Historia de la Semana Santa complutense (I)
De principios de siglo a la Guerra Civil





Cristo de la Agonía, o de Mena, desaparecido durante la Guerra Civil



Al iniciar el estudio de la Semana Santa alcalaína en el siglo XX hay que tener en cuenta el hecho importante de que hasta 1916 no había en nuestra ciudad ninguna procesión en la vía pública, aunque sí se realizaban actos religiosos tales como el Vía Crucis, oficios, sermones, etc. Pese a que desconozco las causas concretas de esta ausencia, es de suponer que estarían relacionadas con la convulsa situación política y social de España a lo largo del siglo XIX; dado que las expresiones religiosas estaban entonces muy vinculadas a los sectores más conservadores de la sociedad, los períodos liberales o progresistas supusieron por lo general serios retrocesos en el ámbito cofrade, seguidos de recuperaciones durante las posteriores involuciones políticas. En consecuencia, no sería sino hasta el asentamiento de la Restauración, y sobre todo a partir del reinado de Alfonso XIII, cuando en las diferentes ciudades españolas comenzaron a asentarse los desfiles procesionales de Semana Santa tal como los conocemos actualmente, aunque todavía se verían inmersos en una grave crisis durante los años de la II República y la posterior Guerra Civil.

En lo relativo a Alcalá es realmente muy poco lo que sabemos acerca de las procesiones de Semana Santa en los dos siglos anteriores, ya que la bibliografía existente es muy escasa, aunque en general puede afirmarse que en el período de tiempo comprendido entre el reinado de Carlos III y finales del siglo XIX se alternaron los períodos en los que se celebraban procesiones penitenciales con los que no; tras las reformas ilustradas, que suprimieron muchas cofradías, y el el obligado paréntesis de la Guerra de la Independencia, la situación puede resumirse diciendo que los gobiernos conservadores, por lo general, las fomentaban mientras los liberales las reprimían o, cuanto menos, no simpatizaban con ellas. Las diferentes desamortizaciones aplicadas por los gobiernos liberales también supondrían un importante obstáculo para éstas, dado que muchas cofradías estaban asentadas en los numerosos conventos que entonces jalonaban la ciudad, viéndose obligadas a trasladarse a los supervivientes o a alguna de las tres parroquias.

Por un documento fechado en 1770, la Encuesta General del Conde de Aranda1, conocemos la relación de cofradías religiosas existentes en Alcalá en ese año, 53 en total, varias de las cuales responden a advocaciones directamente relacionadas con la Pasión (Angustias, Arrodillado, Buena Muerte, Descendimiento de la Santa Cruz, Dolores, Esperanza o Soledad) mientras otras sabemos que también lo eran bien por seguir existiendo en la actualidad (Doctrinos), bien por haber perdurado hasta la Guerra Civil (Humildad), aunque en la encuesta no se indica el dato de si éstas procesionaban o no.

Gracias a un reciente trabajo de investigación2 conocemos la relación de cofradías radicadas en 1810 en el desaparecido convento de San Diego, una de las futuras víctimas de la desamortización de Mendizábal un cuarto de siglo después; aunque no todas ellas eran penitenciales y tampoco se especifica si procesionaban o no en Semana Santa, al menos en algún caso parece evidente que así debió de ser, como ocurre con la del paso de la Última Cena, inexistente en la encuesta de cuarenta años atrás y del cual se pierde completamente el rastro a partir de entonces pese a su evidente espectacularidad.

Un nuevo trabajo de Manuel Vicente Sánchez Moltó3 reproduce una encuesta realizada en 1902, justo al inicio del siglo XX y por lo tanto sumamente indicada para utilizarla como arranque del presente artículo. Gracias a esta encuesta, realizada a instancias del gobernador civil de Madrid, sabemos que en ese año existían en la ciudad al menos 57 cofradías y hermandades religiosas, una cifra muy similar a la de 1770, aunque de nuevo nos volvemos a encontrar con el problema de que las penitenciales no están desglosadas del resto, siendo posible deducir, en base a su no siempre inequívoca advocación, que éstas debían de ser alrededor de una docena, aunque no todas ellas se mantenían activas.

