La verdadera historia del Arca de Noé (II)



Y vio Yahvé que la maldad de los hombres era mucha, y se arrepintió de haberlos creado, por lo que decidió erradicarlos de la faz de la tierra.

Ordenó a Noé, un hombre justo, la construcción de un Arca de madera en la que debería encerrar dos miembros de cada especie animal, macho y hembra, para salvarlos del diluvio universal con el había previsto exterminar a todo ser viviente en la tierra. Le ordenó también que se refugiaran en ella él y su mujer, sus hijos y las mujeres de sus hijos para engendrar con ellos un pueblo justo libre de las maldades de sus antecesores.

Obedeció Noé construyendo el Arca, en la que recogió a los animales, macho y hembra, de cada especie, guardando en ella todo el alimento necesario para ellos y para las bestias durante el tiempo que la tierra estaría cubierta por las aguas.

Terminó Noé los preparativos y se refugió en el Arca junto con su familia, aguardando a que Dios desatara el diluvio. Pero pasó un día, luego pasó otro, luego otros, y las lluvias no aparecieron. No desesperó Noé, pero pasaban los días, las nubes no cubrían el cielo y los animales comenzaban a impacientarse en sus establos.

Pasaron los meses y seguía sin llover. Agotadas finalmente las provisiones pese a su reiterado acopio, los animales carnívoros, hambrientos, rompieron las puertas de sus encierros y asaltaron los establos de los herbívoros, a los que devoraron. Impotente, Noé ordenó a sus hijos que liberaran a los supervivientes, los cuales huyeron del Arca dispersándose en todas las direcciones.

Quedaron Noé y su familia en el Arca, pero siguió pasando el tiempo y continuaba sin llover. Un día sus hijos le dijeron que no estaban dispuestos a aguardar más y, llevando con ellos a sus mujeres, abandonaron el Arca dirigiéndose cada uno de ellos a una ciudad cercana.

Quedaron Noé y su mujer en el Arca, pero seguía sin llover y tiempo después su mujer, harta de esperar, le abandonó yéndose a vivir con su hijo Sem.

Quedó Noé solo en el Arca y seguía sin llover. Finalmente, acabada su paciencia, imploró a Yahvé preguntándole por qué no había provocado el diluvio.

Éste le respondió:

-Noé, mi bien amado, sé sobradamente que no he podido cumplir con mi promesa, y bien que lo lamento. Pero cuando prometí desatar un diluvio universal sobre la faz de la tierra desconocía la existencia del calentamiento global, lo que me ha impedido traer las lluvias torrenciales con las que deseaba exterminar la maldad humana. Siento mucho haberte hecho trabajar primero y esperar en vano durante tanto tiempo después, pero por el momento esto no va a poder ser posible hasta que tenga lugar un cambio climático en sentido inverso, y eso llevará probablemente bastante tiempo.

»Cierra bien el Arca y consérvala para que llegado el día en el que pueda ejercer mi castigo tú o tus descendientes podáis cumplir con mi mandato. Mientras tanto, marcha a una ciudad y reemprende en ella tu vida hasta que te llame de nuevo.

Obedeció Noé, asentándose en la cercana ciudad de Num. Aprovechando ciertos ensayos, que había realizado con el zumo de la vid para entretenerse durante su larga espera, montó allí la primera taberna de la historia y se enriqueció sirviendo vino a los parroquianos, lo cual le hizo olvidar la amargura del tiempo perdido. Se olvidó también de la abandonada Arca, cuya madera se fue pudriendo poco a poco hasta convertirse en polvo.

Lamentablemente, las crónicas no refieren si llegó a haber finalmente un diluvio universal y quién fue el encargado de construir una nueva Arca.


Publicado el 26-12-2022