Cometa



Astro del Sistema Solar, caracterizado por tener una órbita muy excéntrica que le acerca, periódicamente o no, hasta las cercanías del Sol. A diferencia de los otros cuerpos del Sistema Solar, a los cometas no se les bautiza con nombres tomados de la mitología, la literatura u otras fuentes sino con los nombres de sus descubridores, lo que sin duda les quita romanticismo aunque sirva para satisfacer el ego de los afortunados, sobre todo si éste resulta ser tan brillante que pueda ser contemplado a simple vista.

Los cometas tienen su origen en los confines del Sistema Solar, y por estar compuestos de una mezcla de hielos de distintas sustancias químicas (agua, metano, amoníaco...) se los ha descrito como bolas de nieve sucia, modelo que se ha visto confirmado con los datos obtenidos por las diferentes sondas espaciales que los han visitado. Cuando se acercan al Sol el aumento de temperatura produce la sublimación de los materiales volátiles que componen su núcleo, produciendo unas espectaculares nubes brillantes (la cabellera, o coma y la cola) que los hicieron famosos desde la más remota antigüedad, considerándoselos como mensajeros de acontecimientos importantes o como heraldos de malas noticias.

Existen dos tipos diferentes de cometas, dependiendo de su procedencia. Los de período corto (aquéllos que recorren sus órbitas en menos de 200 años) tienen su origen en el Cinturón de Kuiper, y debido a ello tienen sus órbitas comprendidas en el plano de la eclíptica al igual que ocurre con los planetas. Los de período largo, que no vuelven a aparecer por las regiones interiores del Sistema Solar hasta pasados al menos 200 años, cuando no todavía más, proceden de la Nube de Oort y orbitan en diferentes planos, sin ceñirse a la eclíptica. En realidad los cometas no se diferencian del resto de los astros que orbitan por esas remotas regiones del Sistema Solar, a los que la lejanía del Sol preserva del calentamiento de su superficie.

El cometa más famoso es sin duda el Halley, descrito por el astrónomo inglés Edmond Halley en el siglo XVIII, pero conocido desde mucho antes merced a sus apariciones periódicas. Sin embargo existen muchos otros, algunos de los cuales han adquirido celebridad recientemente, como el Hyakutake, el Hale-Bopp o el Shoemaker-Levy 9, los dos primeros porque resultaron ser muy brillantes en sus respectivos tránsitos por las cercanías de la Tierra en 1996 y 1997 respectivamente, cosa que no ocurrió con el decepcionante Halley en su visita de 1986, y el último porque chocó contra Júpiter en 1994 para regocijo de los astrónomos, que aprovecharon este fenómeno para profundizar en sus conocimientos de la atmósfera joviana.

Hasta hace unos años lo único que se sabía de los cometas era lo descubierto a través de los telescopios, pero la situación comenzó a cambiar cuando las diferentes agencias espaciales decidieron enviar sondas a estos enigmáticos astros. Así, la sonda Giotto se acercó en 1986 a las proximidades del cometa Halley aprovechando su cercanía a la Tierra, tras lo cual estudió también, ya en 1992, el cometa Grigg-Skjellerup. La Deep Space 1 sobrevoló el cometa Borrelly en 2001, pero mucho más ambiciosa fue la misión de la sonda Stardust, que en enero de 2004 alcanzó el cometa Wild-2 tomando fotografías de su núcleo y recolectando muestras de las partículas eyectadas por la superficie del cometa al ser ésta calentada por la radiación solar enviándolas a la Tierra, donde fueron recogidas y estudiadas. La Deep Impact visitó el Tempel-1 en 2005, estrellando un proyectil contra su superficie para estudiar los efectos del impacto. La última iniciativa de este tipo por ahora es la de la sonda Rosetta, lanzada en marzo de 2004 con destino al cometa Churyumov-Gerasimenko, donde llegará en 2014. Además de orbitar en torno al cometa, la sonda lanzará un módulo de aterrizaje a la superficie del mismo.


Publicado el 24-7-2009
Actualizado el 14-4-2014