Coto de caza1



SE ABRE LA VEDA EN EL SECTOR ρ=7, φ=47, θ= -142

“Según el comunicado hecho público por la Subdirección de Asuntos Cinegéticos del Ministerio de Medio Ambiente Interestelar, a partir de las 00:00 (horario del Huso Galáctico Central) del 3 de pscharr quedará abierta la veda de caza en el sector ρ=7, φ=47, θ= -142, el cual había estado sujeto a una veda extraordinaria para favorecer la recuperación biológica de los planetas que lo integran, alguno de los cuales sufrieron graves pérdidas de vida autóctona a causa de una caza excesiva e insuficientemente regulada, tal como denunciaron en su día las asociaciones ecologistas.

Una vez que los técnicos han determinado que el equilibrio ecológico se ha restablecido, se podrá volver a cazar en ellos conforme a las condiciones establecidas para las nuevas licencias, algo que sin duda satisfará a los numerosos cazadores federados que con anterioridad a la implantación de la veda acostumbraban a acudir allí para practicar su deporte.

Los interesados deberán presentar su solicitud en el Negociado de Vedas de la Subdirección de Asuntos Cinegéticos, tras lo cual se les comunicarán el lugar y la fecha en los que podrán ejercer su actividad.

Para mayor información, visítese la...”


-¡Ya era hora! -exclamó Diist mostrándole la noticia a su amigo-. Nada menos que 66 mirist esperando a que levantaran de una vez la dichosa veda; pensé que no acabaría nunca.

-Bueno -respondió Yti rascándose el cráneo izquierdo con el tentáculo superior de ese lado-, ten en cuenta que la caza quedó esquilmada; hubo un planeta, creo que fue el τ=27, χ= -67, λ=03, que perdió el 75% de las especies animales, aunque en número de especímenes muertos el porcentaje fue mucho mayor. De hecho, tengo entendido que la fauna actual es muy diferente de la de entonces, ya que los supervivientes tuvieron que partir casi desde cero y siguieron otras sendas evolutivas. No es de extrañar que tardara tanto tiempo en recuperarse.

-La culpa fue de los furtivos, no de los cazadores federados -refunfuñó Diist; nosotros somos los primeros interesados en practicar una caza respetuosa con la ecología local.

-A no ser -añadió Yti haciendo el gesto equivalente a guiñar un ojo, aunque en realidad sus sensores ópticos en nada se parecían a éstos, ni eran sensibles al mismo rango espectral- que los autores del desaguisado fueran en realidad los propios ecologistas, empeñados en hacernos la pascua incluso al precio de cargarse a esos mismos animales que presumían defender. Ya lo dijo el filósofo Makibolo, el fin justifica los medios.

-Pues vaya medios... -se burló Dwinn agitando con irritación los cilios frontales-. Si se descuidan, se cargan el planeta por completo. Por fortuna ya está recuperado, así que podremos volver a cazar a nuestro apostadero favorito; estaba deseando hacerlo.

-Hombre2 -condescendió Yti-, la verdad es que durante este tiempo no hemos estado ociosos, de hecho hemos cazado mucho.

-Pero no era lo mismo. En todos mis años de cazador jamás he encontrado nada igual a τ=27, χ= -67, λ=03, y estoy impaciente por volver allí.

-Yo también. Por suerte, ya queda poco. Podemos ir preparando el equipo y solicitando la licencia cuanto antes, ya sabes que estos burócratas están tentáculo sobre tentáculo rascándose los frrrrsis3, por lo que vete a saber cuanto podrían tardar en tramitarlas... y quiero llegar de los primeros para coger un buen sitio.

-Pienso igual que tú -convino Diist-; conviene no perder tiempo, luego se llena todo de krgtps4 que no hacen más que estorbar y no hay quien consiga un buen blanco.

Dicho lo cual, los dos amigos se separaron levitando cada uno de ellos hasta su respectivo hogar.




La Tierra se enfrentaba a uno de los más dramáticos episodios de su historia, o cuanto menos de la historia registrada por la humanidad. Para sorpresa de todos, y en especial de los astrónomos acostumbrados a la tranquila predecibilidad de la mecánica celeste, desde hacía algunos años nuestro planeta se veía sometido a un inesperado bombardeo de grandes meteoritos, o pequeños asteroides según cual fuera la fuente, que cometían auténticos estragos impactando sobre grandes ciudades, a las que convertían en polvo junto a millones de sus habitantes.