Es muy posible que entre 1902 y 1916 algunas de ellas se extinguieran tal como ocurrió con la cofradía de los Santos Justo y Pastor, que en 1902 contaba con 13 hermanos y 2 viudas de antiguos hermanos, y fue reconstituida en 1923 tras haber desaparecido en fecha indeterminada. Tampoco aparece ya la de la Última Cena citada en el documento de 1810, mientras sí lo hacen tres de las cofradías penitenciales actuales: Agonía, Doctrinos (como Cristo de la Misericordia) y Soledad, esta última por duplicado al existir dos con el mismo nombre.

De lo que sí existe certeza es de que a principios del siglo XX no se realizaba ninguna procesión. Según Manuel Vicente Sánchez Moltó4 éstas habían desaparecido de forma definitiva hacia 1895, tras varios años de celebración intermitente, al parecer a causa de la mínima actividad de las cofradías de la época. Esta situación se mantendría al menos durante dos décadas, ya que en 1915 un anónimo redactor de El Eco de Alcalá denunciaba esta carencia lamentándose de que no hubiera procesiones en la Semana Santa alcalaína, cuando imágenes religiosas no faltaban y cuando poblaciones mucho menos importantes que nuestra ciudad sí las tenían.

La queja no debió de caer en saco roto ya que tan sólo dos años más tarde, en 1917, Alcalá tenía procesión de Viernes Santo o, por decir mejor, dos procesiones, una matutina y otra vespertina, aun cuando la primera no fuera sino tan sólo el traslado de las imágenes procedentes de diversos templos a la iglesia de Jesuitas, entonces sede provisional de la Magistral a causa de las obras de restauración de ésta, y punto de partida y retorno de la procesión de la tarde. Cabe reseñar que hubo su polémica acerca de la elección de esta iglesia como origen de la citada procesión, ya que se alegaba que el bulevar existente entonces en la calle de Libreros deslucía bastante el desarrollo de la misma; pero lo cierto es que al final se optó por ella, manteniéndose en años sucesivos. En cuanto al recorrido de la procesión, éste era de Jesuitas a la plaza de Cervantes, de allí a la de los Santos Niños y retorno en sentido inverso; de unos años a otros habría ligeras variaciones según se combinaran a la ida y a la vuelta las calles Mayor, Santiago y el eje Santa Úrsula-Escritorios. Como se ve, se trataba de trayectos bastante parecidos a los actuales.

Otro aspecto importante que merece ser tenido en cuenta es que la organización de la procesión no corría a cargo del cabildo magistral sino de la cofradía del Santo Entierro, la más activa de todas las existentes entonces en la ciudad pese a tratarse de una entidad de nueva creación, ya que había sido fundada ese mismo año de 1917. Aunque existía el precedente histórico de una cofradía del Santo Sepulcro presente ya en Alcalá probablemente desde principios del siglo XVII, ésta se había extinguido según Sánchez Moltó5 en 1808, por lo que no se puede hablar en sentido estricto de refundación -había transcurrido más de un siglo- sino más bien de una cofradía de nuevo cuño heredera, eso sí, de la antigua advocación.

La procesión, aparte de los pasos propiamente dichos y de sus respectivas cofradías, contaba además con bandas de cornetas y tambores, cruces parroquiales, estandartes, clero y autoridades, participando también los seminaristas alcalaínos y los niños de varios colegios.

En cuanto a los pasos, que no sufrieron ninguna variación desde 1917 hasta 1920, eran los siguientes según el orden en que desfilaban: Un Ecce Homo del convento de las Agustinas, el Cristo de la Humildad -que representaba la primera caída de Jesús- procedente de la parroquia de San Pedro, el desaparecido Cristo de la Agonía tallado por Pedro de Mena que se conservaba en el convento de las Úrsulas, una Virgen de las Angustias que se guardaba en la iglesia de Jesuitas, la imagen de María al pie de la Cruz propiedad de las Bernardas, el Cristo Yacente de las Catalinas que sacaba en procesión -como lo sigue haciendo en la actualidad- la cofradía del Santo Entierro, y la Virgen de la Soledad original -la cofradía actual es la misma, pero la imagen no- que asimismo salía de la parroquia de San Pedro.

Llama la atención la ausencia del Cristo de los Doctrinos que, por causas que los periódicos consultados no especifican, no llegó a participar en los desfiles procesionales sino hasta después de la Guerra Civil; dice El Eco ese mismo año de 1920 que se estaban realizando activas gestiones para que su cofradía tomara parte en la procesión del Viernes Santo, mientras en años posteriores se llegó a dar por segura su participación; pero lo cierto es que esta participación no no tuvo lugar y el Cristo de los Doctrinos, por una u otra razón, no salió ningún año de su ermita.

