La verdadera historia del becerro de oro



Viendo los israelitas que Moisés no descendía del monte Sinaí, se acercaron a Aarón y le dijeron: haznos dioses que nos guíen; porque a Moisés, el varón que nos sacó de la tierra de Egipto, no sabemos qué le puede haber acontecido.

Y Aarón recogió las joyas que le entregaron, las fundió y, como era habilidoso, hizo con ellas un becerro de oro provisto de una pantalla de televisión capaz de reproducir todos los canales. Entonces ellos exclamaron: Israel, éstos son tus dioses. Y al día siguiente madrugaron, celebraron su suerte y se pusieron todos a ver la televisión sentados en torno al becerro de oro.

Sabedor de lo ocurrido, dijo Yahvé a Moisés: desciende a la llanura, porque tu pueblo que sacaste de la tierra de Egipto se ha corrompido. Pronto se han apartado del camino que yo les designé; han construido una televisión y sólo se dedican a ver telebasura en ella.

Moisés descendió del monte Sinaí, trayendo en sus manos las dos Tablas de la Ley que había escrito el propio Yahvé. Y cuando llegó al campamento y vio la televisión, y como su pueblo seguía con delectación los más pérfidos y deleznables programas, ardió de indignación y arrojó las tablas de sus manos, quebrándolas al pie del monte. A continuación tomó el televisor que habían fabricado, lo quemó en el fuego y lo molió hasta reducirlo a polvo, que esparció sobre las aguas y dio a beber a los hijos de Israel.

Castigó entonces Moisés a los adoradores de la telebasura ordenando a los hijos de Leví que los pasaran a cuchillo, cayendo bajo sus espadas tres mil hombres.

Al día siguiente Moisés reprendió a los israelitas por haber cometido tan grave pecado, y volvió a subir al monte Sinaí para implorar el perdón de Yahvé, el cual, tras amonestarlo severamente, le entregó dos réplicas de las Tablas de la Ley, idénticas a las que éste había quebrado, no sin antes advertirle que no consentiría que tamaño sacrilegio volviera a repetirse.


Publicado el 25-5-2021