¡Atención... Platillos volantes!
Número 65 de la colección. Los supervivientes de la expedición llegan a la Tierra tripulando la astronave marciana para encontrarse con una desagradable noticia: Los platillos volantes enemigos llevan algún tiempo atacando a nuestro planeta sembrando la destrucción (las armas de los distintos países se ven impotentes para hacerlos frente) al tiempo que provocan numerosas plagas y enfermedades contra las cuales no hay defensa posible. La razón está clara: Los desconocidos enemigos planean la aniquilación de la humanidad, y ciertamente llevan camino de conseguirlo.
El aterrizaje de la astronave marciana provoca furibundos ataques por parte de los platillos volantes aunque, tras un desconcierto inicial (hay que recordar que los protagonistas saben a duras penas tripular el coloso), los protagonistas (los pocos que quedan ya a estas alturas) descubren unos misteriosos rayos que hacen estallar cuanto reactor nuclear o bomba atómica se pone a su alcance, rayos que además provocan la muerte de todo ser viviente que se interpone en su camino aunque no destruyen ningún artefacto que esté desprovisto de material nuclear.
Poco a poco el ejército de los Estados Unidos consigue dominar el manejo de la astronave, lo cual tiene consecuencias trágicas para los platillos volantes enemigos, hasta entonces invulnerables a las armas terrestres, que son ahora destruidos a racimos por los misteriosos rayos de la astronave marciana. Este hecho supone un respiro para los agobiados terrestres, aunque no por ello está resuelta la guerra: Refugiado en sus bases de la Luna, el enemigo continúa sembrando las altas capas de la atmósfera con polvo radiactivo, el cual produce una enorme mortandad en la ya muy castigada población civil. Se impone, pues, enviar una expedición a la Luna con objeto de expulsarlos de allí, y para ello se apresta un cuerpo expedicionario que será trasladado en la astronave marciana, único vehículo en poder de los terrestres capaz de llevar la guerra al campo enemigo. La batalla de la Luna es bastante dramática y, en contra de su costumbre, Enguídanos la relata aceptablemente bien. Finalmente, y como cabía esperar, los terrestres (o por hablar con mayor propiedad los norteamericanos) se alzan con la victoria apoderándose de un buen número de platillos volantes a la par que hacen numerosos prisioneros. El peligro está conjurado y la Tierra puede respirar tranquila, aunque la amenaza del planeta enemigo continuará latente.
Publicado el 6-11-1998 en el Sitio de Ciencia Ficción