Miles gloriosus
Randolph Trump era un avezado piloto de la Armada Estelar veterano de la interminable guerra que desde hacía décadas enfrentaba a la Tierra y sus colonias estelares con el agresivo Imperio Brit. Apreciado por sus superiores y respetado por sus compañeros, Randolph había logrado salir incólume de todos los combates en los que había intervenido, convirtiéndose en un superviviente nato mientras otros muchos pilotos habían pagado con su vida la defensa de la humanidad frente a los repulsivos insectoides enemigos.
Aunque nunca se había planteado la posibilidad de caer en uno de sus audaces ataques, fue víctima por vez primera de un ominoso presentimiento justo antes de tomar parte en una importante ofensiva que tenía por objeto liberar a una colonia fronteriza del férreo bloqueo al que la tenía sometida una poderosa escuadra brit. Y aunque este presentimiento no se tradujo en miedo, sí le embargó el ánimo lo suficiente como para moverle a tomar una decisión que habría rechazado indignado no mucho antes.
Pero no ahora. Tomándoselo muy en serio, Randolph acudió a la consulta de una conocida adivina con objeto de que le tranquilizara sobre su incierto futuro. Eso sí lo mantuvo en secreto incluso ante sus amigos más íntimos, una medida acertada dado que él no se había recatando en burlarse de todos aquéllos que con anterioridad habían adoptado idéntica resolución.
La adivina cumplía con todos los requisitos típicos de su milenaria profesión, incluyendo el barroco atrezzo con el que se rodeaba. Pero esto no era algo que importara al astronauta, que tan sólo deseaba saber si lograría sobrevivir a tan arriesgada misión. La respuesta, obtenida después de verse obligado a soportar los interminables rituales de rigor, fue clara a la par que ambigua:
-Tu memoria perdurará, y te impondrás sobre el enemigo.
Profundamente aliviado, Randolph recompensó a la pitonisa con una generosa dádiva y, casi eufórico, retornó a su acuartelamiento apresurándose a ofrecerse voluntario para formar parte del escuadrón de vanguardia, el que más peligro corría al ser el encargado de romper el fuego contra el enemigo. Pero él, convencido de que la buena suerte no le abandonaría, estaba seguro de retornar victorioso y con su fama de héroes acrecentada.
Por desgracia, la realidad discurrió por derroteros muy distintos. Los brit no sólo lograron mantener el bloqueo sino que infligieron a los terrestres una severa derrota saldada con multitud de bajas entre muertos, prisioneros y desaparecidos, entre los que figuraba el capitán Randolph Trump.
Randolph había sido capturado por los insectoides tras encajar un impacto que había destrozado los motores de su nave, pero a efectos prácticos bien se le podía contar entre los caídos puesto que los brit acostumbraban a matar de forma sistemática a sus prisioneros, práctica que habían imitado los humanos. Esto era algo que él sabía y que asumió con estoicismo aunque no dejara de preguntarse las razones por las que no se había cumplido la predicción de la vidente.
Sin embargo la predicción sí se cumplió, aunque no de la manera que él imaginara. Los brit, pese a su avanzado nivel tecnológico, seguían arrastrando algunos atavismos heredados de su pasado más remoto, y uno de los más arraigados entre sus soldados consistía en convertir en trofeos algunas partes del cuerpo de sus enemigos vencidos, tal como hicieran los indios norteamericanos con las cabelleras, los aztecas con los corazones o algunas tribus primitivas con las calaveras.
Dadas sus características anatómicas recurrían a los caparazones quitinosos que protegían sus cuerpos, los cuales convertían en elaboradas corazas que exhibían con orgullo, en especial cuando habían pertenecido a algún rival famoso. Y como tras sus primeros contactos con los humanos descubrieron que éstos no contaban con ningún tipo de exoesqueleto, optaron por desollarlos, curtir sus pieles y revestirse con ellas a modo de macabras casacas. Lo que no se sabía con exactitud cuando Randolph Trump cayó prisionero era si el desuello se realizaba antes o después de la ejecución ritual de los cautivos; pero se trataba de un detalle secundario.
Así pues, tal como acertadamente predijo la vidente su memoria perduró al menos en lo relativo a su pellejo, y también resultó cierto que se impusiera, o cuanto menos revistiera, a uno de los más afamados guerreros brit. Cierto es que esta fórmula no era precisamente la que él hubiera deseado, pero ante la fama, aunque sea póstuma, tampoco hay que mostrarse demasiado cicatero.
Publicado el 13-2-2019