Llegaron del Más Allá



Los astrónomos a cargo del Proyecto de Seguimiento de Mensajes Alienígenas del planeta Walmutz estaban exultantes. Tras muchas traslaciones de rastreos infructuosos del espacio profundo, y justo cuando los siempre impacientes políticos comenzaban a amenazar con la cancelación del proyecto con la sempiterna excusa de los recortes presupuestarios, uno de sus sensibles instrumentos detectó una señal modulada cuyo origen no podía ser natural. Según todos los indicios, el primer contacto con una civilización galáctica había tenido lugar.

Pese al revuelo organizado los responsables del proyecto, sistemáticos como científicos que eran, programaron un protocolo de actuación que tenía como primer objetivo la localización exacta del foco de emisión de la señal. No fue difícil identificarlo, lo cual acarreó una segunda sorpresa: el Mensaje -así fue bautizada la señal, aun sin conocer la naturaleza de su contenido- procedía no de las profundidades cósmicas, sino de un punto del espacio distante apenas veinte radios orbitales... en pleno sistema planetario de haberse encontrado en el plano de la eclíptica, pero fuera por completo de éste al encontrarse en un ángulo muy acusado por encima de ésta.

Lo cual planteaba un serio problema. Si bien disponían de astronaves capaces de alcanzar la práctica totalidad del sistema planetario, no ocurría lo mismo con las regiones situadas por encima y por debajo de él, dada la dificultad existente para llegar a ellas al ser necesario vencer la inercia de la traslación en torno al sol central abandonando al mismo tiempo la eclíptica. Aparte, claro está, de que hasta entonces nadie se había planteado visitarlas puesto que teóricamente estaban vacías a excepción del lejano e inalcanzable halo cometario.

Sí, respondieron los ingenieros al ser consultados sobre la posibilidad de preparar una nave que pudiera viajar hasta el objeto, presumiblemente un vehículo extrawalmutziano, que emitía infatigablemente el Mensaje; pero eso llevaría tiempo, ya que el diseño de los motores debería ser remodelado casi por completo.

Y por desgracia, descubrieron desolados los astrónomos, tiempo era precisamente lo que faltaba. El Visitante -otro bautismo no oficial-, según se pudo calcular, se desplazaba a gran velocidad describiendo una trayectoria hiperbólica que, tras pasar a una distancia mínima de una decena de radios orbitales, volvería a alejarse adentrándose en las profundidades del cosmos sin haber llegado a atravesar en ningún momento la eclíptica. Y, aunque se habían apresurado a responder al Mensaje con otro que tenían preparado desde el inicio del proyecto, dudaban que éste pudiera servir de reclamo debiendo resignarse a ver pasar de lejos lo que hubiera supuesto el mayor hallazgo científico desde que el gran teórico Xfrtyaj2 enunciara la teoría que gobernaba los procesos espaciotemporales del universo.

Tan sólo cabía esperar un milagro... y para sorpresa de todos, éste ocurrió. El Visitante, presumiblemente en respuesta a la señal enviada, comenzó a modificar su trayectoria reduciendo la velocidad a la que se desplazaba al tiempo que se desviaba de la hipérbole inicial, encaminándose hacia el disco del sistema planetario al cual atravesaría en un ángulo abierto en las proximidades del astro central. Evidentemente se trataba de una maniobra deliberada, y cuando los procesadores de datos la extrapolaron, la perplejidad de los astrónomos se incrementó todavía más al descubrir que, según todos los indicios, la nave extrawalmutziana describiría un complejo y delicado ballet cósmico que, tras apoyarse en varias ocasiones en la atracción gravitatoria del sol y de varios de los gigantes gaseosos que orbitaban en torno suyo, acabaría entrando en una órbita elíptica sin prácticamente inclinación respecto a la de Walmutz y un radio ligeramente superior.

Resumiendo, tendrían visita y además cercana... aunque todavía deberían esperar varias traslaciones hasta que el vehículo alienígena se pusiera al alcance de sus naves. Siempre y cuando, claro está, que éste no diera un nuevo guiño a su trayectoria alejándose de sus ansiosos tentáculos.

Pero no. El Visitante resultó respetar el rumbo que le había sido calculado y finalmente entró en la eclíptica para convertirse en un miembro más de la cohorte planetaria. Fue entonces cuando pudieron observarlo a su antojo, primero mediante telescopios y posteriormente por visión directa desde las astronaves enviadas a su encuentro.

