Aladino y la lámpara fastidiosa
-Aladino, ¿qué es eso que traes ahí?
-¿Esto? -respondió el muchacho con disimulo, al tiempo que intentaba esconder tras la espalda la sucia lámpara de aceite que llevaba en la mano- No sé...
-¿Cómo que no lo sabes? -refunfuñó su madre, arrebatándosela con gesto de disgusto- Dijiste que volverías con una moneda de plata... y apareces con esa chatarra oxidada. ¿Acaso te crees que me regalan la comida en el mercado? Porque comer bien que te gusta, al contrario que trabajar.
-Madre, yo...
-¡Cállate, inútil, que no sirves para nada! -le recriminó la viuda con acritud- A falta de moneda intentaré vender este cacharro, o por lo menos cambiarlo por algo aprovechable. Eso sí, antes habrá que limpiarla, porque con esa costra de mugre no me darían ni los buenos días por ella.
Y uniendo la acción a la palabra, procedió a frotarla enérgicamente con un trapo, en un intento de sacarle brillo o, cuanto menos, de darle un aspecto algo más presentable.
Para sorpresa de ambos, de la boca de la lámpara brotó un surtidor de luz multicolor que, tras los primeros instantes de indefinición, acabó configurando una forma tridimensional -se trataba, como cabe suponer, de un holograma, aunque éste era un término que desconocían madre e hijo- el cual, lejos de adoptar una forma antropomorfa tal como hubiera cabido esperar, se reveló como un simple listado de texto, eso sí, muy adornado a la par que acompañado por una suave y repetitiva música de fondo.
Puesto que el mensaje estaba escrito en árabe Aladino, que pese a la pobreza de su familia, había ido durante algún tiempo al colegio, fue capaz de leérselo a su estupefacta progenitora.
Bienvenido al nuevo servicio de atención al cliente del Sindicato de Genios de Lámparas y contenedores afines. -rezaba éste- Por favor, le rogamos que siga las instrucciones de este sistema de información automático.
Tras dudar unos instantes, Aladino arrebató la lámpara a su madre, que persistía en su actitud absorta, y utilizando su propia manga la frotó enérgicamente dos veces; al fin y al cabo, se dijo, tres deseos siempre serían mejor que uno solo.
Ha elegido usted la opción de Tres deseos por uno. -indicaba el nuevo mensaje luminoso que sustituyó al anterior- Por favor, indique el apartado que mejor se ajuste a su petición.
¿Materiales? ¿Inmateriales? -el muchacho dudada- ¿Cuánto de material había en querer ser rico?
Por lo tanto, acabó frotándola tres veces, por si acaso.
De nuevo el festival de colores cabrilleó frente a su vista antes de estabilizarse con otro mensaje.
Ha elegido usted la opción de recibir más información. Por favor, seleccione el apartado que mejor se ajuste a la petición de su primer deseo. Le recordamos que, conforme a la legislación vigente, no está permitido realizar peticiones que pudieran acarrear daños o perjuicios, directos o indirectos, a terceras personas, así como tampoco serán atendidas aquellas que supongan una violación de las leyes nacionales o internacionales o involucren mercancías prohibidas tales como drogas, armas, explosivos y materiales radiactivos, químicos o biológicos potencialmente peligrosos. Asimismo tampoco está permitido suministrar a los menores de edad, aun con consentimiento paterno, cualquier tipo de bebidas alcohólicas, tabaco o material pornográfico. Quedan expresamente excluidas todas aquellas peticiones que pudieran entrar en conflicto con las leyes físicas, naturales o biológicas, tales como la inmortalidad, la eterna juventud, las capacidades parapsicológicas (precognición, telepatía, telecinesis, artes adivinatorias...) o cualquier tipo de superpoderes.
Al llegar a este punto Aladino se quedó bloqueado; en realidad, no sabía por donde empezar.
-¡Pídele comida! -gritó ansiosa, a la par que hambrienta, su madre.
Era una buena idea, pero había tardado demasiado tiempo en decidirse. El mensaje se borró siendo sustituido por otro.
Disculpe, pero no me ha sido posible entender bien su respuesta. Para retornar al menú anterior, vuelva a frotar la lámpara.
-¿A qué esperas? -insistió su madre al tiempo que intentaba arrebatarle la lámpara- ¡No te quedes ahí alelado!
El muchacho reaccionó frotando la lámpara, la cual volvió a repetir el conocido mensaje. En esta ocasión no dudó; sus jugos gástricos también estaban alborotados.
