Júpiter



Conocido desde la antigüedad, los romanos identificaron al planeta más grande del Sistema Solar con Júpiter, el padre de los dioses.

Júpiter orbita a una distancia media de aproximadamente 778 millones de kilómetros del Sol, realizando una revolución completa alrededor de éste en 11,86 años y una rotación en torno a su propio eje en apenas 9,84 horas. La definición de planeta gigante dada a Júpiter puede entenderse mejor a través de estas cifras: un diámetro de 143.200 kilómetros, alrededor de 11 veces el de la Tierra; un volumen 1.317 veces superior al de nuestro planeta, y una masa 318 veces mayor. Dividiendo la masa por el volumen se puede determinar fácilmente su densidad media, que en este caso es de apenas 1,3 con respecto a la del agua, un valor muy inferior al de la Tierra, lo que indica que está constituido por materiales muy poco densos.

Júpiter cuenta con un elevado número de satélites, al menos 95, en su gran mayoría descubiertos en estos últimos años. Aunque por el momento no todos ellos han sido todavía bautizados, hasta ahora siempre se ha respetado la tradición iniciada por Galileo de otorgarles nombres de amantes mitológicas de este dios aunque ampliada, al aumentar tan espectacularmente su número, con otras deidades femeninas menores vinculadas de una u otra manera a los ciclos mitológicos del rey de los dioses.

Salvo los cuatro satélites galileanos (Ío, Europa, Ganímedes y Calixto), que se cuentan entre los mayores satélites del Sistema Solar, siendo los dos últimos de tamaño similar al del planeta Mercurio, el resto son todos de pequeño tamaño, poco más de un par de centenares de kilómetros en el mejor de los casos y menos de diez en el resto. Estos satélites menores forman dos grupos, los interiores a la órbita de Ío (Metis, Adrastea, Amaltea y Tebe) equivalentes a los satélites pastores de Saturno y conocidos como el grupo de Amaltea, y los exteriores, con órbitas muy excéntricas e inclinadas sobre el ecuador del planeta y semiejes mayores que oscilan entre los 11 millones de kilómetros de Leda y los más de 30 del todavía innombrado S/2003 J2. Estos últimos, a su vez, forman varios grupos en función de las peculiaridades de sus órbitas, denominados con el nombre del principal de cada uno de ellos: Temisto y Carpo -que constituyen en solitario sus respectivos grupos-, Himalia, Ananké, Carmé y Pasifae.

Otros compañeros espaciales de este planeta son los asteroides troyanos que, repartidos en dos grupos, ocupan los puntos de Lagrange L4 y L5 de la órbita joviana, situados respectivamente 60 grados por delante y 60 grados por detrás del mismo.

Al igual que el resto de los planetas gigantes del Sistema Solar, Júpiter posee un sistema de anillos, aunque mucho más tenues que los de Saturno, por lo que no fueron descubiertos hasta fechas recientes.

Sobre la superficie visible del planeta se observa una alternancia de bandas claras y oscuras, dispuestas paralelamente al ecuador. No se trata de elementos morfológicos fijos como las montañas de la Tierra o los cráteres de la Luna, sino de nubes de estructura gaseosa en constante movimiento y evolución. Es necesario advertir que cuando se habla de la superficie de Júpiter se hace referencia a las capas superiores de la atmósfera, y no a una superficie sólida como en el caso de los planetas interiores. La superficie de Júpiter, de existir, estaría literalmente sepultada por un océano de decenas de miles de kilómetros de fluidos, tanto en forma gaseosa como líquida, sometidos a una presiones enormes por la gran atracción gravitatoria del planeta.

Está ampliamente admitido que Júpiter es una estrella abortada. Si su masa hubiera sido diez veces mayor, en su núcleo se habrían dado las presiones y temperaturas necesarias para originar las reacciones de fusión nuclear que se producen en el Sol. Como demostración de esta posibilidad está el hecho de que Júpiter es el único planeta que irradia más energía que la que recibe del Sol, signo de que hay una fuente de calor interno debida a los procesos residuales de contracción, similar hasta cierto punto -aunque también carece de masa suficiente para ello- a lo que ocurre en las enanas marrones.


Publicado el 1-9-2009
Actualizado el 5-2-2012