El artefacto resultó ser un enorme cilindro ahusado por los dos extremos de más de tres mil tentáculos de longitud por quinientos de diámetro máximo, un tamaño muy superior al de las mayores astronaves walmutzianas que a su lado parecían meros parásitos shijins. Su fuselaje era metálico y reverberaba esplendoroso a la luz solar, una medida de defensa según explicaron los científicos, para evitar una indeseada absorción de luz y otras radiaciones electromagnéticas dañinas.

Lo más importante de todo fue que la cercanía a sus anfitriones provocó un cambio en la emisión del mensaje que había estado retransmitiendo hasta entonces, el cual fue sustituido por otro mucho más complejo, sin duda un mensaje de bienvenida a sus hermanos cósmicos, que lamentablemente ni los mejores lingüistas del planeta fueron capaces de descifrar. Pero eso no importaba demasiado; su talante pacífico era más que evidente y tiempo habría para que ambas civilizaciones pudieran comunicarse entre ellas de forma fluida.

El problema que surgió entonces fue el de entrar en la gigantesca nave espacial, en la cual no se apreciaba el menor indicio de algo que pudiera corresponder a un acceso a su interior. Tras escudriñar con detenimiento el fuselaje, finalmente fue descubierta una depresión, en realidad una superficie plana, que rompía su convexa uniformidad. Se trataba sin duda de una plataforma de aterrizaje, y por su tamaño parecía estar diseñada para que se pudieran posar en ella naves de tamaños muy superiores al de sus visitantes.

Tras muchas discusiones entre los ansiosos científicos y los cautos y siempre desconfiados astronautas, se optó por enviar una nave sin tripulación dirigida por control remoto. Cuando se posó con suavidad en la plataforma, ésta comenzó a descender introduciendo a su pasajera en el ignoto interior de la nave. Instantes después ascendía vacía.

¿Qué hacer? La nave pareció entender sus dudas devolviéndola intacta en una clara invitación, lo que provocó una dura pugna entre los científicos, todos los cuales deseaban formar parte de la histórica misión, zanjada manu militari por los astronautas: la primera misión sería realizada por ellos, y sólo cuando se tuviera la certeza de que no existía ningún peligro se autorizaría a hacerlo a los civiles.

Así pues, una dotación de voluntarios, todos militares, se instaló en la misma nave de la vez anterior posándose de nuevo en la plataforma, la cual les transportó a lo que describieron como una esclusa aneja a un enorme hangar que encontraron vacío, como si hubiera estado aguardándolos. El primer contacto interplanetario de la historia de Walmutz se había iniciado.

Como se sabría más tarde la nave alienígena resultó estar vacía de ocupantes, lo cual si bien fue una decepción no dejaba de tener su lógica: simplemente indicaba que la enorme lejanía de su planeta de procedencia hacía inviable la existencia de una tripulación ya que sus miembros habrían fallecido mucho antes de llegar a su destino.

Se trataba pues de un sofisticado vehículo automático cuya exploración, no obstante, habría de aportar toda una serie de tesoros tecnológicos que mantendrían ocupados a los mejores científicos e ingenieros de Walmutz durante muchas traslaciones para poderlos desentrañar y replicar, aunque nadie dudaba que, una vez logrado esto, la tecnología walmutziana daría un salto de gigante. Y, tarde o temprano, podrían devolver la visita a sus constructores.

Los cuales, por si fuera poco, resultaron ser exquisitamente corteses puesto que, sin conocerlos siquiera, habían sido capaces de prever la mayor delicadeza posible de la sociedad walmutziana, la ofrenda ritual de alimentos con la que los ancestros de la actual civilización habían sellado paces, acuerdos y alianzas de todo tipo desde la más remota antigüedad, un acto de conciliación y apaciguamiento que había derivado hacia un gesto protocolario de uso generalizado, por más que hubiera perdido hacía ya mucho su función primigenia.

Porque, además de maravillas sin cuento, los exploradores del Mensajero -así había sido bautizado oficialmente el vehículo estelar-, también encontraron perfectamente envasados y conservados en frío una gran cantidad de alimentos de origen alienígena, sin duda especímenes de su fauna local, cuya carne fue acogida con alegría y consumida ritualmente, tras comprobar su compatibilidad metabólica, por los integrantes de la misión a excepción de un par de especímenes que fueron reservados para su estudio científico, coincidiendo todos en que su exótico sabor resultaba exquisito.

Resultó un trágico error desconocer que la ofrenda era en realidad la tripulación del primer navío explorador que la Tierra había enviado a otro sistema estelar cuyos miembros habían sido sometidos a hibernación a causa de la gran duración del viaje, por lo que fue de lamentar que en su impaciencia no hubieran esperado un poco más hasta que el proceso de deshibernización hubiera terminado.


Publicado el 13-4-2023