1920 fue el año en el cual, tras el asentamiento de la procesión del Santo Entierro, que es como se denominaba a la general del Viernes Santo, comenzó la expansión de la misma. Ese mismo año se programó la procesión de las Palmas del Domingo de Ramos y, una vez concluida la Semana Santa, el conocido comerciante alcalaíno Jacobo Gordo Morés abrió una suscripción popular que tenía por objeto la compra de un nuevo paso, el de la Oración en el Huerto. Para los amantes de las anécdotas cabe reseñar que Jacobo Gordo inició la suscripción con 25 pesetas, comprometiéndose a abonar una peseta mensualmente hasta que el paso llegara a comprarse; ignoro cuál era el poder adquisitivo de cinco duros de entonces, pero debía de ser bastante a juzgar por la importancia que dieron a la noticia los redactores de El Eco y a juzgar también por un dato aportado por José García Saldaña en uno de sus artículos, según el cual una pensión completa -alojamiento y generosa manutención- costaba entonces tres pesetas diarias.

Y llegamos a 1921 con dos novedades: La de la Oración en el Huerto, que efectivamente se adquirió pasando a tomar parte regularmente en la Semana Santa alcalaína, y la de la Flagelación, paso estrenado también ese mismo año y que, según el periódico, fue donado por un bienhechor anónimo de la Villa y Corte. Por lo demás el resto de las imágenes era el mismo: El Ecce Homo, el Cristo de la Humildad, el de la Agonía, la Virgen de las Angustias, María al pie de la Cruz, el Santo Entierro y la Virgen de la Soledad. En total nueve pasos, lo que no estaba nada mal para la Alcalá de entonces.

En 1922 dejó de salir en procesión el Cristo de la Humildad, hecho que no es de extrañar dado que en 1920 El Eco informaba que su cofradía era una de las que andaban languidecientes, razón por la que la imagen había estado siendo llevada por miembros de la Mutual Obrera Complutense. En estas circunstancias tan poco favorables no es de extrañar que este paso dejara de participar en la procesión del Viernes Santo que así quedó reducida a los ocho restantes.




Programa de la Semana Santa de 1928


Esta composición se mantendría invariable durante varios años, tal como refleja el cartel anunciador de la Semana Santa de 1928; procesión que, comento a título de anécdota, hubo de ser finalmente suspendida por culpa de la lluvia. Un año después, en 1929, se programó un Vía Crucis el Viernes Santo que habría que discurrir desde las afueras de la ciudad hasta la Cruz del Siglo, en el Campo del Ángel, procesión que finalmente se aplazó celebrándose el acto litúrgico en la antigua parroquia de Santa María, actual Capilla del Oidor. 1930 sería también un año de continuidad, pero el año siguiente, el primero de la década más trágica de la reciente historia española, traería consigo una novedad importante.

La Semana Santa de 1931 supuso el estreno de un nuevo paso, el de la Borriquilla, que representaba la entrada de Jesús en Jerusalén el Domingo de Ramos, el cual pasó a ser lógicamente el elemento principal de la procesión que iniciaba la Semana Santa alcalaína. La procesión fue un éxito a decir de El Eco, y en ella tomaron parte, además de la imagen, niños y jóvenes vestidos de hebreos. La imagen procedía de Olot y había sido adquirida en la madrileña casa de Alsina; estaba realizada en pasta de madera, medía 180 centímetros y representaba a Jesús montado en una borriquilla vestido con túnica blanca y portando una palma en la mano, es decir, la iconografía habitual de estos pasos. Cabe reseñar también que la imagen había sido encargada por la Asociación de los Santos Niños reconstituida ocho años antes, y que costó seiscientas cuatro pesetas más cincuenta y dos pesetas con cincuenta céntimos en concepto de gastos de transporte desde Olot hasta Alcalá, junto con otras quince pesetas que hubo que pagar por llevarla desde el muelle de la estación hasta la iglesia Magistral. En total, seiscientas setenta y una pesetas con cincuenta céntimos, de entonces, se entiende. Era pretensión de la Asociación de los Santos Niños pagarla mediante una suscripción popular que, recién terminada la Semana Santa, había recaudado únicamente doscientas treinta y dos pesetas.

