Blancanieves y los siete...



Blancanieves, vagaba desorientada por el bosque, tras haberse apiadado de ella el cazador al que la malvada madrastra le había ordenado que le diera muerte, cuando se encontró frente a una casita en la que entró en busca de ayuda. Tras comprobar que ésta se encontraba vacía, se desplomó completamente agotada en una de las siete camas que había en ella.

Al despertar, descubrió que estaba siendo observada en silencio por los habitantes de la vivienda. Pero algo no coincidía con el guión, ya que en lugar de siete enanitos se encontró con otros tantos bigardos, el más bajo de los cuales no bajaría del metro noventa de estatura, cuyas ropas apenas disimulaban sus perfilados músculos.

-¿Quiénes sois vosotros? -preguntó sobresaltada-. ¿Dónde están los enanitos?

-Ya no trabajan aquí -respondió el que parecía llevar la voz cantante-. Al entrar en vigor la nueva ley que prohíbe emplear a personas de talla baja en espectáculos que pudieran resultar denigrantes o vulneraran los derechos de las personas con discapacidad, la productora se vio obligada a rescindirles el contrato. Nosotros somos sus sustitutos, seleccionados conforme a la letra de la ley.

-Pero entonces, los pobres se habrán quedado sin trabajo... ¿de qué van a vivir ahora?

-No te preocupes por ellos; los prejubilaron con una generosa pensión, aunque ellos hubieran preferido seguir trabajando en esto, que era lo que les gustaba. Ya sabes, dura lex, sed lex.

-Esperamos que no hayas perdido con el cambio -saltó zumbón otro de ellos.

-¡Oh, no! -Blancanieves se sentía confusa-. Vosotros parecéis buenos chicos. Sólo que...

-¿Acaso no te gustamos? -indagó un tercero adoptando una estudiada pose de culturista.

-No, no es eso -se justificó la muchacha cada vez más ruborizada-. Es que... bueno, los enanitos eran entrañables e inofensivos. Vosotros... no quiero que me interpretéis mal, pero yo soy una chica joven, estoy, creo, de buen ver y vosotros... también sois jóvenes y apuestos. No es que os tenga miedo, ni mucho menos, pero no podemos olvidar que estamos en un cuento infantil y en fin... -tartamudeó- quizás pudiera haber malentendidos acerca de nuestra cohabitación, ya sabéis, alguien podría pensar equivocadamente que...

-Ya te he dicho que habíamos sido elegidos conforme a la ley -le interrumpió el primero soltando una carcajada-. Y además los productores querían estar seguros de que no surgirían problemas. Ni tienes que temer nada de nosotros, ni existe la posibilidad de que surja un malentendido. Todos somos gais, y así se advertirá en los títulos de crédito. Tanto tu honor como el nuestro -le guiñó un ojo con picardía- estarán completamente a salvo.

-Bueno, eso no tiene por qué impedir que nos llevemos bien, ¿verdad, chicos? -respiró aliviada.

Pero mientras se hacían las presentaciones -ciertamente sus nuevos partenaires eran simpáticos y agradables- Blancanieves, tras su encantadora sonrisa, no cesaba de darle vueltas a una sospecha que le preocupaba.

“Espero que los imbéciles de los productores no se les haya ocurrido también cambiar al Príncipe por vete a saber qué estafermo; porque como se atrevieran a hacerlo me iban a oír. Hasta ahí podíamos llegar; soy capaz de dejarles sin la protagonista principal y allá se las apañen”.


Publicado el 4-3-2023