Caperucita Cinegética



-Abuelita, abuelita, ¡qué dientes tan grandes tienes!

-¡Son para comerte mejor! -exclamó el Lobo Feroz abalanzándose sobre la indefensa muchacha.

Por fortuna, un cazador que pasaba por allí, al oír los gritos de la desesperada muchacha y los aullidos de la fiera, entró a toda prisa en la cabaña descerrajándole un tiro a quemarropa a Caperucita, que se desplomó sobre la cama.

-¡Bueno, yo ya he cumplido mi parte! -exclamó el asesino dirigiéndose al expectante lobo-. Ahora, cumple tú con la tuya.

Rezongando, la fiera sacó del cajón de la mesilla un taleguillo que entregó al cazador con gesto de enfado.

-¡Ahí la tienes! -exclamó-. Bien caro me sales por un simple disparo... ¿acaso crees que nado en la abundancia?

-¿Acaso crees que no me la juego pegando tiros a la gente? -respondió burlón su interlocutor mientras contaba codiciosamente las monedas-. Y si no estás conforme, búscate a otro más barato para que te saque las castañas del fuego.

Una vez el cazador se hubo marchado, el lobo suspiró y, tras sacar del armario diversos utensilios de carnicero, procedió a la tediosa y desagradable tarea de trocear el cadáver.

-¡Mira que es desgracia llegar a viejo! -se lamentaba mientras manejaba con torpeza las cuchillas- Ni fuerzas tengo para cazar por mí solo... y por si fuera poco, tendré que ir en cuanto pueda al dentista para que me saque el único colmillo que me quedaba, porque el dolor es inaguantable. Dentro de poco me veo comiendo sopas y purés. ¡Para que luego digan que la vida de los lobos es afortunada! Se la cambiaba yo a esos listos...


Publicado el 4-10-2014