La lámpara, obediente, accedió a sus deseos reproduciendo un nuevo mensaje:
Ha elegido usted la opción de solicitar alimentos o bebidas. Por favor, seleccione el apartado que mejor se ajuste a la petición de su primer deseo. Le recordamos que este Sindicato no se responsabiliza de la posible violación de preceptos religiosos de cara al consumo de determinados alimentos o bebidas que pudieran estar prohibidos por algunas confesiones.
Aladino comenzaba a impacientarse. Esta vez no necesitó ser espoleado por su madre para elegir rápidamente la primera opción.
Ha elegido usted la opción de solicitar alimentos. Por favor, seleccione el apartado que mejor se ajuste a la petición de su primer deseo. Le recordamos que este Sindicato no se responsabiliza de la posible violación de preceptos religiosos de cara al consumo de determinados alimentos que pudieran estar prohibidos por algunas confesiones.
Más por inercia que por premeditación, el muchacho frotó una única vez la lámpara.
Ha elegido usted la opción de solicitar carne. Por favor, seleccione el apartado que mejor se ajuste a la petición de su primer deseo. Le recordamos que este Sindicato no se responsabiliza de la posible violación de preceptos religiosos de cara al consumo de determinados alimentos que pudieran estar prohibidos por algunas confesiones.
Esto ya era demasiado. El hambre que atenazaba a Aladino y a su madre era de tal magnitud que habrían devorado cualquier cosa que se pusiera a su alcance, incluyendo al esquivo Genio. Por terminar antes, eligió la primera opción.
Ha elegido usted la opción de solicitar carne de ternera. -fue en esta ocasión la respuesta del impertérrito artilugio- Por favor, seleccione el apartado que mejor se ajuste a la petición de su primer deseo. Le recordamos que este Sindicato no se responsabiliza de la posible violación de preceptos religiosos de cara al consumo de determinados alimentos que pudieran estar prohibidos por algunas confesiones.
La irritación estaba empezando a dar paso a la desesperación. Aladino tan sólo quería comer lo que fuera... y a ser posible, ya. De nuevo seleccionó la primera opción.
Ha elegido usted la opción de solicitar un solomillo de ternera. Por favor, seleccione el apartado que mejor se ajuste a la petición de su primer deseo -al menos la maldita lámpara parecía haberse olvidado de la molesta coletilla religiosa-.
¿Y eso a él qué más le daba? En casa de Aladino jamás habían tenido acceso a semejantes exquisiteces, tan sólo al alcance de los más pudientes. Eso sí, por precaución evitó pedirlo crudo.
Ha elegido usted la opción de solicitar un solomillo de ternera asado. Por favor, seleccione el apartado que mejor se ajuste a la petición de su primer deseo.
Bueno, parecía que se iba acercando ya al final...
Ha elegido usted la opción de solicitar un solomillo de ternera asado con un punto de cocción normal. Por favor, seleccione el apartado que mejor se ajuste a la petición de su primer deseo.
Pues no, no se acababa, constató con desconsuelo. Al borde mismo de la histeria, volvió a insistir con el tozudo artilugio.
Ha elegido usted la opción de solicitar solomillo de ternera asado con un punto de cocción normal y guarnición de patatas. Por favor, seleccione el apartado que mejor se ajuste a la petición de su primer deseo.
-¿Quieres terminar de una puñetera vez? -le espetó, iracunda, su madre.
-Yo... -intentó excusarse el azorado muchacho, al tiempo que insistía una vez más.
Ha elegido usted la opción de solicitar solomillo de ternera asado con un punto de cocción normal y guarnición de patatas asadas. Por favor, seleccione el apartado que mejor se ajuste a la petición de su primer deseo.
Si lo desea con ...
Nunca llegarían a conocer el resto del mensaje puesto que, exasperado, arrojó la maldita lámpara contra la pared y, quizá a causa de una rotura del sensible mecanismo, quizá merced a su desconexión por algún mecanismo de seguridad, éste quedó interrumpido.
En aquel momento quiso el azar que se oyera en la vecina calle la conocida voz del chamarilero que, fiel a su rutina, recorría el barrio en busca de objetos que comprar. Lejos de recriminarle por su furibundo arrebato, su madre suspiró con alivio.
-Coge ese chisme. -le ordenó- Intentaremos colárselo a Ahmed; al menos, sacaremos para un par de bocadillos de calamares. Eso sí, como se te ocurra decir lo más mínimo del tema de los deseos, te despellejo vivo.
Por supuesto, Aladino se cuidó mucho de desobedecerla.
Publicado el 3-4-2008 en el Sitio de Ciencia Ficción