Como caído del cielo (II)
Se encontraba Moisés en el interior de su tienda redactando el preceptivo informe sobre lo acaecido en la última etapa de la marcha por el desierto del Sinaí, cuando su hermano Aarón entró precipitadamente chocando casi contra él.
-¿Qué ocurre ahora? -preguntó malhumorado por la interrupción-. ¿Siguen protestando por haber huido de Egipto? No se quejarán de falta de comida, tenemos maná para hartarnos.
-No, no es eso... -titubeó el recién llegado.
-¿Pues qué es entonces? Hermano, he de confesarte que estoy completamente arrepentido de haberme convertido en el jefe de esta panda de llorones que nunca están conformes por nada, pero él -señaló con la mano hacia arriba- no ha querido ni oír hablar de mi dimisión.
-¿Conoces los ingredientes del maná? -le espetó Aarón.
-¿Cómo demonios los voy a conocer? -exclamó irritado el profeta-. Sé lo que todos, que cae del cielo, es nutritivo y no tiene mal sabor... ¿acaso necesitamos saber algo más?
-Es que me ha venido un diabético queriendo saber si tiene azúcar o un edulcorante artificial.
Moisés se quedó inmóvil con la pluma en alto y bufó:
-Está bien, se lo preguntaré en cuanto pueda.
-Pregúntale también si lleva sal, porque los hipertensos están preocupados. ¡Ah! se me olvidaba, y colesterol.
-Vale. ¿Eso es todo?
-Pues no... Aarón sacó una lista del bolsillo de la túnica y leyó:
-Un comité reclama que se les provea de maná sin lactosa. Les he preguntado si todos ellos tenían intolerancia a ella, y me han respondido que algunos sí, pero que el resto prefieren evitarla porque tienen entendido que puede resultar indigesta.
-¡Vaya por Yahvé! -rozó Moisés la blasfemia-. Encima señoritos...
-Asimismo -continuó impertérrito Aarón- otro comité hace idéntica reclamación respecto al gluten. Sólo hay que yo sepa un par de celíacos en el campamento, pero son al menos medio centenar los que afirman que los alimentos sin gluten son más saludables.
-¿Alguna otra alegación de enfermedad, alergia o cualquier otro motivo de posible exclusión por razones médicas? -gruñó el profeta al tiempo que desgranaba mentalmente todas las posibles formas de meterles el maná en el cuerpo, sin que pasara previamente por la boca, a todos aquellos incordios.
-En esos términos no... -suspiró su hermano sacando otra lista-. Pero también me han hecho llegar sus correspondientes reclamaciones los que exigen que el maná esté elaborado exclusivamente con ingredientes naturales de origen ecológico y sin aditivos; los que se niegan a comerlo hasta que no se les garantice que es un alimento vegano; los que sin llegar a tanto piden que los ingredientes de origen animal procedan de animales de granja felices; los que rechazan las grasas saturadas y las trans, incluyendo las de origen animal; los abstemios que sospechan que puedan existir trazas de alcohol; los que están en contra de los alimentos refinados y ultraprocesados; los que quieren que se le enriquezca con fibra o con probióticos; los...
-¡Basta ya! -le interrumpió Moisés al borde de la apoplejía-. ¿Es que no hay en todo el puñetero campamento nadie que se coma el maná sin remilgos ni tonterías de ningún tipo?
-Pues... -vaciló Aarón-. Tú, yo, y algunos más.
-¡Quién me mandaría a mí meterme en estos berenjenales! -se lamentó exasperado el profeta rasgándose las vestiduras-. ¡Con lo tranquilo que estaba en la corte del faraón sin necesidad alguna de aguantar a estos gaznápiros! ¡No han pasado ni dos meses desde que salimos de Egipto y ya me tienen hasta la mismísima coronilla! ¿Cuándo terminará esta maldita travesía por el desierto?
Si llega a saber que todavía le quedaban cuarenta años por delante, le da un síncope allí mismo.
Publicado el 12-9-2020