La verdadera historia de Aladino
y la lámpara maravillosa (II)



Aladino dudaba, consciente de que la decisión que tomara marcaría su vida de manera irreversible. Ya había desperdiciado estúpidamente los dos primeros deseos de los tres que le concediera el Genio en premio por haberle liberado de la lámpara, por lo cual debería jugárselo todo a una carta. Pero ¿a qué carta?

Y el Genio le apremiaba amenazándole con abandonarlo sin esperar a su decisión si no lo hacía de inmediato, lo que contribuía todavía más a incrementar su zozobra. ¿Qué hacer? Su cerebro buscaba frenéticamente una petición adecuada, pero todas ellas acababan quedaban inmediatamente descartadas por no cubrir las expectativas. Porque Aladino, lo único que deseaba, era dejar de ser pobre para siempre.

Finalmente sus esfuerzos mentales rindieron resultado; al fin sabía lo que pedir, algo que le garantizaría una vida relajada por cuanto le quedara de existencia... e incluso todavía más. Y formuló con decisión su tercer y último deseo.

-Quiero que me conviertas en un Genio como tú y me proporciones tus mismos poderes mágicos.

El Genio, cosa extraña en alguien de su naturaleza, titubeó unos segundos sintiéndose desorientado; era evidente que no esperaba una petición como esa. Recuperándose, y disimulando una sonrisa irónica, respondió:

-Sea.

Tras lo cual se desvaneció libre ya de su compromiso. A donde fuera no lo indican las crónicas.

Ha pasado mucho tiempo y Aladino continúa encerrado en una lámpara -ignora si es la misma del Genio u otra similar, puesto que sólo la conoce por dentro- a la espera de que alguien la frote y pueda abandonar su encierro a cambio de la concesión de tres deseos. Y la verdad es que ya está comenzando a impacientarse.


Publicado el 19-2-2025