Ad Astra



El Ad Astra, la primera nave interestelar construida por la humanidad, acababa de hacer historia dejando atrás la Nube de Oort. Gracias al esfuerzo conjunto de la totalidad del planeta, traducido en unos avances tecnológicos impensables poco tiempo atrás, los revolucionarios motores del Ad Astra habían logrado la hazaña de alcanzar los confines del Sistema Solar en un tiempo de tan sólo dos años, lo que suponía una velocidad media de aproximadamente la mitad de la de la luz.

Pero éste no era su destino sino la estrella Próxima Centauri, distante algo más de cuatro años luz de la Tierra o, si se prefiere, tres veces más alejada que la meta que acababan de rebasar. Lo cual, considerando que la velocidad media de la totalidad del viaje -el Ad Astra continuaría acelerando durante otro año luz, para luego desacelerar en los dos restantes- sería aproximadamente similar a la que llevaba ahora, supondría un total de ocho años de ida más otros tantos de vuelta, junto con el tiempo empleado -se había calculado que otros dos- en explorar el sistema planetario de esta pequeña enana roja.

Ciertamente el sistema doble formado por sus dos hermanas Rigil Kentaurus y Tolimán, o Alfa Centauro A y B, resultaba a priori más prometedor... pero se encontraban todavía más alejadas, aproximadamente unos 0,15 años luz más allá, y aunque esta diferencia pudiera no parecer demasiado, habría que sumarla a los alrededor de diez años de duración de la misión, por lo que sus responsables habían decidido limitarla a la más próxima del trío, ya que de lo que se trataba fundamentalmente era de probar el funcionamiento de los nuevos motores sublumínicos. Si ésta resultaba coronada con el éxito, ya habría tiempo para programar otras misiones más ambiciosas. Al fin y al cabo, la expansión humana por el universo apenas acababa de dar el primer vagido.

En la cabina de navegación los dos pilotos se mostraban exultantes. Junto con otros tres miembros de la tripulación -un criomédico, un técnico de mantenimiento y el responsable de los sistemas de reciclaje y los cultivos hidropónicos- eran los únicos que no se encontraban hibernados, aunque pronto serían relevados por otros tantos de sus compañeros siguiendo unos turnos rotatorios que harían más llevadero el largo viaje y permitirían aprovechar mejor los alimentos, agua y oxígeno necesarios para tan largo viaje, dado que no sería posible renovarlos mientras durara éste. Todos ellos se habían presentado voluntarios, y eran plenamente conscientes de los inconvenientes y los peligros que se verían obligados a afrontar durante su azaroso periplo.

Por el momento la primera etapa del viaje se había desarrollado de forma satisfactoria, razón por la que cabía esperar que el resto del mismo transcurriera de igual manera, sobre todo teniendo en cuenta que en su mayor parte discurriría por el vacío interestelar en el que no cabía esperar la existencia de radiaciones ni de corpúsculos de cualquier tamaño potencialmente peligrosos para la integridad de la astronave y sus tripulantes. Así pues, tenían motivos sobrados para sentirse optimistas.

No era de extrañar, pues, que el piloto principal se volviera hacia su compañero esbozando la mejor de sus sonrisas, dado que planeaba proponerle celebrar con él y los otros tres astronautas una pequeña fiesta -lástima que el resto de la tripulación no pudiera disfrutar de ella- con motivo de haber rebasado la primera frontera.

Lamentablemente, ninguno de ellos llegó a sospechar siquiera que fuera a ocurrir lo que por desgracia ocurrió.

En contra de lo que esperaba, el piloto principal vio como el rostro del copiloto reflejaba un gesto de extremada alarma, al tiempo que intentaba decirle:

-¡Maniobra de evasión! ¡Una masa ingente se precipita sobre nosotros a toda velocidad!

Pero no pudo completar ni siquiera la primera palabra puesto que instantáneamente algo, a cuyo lado el Ad Astra resultaba ser apenas un juguete, les embistió brutalmente reduciendo a la nave a poco más que polvo cósmico junto con todos sus tripulantes. La primera misión interestelar de la historia había llegado a su fin de la forma más abrupta y dramática posible.


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ACCIDENTE EN LA HIPERPISTA U-27

(De nuestro corresponsal en Xrjytt-7)

Un nuevo accidente provocado por la fauna local ha causado daños de consideración al carguero XB-403, que hubo de ser remolcado a la estación de control y mantenimiento más próxima. Aunque es la primera vez que ocurre en esta región del espacio, correspondiente a las coordenadas ?=347,5, ?=23,8 y ? = 118,1 con origen en el vórtice del tercer sector, accidentes similares han venido sucediendo con relativa frecuencia en varias de las rutas que discurren por zonas no galactoformadas con abundancia de población salvaje. Y si bien en esta ocasión no se han producido daños personales, aunque sí cuantiosos materiales, al tratarse de un carguero autómata, no ocurrió así cuando los vehículos siniestrados fueron yates e incluso transgalácticos de pasajeros.

Así pues, volvemos a preguntar una vez más a los responsables de la Dirección Galáctica de Tráfico (DGT) lo siguiente: ¿Hasta cuándo perdurará esta situación que tantos perjuicios está causando? No pretendemos en modo alguno defender posturas tan radicales como la de quienes propugnan la esterilización de los sistemas cercanos a las pistas hiperespaciales, puesto que si bien en ellas no existe civilización alguna, sí son unas importantes reservas de vida irracional en todas sus manifestaciones que merece la pena conservar, puesto que se trata de un patrimonio natural irreemplazable. Aparte, claro está, de que estos seres no tienen responsabilidad alguna -difícilmente la podrían tener al carecer de consciencia- sobre la negligente decisión tomada en su momento de trazar las rutas interestelares por las proximidades de sus sistemas estelares, siguiendo únicamente criterios económicos pese a que haberlas desviado una distancia prudencial habría supuesto tan sólo un leve incremento en los presupuestos.

Pero sí pedimos, y seguiremos pidiendo con toda la firmeza que resulte necesaria, que una infraestructura tan importante y vital para las comunicaciones galácticas como es la red hiperespacial sea implementada en los sectores conflictivos con barreras deflectoras que impidan a la fauna local atravesar las hiperpistas sin que ésta sufra el menor daño en sus migraciones. Esta medida de protección ha sido sobradamente ensayada con resultados satisfactorios, por lo que su falta de aplicación tan sólo puede interpretarse en base a dos hipótesis: O bien es víctima de la negligencia burocrática y el desinterés político, o bien se trata de una de tantas falsas medidas de “ahorro presupuestario” -con comillas- a los que nos tienen acostumbrados quienes nos gobiernan, al tiempo que despilfarran los impuestos de los contribuyentes en gastos superfluos y discutibles cuando no directamente sospechosos.

En cualquier caso no existe disculpa alguna. Mientras tanto la fauna salvaje seguirá siendo masacrada en una galaxia en la que cada vez restan menos espacios vírgenes para ella y, todavía peor, los vehículos que discurran por estas hiperpistas seguirán corriendo el riesgo de sufrir accidentes que traerán como consecuencia importantes daños materiales, heridos e incluso muertos.

Lo cual, insistimos una vez más, no se puede seguir tolerando.


Publicado el 20-8-2023