Caperucita Roja y el Cordero Feliz



Caminaba Caperucita Roja por el sendero que atravesaba el bosque en su parte más espesa, cuando una figura apareció frente a ella interpelándola de esta manera:

-¿Donde vas, Caperucita, por estos caminos tan peligrosos?

Caperucita no se sobresaltó ya que sabía que se trataba del Lobo Feroz, con el que llevaba mucho tiempo trabajando; un buen tipo con el que solía ir a tomar unas cañas al salir del cuento. Pero debía fingir que se asustaba, lo cual hacía con una maestría fruto de su larga experiencia.

Pero... en esta ocasión hubo algo que trocó el falso gesto de pánico por uno verdadero de estupor; porque quien se encontraba ante ella, aun disfrazado como él, no era su compañero de reparto, sino un desconocido.

-¿Quién eres? -la pregunta era la que figuraba en el guión, pero el tono resultaba completamente distinto. Incluso se podía atisbar un vestigio de inquietud en él.

-Yo soy el... ¡Bueno, ya he chafado la toma! -exclamó el interpelado arrancándose el sombrero con furia-. Y haciendo un desmañado saludo continuó:

-Soy el Cordero Feliz, para servirte. Sustituyo al Lobo Feroz, pero me temo que tendré que ensayar más el papel para no volver a meter la pata.

-¿Qué le pasa al Lobo? -Caperucita se mostraba preocupada-. ¿Se ha puesto enfermo?

-¡Oh, no, goza de una excelente salud! Ya me gustaría a mí poder decir lo mismo, con este reúma que me está matando.

-Entonces... ¿por qué no está aquí?

-¿No te lo advirtieron en Producción? Ha causado baja en el cuento, y me han contratado para representar su papel.

-¿Cómo? Si él estaba muy satisfecho con su trabajo, y los jefes también se encontraban contentos con él...

-Sí, así era, pero hubo una protesta de los grupos animalistas alegando que su papel, devorando primero a la abuelita y luego intentando devorarte a ti también, daba una imagen falsa y cruel de los lobos, por lo que se instó a los responsables a modificar el cuento cambiándole por alguien inocente y pacífico como yo... -explicó el borrego.

-Desde luego no das ni por asomo la imagen de una fiera peligrosa -reconoció la niña con desdén-, pero justo por esto no sé qué pintas aquí haciendo de malo.

-Vaya, me temo que se les ha debido olvidar darte el nuevo guión -se lamentó el rumiante-. En él se ha suprimido todo atisbo de crueldad; a partir de ahora tú te perderás en el bosque poniéndote a llorar desconsoladamente, y entonces yo apareceré, te consolaré y te guiaré hasta la casa de tu abuelita, donde los tres disfrutaremos de la magnífica merienda, por supuesto vegana, que tenía preparada.

-¡Pero si la merienda se la llevo yo! -exclamó estupefacta.

-Ya no. Lo que tú le traes son sus medicinas, que habías comprado en la farmacia del pueblo porque ella no podía ir; es importante concienciar a los niños de la importancia de preocuparse por sus mayores y atender sus necesidades. De esta manera el cuento termina con un final feliz sin necesidad de violencia ni crueldad alguna. ¿A que está mucho mejor así?

Caperucita no pensaba lo mismo, sobre todo teniendo en cuenta al memo que le habían endosado, el cual habría estado mucho mejor asado; pero pensando en su puesto de trabajo, optó por fingir su asentimiento.

-Tienes razón, ahora está mucho mejor; pero tendré que aprenderme mi nuevo papel. Si no te importa, puedes esperarme aquí mientras voy a que me den el texto y md lo aprendo; no creo que tarde mucho.

Aunque en realidad en lo que estaba pensando era en largarse del cuento lo antes posible y buscar al Lobo para correr una juerga juntos; el pobre estaría hecho polvo por el despido y ella, como buena amiga suya que era, deseaba animarlo.


Publicado el 22-4-2023