Como caído del cielo (I)
Como todas las mañanas desde que, muchos años atrás, los israelitas se internaran en el desierto de Sinaí huyendo de la esclavitud a la que les habían sometido los egipcios, Moisés y su hermano Aarón, salieron de la tienda en busca del maná que milagrosamente les enviara Dios desde el cielo, su único sustento en un territorio tan inhóspito que incluso los lagartos y las alimañas lograban a duras penas sobrevivir.
Llevaban consigo las escudillas que les permitirían recoger el alimento que a modo de nieve caía con mansedumbre todas las mañanas cubriendo con una capa blanca los alrededores del campamento del Pueblo Elegido. Pero aquel día algo no marchaba bien, como pudieron comprobar nada más alzar la pieza de lona que hacía las funciones de puerta.
-Moisés, ¿qué ocurre? -preguntó Aarón a su hermano señalando con un gesto el exterior de la tienda- ¿Dónde está el maná?
Porque éste, lejos de presentar el tradicional aspecto nevado al que tan acostumbrados estaban, mostraba en su cruda desnudez el pedregoso y árido suelo del desierto salpicado, eso sí, cada cierto tiempo por unos extraños paquetes.
-No tengo ni idea... -gruñó el interpelado- esto no había pasado nunca.
-Si no hay maná, ¿qué vamos a comer ahora? -gimió su hermano.
-¿Cómo quieres que lo sepa? -le espetó Moisés en tono acre- Tendremos que salir y averiguarlo. Me intrigan esos paquetes... -añadió, al tiempo que franqueaba el umbral de la tienda.
-¡Moisés, ten cuidado! -gritó de repente su hermano.
Éste se detuvo, a tiempo de ver como un objeto, caído aparentemente desde arriba, golpeaba el suelo con un ruido sordo apenas a unos centímetros de su pie derecho. Sin darle tiempo para reaccionar, un segundo impactaba contra su cabeza sumiéndole en la oscuridad.
* * *
-¿Qué ha pasado? -fue la primera frase que articuló tras recobrar el conocimiento; no se encontraba nada bien, la cabeza le dolía terriblemente y al palparse la sien sintió como si una daga le atravesara el cráneo- ¡Uf!
-No te toques la cabeza. -oyó que le decía su hermano- Uno de esos paquetes te dio de lleno y te hizo perder el conocimiento. No es nada grave, pero tienes un hermoso chichón que te dolerá durante algún tiempo.
-¿Paquetes? -tardó varios segundos en coordinar sus dispersas ideas- ¡Ah, sí, esas cosas que aparecieron alrededor de las tiendas! -y gracias a una asociación de ideas añadió- ¿Y el maná? ¿Apareció al fin?
-Es que ese es el maná... -respondió Aarón con voz queda- Al parecer, ahora viene empaquetado.
-¿Cómo dices? -se sorprendió Moisés intentando levantarse del lecho, al precio de experimentar un doloroso latigazo en su maltratada cabeza.
-Pues eso, que los paquetes de marras contienen precisamente maná. Compruébalo tú mismo.
Y le alargó un paquete similar a aquel que casi le había descalabrado.
Moisés lo cogió en sus manos y lo miró con atención. Estaba cerrado, así que lo abrió despegando las solapas; dentro había un polvo blanco y compacto que olía a maná... y sabía a maná, como pudo comprobar por el expeditivo método de hundir los dedos en él llevándoselos posteriormente a la boca.
-¡Hum! -gruñó el caudillo israelita, conteniendo a tiempo el gesto reflejo de rascarse con la mano libre el cuero cabelludo- Aquí hay algo raro. Desde luego es maná, pero ¿por qué ha caído así en vez de hacerlo como siempre, en forma de copos?
-No lo sé. -reconoció humildemente su hermano- Pero la gente lo ha comido sin el menor problema; una vez que dejaron de caer los paquetes del cielo, pudimos recogerlos sin problemas.
-Aquí viene algo escrito... -masculló el caudillo- quizá podamos salir de dudas.
Y dando la vuelta al paquete, leyó:
MANÁ
Composición:
Maná puro 100%. Sin aditivos
Peso neto: 1.000 gramos
Listo para
consumir
Valor nutricional
medio para 100 g. de producto seco: Este producto puede
contener trazas de gluten, frutos secos de cáscara dura, o soja. |
* * *
-Pues vaya invento. -rezongó Moisés- Con lo fácil que era antes...
-Bueno, pero así resulta mucho más higiénico que andar recogiéndolo por el suelo. -objetó su hermano- Además, de esta manera sabemos lo que comemos, no como antes.
-Será más higiénico, pero también más doloroso. -porfió el dolorido profeta acordándose del porrazo.
-No, basta con esperar a que terminen de caer los paquetes. -insistió Aarón con tozudez- A mí me parece bien; hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad, y bueno es aprovecharse de sus avances.
-Como prefieras, pero en cualquier caso empiezo a estar harto de esta dieta a base del dichoso maná. ¡Lo que daría yo por un buen asado! A ver si conseguimos salir de una puñetera vez de este maldito desierto, porque ya está bien de andar dando vueltas para un lado y para otro como si fuéramos peonzas; como la cosa siga así, acabaremos pudriéndonos antes de poder alcanzar esa dichosa Canaán de la que todo el mundo habla pero que nadie ha visto. ¡Ya está bien, hombre, para eso más valía que nos hubiéramos quedado en Egipto; al menos allí teníamos una dieta mucho más variada!
Publicado el 9-1-2011