Los astrónomos se defendían de las críticas por no haberlo previsto afirmando que esos extraños cuerpos, que a modo de granizada caían sobre la Tierra de forma sistemática, no tenían nada que ver con los asteroides, cometas y demás calderilla cósmica que ellos tenían registrados y catalogados incluyendo aquéllos que más se acercaban a la órbita terrestre, y que sus trayectorias -lo poco que habían podido calcular de ellas, puesto que aparecían de la nada a poca distancia de nuestro planeta en rumbo de colisión directa- no tenían nada que ver con las inofensivas elipses, parábolas e hipérbolas que solían describir los astros conocidos... viéndose obligados a añadir que no tenían ni la más remota idea de su origen ni de su naturaleza.

Hubo, claro está, quienes profetizaron toda suerte de calamidades para la doliente humanidad esgrimiendo todo tipo de argumentos, desde el Armagedón bíblico como castigo a nuestros pecados a la simple desaparición de la humanidad, tal como había ocurrido antes con multitud de otras especies, según sus creencias fueran religiosas o no, no faltando quienes lo comparaban con la extinción de los dinosaurios y de otros muchos animales y plantas en el tránsito de la Era Secundaria a la Terciaria e incluso, si estaban más versados en el tema, con alguna otra de la media docena de extinciones masivas que los paleontólogos habían identificado a lo largo de la historia geológica de la Tierra.

Pero estas explicaciones, pese a su popularidad, no satisfacían ni a los paleontólogos ni a los geólogos, ya que el final de los dinosaurios había tenido lugar a manos -es un decir- de un único asteroide de gran tamaño caído sobre la costa del actual Yucatán, mientras ahora eran muchos de un tamaño insuficiente para provocar por sí mismos una catástrofe a nivel global, aunque capaces eso sí de asolar áreas de muchos kilómetros cuadrados dejándolas sin el menor atisbo de vida. En opinión de un comentarista bienintencionado y un tanto despistado, era comparar una explosión atómica con una perdigonada... lo que no evitaba que pudieran pasarlo bastante mal las víctimas de esta última aunque el efecto no fuera planetario, sino simplemente local.

No obstante, existía un detalle en el que nadie reparó hasta que un oscuro científico español -no había podido encontrar un trabajo acorde a su preparación en el extranjero, por lo que sobrevivía como buenamente podía con contratos precarios- llamó la atención sobre un detalle que violaba todas las leyes de la estadística: la totalidad de los meteoritos, sin la menor excepción, habían caído sobre grandes zonas urbanas densamente pobladas y repartidas por todo el planeta, algo de todo punto inexplicable teniendo en cuenta que la superficie conjunta de los océanos y los territorios despoblados o escasamente poblados era infinitamente superior a la de las áreas metropolitanas que estaban siendo acribillados de forma sistemática. Parecía, añadió con un humor negro típicamente hispano, como si alguien estuviera practicando tiro al blanco sobre las principales concentraciones humanas del planeta.

Por desgracia para él no tuvo tiempo para recibir el reconocimiento de su hipótesis, puesto que falleció con otros cuatro o cinco millones de personas cuando el proyectil de turno incidió sobre la ciudad en la que residía, aunque finalmente la mayoría de los científicos acabaron compartiendo sus ideas.

Gracias a ello la humanidad, o al menos la parte de ésta que había logrado sobrevivir hasta entonces, pudo eludir la extinción mediante el expeditivo recurso de desperdigarse por las zonas no habitadas, pero razonablemente habitables del planeta, dado que, tal como se pudo comprobar, por debajo de una determinada densidad de población éstas se mantenían libres del peligro de un impacto mortal. Y aunque resultó duro recomponer la quebrantada normalidad, finalmente se consiguió aunque fuera a costa de cambios importantes en su modo de vida.

Lo que nadie fue capaz de imaginar era la explicación a tan peculiar comportamiento de los misteriosos meteoritos.




1 Para facilitar la comprensión de los lectores hemos transcrito el sistema de coordenadas galácticas a su equivalente en coordenadas polares (N. T.).

2 En realidad el nombre de la especie a la que pertenecían los protagonistas del relato era xrsstwnn@#, pero hemos estimado conveniente traducirlo respetando su equivalencia semántica (N. T.).

3 Intraducible. Algunos autores apuntan que podría tratarse de una expresión coloquial, posiblemente poco educada, alusiva a los órganos reproductores de estos alienígenas (N. T.).

4 Intraducible (N. T).


Publicado el 10-4-2021