Un error lo tiene cualquiera (I)



Xprrjqwt1 era un buen explorador. De hecho, era uno de los mejores. Por esta razón, fue el elegido para la misión de capturar a un aborigen del tercer planeta de la enana amarilla 37UH14ZV#51A2, único habitado del sistema, para poder evaluar si los miembros de esta especie podrían ser utilizados como esclavos del imperio zambur, siempre necesitado de ingentes cantidades de ellos dado que no solían soportar durante demasiado tiempo las duras condiciones de trabajo que padecían.

El problema estribaba en que las nuevas remesas de esclavos eran cada vez menores, ya que las poblaciones de los planetas expoliados se reducían sin cesar al ser sus tasas de reproducción sistemáticamente inferiores a las periódicas sangrías a las que se veían sometidas.

De ahí la importancia de su misión, ya que también resultaba cada vez más difícil encontrar nuevos mundos vírgenes a los que poder explotar. Así pues, de resultar positiva la investigación las naves imperiales conquistarían inmediatamente el planeta, convirtiéndolo en uno más de los centenares de planetas sojuzgados desde los que millones de sus habitantes eran diseminados, en un viaje sin retorno, por la vastedad del imperio zambur, con el único horizonte de trabajar sin descanso hasta la muerte.

Por el momento los servicios de evaluación contaban tan sólo con los datos recogidos por varias sondas automáticas, los cuales habían revelado que el planeta se encontraba habitado por una especie autóctona dotada de un nivel cultural aparentemente aceptable, aunque resultaba necesario comprobar que los aborígenes contaran con suficiente desarrollo para asumir las tareas que sus nuevos amos requerían, así como que éste no fuera excesivo para que su esclavización no presentara demasiados problemas.

Esto requería el estudio en detalle de algún ejemplar de esta raza, lo que motivaba la misión de Xprrjqwt; sus superiores no querían correr el riesgo de embarcarse en una costosa campaña de conquista sin estar seguros de que los frutos de la misma resultarían satisfactorios, ya que de poco serviría sojuzgar a una especie animal de nula utilidad para los intereses del imperio.

Xprrjqwt era consciente de ello, por lo que procedió a seguir el plan trazado por los estrategas de la sección de Exploraciones. Como primera medida situó su astronave en una órbita polar en torno al planeta que le permitiría realizar un barrido completo de su superficie, apreciando con cierta sorpresa que los aborígenes disponían de satélites artificiales si bien, como indicaron los sensores, éstos parecían ser fruto de una tecnología primitiva.

De todos modos convenía ser precavido, razón por la cual activó el sistema de camuflaje que la haría invisible -salvo que dispusieran de los detectores adecuados, lo cual dudaba- tanto en la luz visible como en cualquier otro rango del espectro electromagnético.

Tras concluir el reconocimiento llegó a la conclusión de que, por más que su dominio de la navegación espacial era aparentemente embrionario, los aborígenes sí parecían estar repartidos por la totalidad del planeta o cuanto menos en las tierras emergidas, observando con sorpresa que en el hemisferio nocturno las luces artificiales constelaban algunas regiones mientras otras permanecían sumidas en la oscuridad. Resultaba extraña esa disimetría, pero con el equivalente zambur de un encogimiento de hombros se desentendió de esta peculiaridad local dedicándose a buscar el mejor lugar para realizar su incursión.

En principio, descartó el hemisferio diurno. Según todos los indicios, y al igual que ocurría con los propios zambures y la mayoría de sus razas esclavas, todo parecía indicar que los aborígenes del planeta eran de hábitos diurnos, por lo que resultaría más sencillo capturar a su presa durante su descanso nocturno. Tuvo más dudas en cuanto a aterrizar en un lugar iluminado o bien en uno oscuro, decantándose por lo último al suponer que las intensas luces parecían indicar la existencia de un día artificial que los mantendría despiertos.

Otra cuestión que tuvo en cuenta era que sería preferible realizar la captura de un aborigen solitario antes que verse obligado a entendérselas con un grupo de ellos, algo que sin duda resultaría más complicado. Y si bien con los rayos paralizantes no tendría problemas para inmovilizarlos a todos siempre y cuando no se tratara de un grupo demasiado numeroso, dado que le bastaba con uno solo no había necesidad de realizar más esfuerzos de los necesarios.

