La verdadera historia de la Bella y la Bestia



Sentados plácidamente en el jardín del palacio, Bella y Bestia charlaban.

-Bella, te estaré eternamente agradecido por alegrar mis tristes días, todavía más porque has sido la única persona que no me has rechazado por mi aspecto.

-Yo aprecio mucho tu amistad y la manera tan gentil con la que me has tratado siempre -respondió la muchacha-, y sé también lo que deseas; pero deberíamos esperar.

-¿A qué? -preguntó él sorprendido.

-A... bueno, a tu metamorfosis. Sé que fuiste víctima de una maldición y que sólo el amor podría redimirte de ella. Yo estoy dispuesta a ayudarte pero, no te lo tomes a mal, si no te importa sería preferible que ésta ocurriera antes.

-¿Deseas verme en mi aspecto original? -suspiró el desdichado-. Nada me gustaría más que satisfacerte, máxime cuando gracias a ti haya podido recobrar la ilusión. Pero por desgracia esto no podrá ser; en contra de los rumores que corren por ahí y por los que seguramente te has dejado llevar, los diagnósticos de todos los médicos que consulté fueron concluyentes: la mutación es irreversible ya que alteró mi ADN, y no existe manera alguna de revertirla. Moriré siendo lo que soy ahora, un monstruo, pero lo haré feliz habiendo gozado de tu amor, al que corresponderé con toda mi alma.

-No es para tomárselo de una forma tan dramática -objetó Bella disimulando su turbación-. Al fin y al cabo hoy en día la apariencia no es tan importante como lo era antes, y fuera de estos muros bajo los que te confinaste existen multitud de opciones para disfrutar de la vida, lugares cosmopolitas en los que nadie te juzgará por tu aspecto.

-¡Ay! El mundo entero te daría si ello fuera posible. Yo era rico cuando la malvada bruja perpetró su maldición, hasta este punto alcanzó su perfidia dejándome los medios para llevar una vida regalada al tiempo que me condenaba a padecer el rechazo de los demás... pero las visitas a los mejores, y todo hay que decirlo, los más caros especialistas, junto con los inútiles tratamientos que me prescribieron, consumieron la práctica totalidad de mi fortuna.

-Bueno, todavía te queda esta magnífica propiedad, por la que seguro pagarían un buen pico; imagínate la urbanización de chalets de lujo que podría salir de aquí. Tampoco necesitaríamos tanto, bastaría con una casa en un barrio residencial y un servicio reducido, con un par de criados y una cocinera sería suficiente y no supondría un gasto excesivo, pudiendo vivir tranquilamente de las rentas.

-Tampoco será posible -negó con tristeza Bestia agitando la cabezota-. Como no tenía suficiente dinero me vi obligado a hipotecar la propiedad, y como no pude pagar los intereses ni amortizar el capital, dentro de tres meses me veré obligado a abandonar el palacio, que pasará a poder del banco. Pero no me importa -gimió el infeliz-; estando tú y yo juntos, hasta la más humilde choza de pastores me parecerá el mejor palacio del mundo.

-Esto... discúlpame, pero me está empezando a doler la cabeza. Ya sabes, mis jaquecas... Si no te importa, me iré a descansar y mañana seguiremos hablando.

Pero a la mañana siguiente, lo único que encontró Bestia fue una nota en la que Bella se despedía diciéndole que había recibido un mensaje en el móvil avisándola de que una bondadosa tía abuela suya residente en la lejana capital, a la que siempre había querido mucho, había enfermado gravemente, por lo que marchaba sin demora para asistirla en las que quizás fueran sus últimas horas.

No volvió a tener noticias suyas ni de la tía abuela.


Publicado el 24-4-2023