La verdadera historia del Arca de Noé (IV)
Diluvió durante cuarenta días, crecieron las aguas y levantaron el Arca, que se alzó sobre la tierra. Hasta los montes más altos quedaron anegados, pereciendo todos los hombres y los animales que vivían sobre la tierra.
Ciento cincuenta días estuvieron altas las aguas cubriendo toda la tierra. Gobernaba Noé el Arca a la espera de que las aguas se retiraran y la tierra volviera a quedar enjuta, cuando vio llegar una pequeña embarcación que se acercó al Arca manifestando sus ocupantes su deseo de subir a ella.
Noé ordenó a uno de sus hijos que les arrojara una escala, ya que la cubierta del Arca quedaba muy por encima de la recién llegada. Por ella subieron dos de sus ocupantes, vestidos de verde y con la inscripción GUARDIA CIVIL en la espalda.
Una vez a bordo saludaron educadamente y pidieron ser llevados ante el capitán. Los hijos de Noé ignoraban el significado de esta palabra pero supusieron que se referiría a su padre, ante el cual les condujeron presentándole como el responsable del Arca y de todo cuanto portaba en su interior.
Uno de los visitantes, presumiblemente el jefe, le solicitó la documentación tanto del navío como del capitán, añadiendo tras percibir el olor que emanaba de las cubiertas inferiores y oír los gritos de los animales:
-Pero hombre de Dios, ¿qué lleva usted ahí abajo? ¿Un circo completo? Supongo que dispondrá de autorización para transportar animales vivos, así como de la documentación veterinaria pertinente.
Perplejo, Noé respondió que él no sabía nada de tales trámites ni había navegado con anterioridad en su vida, limitándose a obedecer las órdenes que le había dado Yahvé. Esto irritó al recién llegado, el cual le comunicó que por incumplimiento grave de la normativa naval vigente esta embarcación quedaba incautada junto con la totalidad de su contenido, y él y la tripulación retenidos a la espera de ser puestos a disposición judicial.
En consecuencia les conminó a entregarle el gobierno del navío recluyéndolos bajo custodia en sus camarotes, con la prohibición expresa de abandonarlos hasta que tocaran puerto.
-¿Qué puerto? -exclamó Noé sorprendido-. Si la totalidad de la tierra está ocupada por las aguas...
-Eso no es asunto suyo -respondió con brusquedad su captor al tiempo que ordenaba a sus hombres, que habían subido a una orden suya por la escala, que les condujeran a su encierro.
Poco después el piloto llegado de la patrullera se mesaba con desesperación los cabellos en el tosco cubículo construido por Noé para vigilar la derrota del Arca.
-¿Pero cómo demonios quiere el capitán Peláez que maneje este armatoste? ¡Si no tiene ni GPS, ni brújula, ni radar, ni radio, ni timón! ¿Cómo demonios lo puedo gobernar si no tiene hélices, motores y ni tan siquiera unas miserables velas? Y por si fuera poco el marrón, el pestazo que viene de abajo me tiene las tripas del revés. ¡Quién me mandaría pedir traslado desde mi tranquilo puesto en la provincia de Zamora por el empecinamiento de mi mujer de vivir en la costa!
Publicado el 11-7-2024