No obstante, antes de decidirse optó por abandonar la órbita sobrevolando a baja altura las regiones iluminadas que tanto le habían llamado la atención, felicitándose por haberlo hecho así dado que, como pudo comprobar, las zonas brillantes correspondían a ciudades, en ocasiones de considerable extensión, en las que los aborígenes hormigueaban presas de una actividad frenética difícil de comprender para una mente analítica como la de Xprrjqwt.

Efectivamente éstas eran lugares poco adecuados para realizar la caza, se dijo, no sin reflexionar sobre el carácter extremadamente gregario de los aborígenes, un indicio claro de bajo nivel de inteligencia ya que los zambures no soportaban las multitudes; pero con lo que había visto parecía suficiente para considerarlos útiles, al menos para las tareas más rutinarias y menos sofisticadas como futuros siervos de su pueblo. Sí, para algo servirían, y dado que el planeta estaba al parecer superpoblado, podría suministrar suficiente mano de obra al menos durante varias generaciones.

Puesto que las ciudades iluminadas se encontraban mayoritariamente en la parte más cercana al polo de la masa continental que había elegido al azar, optó por dirigirse a la zona ecuatorial por ser ésta donde se concentraba la oscuridad. Atravesó una extensión acuática unida por un estrecho canal con otra mucho mayor que la separaba de la existente en el hemisferio opuesto, descubriendo con sorpresa que se internaba en un vasto territorio desprovisto por completo de vegetación y, aparentemente, también de vida animal.

La inexistencia de un control climático mínimamente eficaz le sorprendió todavía más, corroborando su valoración sobre la escasa capacidad tecnológica de sus potenciales víctimas. Si ni siquiera eran capaces de hacer algo tan sencillo como irrigar un desierto, serían presa fácil de las fuerzas de ocupación zambur, se dijo con satisfacción.

Seguro ya de que su misión resultaría un éxito, pero temeroso de que las áreas oscuras que cubrían la mayor parte del subcontinente que ahora sobrevolaba estuvieran despobladas, comprobó con alivio que el desierto llegaba a su fin sustituido primero por una vegetación rala y más tarde por una exuberante floresta tropical. Y allí abundaba la vida, tal como pudo comprobar con los sensores de infrarrojos.

No obstante, existía un motivo de preocupación. Aunque la observación de las ciudades había sido realizada a distancia, lo que le había impedido estudiar a sus habitantes en detalle, sí había podido constatar que éstos, sin lugar a dudas la especie dominante en el planeta, eran bípedos y con las extremidades superiores prensiles, una disposición anatómica frecuente en la galaxia aunque no fuera ésta la que habían desarrollado los versátiles zambures.

Pero la fauna detectada ahora por sus sensores presentaba otras morfologías distintas, preferentemente cuadrúpedas, aunque también descubrió la presencia de bípedos de pequeño tamaño que no mostraban indicios de capacidad prensil en las extremidades no utilizadas para caminar. Era un caso intrigante, pero caía fuera de sus competencias; él era un explorador, no un exobiólogo, y su misión era capturar a un ejemplar inteligente, no a los que parecían ser unos subespecímenes inaprovechables.

Pasado algún tiempo empezó a preocuparle que no consiguiera encontrar a ningún ejemplar que resultara físicamente compatible con los especímenes de las ciudades, aunque tampoco resultaba un problema irresoluble; siempre podría retroceder hasta una de ellas, donde dispondría de cuantas presas deseara aunque para ello tuviera que renunciar a capturar a una solitaria. En último extremo, siempre podría paralizar a varias deshaciéndose de las que no le interesaran. Bien pensado, incluso sería una buena idea, ya que así podría elegir al aborigen más apropiado.

Iba a dar media vuelta cuando saltó la alarma del detector que había programado para buscar especímenes similares a los habitantes de las ciudades. ¡Al fin los había encontrado!

Se trataba, según pudo comprobar, de un pequeño grupo de individuos aparentemente en estado de reposo, lo cual corroboraba su condición de animales diurnos. Y, sin ningún género de dudas, eran idénticos a los que había visto sin el engorro de las aglomeraciones de las zonas iluminadas.

Guiándose por los sensores de infrarrojos preparó el paralizador y, con una simple pulsación, dejó inermes a la totalidad de los miembros del grupo. El resto de la operación resultó igual de sencilla; aunque los parámetros ambientales exteriores eran compatibles con su metabolismo ni siquiera se molestó en abandonar la nave, ya que estaba deseoso de acaban con aquello y volver lo antes posible a la civilización. Recurrió, pues, al robot multiuso para trasladar a uno de los aborígenes a la cámara inferior, donde se encontraba el contenedor en el que sería inducido a un estado de inhibición metabólica que permitiría transportarlo sin problemas hasta ser entregado a los exobiólogos del equipo investigador.

