Problema de los tres cuerpos



Mientras la resolución matemática de la atracción gravitatoria entre dos cuerpos tiene una solución sencilla -basta con aplicar la conocida ecuación de Newton, que conduce a las sencillas leyes de Kepler-, cuando se introduce un tercer cuerpo el problema se complica tanto que no es posible obtener una solución matemática exacta.

Por ejemplo, podemos fijarnos en el sistema formado por el Sol, Tierra y la Luna. Cada uno de estos tres astros ejerce una atracción gravitatoria sobre los otros dos, y viceversa, perturbándose mutuamente hasta el pundo de conducir a una situación que sólo se puede resolver de forma aproximada. Puesto que éste es un caso habitual en el Sistema Solar, donde incluso aparece un número todavía mayor de cuerpos -Júpiter, Marte, etc.-, es fácil deducir que el llamado Problema de los tres cuerpos supuso un reto para los matemáticos y los astrónomos de las pasadas centurias.

La conclusión que se obtiene del estudio de un sistema tan complejo como es el Sistema Solar, es que éste se halla en un equilibrio inestable, lo que puede provocar -como ya provocó en el pasado- perturbaciones lo suficientemente fuertes como para hacer que un cuerpo determinado, sobre todo si éste es de pequeño tamaño como ocurre con los asteroides o los cometas, pueda ser arrancado de su órbita y expulsado al exterior o, por el contrario, pueda acabar cayendo sobre un cuerpo mayor.

Intentando resolver este problema, Joseph Louis de Lagrange encontró en 1772 los llamados puntos de Lagrange, unos lugares -cinco en total- situados en, o en las proximidades de la órbita de un astro, en los cuales la ubicación de cuerpos de menor tamaño es posible al tratarse de islas de estabilidad gravitatoria.


Publicado el 14-9-2009