Centro de rescate
Aunque las historias de avistamientos de ovnis, encuentros en la tercera fase y abducciones de todo tipo llegaron a alcanzar relevancia en su día, la fiebre extraterrestre hacía ya mucho que se había difuminado manteniéndose viva tan sólo en el seno de grupúsculos frikis a los que nadie hacía el menor caso, mientras los medios de comunicación ignoraban todo lo que tuviera que ver con visitantes del espacio a excepción de algún que otro supuesto experto inasequible al desaliento, aunque forzado cada vez más a entreverar la ufología con otros temas más o menos exotéricos sin más conexión con ella que su naturaleza presuntamente misteriosa.
En resumen, los extraterrestres habían pasado de moda y las escasas noticias publicadas cada vez más esporádicamente en los periódicos pasaban desapercibidas entre el piélago de informaciones con que éstos atiborraban a los lectores ávidos de novedades efímeras.
Hasta que todo cambió.
De repente, cuando nadie lo esperaba, comenzaron a multiplicarse las denuncias de avistamientos ovni, y esta vez no provenían de chiflados, de charlatanes sin escrúpulos o de exhibicionistas ansiosos de su minuto de gloria, sino de gente muy sensata, poco sospechosa de frikismo y, más sorprendentemente, de fuentes tan poco sospechosas como el Ejército o las fuerzas de orden público. Además, los testigos se contaban por miles sin que cupiera el menor recurso a una posible alucinación colectiva. Los avistamientos, al menos en esta ocasión, eran reales y se producían por todos los rincones del planeta.
Pero esto no fue lo peor. Paralelamente a los avistamientos comenzaron a denunciarse desapariciones de personas, y no se trataba de casos aislados sino de una sangría constante que pronto se asoció a la presencia de los ovnis y no por parte de los autoproclamados ufólogos, sino por las propias autoridades de los diferentes países del mundo sin distinción de continentes, culturas o nivel de desarrollo, ya que lo mismo tenían lugar en Europa o en los Estados Unidos que en las más remotas regiones de África o Asia Central. Y esta vez sí iba en serio, sin que los atribulados jerarcas, por vez primera olvidados de sus cuitas habituales, supieran como evitar lo que cada vez se parecía más a una invasión alienígena frente a la que los habitantes de la Tierra nada podían hacer por evitar.
* * *
-¿Qué tal ha ido la campaña, Spurrk?
-Estupendamente, Twrinz. Los especímenes ya han sido recolectados y distribuidos por sus nuevos hábitats. A partir de ahora todo dependerá de ellos y de su capacidad de adaptación y supervivencia.
-La verdad es que nadie daba un blenz por esa raza cuando se aprobó el programa de recuperación y aclimatación, estaban literalmente al borde de la extinción.
-Sí, en parte por la caza despiadada a la que fueron sometidos durante ergs y más adelante por la mala suerte que tuvieron al encontrarse justo en mitad del frente durante la última Guerra Galáctica, que dejó su planeta natal arrasado por completo. Y con los pocos supervivientes que se logró rescatar, muchos dudaban que resultara viable una recuperación de la especie.
-Por suerte se encontró un planeta apto para habilitarlo como reserva santuario, y se recuperaron.
-Ya lo creo que se recuperaron, de hecho acabaron creando un problema de superpoblación con sus casi ocho mil millones de ejemplares, eso sin contar con que expoliaron los recursos naturales del planeta y lo contaminaron hasta extremos impensables, llegando incluso hasta alterar el clima. Menos mal que con sus periódicas guerras aliviaban al menos en parte su explosiva natalidad, porque ni no, no sé hasta donde habrían sido capaces de llegar. Por esta razón, los responsables del programa decidieron trasladar parte de ellos a los distintos planetas que se habilitaron como sus nuevos hábitats antes de que arruinaran irreversiblemente el suyo... bueno, aquél en el que fueron ubicados sus antecesores.
-¿A todos? -preguntó sorprendido Spurrk.
-¿Bromeas? No habría donde meterlos, y en poco tiempo habrían reproducido el problema en sus nuevos asentamientos. No, no estamos dispuestos a permitir que arruinen más planetas, con uno es más que suficiente. Sus colonias serán reducidas y estarán completamente incomunicadas entre sí; de hecho cada una de ellas ignorará la existencia del resto. Y por supuesto, mantendremos un estricto control tanto de su natalidad como de sus actividades potencialmente perniciosas para el hábitat. El experimento de darles rienda suelta no dio resultado, así que las circunstancias de las nuevas colonias serán muy distintas. Una cosa es salvar a una raza de la extinción, y otra muy distinta permitir que se convierta en una plaga. Cada una de las nuevas colonias contará con suficiente número de individuos para permitir que sea viable y no degenere genéticamente, pero su crecimiento estará regulado.
-¿Qué pasará ahora con el planeta santuario? ¿Qué se va a hacer con todos los especímenes no seleccionados?
-Está claro; esterilizarlos y, cuando hayan muerto todos, se procederá a restaurar el equilibrio ecológico que tenía el planeta con anterioridad a su llegada. No será fácil, no te puedes imaginar todos los destrozos que hicieron, pero no queda otro remedio ya que lo necesitaremos para implantar allí otras especies que también están amenazadas de extinción.
-¿Protestarán los animalistas?
-No tendrían por qué hacerlo, no vamos a matar a un solo ejemplar; simplemente impediremos que los que queden allí sigan reproduciéndose. Lo cual, dicho sea de paso, también fue cuestionado por algunos de los miembros del comité que objetaban, no sin razón, que esto retrasaría al resto de los programas proyectados. De todos modos no creo que esto les aplaque, si no protestan por algo y no incordian lo suficiente nunca estarán satisfechos, aunque eso sí no esperes de ellos nada que pueda resultar útil. Les mandaba yo a cuidar de los especímenes a los que dicen proteger, verías como cambiaban de idea.
Publicado el 2-11-2021