Aunque disponía de varios ejemplares para elegir no lo dudó un instante, optando por el más vigoroso de todos ellos; sin duda sería el más capacitado para las tareas que les corresponderían una vez esclavizados.

Una vez que el espécimen capturado estuvo a buen recaudo, Xprrjqwt abandonó el planeta emprendiendo el regreso a su base con la satisfacción del deber cumplido. Una vez más, había demostrado su intachable profesionalidad.


* * *


Por desgracia para los zambures, los resultados del análisis no fueron satisfactorios. Tras ser sometido a exhaustivos análisis, los exobiólogos concluyeron que, pese a su morfología, el ser capturado carecía de la mínima inteligencia necesaria incluso para desarrollar las tareas más sencillas de todas las encargadas a los esclavos. En consecuencia, se consideró a su especie inútil para su aprovechamiento y se decidió cancelar el proyecto de invasión del planeta.

No era la primera vez que ocurría esto; el espacio controlado por el imperio zambur contaba con numerosos planetas en los que la chispa de la inteligencia no había llegado a brotar en las especies animales que los poblaban, aunque sí supuso una decepción dado lo necesitado que estaba de fuerza trabajadora. Así pues, se le dio carpetazo encaminado las exploraciones hacia otros lugares del cosmos.

Nadie responsabilizó a Xprrjqwt del fiasco y éste continuó siendo considerado uno de los mejores exploradores del imperio, pero pese a ello el audaz astronauta jamás lograría superar por completo la frustración que le produjo su primer fracaso.


* * *


Moisés Sawimbi, director de la reserva de gorilas de montaña de Mombawe, ubicada en el corazón del África Ecuatorial, atendía atónito a las explicaciones del excitado jefe de los vigilantes del parque.

-¿Dice usted que ha desaparecido el espalda plateada de la familia del monte Bonga? ¿Otra vez los furtivos?

-No lo parece, señor. Los furtivos siempre dejan algún rastro, adultos muertos o heridos... ellos suelen llevarse a las crías y si por alguna razón matan a los adultos, como para comer la carne o usar algunas partes de su cuerpo para rituales mágicos, suelen dejar abandonado lo que no les sirve de los cadáveres, nunca se llevarían con ellos a un gorila macho que pesaba cerca de doscientos kilos. Y tampoco hemos encontrado rastros de sangre ni ningún otro indicio de que hubiera sido abatido. Además...

-¿Además qué?

-Esto es lo más raro, señor... -titubeó el agente-. Le aseguro que no lo había visto nunca. El resto de la familia estaba intacta y todos ellos vivos, pero drogados.

-¿Drogados?

-Bueno -el pobre guardia no podía reprimir su nerviosismo, a juzgar como estrujaba la gorra con sus dos manos-. Drogados, anestesiados, dormidos... era por decirlo de alguna manera. Según el veterinario no parecían mostrar los efectos de ninguna sustancia química administrada ni por inhalación ni por inyección, más bien era como si alguien les hubiera dejado dormidos, o más bien paralizados, mediante un método desconocido. Todos ellos, hasta las crías, estaban inconscientes cuando los encontramos, aunque mantenían sus constantes vitales y pasado cierto tiempo comenzaron a despertarse recuperándose por completo sin el menor síntoma de haber sido drogados. El veterinario no se lo explica, pero lo importante es que están todos bien.

-Todos excepto el macho desaparecido -gruñó su superior.

-Así es, pero por más que lo buscamos no pudimos encontrar el menor rastro suyo ni de sus captores. Es como si se hubiera volatilizado sin dejar rastro.

-Está bien -suspiró el director-. En cualquier caso, nosotros no podemos hacer más salvo reforzar la vigilancia en todos los accesos a la reserva. Se lo comunicaré al secretario del ministro y que ellos decidan las medidas a tomar, aunque me temo que no volveremos a ver al pobre animal.

No se equivocaba, aunque nunca llegaría a sospechar siquiera que gracias a él se había salvado la humanidad.




1 Transcripción fonética aproximada del nombre del explorador en su lengua vernácula.

2 Ídem del sistema de coordenadas espaciales utilizado en Zambur al alfabeto latino.


Publicado el 28-10-2021