Asimismo, el cartel de Semana Santa de ese año anunciaba el retorno a la procesión del Viernes Santo del Cristo de la Humildad, lo que elevaba a diez el total de pasos que desfilaban en la Semana Santa complutense, un número que tardaría varias décadas en volverse a alcanzar de nuevo.

Apenas había concluido la Semana Santa de 1931, que ese año cayó a finales de marzo, cuando el 14 de abril se proclamaba en España la II República. Una de las medidas adoptadas por el nuevo régimen fue la prohibición de las procesiones religiosas en la vía pública, lo que motivó que la Semana Santa alcalaína se viera privada a partir de 1932 de los ya tradicionales desfiles procesionales. Eso sí, los periódicos hablan de procesiones en el interior de los templos y, concretamente, la del Domingo de Ramos con el Cristo de la Borriquilla en el claustro de la Magistral, y la del Encuentro, el Domingo de Resurrección, en la antigua parroquia de Santiago. Esta última se haría, lógicamente, con una imagen de la Virgen a la que se le quitaba el velo del luto y otra representando a Cristo resucitado. Lamentablemente las fuentes consultadas no dicen de qué imágenes se trataba; aunque cabe pensar que la Virgen fuera la de la Soledad, ignoro por completo cuál pudiera ser el Cristo utilizado, ya que los periódicos no hablan de ninguna imagen de Cristo Resucitado. En cuanto al Viernes Santo, todos los actos religiosos se limitaron durante esos años a los puramente litúrgicos.

En 1934 y 1935 el gobierno de derechas de la CEDA volvió a autorizar las procesiones, pero en Alcalá no se llegaron a celebrar quizá por haberse perdido ya el empuje organizador de las mismas, quizá porque entonces el horno no estaba ya para bollos dada la cada vez mayor tensión social que se respiraba en España; lo cierto es que El Eco, nuestra fuente habitual de noticias, se lamentaba de esta falta de procesiones argumentando que en otras poblaciones menos importantes que Alcalá sí las habían recuperado, al tiempo que instaba a los alcalaínos para que, con un poco más de celo religioso, organizaran éstas en años sucesivos.

Lamentablemente, el triunfo en las elecciones de febrero de 1936 del Frente Popular y el estallido en julio de ese mismo año de la Guerra Civil arrancarían de raíz esta tradición por el expeditivo método de destrozar todas las imágenes pasionales existentes en nuestra ciudad a excepción del Cristo Yacente de las Catalinas, de otro similar propiedad de las Bernardas que no salía en procesión y del Cristo de los Doctrinos que, como ya ha quedado comentado, tampoco participaba en las procesiones durante esos años.

Llegados a este punto se nos plantea forzosamente una pregunta: ¿Hay documentación gráfica de las imágenes perdidas en el marasmo de la Guerra Civil? A mí me cuesta trabajo creer que no, pero salvo en el caso del Cristo de la Agonía he sido incapaz de encontrarla en las fuentes más comunes, lo que me mueve a creer que, de existir estas fotografías, deben de estar en manos de particulares a los que me gustaría invitar a que las dieran a conocer. En el Archivo Moreno se conservan dos excelentes fotografías del Cristo de la Agonía, una magnífica talla atribuida al imaginero Pedro de Mena que, propiedad originalmente del antiguo colegio-convento de los Caracciolos, había sido trasladada al de las Úrsulas a raíz de la supresión del mismo en el siglo XIX. Esta imagen fue estúpidamente destruida en la Guerra Civil, concretamente el 27 de febrero de 1937, sin que mediara algarada alguna, sino simplemente por capricho de un grupo de vándalos, y la imagen actual de esta misma advocación con la que su cofradía sustituyó a la perdida es moderna y de mucho menor valor artístico.

A falta de documentación gráfica del resto de las imágenes desaparecidas, ¿contamos con algún tipo de descripción de las mismas? Bien, algo hay, aunque no mucho; paso a relatarlo a continuación apoyándome en las descripciones contemporáneas de las procesiones y en la completa guía de Alcalá que Liborio Acosta publicara a finales del siglo XIX. La Oración en el Huerto y la Flagelación eran tallas modernas de las que no tengo más datos que los que se puede deducir a partir de sus respectivos nombres, aparte del detalle de que la primera de ellas procedía de la madrileña casa Caldeiro y era de poca talla según Ventura Corral.

