La verdadera historia del descubrimiento de América (I)



Erguido con arrogancia en la proa del bote, Cristóbal Colón atisbaba impaciente la cercana playa, al tiempo que aferraba con su mano derecha el mástil del pendón de Castilla que, flameando orgulloso al viento, parecía estar asimismo ansioso por verse plantado en esas tierras vírgenes atisbadas en lontananza que muy pronto pasarían a ser patrimonio de la Reina Católica.

Ese doce de octubre del año del Señor de 1492 iba a verse escrita una página fundamental de la historia de la humanidad, aunque el almirante todavía no lo sabía, convencido como estaba de haber encontrado tan sólo una nueva ruta hacia las lejanas Indias.

Impulsado por los sólidos brazos de los remeros, el bote dio un último embate sobre las aguas antes de quedar varado en la arena. Colón, ansioso por ser el primero en hollar la tierra recién descubierta, saltó a la desierta playa seguido de cerca por el resto de sus compañeros. Con gesto firme clavó el pendón en la dorada arena, abrió la boca para tomar posesión del lugar en nombre de su majestad la reina Isabel y...

Se quedó mudo al comprobar que del frondoso palmeral que delimitaba a la playa por la parte de tierra adentro había surgido una multitud de soldados -porque evidentemente eran hombres de guerra, pese a lo extraño de sus atavíos- los cuales, desplegándose rápidamente en forma de media luna, les rodearon por completo cerrándoles cualquier posible vía de escapa excepto la del mar, cuyas olas rompían mansamente a sus espaldas.

Perplejo, el almirante guardó silencio al tiempo que contemplaba como les apuntaban con unos extraños bastones, al parecer de hierro, que tenían todo el aspecto de ser armas de fuego... y lo eran, como pudo comprobar cuando uno de sus marineros, movido por el terror, intentó buscar refugio en el abandonado bote. Sonó un seco estampido procedente de uno de los bastones y el desgraciado cayó fulminado tiñendo con su sangre la arena.

El que parecía mandar a los desconocidos bramó una orden en un idioma desconocido que a Colón le recordó remotamente a la lengua que había oído hablar a algunos marinos ingleses. No obstante, y pese a no entender lo que decía, su significado estaba bien claro; les conminaba a la rendición.

Soltando el pendón, que dejó abandonado a sus espaldas, y conteniendo la rabia que le embargaba, Colón avanzó lentamente hacia sus captores con los brazos en alto. Sus hombres, según pudo observar, le imitaron dócilmente.


* * *


Algún tiempo después, y gracias a los buenos oficios de un traductor que rumiaba un extraño español a duras penas inteligible, Colón y sus compañeros pudieron ser conscientes de las circunstancias en las que se encontraban. Habían sido hechos prisioneros por los soldados de un desconocido, y al parecer poderoso, imperio llamado por sus habitantes Guiunaitedesteit, que al parecer ocupaba un vasto territorio situado entre Europa y los exóticos reinos orientales de Cipango y Catay a los que en un principio el navegante genovés había pretendido llegar atravesando el Océano Tenebroso.

Se encontraban prisioneros, junto con una multitud de hombres extraños procedentes de remotas y desconocidas tierras paganas, en una enorme prisión llamada Guantánamo, situada según les dijeron en la costa de una gran isla a la que daban el nombre de Cuba, no demasiado lejos del lugar en el que fueran capturados.

Se les acusaba de ser terroristas; tuvieron que explicarles que se trataba de asesinos que atacaban a personas inocentes con fines políticos, algo que realmente no acabaron de entender; al fin y al cabo, ¿no era precisamente eso lo que había venido haciéndose en todas las guerras desde que el mundo era mundo?

Por supuesto Colón y sus compañeros habían protestado airadamente reclamando su libertad, al tiempo que esgrimían su condición de súbditos castellanos; pero de nada les había servido frente a sus hieráticos carceleros. Éstos, en tono de burla, le insistían en que en España no había ninguna reina Isabel ni ningún rey Fernando, añadiendo que más les habría valido buscarse una excusa más verosímil.

Y allí siguieron, y seguirían estando durante mucho tiempo...


Publicado el 28-1-2011