funcionamiento hasta 1978, aunque sí podemos hacernos una idea de la aportación de este río en condiciones normales a partir de entonces. Su caudal medio anual es de 0,18 m3/s y la media anual de los caudales máximos instantáneos de 0,52 m3/s. Ciertamente estos datos no tienen por qué correlacionarse proporcionalmente con las avenidas extraordinarias, pero sí son indicio de que la contribución del Badiel en enero de 1970 difícilmente pudo ser la responsable de la totalidad de esos 42,40 m3/s aunque sí, probablemente, de parte de ellos. El resto, cabe suponer, vendría de la aportación de los arroyos y los torrentes así como de la escorrentía superficial, aunque carezco de datos con los que pueda cuantificarse esta aportación.

Ahora vamos a echar cuentas sumando los aforos, referidos a la riada principal de los días 10-11 de enero. Sumando los caudales máximos instantáneos del alto Henares (Henares, Salado y Dulce), con 111 m3/s; el Cañamares, con 42 aunque aquí se trata del caudal medio diario; el Bornova, con 170, y el Sorbe con 169, tenemos un total de 492 m3/s, un valor muy parecido al registrado en Humanes. Por lo tanto, haciendo un cálculo aproximado, podemos concluir que la aportación a las aguas que pasaron por Alcalá fue de un 20,6% del alto Henares, sin poder diferenciar entre los tres cursos de agua que lo conforman, un 7,8% del Cañamares, un 31,6% del Bornova, un 31,4% del Sorbe y el 8,6% restante procedente del Badiel, otros cursos menores entre los que se cuentan el Camarmilla y el Torote, y la escorrentía superficial.

Para que nos hagamos una idea de que los pequeños afluentes también pueden contribuir de manera puntual, pero importante, al incremento del caudal del Henares, basta con reseñar que, aunque no disponemos de datos de aforos del Torote en la riada de 1970 ya que la estación fue inaugurada en 1978, su caudal máximo instantáneo ascendió a unos más que respetables 87,49 m3/s el 26 de febrero de 2004. Fue algo excepcional, por supuesto, pero la riada de 1970 también lo fue. Y también el Camarmilla ha dado sus sustos, aunque éstos no quedaron registrados en los escasos años (1978-1991) en los que estuvo activa su estación de aforo. Otra conclusión, por último, es que la riada de 1970 no tuvo un origen puntual, sino que fue producto de unas crecidas excepcionales de la totalidad de los ríos de la cuenca del Henares, posiblemente provocadas dada la fecha por unas lluvias muy superiores a lo normal.

Tan sólo nos queda estudiar el efecto de la riada aguas abajo de Alcalá, es decir, como afectó al Jarama tras la confluencia de éste con el Henares. Para ello disponemos de los datos de dos estaciones de aforo, la de Algete previa a la desembocadura, y la de Mejorada una vez realizada ésta.

Comencemos con la de Algete, que nos servirá de referencia para saber cuanto aportó el Jarama al caudal conjunto. Lamentablemente, y también es mala suerte, las tablas de la Confederación Hidrográfica del Tajo no registran el caudal máximo instantáneo en los días de la riada, por lo que nos tendremos que contentar con los caudales medios diario del mes de enero de 1970, que sí están disponibles.




Variación del caudal medio diario del Jarama en el mes de enero de 1970
en la estación de Algete. La línea roja indica la media de los valores


Como se aprecia en la gráfica el Jarama también experimentó una crecida similar en su desarrollo a la del Henares, aunque el pico inicial del día 5 es menor mientras el principal y el de finales de mes son bastante parecidos. Los valores máximos de las medias diarias fueron de 103,6 m3/s el día 5, 408,8 el 11 y 139,4 el 26. Comparándolos con los correspondientes al Henares en Espinillos para las mismas fechas, vemos que fueron inferiores en un 56,3%, un 94% y un 86,3%, lo que confirma lo expuesto en el artículo comparativo entre los dos ríos de que el Henares no sólo suele llevar más caudal que el Jarama en condiciones normales, sino también en las riadas excepcionales, al menos en ésta. En cualquier caso el Jarama no se quedó atrás, algo lógico si tenemos en cuenta que su nacimiento se encuentra a unos 15 kilómetros en línea recta de las fuentes del Sorbe.




Variación del caudal medio diario del Jarama en el mes de enero de 1970
en la estación de Mejorada. La línea roja indica la media de los valores


En Mejorada se sumaron ambos caudales, por lo que no es de extrañar que su caudal máximo instantáneo (aquí sí disponemos de él) alcanzara la exorbitante cifra de 1.237,5 m3/s el 11 de enero. Si descontamos los 538,4 del Henares en Espinillos (ninguno de los dos ríos cuenta con afluentes importantes en sus tramos finales antes de la confluencia) podemos estimar el dato que antes nos faltaba, el caudal máximo instantáneo del Jarama por separado, que habría sido de 699,1 m3/s, superior pues al del Henares aunque el caudal medio diario, como hemos visto, no lo fue. En cualquier caso, y dado el margen de error existente, cabe asumir que la aportación de ambos ríos, al menos en lo que respecta al pico principal de la riada, fue similar. Si en vez de los caudales instantáneos tomamos los medios diarios, la proporción de los tres picos es de 310 m3/s (un 68% más que en Espinillos) para el día 5, 1.063,8 (144,66%) para el día 11 y 346,4 (114,5%) para el día 26. Puesto que la igualdad de caudales correspondería a un 100%, la conclusión es que el Henares aportó más agua en la primera oleada y menos en la segunda y la tercera, siendo mayor la diferencia (casi del 50%) a favor del Jarama en la principal. Lo cual, dicho sea de paso, no cuadra con la comparación de los datos de Algete y Espinillos, problema que también nos encontrábamos en el artículo en el que comparaba los caudales medios, es decir, los normales, de los dos ríos.




Precipitación anual de 1970 (arriba) y media de los años 1961-2010 (abajo)
en el observatorio meteorológico de Barajas. AEMET


¿Pudo deberse esta diferencia a la aportación “artificial” de los desagües de una parte de las alcantarillas de Madrid, acrecentada por unas lluvias superiores a las habituales? Consultando los boletines meteorológicos nos encontramos con que en enero de 1970 hubo una precipitación en el observatorio de Barajas, cercano a Alcalá, de 159,5 litros por metro cuadrado, una cantidad excepcional puesto que en todo el año (aquí no se refiere al año hidrográfico, sino de enero a diciembre) la lluvia total ascendió a 397 litros por metro cuadrado, lo cual quiere decir que en enero llovió un 40% del total anual, algo excepcional ya que la media de pluviosidad en enero, un mes relativamente seco, es de alrededor del 8%.

Por consiguiente 1970 fue completamente atípico, puesto que no sólo estuvo por debajo de la media de 435 litros por metro cuadrado, sino que además éstas cayeron anómalamente concentradas en un mes que, sin ser el más seco del año, tampoco es de los más lluviosos. Y esto no ocurrió tan sólo aquí, ya que el día 12 de enero de este año hubo también desbordamientos en el Duero, el Tajo, el Guadiana y el Ebro.

También hay que tener en cuenta que aunque en 1969 ya existían varios embalses en el Jarama y en su tributario Lozoya, éstos tenían una capacidad limitada, mientras el de El Atazar, con gran diferencia el mayor de ellos, no fue inaugurado hasta 1972, con posterioridad a la riada que estamos considerando.


Ver también:
El Henares, ese río. La riada de 1947
El Henares, ese río. La riada de 1961


Publicado el 17-1-1987, en el nº 1.032 de Puerta de Madrid
Actualizado el 30-6-2023