Eclipse



Ocultamiento respecto al observador de un cuerpo celeste por otro cuando ambos se encuentran en conjunción.

Para que un eclipse tenga lugar, han de cumplirse dos condiciones: primero, que el cuerpo más cercano se interponga entre el observador y el más lejano, y segundo, que éste sea de similar tamaño aparente, o superior, al del cuerpo al que oculta. A su vez los eclipses pueden ser totales -si la ocultación es completa-, parciales -si sólo tiene lugar de manera parcial- o anulares, si el diámetro aparente del cuerpo eclipsante es algo inferior al del cuerpo eclipsado, con lo cual queda una corona del mismo libre e ser ocultada.

Desde la Tierra se pueden observar dos tipos de eclipses, los lunares y los solares. El eclipse lunar se produce cuando la Tierra se interpone entre el Sol y la Luna, ocultando con su sombra a nuestro satélite. El eclipse solar se produce cuando es la Luna la que se interpone entre el Sol y la Tierra y su sombra se proyecta sobre la superficie terrestre, ocultando el globo solar. Puesto que la Tierra, la Luna y el Sol no se encuentran en el mismo plano, tanto los eclipses lunares como los solares son fenómenos relativamente raros, que sólo tienen lugar cuando el ángulo formado por los tres astros es nulo, dibujándose una línea recta que atraviesa a todos ellos. Ello es posible debido a que los tamaños aparentes medios de la Luna y el Sol vistos desde la Tierra son muy similares -una afortunada casualidad-, del orden de medio grado.

Evidentemente en sistema más complejos como son los satélites de los planetas gigantes, los tipos de eclipses se multiplican.

Un caso particular de eclipses son los tránsitos, los cuales ocurren cuando la diferencia relativa de tamaños entre los dos cuerpos es lo suficientemente grande como para que la superficie ocultada sea tan sólo una mínima parte del total. Ejemplos de tránsitos son, por ejemplo, los que tienen lugar cuando Mercurio o Venus cruzan a través de la superficie solar.


Publicado el 7-8-2009