Cápsula espacial



Habitáculo del que están provistos la mayor parte de los vehículos espaciales tripulados, excepto los transbordadores, diseñado específicamente para alojar a la tripulación. Habitualmente la cápsula suele ser la única parte del vehículo que retorna a la Tierra, ya que el resto del mismo -suele tratarse de cohetes por etapas- va siendo desechado por el camino.

Las primeras cápsulas espaciales, tanto norteamericanas -Mercury- como rusas -Vostok- eran de un diseño espartano y de reducidas dimensiones, con objeto de reducir el peso de las mismas, y tan sólo eran capaces de contener a un único ocupante. Con el tiempo los astronautas y cosmonautas fueron ganando en comodidad y las cápsulas se hicieron mayores, con capacidad para dos o tres tripulantes, pero los vuelos en ellas distarían mucho de poder ser considerados confortables para el común de la población, sobre todo si se trataba de misiones de varios días como las del Proyecto Apolo, donde por cierto la cápsula era denominada módulo de mando.

A raíz de la construcción del transbordador espacial la NASA dejó de utilizar cápsulas espaciales para sus vuelos tripulados a diferencia de la agencia espacial rusa Rosaviakosmos, que sigue confiando en las veteranas, pero fiables, cápsulas Soyuz. Últimamente los chinos también se han sumado al reducido número de países constructores de cápsulas espaciales, tras el lanzamiento exitoso de la Shenzhou.

El momento más crítico en el vuelo de una cápsula espacial suele ser su retorno a la Tierra, ya que tiene que estar protegida del rozamiento atmósférico durante la reentrada y ha de ser capaz de aterrizar, o amerizar, de forma lo suficientemente suave para que sus ocupantes no corran peligro. Lo primero se consigue gracias a unos escudos refractarios de los que van provistas en su base, mientras lo segundo se realiza habitualmente con paracaídas.


Publicado el 5-11-2008