Del Ecce Homo de las Agustinas El Eco dice que vestía una lujosa túnica de terciopelo morado bordado en oro y llevaba una cabellera donada por una religiosa del convento, descripción que hace pensar en una imagen parecida al actual Cristo de Medinaceli, que en realidad corresponde a un episodio anterior de la Pasión cuando Jesús cautivo es llevado a presencia de Poncio Pilatos. Sin embargo varios autores, entre ellos José García Saldaña, lo citan con el nombre popular de Cristo de la Caña, en alusión a la caña que portaba a modo de cetro y que, junto con la corona de espinas, constituían los atributos de esta imagen. Es éste un detalle importante, puesto que esta advocación, bastante popular a lo largo de toda la geografía española, suele referirse por lo general a Cristo después de ser flagelado, despojado de la túnica y con el cuerpo cubierto tan sólo con una capa además, claro está, del paño de pureza; en muchas ocasiones, aunque no siempre, se trata además de una imagen sedente. Así pues, queda la duda acerca del aspecto concreto de este paso.

Del Cristo de la Humildad ya quedó dicho que representaba a Jesús en su primera caída, es decir, con la cruz a cuestas y arrodillado, y tenía asimismo una severa túnica de terciopelo morado. Liborio Acosta habla de un Cristo arrodillado que se conservaba en la Magistral procedente del extinto colegio-convento de la Victoria; podría tratarse del mismo, pero nada se puede afirmar con total seguridad.

Pasemos a la siguiente imagen, la Virgen de las Angustias; esta advocación responde a una iconografía muy determinada, la Virgen con Cristo muerto en su regazo y la cruz vacía al fondo. La imagen se conservaba entonces en Jesuitas, Magistral provisional, y dice Liborio Acosta que en la Magistral se custodiaba una hermosa Virgen de las Angustias procedente del antiguo convento de San Diego. De nuevo cabe la posibilidad de que ambas imágenes fueran las mismas.

María al pie de la Cruz era otra Virgen propiedad de las Bernardas que era sacada en procesión por las Marías de los Sagrados Calvarios, lo que supongo debía de ser una cofradía femenina. Según El Eco se trataba de una meritoria talla que iba adornada con un rico manto bordado en oro por las monjas bernardas. Una religiosa que residía en el convento con anterioridad a la Guerra Civil me comunicó que la Virgen, a la que ella llamó la Virgen del Tránsito, se conservaba en la sala capitular. Se trataba, según mi comunicante, de una imagen sedente que tenía en el regazo los atributos de la Pasión. Huelga decir que también fue destrozada en la Guerra Civil, desapareciendo asimismo su artístico manto.

El Cristo Yacente de las Catalinas se conserva por fortuna todavía y sigue participando en las procesiones. Esta imagen no carece de valor artístico, y se cree que pertenece a la escuela de Gregorio Hernández. Y en cuanto a la Virgen de la Soledad, se perdió la imagen primitiva -que según Liborio Acosta procedía también del colegio-convento de la Victoria- siendo la actual una talla moderna aunque de notable valía. Por último la más reciente de las imágenes, el Cristo de la borriquilla, ha sido descrita con anterioridad.




1 SÁNCHEZ MOLTÓ, M. Vicente. Las cofradías de Alcalá en la Encuesta General del Conde de Aranda (1770). Publicado en el volumen XII de los Anales Complutenses. Institución de Estudios Complutenses. Alcalá de Henares, 2000.

2 CANO SANZ, Pablo. El convento de San Diego de Alcalá de Henares. Patrimonio artístico en la Guerra de la Independencia (1808-1814). Promoción de Alcalá, S.A. Alcalá de Henares, 2009.

3 SÁNCHEZ MOLTÓ, M. Vicente. Cofradías, hermandades y otras asociaciones religiosas de Alcalá de Henares a principios del siglo XX. Publicado en las actas del VI Encuentro de historiadores del valle del Henares. Institución de Estudios Complutenses, Institución Marqués de Santillana y Centro de Estudios Seguntinos. Alcalá de Henares, 1998.

4 SÁNCHEZ MOLTÓ, M. Vicente. La hermandad del Santo Entierro y la Semana Santa de Alcalá de Henares. Ayuntamiento de Alcalá de Henares. Alcalá de Henares, 1999.

5 SÁNCHEZ MOLTÓ, M. Vicente (1999).



Publicado el 16-6-2006
Actualizado el 22-3-2013