¡Atención, ovnis!



14-2-20**, de nuestro corresponsal en Washington.

El Gobierno de los Estados Unidos ha hecho público el derribo de un nuevo objeto volador, cuyos restos están buscando unidades de la Marina frente a las costas de Alaska. Pese a que oficialmente no se ha confirmado la procedencia de estos artefactos, e incluso han circulado en las redes numerosos comentarios atribuyéndoles un presunto origen extraterrestre, la versión oficiosa que corre por los despachos apunta hacia un posible intento de espionaje por parte de una potencia rival, retrotrayéndonos a los años de la Guerra Fría.

De hecho, un funcionario del Ministerio de Defensa que pidió que su nombre se mantuviera en secreto, comentó irónicamente a este corresponsal que cómo podrían ser esos extraterrestres tan chapuzas que derribarlos resultó tan fácil como cazar a un pato, cuando lo lógico sería que nos atacaran con unas armas mucho más avanzadas que la nuestras ante las que no tendríamos defensa.

Seguiremos informando.


* * *


-Capitán -reclamó la atención educadamente el militar.

-Diga, teniente, ¿qué desea?

El reptiloide afianzó la cola en el suelo irguiéndose en un marcial saludo.

-La última sonda... también la han derribado.

-Ya -su superior abatió la cresta en un gesto de hastío-. Era de esperar. ¿Cuántas llevamos perdidas ya? ¿Cuatro?

-Cinco con ésta.

-Y nos quedan operativas... -hizo un cálculo mental- ¿otras tres?

-Sólo una, señor. El armero las ha revisado comprobando que las otras dos están averiadas, junto con las cuatro que ya había descartado por la misma causa, aunque dice que con un poco de tiempo quizá podría rescatar alguna canibalizando piezas de las otras.

-Es mejor que no se moleste -respondió su superior con una fría calma-. No era de extrañar teniendo en cuenta que eran unos artefactos de desecho, antiguos ya cuando su abuelo y el mío todavía no habían salido del huevo. ¿Y así quieren que exploremos este planeta? ¿Con esta chatarra inútil?

-Según dijeron el nivel tecnológico de los aborígenes era muy bajo, razón por la no estimaron necesario equiparnos con sistemas más avanzados -objetó el teniente-; pensaron que sería suficiente con lo que nos proporcionaron.

-¡Pues ya ve cómo no ha sido así! -explotó el comandante de la misión con las escamas faciales teñidas de un vivo púrpura-. ¿Y sabe por qué, Eerg? -en su irritación pasó a llamar a su subordinado por su nombre propio, en contra de las ordenanzas-. Porque esos inútiles engañabobos que tenemos por gobernantes llevan mucho tiempo intentando ahorrar por todos los lados para camuflar su ineptitud como gestores. Y en lugar de empezar recortando sus sueldos y desprendiéndose de todos sus paniaguados que cobran unos sueldos que querríamos para usted y para mí, sin hacer nada útil en su vida salvo estorbar, meten la tijera en sectores estratégicos tan básicos y necesarios como la enseñanza, la sanidad o el ejército. ¡Y pretenden encima que conquistemos planetas! Suerte que no sean ellos quienes nos conquisten a nosotros.

-Señor, debió de tratarse de un error de cálculo -musitó el teniente moviendo la cabeza de un lado a otro, como temiendo que alguien les pudiera estar escuchando. Pero cuando llegue nuestra flota de invasión ya será otra cosa. Al fin y al cabo, nosotros somos sólo una avanzadilla para preparar el terreno con nuestros informes sobre la capacidad militar de los alienígenas.

-¿Flota de invasión? -el capitán chirrió las mandíbulas en un poco educado gesto- ¿Qué flota? Nuestra nave es una de las más modernas con las que contamos, y fue botada hace más te treinta dunas cuando a usted le debían estar todavía empollando. Y por si fuera poco, tiene más averías que tentáculos un chillul -bufó por el espiráculo respiratorio-. El jefe de mantenimiento está tan harto de ir haciendo apaños continuamente que me ha amenazado con presentar su dimisión irrevocable en cuanto volvamos a la base. Así que se puede imaginar cómo estarán el resto que todavía son más antiguas.

-Yo... no sé qué decir, señor -se defendió el atribulado oficial pasándose nerviosamente la lengua bífida por los colmillos.

-Por su bien es mejor que no lo diga; será suficiente con un único consejo de guerra, el mío. Pero no me callaré, no; ya está bien de cargar con las consecuencias del desgobierno de estos ineptos. Me quejaba de las naves, pero ¿qué me dice de las tripulaciones? Exudé sangre para completar la dotación, y aun con eso usted es testigo del resultado: buena parte de la marinería no vale un trepp, no sirven ni para limpiar las letrinas. Pregunte al sargento Spurr, verá lo que le dice.

-Entonces, señor, ¿qué hacemos? -porfió el atribulado Eerg.

-¿Qué vamos a hacer? ¡Irnos por donde hemos venido con la cola entre las piernas! ¿Se le ocurre alguna idea mejor? No merece la pena malgastar ninguna otra sonda, aunque sean pura chatarra, para obtener el mismo resultado. Incluso empiezo a temer que los aborígenes puedan aprovechar los restos de las que nos derribaron para obtener información sobre nuestra presuntamente superior tecnología.

Hizo una pausa agitando con furia las membranas nictitantes y ordenó:

-Diga al piloto que prepare la nave para abandonar la órbita. Describiremos una trayectoria a baja cota, pongamos unos mil kapps, siguiendo la ruta de las sondas cuando fueron derribadas. Espero que funcionen los sensores, y quiera el Gran Tizok que no falle el campo de camuflaje, sólo faltaría que también nos derribaran a nosotros. Una sola pasada a toda velocidad y derechos a casa. ¡Y si algún político se empeña en tocarme la cresta se las verá conmigo, por la espada vengadora de Conan! ¡Soy capaz de devorarlo crudo!


Publicado el 14-2-2023