Aunque nacido en Alcalá, Cervantes fue, es difícil saber si por voluntad propia o por azares del destino, un auténtico ciudadano de mundo, siendo muchos los lugares que, de grado o por la fuerza, visitó a lo largo de su azarosa vida. Uno de ellos fue la villa de Madrid, ya por entonces sede de la corte y lugar lógico donde recalar para todos aquellos deseosos de medrar al calor de la cercanía a los reyes españoles. De hecho, fue en Madrid donde falleció un 23 de abril de 1616 y donde fue enterrado, a escasa distancia de su última residencia, en el convento de las Trinitarias, donde aún continúan sus restos aunque se haya perdido el rastro de su tumba... si es que realmente resulta de interés este detalle, algo que personalmente me permito dudar.

No es de extrañar, pues, que dada su condición de residente ilustre de la villa y corte la figura de Cervantes sea recordada en la capital de España. De todos los hitos cervantinos presentes en Madrid sin duda el más conocido es el grandioso monumento que se alza en la plaza de España, dedicado al conjunto de la obra del escritor complutense y presidido por su estatua sedente labrada en piedra; pero no es el único, ya que son varios los monumentos y lápidas que honran su memoria, de los cuales pretendo hacer un recorrido, si no exhaustivo, sí al menos lo más completo posible.

Dada la gran extensión de este artículo, y para facilitar su lectura, he estimado conveniente dividirlo en siete apartados siguiendo criterios temáticos. El primero está dedicado al monumento de la Plaza de España. El segundo, a las demás estatuas. El tercero, a las lápidas. El cuarto, a los azulejos. El quinto, a otros elementos decorativos. El sexto, a las instituciones. Y el séptimo y último, de actualidad tras las excavaciones realizadas en la cripta de la iglesia de las Trinitarias, al paradero, esperemos que definitivo, de sus ajetreados restos mortales. Se puede acceder a cualquiera de ellos pulsando el botón correspondiente del menú superior.